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Posts Tagged ‘Calentamiento global’

Entradas anteriores de la serie: 1. Introducción – 2. Breve introducción a lo que el IPCC es y no es

“Si la ciencia selecciona hacia lo conservador, la academia selecciona hacia lo muy conservador.” (32)

A vueltas con la moderación científica

Examinar referencias

worst

Portada de la revista New Scientist, noviembre de 2012: ‘Hace cinco años nos temíamos lo peor. Pero parece que es peor todavía.’

La ideología personal de un científico puede ser de derechas o de izquierdas, o del limbo, y así se distribuye el sentir político de esta comunidad en todas partes, más o menos como la población en general (33). Salvo en los Estados Unidos, donde el giro anticientífico de la derecha de las últimas décadas (34) ha provocado que el 94% se declare ‘liberal’ (35)[17]. Esto le viene de perlas al negacionismo organizado, que acusa entonces a los científicos – y por extensión a la ciencia practicada – de estar politizando la ciencia, tergiversando sus resultados.

Sin embargo, (más…)

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Satélite de altimetría, que monitoriza el nivel del mar

Si se fundiera todo el hielo del planeta, el nivel del mar aumentaría del orden de 75 metros. Sabremos si esto ocurrirá inexorablemente cuando, dentro de pocos años, tengamos la certeza virtual de que ya hemos llegado tarde a todo (o casi); hoy sólo tenemos la sospecha, y el miedo.

Por ahora, el nivel del mar  ha aumentado en la última década a un ritmo situado en el límite superior de las predicciones del IPCC (3,4 mm/año y subiendo, con lo que superará ese valor), mientras que en el siglo XX aumentó a razón de 2,3 mm/año. Casi nadie de buena fe duda ya de que todas las predicciones del IPCC relativas al nivel del mar se quedaron no ya cortas, sino muy cortas – al igual que está ocurriendo con las de la superficie de hielo en el Ártico. Todo parece ocurrir mucho más deprisa, unos 100 años antes de lo previsto. (más…)

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Los científicos del mundo emiten su tercer informe sobre calentamiento global

La pista de los +2 ºC sugerida por el economista William D. Nordhaus a mitad de los años 1970 se desvaneció hasta que, en 1990, el Advisory Group on Greenhouse Gases[22] (AGGG) emitió su último informe, donde estableció un método tipo semáforo en el que se analizaban los impactos en función del incremento de la temperatura media de la Tierra. La línea que separaba el ámbar del rojo correspondía a los 2 ºC (89). Unos años antes, un grupo de climatólogos, reunidos en el pueblecito austríaco de Villach bajo la égida de la Organización Meteorológica Mundial, había manifestado formalmente en 1985 que:

“Durante la primera mitad del próximo siglo se producirá un incremento de la temperatura media de la Tierra que será mayor que cualquier otro que haya sido experimentado a lo largo de toda la historia de la humanidad.” (90)

Quienes así se pronunciaron vieron la necesidad de que su mensaje alcanzara mayor eco internacional, y obraron para conseguirlo. Así, en julio de 1986 nació el AGGG, bajo los auspicios de la Organización Meteorológica Mundial, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Consejo Internacional de la Ciencia (ICSU), que agrupa a las academias de ciencias de todo el mundo. La financiación corrió a cargo de estas organizaciones y  el Beijer Institute (después Stockholm Environment Institute). Participaron también el fondo Marshall Alemania-USA, el Rockefeller Brothers Fund y la Fundación W. Alton Jones, por lo menos los dos últimos con fuertes vínculos con la industria del petróleo.

Pero el grupo terminó sus días en 1990, agotado económicamente. Según informan participantes directos en los sucesos, el dominio de la agenda de la Organización Meteorológica Mundial por parte de los Estados Unidos (91) debido, en parte, a su soporte económico determinante, promovió en 1988 la creación del IPCC y la caída del AGGG. En realidad consistió en un intento de distracción ideado en tiempos de George H.W. Bush, con el fin primordial de retrasar la celebración de la cumbre mundial sobre el clima, que había comenzado a gestarse a iniciativa del propio AGGG (92). La comunidad científica, que iba por libre, había llegado demasiado lejos.

