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La soportable levedad de Anthony Giddens, o la importancia de la corbata

25/05/2010 por Ferran Puig Vilar

¿Hay algo más perturbador que la posibilidad de estar contribuyendo a debilitar la propia base de la civilización humana? – Anthony Guiddens, 2009

La Politica del Cambio Climatico - Anthony Guiddens, 2009Dado que, coincidiendo con Giddens, entiendo que no es momento de divisiones sino de unión de esfuerzos, difícilmente me verán criticando abiertamente a alguien que emplea su tiempo o su profesión en el abordaje del tema climático. Además, Giddens cumple una misión que yo denomino la de “traje y corbata”, es decir, la necesidad que tiene el movimiento de lucha contra la crisis climática de disponer de portavoces, digamos, de derechas. Sólo así será posible despolitizar el asunto y conseguir que la ciudadanía acepte democráticamente las fuertemente impopulares medidas que van a ser necesarias, más pronto que tarde, para afrentar la cuestión con alguna posibilidad de éxito. Por eso sólo parafraseo parcialmente un titular que recuerdo haber visto en algún periódico hace muchos años, pero que no he conseguido encontrar, y que decía así: “La insoportable levedad de Milan Kundera”.

Imagino que Giddens, el teórico de la Tercera Vía del laborismo británico liderado por Tony Blair, no debe de considerarse de derechas. Pero uno está adonde le colocan los demás, a menudo a pesar de si mismo. Trece años de nuevo laborismo en Gran Bretaña han permitido el establecimiento de un salario mínimo bastante digno pero, en todo lo demás, las desigualdades han aumentado ostensiblemente (1). Encima, participó activamente en una guerra impopular, además de absurda, matando innecesariamente a centenares de miles de personas inocentes. Si esto es la izquierda, o una tercera vía, es que Giddens ha sido víctima del achique de espacios políticos promovido activamente por la derecha económica. Es muy posible, pues este hombre fue director de la London School of Economics, y este puesto produce, sin duda, diversos efectos secundarios de cognición. Sin las leyes de la termodinámica, que la práctica totalidad de los economistas ignora, la expresión ciencias económicas resulta un auténtico oximoron.

Es posible que haber alcanzado tan alta dignidad sea el resultado de la capacidad de nadar entre dos aguas sin mojarse y tomar siempre la calle de en medio, cosa que él denomina “no subirse al tren”. Con esto quiere destacar la necesidad de transversalidad de la crisis climática, criticando quienes buscan aprovecharse de ella para hacer valer su propia agenda política. Hace bien, pues si se subiera a algún tren su mensaje perdería buena parte de su intención transversal. En este aspecto admiro de Giddens la inteligencia de saber llegar a los suyos, aunque pienso que esta ubicación debería haberle evitado entrar en terrenos pantanosos que, desde ahí, no tienen salida.

Anthony Guiddens

Anthony Guiddens

También es posible que esa dignidad le permita la osadía de decir una obviedad y calificarla con su propio nombre, como él hace denominando “Paradoja de Giddens” al hecho de que, al ser los gases invernadero invisibles y las amenazas percibidas como lejanas, ello dificulta la acción política y popular. La llamada de la posteridad debe ser irresistible. Yo tomo nota y, como tengo algunas ideas que todavía no he visto reflejadas en parte alguna, cuando las exprese diré que, si alguien se refiere a ellas, se añada alguno de mis apellidos a continuación.

Pero vayamos al fondo del asunto. La publicación académica Nature, en un artículo titulado “The Wisdom of Crowds” (“La sabiduría de las multitudes”) se preguntaba: ¿dónde están los sociólogos? (2) Pues aquí tenemos uno, y de categoría. La tesis central del libro “La Política del Cambio Climático” (3), que acabo de leer, es que la complejidad que ha alcanzado la sociedad mundial actual, globalización y comunicaciones mediante, es imposible de revertir, y que es preciso conocer bien sus entresijos para poder generar estados del sistema que permitan una acción colectiva eficaz a través de las instituciones existentes, incluyendo desde luego las empresas. Supongo que se refiere también a las que han conseguido abducir su tercer carril. En este punto estaría de acuerdo en principio con Giddens, aun cuando la definición de empresa, cómo se lidera y gestiona, su tamaño máximo y la limitación de algunas actividades tóxicas no sólo en lo químico, seguiría siendo objeto de debate, y no creo que tengamos demasiado tiempo para desacuerdos. Giddens no se sitúa necesariamente en lo políticamente correcto, aunque tiene mucho cuidado en no pasarse de la raya. Giddens, en realidad, se sitúa en el límite de lo que cree posible, y es honesto cuando nos dice que, aún así, no está nada claro que podamos salir adelante.

