«La oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza en alguna pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la estancia.» – Jacques Anatole France – Novelista y premio Nobel francés
Hasta hace bien poco tiempo, el asunto del cambio climático era, entre las élites empresariales, un tema tabú. En las políticas también, con mayor intensidad de negación o descafeína cuanto más a la derecha. Yo sufrí esta situación severamente, en carne cruda, en 2004 y 2006. Cuando quise tratar el tema en una revista técnica que entonces dirigía fui despedido, y cuando intenté organizar un congreso, denominado Tecnokioto (Tecnologías para la reducción de gases de efecto invernadero), no obtuve, a pesar de ir bien apadrinado, ni un solo euro de la industria ni de las administraciones. Son cosas que tengo olvidadas en favor de la necesaria unidad, pero que pagué muy caras, en bolsillo y en salud.
Hoy en día el discurso negacionista ya no se lo creen ni ellos, aunque, entretanto, les venga bien para ganar tiempo. Aún cuando puedan pensar, con ningún fundamento, que se exagera la peligrosidad climática, se dan cuenta de que a sus organizaciones nunca les harían correr el riesgo al que ahora están sometiendo el entorno en que operan, a saber, el planeta entero. Saben que hay que hacer algo, pero no acaban de decidirse a qué carta jugar. Ven a algunos de sus colegas, todavía pocos, extremadamente alarmados. Por ahora les miran todavía con ese aire de suficiencia que da el cargo y creerse situado en la posición de los ‘realistas’, esos que siempre creen saber dónde está el ‘sentido común’ y que saben ‘tomar decisiones’. Que por algo han llegado donde están.
Así que las élites, que sólo se creen a si mismas y, si acaso, a algún economista de prestigio, se apuntan con cierto retraso a las conclusiones a las que llegó Sir Nicholas Stern. Su famoso informe apareció en 2006 pero ya les resulta excesivo que, tan pronto como en 2007, dijera que se había quedado corto y que había subestimado los peligros y los costes. No importa: Stern es promocionado en los medios medio progresistas (1) como la persona que sabe lo que hay que hacer, la que habla en positivo. Es probable que no quieran saber que, desde su aparición, el único grupo español que había asumido y usaba este informe como fundamento de sus propuestas políticas era Iniciativa per Catalunya, grupo que para esta gente resulta impresentable, no toca de pies en el suelo, y lo consideran henchido de criptocomunistas.
De modo que negar el cambio climático ha dejado de ser cool, y su sentido común les dice, como les enseñaron en IESE o en ESADE, que los retos generan oportunidades. Ahora no paran de examinar los aguados informes sobre cambio climático de bancos y cajas de ahorro (2) y otros, más exclusivos, encargados a think tanks y consultoras de renombre, que no conoceremos nunca. Se trata de averiguar cómo aprovecharse de la cuarta revolución industrial, la limpia, la renovable, la sostenible. Al mismo tiempo, contratan a las mejores agencias de PR del mundo para que nos generen retórica propagandística con estos palabros, añadiéndoles el prefijo bio, para que así podamos olvidarnos de que, hasta ahora, nos habían ocultado que lo que hacían era sucio, caduco, insostenible.
Ellos creen saber siempre lo que hay que hacer en cada momento. Ellos creen que, acercándose a una reducción de emisiones del 50% en 2050, habrán cumplido con casi todo lo que les aconsejan los asesores que de ellos dependen, y además habrán puesto a sus empresas en el camino del futuro. Entretanto, una revolución tecnológica aportará lo necesario en el momento oportuno. No saben ni qué revolución ni qué tecnología ni qué es necesario y mucho menos en qué momento, pero están convencidos de que el mercado, en su providencia, proveerá.
El Estado también, por supuesto. Sin él no sería posible ni financiar el crecimiento ni pasarse a renovables. Préstamos a interés cero y subvenciones millonarias para que quien tenga la buena fe de instalarse un techo solar en la casa de campo y un molino en el jardín haya de endeudarse a intereses de mercado para comprarse una carísima granja de baterías para cuando no haya ni luz ni viento suficiente. Si es que le queda espacio.
Como así ha sido siempre, así será. La termodinámica y la dinámica de los sistemas físicos es cosa de los ingenieros, no suya. Usan las matemáticas para cosas simples: ingresos menos gastos, igual a beneficio. Las cosas poco a poco, transiciones suaves, prudencia. No hablemos de los problemas presentes. Hablemos sólo del futuro.