El vaso lo había colmado una nueva declaración emitida tras (más…)

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William D. Nordhaus ilustrando a los climatólogos en marzo de 2009

Antes de examinar los fundamentos que llevaron a los “+2 ºC” a convertirse en un punto focal en política climática conviene revisar someramente el recorrido de esta cifra a lo largo del tiempo, examinando qué atributos ha ido recibiendo en el trayecto.

Según el economista Richard Tol, alguien muy próximo al negacionismo[16] y que defiende un valor de temperatura límite superior a +2 ºC, el dato “+ 2 ºC” surgió espontáneamente a finales de los años 80 durante una cena, siendo mencionada en una conferencia plenaria del día siguiente y naciendo, así, una leyenda (77,78). Sin embargo, no ofrece dato alguno que soporte dicha afirmación.

En cambio, Carlo Jaeger, climatólogo europeo de primer nivel adscrito al Potsdam Institute for Climate Impact Research (Alemania), nos señala con mejor erudición que el verdadero origen se encuentra en los primeros trabajos del economista de tinte neoclásico William D. Nordhaus (79). Nordhaus quien, junto al premio Nobel Paul Samuelson, es coautor de uno de los libros de texto sobre macroeconomía más estudiados en las universidades del mundo entero, fue el primer miembro de esta profesión en darse cuenta, en los años 70, de la importancia de las emisiones de dióxido de carbono y de su influencia en el clima. (más…)

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El análisis de los puntos focales climáticos actualmente en vigor, +2 ºC como límite de incremento de la temperatura media de la Tierra, y 350 ppm de concentración máxima de CO2, debe incluir necesariamente una comprensión de su origen. En este terreno, de tan importantes implicaciones políticas, económicas y sociales, es muy importante conocer la historia de la gestación de los criterios capaces de acabar constituyendo un objetivo global. En ella reside su eventual credibilidad, condición necesaria para su aceptación general. Con este mismo fin es preciso examinar previamente cómo se miden estos valores.

¿Cuál es la temperatura media de la Tierra?

Si tuviéramos que establecer el objetivo climático en términos de incremento máximo de la temperatura media de la Tierra, lo primero a tener en cuenta es la referencia de base: respecto a cuándo se establece este incremento. No son lo mismo, pongamos por caso, 2 ºC más respecto al promedio de la era preindustrial (<1850) que respecto al promedio de los períodos 1880-1920 o 1951-1980 con los que suele presentar los datos la NASA. A veces se considera también la temperatura de 1990, año del protocolo de Kioto, o la del año 2000. En este sentido, es importante que los comunicadores tengan siempre presente la referencia de base de las informaciones relativas a la temperatura media del planeta que suministran al público.

Sin embargo, la empresa no es nada fácil. (más…)

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Interferencia antrópica peligrosa: ¿Cuándo, y para quiénes? -Pulsar para mayor resolución

Cuál vaya a ser el incremento de la temperatura media de la Tierra debido al cambio climático no es algo que, en realidad, nos preocupe demasiado. Es más: un incremento de sólo +2 ºC, desde muchas latitudes, y desde luego desde aquellas en las que se sitúan los países hoy por hoy dominantes de los procesos políticos, puede llegar a ser percibido como algo deseable. Como dice el ex-meteorólogo Manuel Toharia, “a los humanos nos gusta el calorcito”. Desde luego, si ésa fuera a ser la única consecuencia del cambio climático, y se distribuyera uniformemente, podría resultar ciertamente atractiva para muchas personas.