Pero, en mi opinión, Anthony Giddens quien, a lo largo de su obra, critica acertadamente la retórica oficialista en la que siempre se dice qué metas de emisiones, temperatura, energía etc., hay que alcanzar, pero nunca se dice cómo, cae en este mismo error en algunas cuestiones básicas.

Por ejemplo, Giddens dice que hay que movilizarse para neutralizar el mensaje negacionista y situar en primer plano la crisis climática, pero no dice cómo hacerlo. Para neutralizar el mensaje negacionista sería condición necesaria que los medios de información informaran rigurosa y adecuadamente de los riesgos que acechan a las sociedades de forma inminente,  cosa que él bien sabe que no ocurre dada su orientación economicista, pero no entra por ahí. Podría proponer, por ejemplo, que la información científica fuera totalmente democratizada, socializada, digamos, y que las publicaciones académicas fueran accesibles via Internet al público en general, y no quedaran limitadas al interior de ese cerrado mundo bajo password o a 20 dólares cada artículo. Creo que esto sería un duro golpe para el movimiento negacionista en general y un importante avance cultural.

Tampoco dice nada de cualesquiera otras iniciativas relacionadas con la información a la ciudadanía, mientras que sin duda tiene ideas al respecto después de haber conocido el desembarco e infiltración de las agencias PR y sus sicarios en Gran Bretaña poco después de la segunda guerra mundial a través del British American Project. El objetivo de este movimiento no fue otro que, a una generación vista, frenar la socialdemocracia y convertir al Estado en un servidor, primero de las empresas y después, en todo caso, de los ciudadanos (4). Cosa en la que, por otra parte, han triunfado ostensiblemente, por lo menos en los últimos 20 años, con Giddens como valedor destacado.

Giddens se sitúa solamente en el lado de los afectados por la desinformación, mostrando las dificultades psicológicas y sociales de la población para asumir la crisis climática pero, como única recomendación, nos dice que los mensajes tienen que ser en positivo. Nos quedamos sin saber cuáles son estos mensajes pues, para elaborarlos, deberíamos tener una meta, una alternativa, a la que Giddens renuncia desde su alta posición de vista de pájaro. Pero es que situarse “Más allá de la izquierda y la derecha”, como el título de uno de sus libros, es muy difícil, quizás metafísicamente imposible, como él mismo habrá podido comprobar con los resultados de su Tercera Vía.

Es también sorprendente que Giddens, conocido por su aportación de una visión holística de la sociología, no sepa de dinámica de sistemas. Hombre, será de letras, pero su cualidad de intelectual, como ejemplar residual de hombre del Renacimiento que probablemente desea ser, debería haberle llevado a estudiar este área si quiere ser holístico de verdad sin traicionar lo que la ciencia ha deducido a partir de los axiomas matemáticos. Giddens debería conocer los conceptos de “umbral de estabilidad” no sólo de las sociedades, descritos en prosa, sino también de la física, descritos en ecuaciones, y referirse a ellos cuando dice no saber si se ha superado ya el punto de no retorno del sistema climático, a lo que sólo se refiere indirectamente y de pasada.

Más grave me parece situarse en el camino de en medio entre la ciencia y los negacionistas – que él denomina escépticos y, encima, les llama por su nombre y refleja sus falsedades a las que implícitamente otorga el rango de opiniones – lo que no hace otra cosa que contribuir al falso debate científico en público que éstos promueven incansablemente. Lo hacen sin otro fin que el de confundir, y evitar así la consideración de las leyes de la naturaleza en el devenir político y social, cosa que constituye una garantía ineludible de colapso, temprano o tardío, por choque inevitable contra la realidad. Sorprende también que no se refiera a la pérdida de credibilidad y confianza del público en la ciencia en las últimas décadas, inducida por los mismos estrategas que asaltaron el Labour Party en los años 1980, y sin la cual los negacionistas no hubieran conseguido retrasar tanto tiempo el conocimiento de la gravedad del problema por parte de la sociedad.