No obstante, la realidad siempre va un paso por delante de esos señores, tan libertarios, que son incapaces de aprender y obedecer las leyes elementales e inexorables de la naturaleza. Quienes sostienen y demuestran que seguimos sin atender a las molestas leyes de la termodinámica; que estas energías alternativas, vistas en conjunto, ensuciarán algo menos pero no son más eficientes sino, considerando todo el ciclo de vida, (mucho) menos; que no son tan renovables como se dice, pues para fabricarlas se requieren unos materiales, llamados tierras raras, que por el momento sólo China parece en condiciones de suministrar con cuentagotas; que para sustituir el parque energético actual no es seguro que haya dinero bastante en el mundo; que está por ver si hay energía fósil en cantidad suficiente y suministrada en tiempo útil para fabricar la nueva generación energética, y a qué precio; que el CO2 apenas constituye la mitad del problema frente a otros gases de efecto invernadero también antropogénicos; y que las medidas de carácter incremental son una ilusión; quienes sostienen todo esto, muy fundamentadamente, digo, son ahora los nuevos agoreros a quienes hay que ignorar y combatir. Por mucho que lo diga bien clarito, mes a mes, número a número, Energy Policy (3), publicación que no deben leer o creerse a pesar de ser académica o peer-reviewed o, mucho más entre líneas, pueda deducirse de alguna noticia ocasional en The Economist (4) o Financial Times (5). Siguen insistiendo en la captura de carbono, como si nada, cuando ha sido ya demostrado que no es viable (6).
Simplemente, no quieren saber. Nada nuevo bajo el sol: en los últimos 50 años han sido Science, Nature y otras de similar credibilidad (de hecho, la más alta del mundo), las que han publicado decenas de miles de trabajos de investigación advirtiendo de lo que estaba ocurriendo. No les hicieron el menor caso.
Ahora apelan al optimismo de la voluntad. Muchos habrán oído esta expresión de algún científico que, en su confusión comunicativa hacia el público, ha dimitido de su condición (siquiera por unos segundos) y se ha traicionado dialécticamente.
Cuando usted oiga ‘optimismo de la voluntad’ de boca de un miembro de la élite empresarial o política, le recomiendo que le atribuya, siquiera provisionalmente, la condición de irresponsable. Pero si esta figura retórica de nuevo cuño es pronunciada por un científico, tenga por seguro que es profundamente pesimista, pero que tiene por cierto que las cosas irán mejor, o menos mal, si no dice exactamente la verdad, o toda la verdad.
Lo que entienda por mejor será cosa de cada uno (tal vez se refiera sólo a si mismo). Pero el resultado de esta actitud ya lo conocemos, y no es otro que el que tenemos enfrente: nadie hace nada y, lo que es peor, tenemos la tentación de aplaudir iniciativas cosméticas que, en lo fundamental – evitar la desestabilización del sistema climático o, si ya no fuera posible, planificar la retirada ordenada – no arreglarán nada en absoluto, pero nos harán creer que si. De esta forma, seguiremos inmovilizados.
Debemos pues estar atentos y ocuparnos, desde ahora mismo, de la llegada del próximo movimiento de transición cognitiva en las alturas. Aquél en el que se den cuenta, epistemológicamente, colectivamente, de que, así, tampoco funciona.
Ése será el momento del máximo peligro real. No pasarán otros cincuenta años, tal vez ni tan sólo diez.
Para entonces, previsiblemente, muchos de ellos ya habrán huido.