No es pues la temperatura en concreto lo que nos importa, sino las consecuencias del calentamiento global. Desde una óptica estrictamente antropocéntrica, preponderante en Occidente , lo que de verdad nos inquieta, lo que resulta verdadero motivo de preocupación, son los impactos que el cambio climático pueda tener sobre nosotros. ¿Hasta qué punto puede la ciencia ayudarnos a evitarlos? (más…)

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Comencemos con un juego. Usted y otras nueve personas que no conoce ganan un viaje de un fin de semana a París. Una vez allí, les dicen que deberán costearse todos los gastos, también los de vuelta, a menos que sean capaces de encontrarse todos a las 12 del mediodía del domingo en un mismo lugar. Además, de conseguirlo, ganarán un millón de euros cada uno. ¿Usted adónde acudiría? Yo iría a la Torre Eiffel. Usted también, probablemente.

En este ejemplo clásico, la Torre Eiffel es lo que, en teoría de juegos, versión cooperativa, se denomina un punto focal (1). Consiste en un referente común, válido en ausencia de comunicación adecuada.

La comunicación del problema del cambio climático, tanto a las élites como a la población, es uno de los aspectos todavía no bien resueltos, entre otros motivos porque la intervención de los científicos sociales es muy reciente – con la notable excepción de los economistas, demasiado a menudo descreídos y casi siempre atenuadores de la seriedad de la cuestión. Desde luego podemos culpar al negacionismo organizado por su incesante interferencia en el proceso, y probablemente acertaríamos si le atribuimos la responsabilidad principal de la resistencia colectiva a tomar cartas en el asunto en la magnitud necesaria. Pero el negacionismo ahí está y, a la espera de poderle exigir en su momento la responsabilidad que le corresponde, debemos lidiar con él e idear estrategias que permitan atenuar o superar su influencia. (más…)

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Fuente: NatureA mitades del año pasado inicié una serie de entradas en este blog bajo el título “Cambio climático: ¿cuánto es demasiado?” que, por distintas razones, no llegué a completar. Se publicaron 7 textos, exhaustivamente referenciados en base a la literatura científica académica homologada.

En la serie se repasaban distintos conceptos, desde fundamentos básicos de la ciencia del clima hasta los impactos que el cambio climático ya está causando en la actualidad, aunque de forma aún poco perceptible para nosotros los occidentales. Se relacionaban los que se esperan para un futuro mucho más cercano de lo que se suele aceptar y que afectarán vitalmente a las generaciones ahora jóvenes, y también aquellos algo más lejanos en el tiempo, ambos totalmente inaceptables.

Desde el concepto de “interferencia antropogénica peligrosa” establecido en la cumbre de Río de 1992, a la viabilidad de las “soluciones” que se proponen, la serie transitaba por la intervención de los economistas y la religión en el problema climático. Se muestran los motivos por los cuales nos encontramos, más que frente a un problema científico o energético, frente a una cuestión fundamentalmente ética, que la ciencia es incapaz de resolver.

He decidido ahora publicar de nuevo esta serie, habiéndola revisado, actualizado y completado. Se desmonta la falacia de que dos grados más de temperatura media de la Tierra constituyen el límite de seguridad, y se propone con fundamento científico y ético un nuevo límite, basado en una magnitud distinta: el desequilibrio energético de la Tierra. Finalmente, se analiza la viabilidad de consecución de los distintos objetivos.

Seguirán los capítulos que entonces faltaron. El sumario tentativo es el siguiente: (más…)

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El texto que sigue corresponde a un artículo escrito por amable invitación de la revista Mientras Tanto, que he dividido en cinco entregas y al que he añadido algunas ilustraciones. Recomiendo además la lectura de los demás artículos del ejemplar, dedicado a ‘Los límites del crecimiento: Crisis Energética y Cambio Climático’, a cargo de Antonio Turiel, Roberto Bermejo, Hermann Scheer y Richard Heinberg. Acceso a capítulos anteriores –   Ver texto completo en una sola página.

Las tres proposiciones con las que he iniciado este texto se han revelado inválidas. No es posible estabilizar el clima a las condiciones actuales porque el sistema climático se encuentra en régimen transitorio y todavía no ha respondido a la totalidad del forzamiento al que está siendo sometido. Además, el tiempo de remanencia en la atmósfera del CO2 emitido, de decenas de miles de años, convierte al cambio climático en curso en irreversible a escalas de tiempo humanas.