Me ha decepcionado también el capítulo referido a la geopolítica del cambio climático. Diríase que sólo le importan los actores que negociaron en Copenhague, sin que los países y las personas que se están viendo ya afectadas, ni la reacción de las sociedades que resultarían perjudicadas por eventuales acuerdos de reducción del empleo de combustibles fósiles, por ejemplo Arabia Saudita, merezcan la atención del sociólogo.

En cambio, cuando Giddens aborda las soluciones tecnológicas lo hace excepcionalmente bien, muy documentada y exhaustivamente, a la vez que muy resumidamente y de forma muy asequible, sin que yo haya detectado ningún olvido ni desliz importante, tan frecuentes en estos temas. Si acaso, al hablar del pico del petróleo, Giddens no otorga la importancia que creo que merece la cantidad de energía fósil que será necesaria para reconvertir los sistemas de generación de energía a las energías renovables.

Es realmente una excepción, pues aquí Giddens, contrariamente a muchos autores, resulta ser muy preciso y objetivo en la evaluación de costes y oportunidades, ventajas e inconvenientes de las distintas alternativas, de lo que es posible y de lo que no lo es, de lo que puede venir, de lo que ha venido y se irá, y de lo que parece que va a venir pero no vendrá. Además, es muy cuidadoso en no confundir el deseo con la realidad.

Hay cosas que Giddens no rehúye, como la necesidad de convergencia económica, por lo menos entre países, aunque no menciona que esto supone necesariamente el decrecimiento de las sociedades occidentales. Tampoco la de una vuelta a la planificación, descartando la ineficiencia de la planificación central y otorgando mayor peso a la ciudadanía. Señala además temas algo chocantes pero sobre los que vale la pena reflexionar, como su convicción de que el centro político, allí donde convergen los partidos, no es la antítesis del radicalismo.

Con todo, como decía al principio, creo que el principal valor de Anthony Giddens es el de cumplir la importante misión de manejar un discurso que no genera rechazo directo en las capas de la sociedad más poderosas o reticentes al mensaje. Esto no sólo es importante, sino que es crucial. Siempre les digo a los ecologistas que su movimiento está agotado, sus oponentes lo dan por amortizado, que sólo se dirigen a los que están convencidos, y que un joven con rastas o un intelectual con barba, por mucho que le asista la razón y sus palabras merezcan la más alta consideración intelectual, apenas tiene algo que aportar a la movilización eficaz respecto a la crisis climática frente a un auditorio formado por personas con trajes y corbatas físicas y mentales, que es ahora a quienes hay que llegar. Adaptarse al auditorio, si uno mantiene convicciones firmes, no es sinónimo de pérdida de identidad, sino de inteligencia.

Más abajo encontrará usted referencias rigurosas acerca de la importancia de la identificación con el medio para la eficacia del mensaje (5-8).

Así que,  imitando al eminente sociólogo y adelantándome a lo que señalé al principio, propongo ya que al hecho de vestir al estilo business para permitir una mejor receptividad a los mensajes por parte de las personas con dificultades para separar el mensaje del mensajero, que son la inmensa mayoría, se le denomine, a partir de ahora, “vestir de Vilar”. Aunque, claro está, mi humilde condición de ciudadano preocupado convierte este deseo no ya en una osadía, sino en un auténtico atrevimiento alejado de toda esperanza.