Referencias
- Rafael Méndez – Entrevista: La sostenibilidad del Estado de bienestar – Nicholas Stern – El País, 09/06/2010 – http://www.elpais.com/articulo/economia/gente/tiene/pagar/dano/emisiones/elpepieco/20100609elpepieco_11/Tes
“No creo que sea una buena política asumir que la gente es estúpida. No hemos explicado bien lo excitante que será esta revolución. Será mayor que la de la electricidad, los trenes, los coches y probablemente mayor que la de la información. Afectará a todos los sectores y creará una ola de innovación. Las revoluciones de los últimos 200 años necesitaron inversiones durante 30 o 40 años y esta será una de esas. Esta vez no podemos permitirnos retrasarlo. La economía baja en carbono será más silenciosa, limpia, verde, segura, menos dependiente energéticamente y con más biodiversidad. Estará más orientada a las comunidades ciudadanas, porque sin ellas no puedes tener reciclaje, ni transporte público o calefacción comunitaria.” - Josep M. Vegara et al (2009) – El canvi climàtic: Anàlisi i política econòmica. Una introducció – Servei d’Estudis de La Caixa
“Aquestes són algunes de les conclusions del Quart … Informe d’avaluació elaborat i publicat el 2007 per l’IPCC … Partint d’aquesta base científica, aquest nou volum … pretén posar en relleu el complex entramat de relacions existents entre l’economia i el canvi climàtic. D’una banda, exposa les principals contribucions de la teoria econòmica, les bases conceptuals necessàries i els problemes específics que s’han de tenir en compte per analitzar i comprendre el fenomen des d’una perspectiva econòmica. A més, l’estudi planteja i avalua el ventall de polítiques i instruments a disposició dels agents decisoris per incentivar l’adopció de mesures de mitigació d’aquest procés.” - Ted Trainer (2010) – Can renewables etc. solve the greenhouse problem? The negative case – Energy Policy 38:4107-4114 doi:10.1016/j.enpol.2010.03.037 – 07/05/2010 – Social Work, University of NSW, Australia – Peer reviewed
“Virtually all current discussion of climate change and energy problems proceeds on the assumption that technical solutions are possible within basically affluent-consumer societies. There is however a substantial case that this assumption is mistaken. This case derives from a consideration of the scale of the tasks and of the limits of non-carbon energy sources, focusing especially on the need for redundant capacity in winter. The first line of argument is to do with the extremely high capital cost of the supply system that would be required, and the second is to do with the problems set by the intermittency of renewable sources. It is concluded that the general climate change and energy problem cannot be solved without large scale reductions in rates of economic production and consumption, and therefore without transition to fundamentally different social structures and systems.” - A bad climate for development – The Economist, 17/09/2009 – http://www.economist.com/world/international/displaystory.cfm?story_id=14447171
“Brazil produces more CO2 per head than Germany. The lifetime emissions from these countries’ planned power stations would match the world’s entire industrial pollution since 1850 … Counting the cost of global warming is hard because no one really knows how much to attribute to climate change and how much to other factors. But one indication of its rising costs is the number of people around the world affected by natural disasters. In 1981-85, fewer than 500m people required international disaster-assistance; in 2001-05, the number reached 1.5 billion. This includes 4% of the population of the poorest countries and over 7% in lower-middle-income countries (see chart 3) … The biggest vulnerability is that the weather gravely affects developing countries’ main economic activities—such as farming and tourism.” - Climate change debate needs revolution – Financial Times, 05/09/2007 – http://www.wbcsd.org/Plugins/DocSearch/details.asp?DocTypeId=270&ObjectId=MjYxODU
“A revolution of society on a scale never witnessed in peacetime is needed if climate change is to be tackled successfully, the head of a major business grouping has warned.” - Christine Ehlig-Economides and Michael J. Economides (2010) – Sequestering carbon dioxide in a closed underground volume – Journal of Petroleum Science and Engineering 70:123–130 doi:10.1016/j.petrol.2009.11.002 – Department of Petroleum Engineering, Texas A&M University; Department of Chemical Engineering, University of Houston – Peer reviewed
“In applying this to a commercial power plant the findings suggest that for a small number of wells the real extent of the reservoir would be enormous, the size of a small US state. Conversely, for more moderate size reservoirs, still the size of Alaska’s Prudhoe Bay reservoir, and with moderate permeability there would be a need for hundreds of wells. Neither of these bodes well for geological CO2 sequestration and the findings of this work clearly suggest that it is not a practical means to provide any substantive reduction in CO2 emissions, although it has been repeatedly presented as such by others.”
Por otras razones estaba leyendo algunos artículos de esta revista
http://journalofcosmology.com/Contents8.html
y vi un resumen bastante interesante del artículo de Ted Trainer
http://journalofcosmology.com/ClimateChange106.html
que mencionas en 3 (que no es de libre acceso).
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No te lo puedo poner aquí por razones obvias pero te lo mando por mail por si no lo tuvieras.
Un saludo.
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Ferran, podrías enviarme ese artículo de Energy Policy sobre la factibilidad de que las enegías renovables solucionen el efecto invernadero antropogénico?
Por cierto, excelente -aunque oscuro- artículo. Gracias.
Saludos desde el sur de Chile.
Esteban.
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