Dado que lo que condiciona el clima es la concentración atmosférica de GEI y no las emisiones, su mitigación no supone necesariamente reducir la concentración de CO2 a la atmósfera, salvo que esa reducción sea prácticamente total y en el plazo de muy poco tiempo y, además, se retire de la atmósfera el exceso actual mediante reforestación masiva. Finalmente, reducir drásticamente el empleo de combustibles fósiles, sin más, no sólo no produciría una disminución de la temperatura sino que, por el contrario, la reducción concomitante de los aerosoles reflectores produciría un aumento brusco salvo que, paralelamente, se redujeran las emisiones de todos los demás GEI, que suponen algo menos de la mitad del forzamiento positivo total.

Volviendo a la contra-geoingeniería en su sentido fuerte, cabe preguntarse no sólo por su viabilidad y posibles consecuencias imprevisibles sino también por las complicaciones políticas que supondría tamaña intervención planetaria una vez fuera declarada necesaria como mal menor (¿por quién?), y que dejaría en mera anécdota a la ya inmanejable dificultad de las negociaciones climáticas en curso. (más…)

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El texto que sigue corresponde a un artículo escrito por amable invitación de la revista Mientras Tanto, que he dividido en cinco entregas y al que he añadido algunas ilustraciones. Recomiendo además la lectura de los demás artículos del ejemplar, dedicado a ‘Los límites del crecimiento: Crisis Energética y Cambio Climático’, a cargo de Antonio Turiel, Roberto Bermejo, Hermann Scheer y Richard Heinberg. Acceso a capítulos anteriores –  [Actualización 26/03: Ver texto completo en una sola página]

El pensamiento sistémico requiere de una adecuada comprensión de la diferencia entre flujos y acumulaciones, conceptos que muy a menudo se confunden. Incluso personas del mayor nivel intelectual reflexionan erróneamente violando, por ejemplo, el principio de la conservación de la masa. En un conocido ensayo realizado a estudiantes y doctores del Massachussets Institute of Technology, particularizado al ámbito climático, se confirmó un buen número de estudios anteriores realizados sobre personas altamente cualificadas, incluyendo responsables de grandes empresas. En ellos se puso de manifiesto la dificultad de la mayoría de ellas para analizar correctamente el funcionamiento del sistema climático en sus aspectos más elementales cuando se solicitaba una reflexión cualitativa y no se les permitía emplear las herramientas analíticas y matemáticas convencionales (6). Así, el comportamiento de la mayoría de las personas analizadas llevaba a deducir que éstas creían que, mientras las emisiones siguieran aumentando, el cambio climático empeoraría pero que, si las emisiones dejaran de crecer, el clima se estabilizaría.

Cuando se les permitía hacer uso de un simulador con el que analizar las consecuencias de sus acciones, los que eran capaces de establecer estrategias correctas de contención sólo lo hacían cuando estaban muy cerca del límite de tiempo disponible (7). Se evidenció así la dificultad de percibir los tiempos de retardo de los sistemas en general, y del climático en particular y, con ello, la baja probabilidad de realizar acciones correctivas con anticipación, cuando su coste es inferior. De modo que en la realidad, dados los inevitables márgenes de incertidumbre en el caso climático, la probabilidad de creerse erróneamente a tiempo de actuar es, pues, significativa. (más…)

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El texto que sigue corresponde a un artículo escrito por amable invitación de la revista Mientras Tanto, que he dividido en cinco entregas y al que he añadido algunas ilustraciones. Recomiendo además la lectura de los demás artículos del ejemplar, dedicado a ‘Los límites del crecimiento: Crisis Energética y Cambio Climático’, a cargo de Antonio Turiel, Roberto Bermejo, Hermann Scheer y Richard Heinberg –  [Actualización 26/03: Ver texto completo en una sola página]