Referencias

  1. George Monbiot – The Parasites in Labour’s Brain – The Guardian, 04/05/2010 – http://www.monbiot.com/archives/2010/05/03/the-parasites-in-labours-brain/
    “There’s a parasite called Toxoplasma gondii which colonises the brains of rats, altering their behaviour to attract them to the scent of their predators. The rats seek out cats and get eaten, allowing the parasite to keep circulating. This is New Labour. It has colonised a movement which fought for social justice, distribution and decency, rewired its brain and delivered it to the fat cats who were once its enemies.”
  2. Kerri Smith (2009) – The wisdom of crowds – Nature Reports Climate Change 3:89-90 – http://www.nature.com/climate/2009/0908/full/climate.2009.73.html – Peer reviewed
    “Climate change is inherently a social problem — so why have sociologists been so slow to study it? Because sociology has traditionally focused on people rather than on the environment, sociologists have been slow to tackle climate change … Sociology could further understanding of climate-related issues such as what drives society’s consumption.”
  3. Anthony Giddens (2009) – La política del cambio climático – Alianza Editorial, Madrid, 2010 – ISBN: 978-84-206-5462-1
    ¿Hay algo más perturbador que la posibilidad de estar contribuyendo a debilitar la propia base de la civilización humana?
  4. David Miller and William Dinan (2008) – A Century of Spin. How Public Relations Became the Cutting Edge of Corporate Power – Pluto Books, London
    “The BAP was a key means for detaching a section of the Labour Party from social democracy … [Financial] Support in kind has come from the BBC, Traidcraft, media institutions such as Time magazine and the Chicago Tribune, as well as right wing institutes such as the International Institute for Strategic Studies, recently exposed as using disinformation to push an attack on Iran.”
  5. Dan Kahan (2010) – Fixing the communications failure – Nature 463:296-297 doi:10.1038/463296a – 21/01/2010 – Elizabeth K. Dollard professor of law at Yale Law School – Peer reviewed
    “Group ties, the researchers concluded, had unconsciously motivated students from both colleges to view the tape in a manner that favoured their own school (ref). Since then, a growing body of work has suggested that ordinary citizens react to scientific evidence on societal risks in much the same way. People endorse whichever position reinforces their connection to others with whom they share important commitments. As a result, public debate about science is strikingly polarized. The same groups who disagree on ‘cultural issues’ — abortion, same-sex marriage and school prayer — also disagree on whether climate change is real and on whether underground disposal of nuclear waste is safe.”
  6. Paul DiMaggio (1997) – Culture and Cognition – Annual Review of Sociology 23:263-28 doi:10.1146/annurev.soc.23.1.263 – Department of Sociology, Princeton University – Peer reviewed
    “Recent work in cognitive psychology and social cognition bears heavily on concerns of sociologists of culture. Cognitive research confirms views of culture as fragmented; clarifies the roles of institutions and agency; and illuminates supra-individual aspects of culture. Individuals experience culture as disparate bits of information and as schematic structures that organize that information. Culture carried by institutions, networks, and social movements diffuses, activates, and selects among available schemata. Implications for the study of identity, collective memory, social classification, and logics of action are developed.”
  7. Geoffrey L. Cohen et al (2000) – When Beliefs Yield to Evidence: Reducing Biased Evaluation by Affirming the Self – Personality and Social Psycology Bulletin 26:1151-1164 doi:10.1177/01461672002611011 – Yale University – Peer reviewed
    “People often cling to beliefs even in the face of disconfirming evidence and interpret ambiguous information in a manner that bolsters strongly held attitudes. The authors tested a motivational account suggesting that these defensive reactions would be ameliorated by an affirmation of an alternative source of self-worth. Consistent with this interpretation, participants were more persuaded by evidence impugning their views toward capital punishment when they were self-affirmed than when they were not (Studies 1 and 2). Affirmed participants also proved more critical of an advocate whose arguments confirmed their views on abortion and less confident in their own attitudes regarding that issue than did unaffirmed participants (Study 3). Results suggest that assimilation bias and resistance to persuasion are mediated, in part, by identity-maintenance motivations.”
  8. Geoffrey L. Cohen et al (2007) – Bridging the partisan divide: Self-affirmation reduces ideological closed-mindedness and inflexibility in negotiation – Journal of Personality and Social Psychology 93:415-430 doi:10.1037/0022-3514.93.3.415 – September 2007 – Yale University – 6 authors – Peer reviewed
    “Three studies link resistance to probative information and intransigence in negotiation to concerns of identity maintenance. Each shows that affirmations of personal integrity (vs. non-affirmation or threat) can reduce resistance and intransigence but that this effect occurs only when individuals’ partisan identity and/or identity-related convictions are made salient. Affirmation made participants’ assessment of a report critical of U.S. foreign policy less dependent on their political views, but only when the identity relevance of the issue rather than the goal of rationality was salient (Study 1). Affirmation increased concession making in a negotiation over abortion policy, but again this effect was moderated by identity salience (Studies 2 and 3). Indeed, although affirmed negotiators proved relatively more open to compromise when either the salience of their true convictions or the importance of remaining faithful to those convictions was heightened, the reverse was true when the salient goal was compromise. The theoretical and applied significance of these findings are discussed.”

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Publicado en Comunicación, Negacionismo, Opinión, Política, Sociología | Etiquetado Calentamiento global, Cambio Climático, Copenhague, Negacionismo, Política del cambio climático, PSicología del cambio climático, Umbral de estabilidad | 1 comentario

Una respuesta

  1. en 18/04/2013 a 02:35 macbook repair penang

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