En los campos de batalla definidos y delimitados por el negacionismo se libran guerras por él declaradas y con las reglas por él establecidas. Los sicarios PR del negacionismo señalan al enemigo, le atribuyen intenciones ocultas y propósitos demoníacos y arengan a su tropa ridiculizando las armas ajenas y ofreciéndoles copias del arsenal contrario convenientemente trucadas y, así, supuestamente vencedoras. Entretanto, los cuarteles generales, muy centralizados y a resguardo de ataques enemigos y miradas indiscretas, no cesan de emitir un ruido tan ensordecedor que consigue confundir al generalato contrario y situarlo a la defensiva. Cuenta con fuerzas extremadamente profesionales y bien remuneradas, y suficientes apoyos como para realojar y ofrecer prebendas, honores y seguridad a los combatientes heridos que no puedan continuar en el frente.
Por su parte, el bando agredido ha sido pillado sin soldados entrenados, sin estrategia, con los cuarteles esparcidos, la información sin proteger y ocupado en el refinamiento de su arsenal. Ha quedado temporalmente desorientado porque han hallado una fuga en uno de sus buques, lo que resulta intolerable para su espíritu perfeccionista. El enemigo ha arengado a su tropa presentando este hecho como prueba definitiva de su superioridad, lo cual, junto a una ofensiva propagandística sin precedentes, ha dejado sin capacidad de reacción a los agredidos.
Éstos visten también de uniforme, generalmente una bata blanca, pero en realidad no tienen mando en tropa. Ocasionalmente exhiben galones diversos, pero sus grados son figurativos, pues cualquier soldado está autorizado a cuestionar el mando, la estrategia y hasta la trayectoria del arsenal. Cuando participa en misiones internacionales lo hace por vocación pues, aparte de los gastos de viaje, su aportación es voluntaria y debe costearse la indumentaria militar. Durante la misión, a diferencia de lo que ocurre en las filas enemigas, no puede, allí, acumular méritos para sus pases de grado.
El primer mísil emitido en la última batalla adquirió la forma de ciberataque. Al parecer, fue lanzado desde la costa este de los Estados Unidos y alcanzó de lleno una universidad del este de Inglaterra, aunque la onda expansiva llegó hasta Rusia y Turquía. Pocas semanas después, como si el suceso hubiera sido previsto anticipadamente con todo detalle, aparecía un libro bajo el título ‘Climategate’. Aunque lleno de falsedades y medias verdades, relacionando y secuenciando hábilmente frases escritas con muchos años de diferencia, tuvo la virtud de reafirmar la moral de la tropa y, muy importante, conseguir que los medios de comunicación, en su lógica binaria, otorgaran amplificación pública a supuestas vergüenzas del enemigo. Quedó en gran evidencia la vía de agua del buque averiado, lo que llevó a los corifeos a dar por seguro que la armada no es invencible, pues, afirman, ello es muestra inequívoca de que tiene toda la flota agujereada y medio inundada.
El almirante al mando de la unidad inglesa, que había sido entrenado para la paz, no presentó resistencia y cedió, aturdido, su puesto a un segundo. A punto estuvo de suicidarse mientras la prensa, para regocijo de los agresores, no perdía la ocasión de exponerle francamente desmejorado. Incluso la poca prensa amiga encontró un filón en el serial de fuego a discreción que siguió al bombardeo, en la fase de aprovechamiento del éxito que el agresor nunca descuida. Hasta tal punto que esta prensa asumió el nombre que los agresores dieron a la operación, llegando a invertir la importancia tipográfica de su grafismo al encabezar sus informaciones con el neologismo ‘climategate’ y dejando para la letra pequeña la explicación de que en realidad no pasa nada, la verdad sigue siendo la que era y nada desmiente lo que todo el mundo sabe sin querer saberlo.
Pero el saber y el conocimiento no se encuentran entre los objetivos de los agresores. Lo suyo es una guerra de desgaste, una destrucción de la credibilidad científica y de sus leyes, que consideran opresoras de su libertad. Ejecutan un plan de largo alcance que sus cuarteles generales, a través del genial invento de los think tanks, llevan planificando desde hace veinte años con el beneplácito y el impulso de sus patronos y colaboradores.