Cuando pronuncio conferencias sobre cambio climático siempre comienzo señalando que nos encontramos frente a un tema maldito. Es maldito por las limitaciones físicas, atávicas, psicológicas y culturales que nos impiden, no tanto la comprensión de sus mecanismos, sino la propia percepción del problema (1). Es maldito por la gran cantidad de malentendidos que residen incluso en personas con cierto conocimiento de los orígenes, dinámica y eventuales respuestas a la cuestión. Es maldito porque las únicas respuestas con alguna verosimilitud de eficacia significan un cambio tan sustancial en el status quo que requerirían, previamente, incluso una reconsideración de los valores fundacionales de nuestra civilización. Finalmente, en un vano intento de autojustificación, me refiero a la maldición del conferenciante. Desde luego una parte de los oyentes escuchará de mí aseveraciones que no quiere oír, pero que debe conocer. Pero otra, la ecologista, puede levantar también, frente a algunas de mis afirmaciones, sus defensas intelectuales. Ambos serán movidos por la emoción antes que por la razón. Al final, mis conclusiones serán (probablemente) apreciadas, pero afirmaciones tan extraordinarias habrían requerido fundamentaciones extraordinarias por lo que, inexorablemente, no tendré bastante con el tiempo que los organizadores me han adjudicado a pesar de mis denodados esfuerzos de síntesis. Confío que la longitud que me han otorgado para este texto y la posibilidad de incluir referencias permita salvar este inconveniente, siquiera de forma parcial.

Me propongo aquí mostrar la incorrección de las siguientes afirmaciones: (más…)

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”When reality is changing faster than theory suggests it should, a certain amount of nervousness is a reasonable response” – The Economist, 24/09/2011

"Así pues, si bien en el escenario "fin del mundo" abundarán horrores inimaginables, creemos que el período previo estará repleto de oportunidades de negocio sin precedentes."

El documento Environment and Development Challenges: The Imperative to Act (en adelante Bru2012) que hemos descrito aquí y aquí, ofrece un diagnóstico muy duro de la situación. Dada la categoría de los firmantes, todos ellos galardonados con el premio Blue Planet, es de esperar que sea leído – otra cosa será atendido – por los principales representantes del poder económico y político, a quienes sin duda está dirigido.

Una primera pregunta que podemos hacernos es por qué motivo el documento no ha sido firmado por todos los laureados con el Blue Planet. Hay otros 20, aunque sólo 15 con vida (1). Una segunda, por qué motivo Bru2012 es tan moderado a la hora de establecer los objetivos de emisiones. Por ejemplo, uno de los firmantes, James Hansen, el climatólogo principal de la NASA, ha publicado que la reducción tiene que ser del 6% anual durante 30 años empezando el año próximo (más reforestación masiva de todo lo reforestado hasta ahora), lo que supone haber reducido las emisiones en un 90% en 2050 (2). En cambio, en Bru2012 se apunta a un objetivo de reducción del 60%, lo que significaría reducir sólo un 2,5% si empezamos mañana. (más…)

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“El desarrollo sostenible implica un cambio sustantivo de paradigma de implicaciones globales sin precedentes.”

La segunda parte del documento Environment and Development Challenges: The Imperative to Act (en adelante Bru2012), cuya presentación y primera parte dedicada al diagnóstico comentamos aquí, trata de las respuestas que los autores estiman necesarias para abordar el problema de la sostenibilidad. Que es necesario un cambio de paradigma está ya bastante claro para todo el mundo salvo para los fundamentalistas. Veamos hoy qué nos aconsejan estos laureados autores para alcanzar el paradigma alternativo basado en el mercado que nos proponen, y dejemos los comentarios para la próxima y última entrada de esta serie.

Bru2012 establece en primer lugar los objetivos a alcanzar:

“En 2050, el mundo deberá haber reducido los niveles absolutos de emisiones por un factor mínimo de 2,5, lo que requiere una reducción de las emisiones por unidad de producto de alrededor de 8 si la economía fuera en 2050 tres veces la actual … Para estabilizar el cambio climático es preciso que la intensidad energética se reduzca a nivel global a un ritmo del 3-4 % anual.”

Incide además en la necesaria preservación de la biodiversidad, concepto que recorre todo el documento en paralelo al cambio climático:

“La biodiversidad y los ecosistemas naturales son fundamentales (foundational) para resolver la crisis climática, pues su conservación puede atenuar el ritmo de avance del cambio climático, aumentar la capacidad adaptativa de las personas y los ecosistemas, salvar vidas, y mantener el sustento de múltiples formas a medida que el clima de la Tierra va cambiando.”

A la hora de señalar un camino, Bru2012, y tras el aviso de que atender sólo al requerimiento de las emisiones no es solución, establece la condición previa: (más…)

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“Frente a una emergencia absoluta y sin precedentes, la sociedad no tiene otra opción que tomar acciones drásticas para evitar el derrumbe de la civilización. O bien cambiamos de caminos y construimos un nuevo tipo de sociedad global, o bien serán cambiados sin nuestra intervención.”

De esta contundente forma se expresan los autores en el muy importante y reciente documento promovido por la Universidad de Stanford y titulado Environment and Development Challenges: The Imperative to Act (en adelante Bru2012), firmado por 16 eminencias Blue Planet Laureates lideradas por Gro Harlem Brundtland. El texto, de 23 páginas, está dividido en dos partes: diagnóstico y actuaciones. Vayamos hoy por lo primero.

La importancia del documento de cara a Rio+20 viene dada, naturalmente, por la autoridad de los firmantes, comenzando por la propia Gro Harlem Brundtland. Recordemos que el concepto actual de desarrollo sostenible, término que se ha convertido en cotidiano y que tanta veces se emplea indebidamente, tiene su origen precisamente en un informe que emitió la ‘comisión Brundtland’ en 1987, titulado “Nuestro futuro común”. Este informe estuvo en la base de las deliberaciones, la terminología y las conclusiones de la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro en 1992. Por cierto que Brundtland, que fue por tres veces primera ministra de Noruega, y que atiende a las reuniones del Club Bilderberg, fue objetivo militar del fundamentalista cristiano Anders Behring Breivik en su asesinato masivo del año pasado. Escapó por poco.

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“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad.” – Bertold Brecht

Dice Alvin Toffler en su “Tercera ola” que, si no tiene usted una estrategia propia, al final acaba siendo objeto de la estrategia de otro. El corolario es que es preciso tener estrategia aunque la del otro no sea percibida, también en el caso de que ese otro sea invisible e incluso en el caso de que parezca que no existe. Porque existe, es visible si lo busca, tiene estrategia y la tiene pensando en usted. Está en los think-tanks[1] como avanzadilla, y en sus promotores como estrategas de estado mayor.

El pasado día 14 de febrero, alguien del Heartland Institute, uno de los think-tanks más activos en el negacionismo climático, hizo llegar a Peter Gleick, un oceanógrafo columnista a su vez del Huffington Post y de Forbes, unos documentos internos que acabaron en manos de Desmogblog, un web especializado en descubrir la trama del negacionismo organizado. Gleick se hizo pasar por miembro de la junta directiva del instituto, lo que sin duda confundió al receptor (1,2). El entorno mediático de la guerra climática ardió, y todavía quema. A esta filtración se la ha bautizado con el nombre de denialgate.

Pero el Heartland Institute, por mucho que ahora el ruido lo amplifique, no es ni el más grande ni el más importante de los componentes de la maquinaria de negación nicotínica, climática y económica, aunque es singularmente desagradable. Su hedor no se limita a expandirse por el entorno político de Washington o a ensuciar los medios de comunicación. Efluvios escatológicos llegan no sólo a los profesores de educación infantil y de instituto, sino también a legisladores previamente calentados que, en distintos estados de EE.UU., han decidido que a los niños hay que contarles ‘la otra opinión’ acerca del cambio climático. La negación de la ciencia. (más…)

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The Economist 13.02.2012

Bajo el título “Slash emissions, fly by zeppelin” (reduce las emisiones, viaja en zepelín), la prestigiosa revista británica The Economist nos recuerda, en un artículo publicado anteayer en uno de sus blogs, su pesimismo con respecto a la posibilidad de evitar el cambio climático catastrófico (1). Esta posición oficial fue ya establecida el pasado diciembre en ocasión de la conferencia de Durban: el órgano neoliberal por excelencia cree que es imposible alcanzar el objetivo de los + 2ºC (2). [Para saber cómo sería un mundo con sólo dos grados más (uno más que ahora), vea aquí.]