Durante este tiempo han entrenado a fondo a su ejército de PR mediante batallitas previas en campos tan distintos como el tabaco, el amianto, los CFC y cualquier aditivo alimentario o agrícola. Las divisiones más activas responden a los nombres de APCO Associates, Hill & Knowlton, Burson Marsteller, etc., con su gran cantidad de batallones, compañías y secciones repartidos por todo el mundo, siempre dispuestos a echar discretamente una mano para elevar la moral de la población mediante mensajes totémicos que cada vez requieren menos vaselina.
La ubicuidad de estos combatientes ha diezmado tanto al ejército enemigo que éste no encuentra, ni en el mercado negro, soldados PR a los que acudir en caso de agresión: todos han sido cooptados para la causa. Han llegado a reclutar a tantos cabos chusqueros que, con una zanahoria de poder frente a una mirada sin perspectivas laterales, ratón en mano y bien provistos de combustible, consiguen dar la impresión de que la guerra surge del pueblo llano, siempre sufrido, irritado hasta las armas, tras haberse conocido que un grupo de conspiradores dispersos quiere privarles de su libertad primero, y de sus bienes después. Todo ello en nombre de una nueva religión, llamada ciencia, que, aseguran, es contraria al sentido común y a la cosas como deben ser.
Los agredidos, que no sólo no estaban entrenados para la guerra sino que habían incluso renunciado a ejército propio al creer que la verdad triunfa por si sola y que la ciencia se vale por si misma, se encuentran desorientados y abrumados por la intensidad, la frecuencia y, sobretodo, la duración del ataque. Su naturaleza les pide reexaminarse a si mismos y ver en qué han fallado. Algunos culpan al capitán general, otros piden una reforma de las estructuras y los más decididos, aconsejados por comunicadores jubilados, proponen plantar cara y buscar tropa.
Pero apenas encuentran algo más que jóvenes correosos de pelo largo, bufanda y piercing festivo. Hombres y mujeres originales, bienintencionados, convencidos de la causa, pero sin ningún ánimo para la lucha real, cotidiana y sostenida. Unos son no violentos, otros son pacifistas y algunos hasta se dejan encadenar para, por la noche, fumarse un canuto mientras debaten sobre budismo. Sólo se activan en ocasiones señaladas, de forma que es difícil contar con ellos para el combate diario. Tampoco sirven como cantera, pues la mayoría, en pocos años, corre el riesgo de acabar cambiando de bando en un íntimo esfuerzo de adaptación que, una vez reconocido con oropeles, concitará el aplauso de su entorno inmediato y constituirá el rito de paso a la deseada condición de adulto responsable.
Estos científicos están armados con el material más resistente del mundo, pero el enemigo sabe muy bien cómo esquivar su puntería y se divierte al ver caer cohetes de feria en el desierto. No se dan cuenta de que, hagan lo que hagan, sus esfuerzos serán inútiles y, desde la mirada alta que proporciona la aviación, empleada por ahora sólo en misiones de reconocimiento, diversas fundaciones caritativas y asociaciones filantrópicas han impulsado ya la planificación del próximo movimiento. Y esperan, riendo y brindando, el momento oportuno para la ejecución.
Cualquiera que sea la respuesta, si la hay, los científicos seguirán sufriendo ataques cada vez más intensos y dolorosos, por los costados primero, y de frente después. Apenas encontrarán aliados reales más allá de la simpatía y apoyo moral de algunas personas sensibles. Pero muchos de estos amigos suelen estar ocupados en nacionalismos diversos, en mantener el índice bursátil o en cómo ganar las próximas elecciones.
Así que los demás debemos seguir buscando vías para modificar esta dinámica de enfrentamiento y parálisis. No podemos desfallecer.
¡Muy bonito!
¿Sería posible tener una definición de «negacionista» que no fuera exclusiva de los que creen que se exagera con el supuesto efecto del CO2 en el sistema climático?