Tras el consabido negacionismo climático inicial de este tipo de publicaciones, reflejo del negacionismo hacia si mismo inherente a las ‘ciencias’ económicas, el Economist basculó, a principios de la pasada década, hacia las posiciones del negacionismo light del danés Bjorn Lomborg, el ecologista escéptico, a quien promocionaron exhaustivamente (3,4). Reconocieron el problema, pero minusvaloraron sus consecuencias. El método consiste en efectuar una lectura sesgada de los informes científicos, extrayendo las conclusiones más favorables a sus posiciones al elegir, entre los márgenes de incertidumbre que se presentan, los más suaves, por mucho que esté bien claro que son los menos verosímiles. (más…)

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La clave está en la cantidad de hielo en el Ártico (Foto Captain Budd Christman, NOAA Corps)

El meteorólogo de referencia del Grupo Prisa Florenci Rey escribía el pasado día 2 de febrero en El País un artículo bajo el título de “Cuando Siberia se deja la puerta abierta”. En él señalaba que este invierno, muy suave en todo el hemisferio norte hasta la llegada de la ola de frío que ahora nos invade, comenzaba a ser conocido en su gremio como “el año sin invierno”. Estos profesionales probablemente parafrasean la referencia al año 1816, conocido como “el año sin verano” y el más frío en 500 años. El motivo no fue otro que la presencia de erupciones volcánicas explosivas, muy en especial la del volcán Tambora de Indonesia, cuyos aerosoles alcanzaron la estratosfera, apantallando así durante meses la radiación solar (1).

Rey se preguntaba en el artículo: “¿Son estas situaciones adversas consecuencia del cambio climático?” Y se respondía: “Rotundamente no”. Al final del texto señalaba que:

“Estas bruscas discontinuidades en un corto espacio de tiempo, una alta variabilidad meteorológica, pueden ser un buen indicio de la traducción del cambio climático global en la región europea.” (2)

Creo que es la primera vez que veo a un meteorólogo con reconocimiento público y privado referirse al cambio climático en el caso de un fenómeno extremo. A este colectivo no le resulta fácil efectuar esta asociación. Son distintos los motivos, que vimos aquí y aquí, a los que se unen las consignas a las que los comunicadores son sometidos por parte de la dirección de los medios. Éstas consisten, como mínimo, en extremar la prudencia con la excusa no herir la sensibilidad del respetable, cuando en realidad están preocupados por la de los anunciantes y la de los distintos patrocinadores-freno. Estos últimos lo son en forma de grandes empresas oligopolísticas que raras veces necesitan anunciarse, luego por algo están ahí. Así pues, el esfuerzo es meritorio. Sin embargo, estos párrafos podrían llevar a confusión pues, en apariencia, ambas afirmaciones son contradictorias. Por este motivo he creído oportuno aportar aquí alguna luz adicional. (más…)

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“All lies and jests still a man hears what he wants to hear and disregards the rest.” – The Boxer, 1968 (Simon & Garfunkel)

Imagen del paper de Science firmado, entre otros, por Antoni Rosell, del ICTA

El viernes anterior al inicio de la conferencia de Durban amanecí con un pequeño sobresalto. Todavía adormilado, escuché cómo en la emisora de radio catalana RAC1 una voz leía una noticia cuyo titular era algo así como que ‘el planeta no se calentará tanto como estaba previsto’. A tres días de la reunión de Durban pensé: acaban de meter un gol a RAC1, y no supuse en ese momento más implicaciones. Estaba cantado que habría acciones de este tipo en los días previos a la convención, como ha ocurrido cada año sin falta – y ya habíamos tenido el ‘climategate II’ a principios de la semana. Pero en el mismo acto noticiable el locutor mencionó que acababa de salir publicado en Science. Cuidado entonces. A Science es muy difícil meterle un gol.