Los sicarios PR del negacionismo señalan al enemigo, le atribuyen intenciones ocultas y propósitos demoníacos y arengan a su tropa ridiculizando las armas ajenas
¿Como por ejemplo llamar «anticiencia» a muy respetables y eminentes científicos? ¿Como por ejemplo imaginar que están comprados por el dinero de sucios negocios internacionales? ¿Como por ejemplo llamar «flat-earthers» a los que opinan diferente? ¿O tal vez financiando redes agitprop internacionales con dinero del contribuyente, que no se entera?
Las divisiones más activas responden a los nombres de APCO Associates, Hill & Knowlton, Burson Marsteller
¿Environmental Media Services, casa madre de realclimate.org?
And last but no least, ¿habría forma de tener algunos ejemplos de las mentiras que se mencionan pero no citan del libro «Climategate»?
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No entiendo muy bien tu primer párrafo, pero en todo caso te remito aquí, donde también se puede reflexionar sobre la eminencia y respetabilidad de algunos ‘científicos’.
El supuesto efecto del CO2 es tan supuesto como el principio de Arquímedes, con la diferencia de que el segundo viene de muy lejos y el primero sólo se sabe desde el siglo XVIII con Fourier, y el XIX con Tyndall y Arrhenius. Así que opinar sobre si el CO2 tiene o no efectos adversos o sobre si la sensibilidad climática es exagerada o no equivaldría a opinar sobre qué le ocurre a una madera cuando es lanzada al agua. ¿Flota? ¿O no flota? ¿Tu que opinas? ¿Mucho? ¿Poco? ¿Y si me siento encima?
¿A qué estamos jugando?
EMS es, por lo visto, una entidad sin ánimo de lucro dependiente de Fenton Communications. El enlace que me mandas dice que es ‘de izquierdas’, sin más precisiones (debe ser porque se dedica al medio ambiente). ¿Todos los demás PR son de derechas?
Te agradezco la noticia del Telegraph. Es interesante, pero prefiero opinar cuando tenga más datos. En todo caso la iniciativa formaría parte de uno de los perfiles que describo en el texto. La forma del artículo formaría parte de la correspondiente respuesta, que ya asocia el término ‘marxista’ a la actividad, que define como ‘agit-prop’.
A ver qué día conocemos, vía FoI o lo que sea, los mails de los think tanks, los de esos ‘científicos’ que eminencias y respetas, las incesantes conversaciones telefónicas entre PR y medios de comunicación y los de nuestros graciosos negacionistas celtibéricos. Ah, no, que eso es privado. No es agit-prop, es comunicación política. Si alguien los publicara, le aplicarían el artículo SLAPPs. (Strategic Lawsuit Against Public Participation), bien descrito aquí y aquí. Lo último que los medios quieren sufrir.
Del climategate te remito aquí, aunque me da la impresión de que ya debes conocerlo. Te veo muy sensibilizado por la cosa PR y con su mismo léxico.
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Leyendo el post me estaba acordando de otra especie de pequeña historia que pretende hacer una analogía con el hackeo en CRU (despectivamente conocido como climategate ;-))
http://rabett.blogspot.com/2010/02/cthulhu-explains-it-all.html
que muestra lo enrevesadas que pueden llegar a ser las cosas cuando se quiere marear la perdiz
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«E piu si muove»
Pueden tener todos los francotiradores a sueldo que sin embargo la ciencia seguirá apuntando en la dirección de la duda metódica, la acumulación del conocimiento y la falsación.
Y al final, hasta los gobiernos más lerdos del mundo asumen el Calentamiento Global de origen Antropogénico como algo real.
Tranqui, hacer ver que son más no les dá la razón. Se evidencian a sí mismos cuando personas con la instrucción en ciencia de una ardilla intentan negar el calentamiento global.
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Lo que es verdad es que en la Facultad de Físicas no hemos sido entrenados para broncas del tipo de las que enfrentas con un(os) personaje(s) como el(los) que frecuentan tu blog, posiblemente el mismo con distintos nicks.
Gracias por la tarea ingrata que os habéis echado al hombro y mis mejores deseos, mi opinión es que esto acaba de empezar y va a ser muy largo. Que haya suerte y paciencia.
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Gracias a ti por seguirme, amigo.
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