Fui directo al ordenador para bucear. Por algún motivo no tenía acceso al texto completo, pero acabé encontrando el abstract. Advertí además que uno de los autores, Antoni Rosell i Melé, era catalán, y que pertenece al ICTA (Institut de Ciència i Tecnologia Ambiental), el principal centro de excelencia español en el ámbito climático, de carácter multidisciplinar. Busqué su correo y le pedí el artículo. Me lo envió enseguida y prometí  leerlo durante el fin de semana. Ahora sé que Rosell ha participado (precisamente) en el área paleográfica del trabajo, campo en el que profundizó durante su estancia en la Universidad de Oregon.

Cuando lo leí observé tres cosas: (más…)

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Este estrafalario personaje es, sin duda alguna, el más histriónico de toda la negacionía internacional. Sus desvaríos son de tal magnitud que resultan patéticos, y no cesa de superarse a si mismo en cada una de sus manifestaciones. Es muy probable que sea más una carga que un activo para la causa negacionista pero, aun así, sigue mereciendo los favores de la maquinaria de negación.

Su narcisismo es de tal magnitud que hace sospechar de la conexión entre su mente y sus raras dificultades endocrinas en la glándula tiroides, de las que ha sido operado en diversas ocasiones. Se llama Christopher Walter Monckton, y se hace llamar ‘Tercer Vizconde Monckton de Brenchley’ (el bloguero Joseph Romm le llama TVMOB). Aun disponiendo del título hereditario de Lord, el Parlamento británico tuvo que exigirle recientemente por escrito que dejara de afirmar (de una vez) que pertenece a la House of Lords (1), y los servicios jurídicos de Buckingham Palace le instaron formalmente a que dejara de emplear en sus misivas un sucedáneo del logotipo de esta institución, que él había alterado a su antojo (2). Más flagrante todavía es que, en una carta enviada a John McCain,  candidato republicano competidor de Obama en 2008, declarara haber recibido ¡el premio Nobel de la Paz! (3). (más…)

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Evolución reciente de la temperatura mundial. Los años en azul corresponden a períodos con 'La Niña', que son siempre sensiblemente más fríos que los contiguos. La referencia es el promedio 1961-1990 (Fuente: Organización Meteorológica Mundial)

Con este contundente llamamiento se ha expresado el subdirector de la Organización Meteorológica Mundial en una conferencia de prensa en Durban, al tiempo que presentaba los más recientes datos climáticos. Estos datos han sido compilados en un documento emitido hoy por este organismo.

Los 13 años más calientes jamás registrados se han producido en los últimos 15. A este grupo pertenece el año 2011, considerado el 10º más caliente, a pesar de coincidir con una fase especialmente intensa de la corriente del Pacífico La Niña (la más fuerte de los últimos 60 años). Este fenómeno periódico provoca siempre una importante disminución de la temperatura en su año de ocurrencia, del orden de 0,10-0,15 ºC con respecto al año anterior y al posterior. En todo caso la temperatura de 2011 es la más elevada de todos los años con ‘La Niña’, y las temperaturas en tierra han sido superiores a los promedios en la mayor parte de los territorios. En particular, en el norte de Rusia han sido superiores en +4 ºC, lo que resulta especialmente preocupante en función de la estabilidad del permafrost [ver: Las emisiones de CO2 y metano del permafrost ártico ya se han iniciado y serán netas en los años 2020. El proceso es irreversible]. Además, 2011 ha sido el segundo año con un mínimo en la disminución de la superficie de hielo en el Ártico, pero si fue un año récord en términos de disminución del volumen de hielo. (más…)

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