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Posts Tagged ‘Sistema climático’

El texto que sigue corresponde a un artículo escrito por amable invitación de la revista Mientras Tanto, que he dividido en cinco entregas y añadido algunas ilustraciones. Recomiendo además la lectura de los demás artículos del ejemplar, dedicado a ‘Los límites del crecimiento: Crisis Energética y Cambio Climático’, a cargo de Antonio Turiel, Roberto Bermejo, Hermann Scheer y Richard Heinberg. Acceso a capítulos anteriores – [Actualización 26/03: Ver texto completo en una sola página]

El pacto de Fauto. Los humanos han gozado de los frutos de la revolución industrial y han evitado al mismo tiempo un gran coste en cambio climático mediante el efecto enfriador de los aerosoles del carbón. El pago se produce cuando la humanidad se da cuenta de que resulta intolerable el crecimiento exponencial de la contaminación atmosférica que sería necesario para una contínua mitigación del calentamiento debido a los gases de efecto invernadero

Uno de los malentendidos más flagrantes del problema climático se refiere a la creencia de que la reducción del empleo de combustibles fósiles, y en particular la reducción o eliminación de las centrales térmicas generadoras de energía eléctrica a base de carbón, supondría una disminución de la temperatura media de la Tierra y contribuiría, así, a mitigar la crisis climática.

Ciertamente, la clausura de las centrales térmicas de carbón y gas natural supondría una reducción muy sustancial de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Sin embargo, la mayoría de centrales térmicas emiten otros gases, resultado de las impurezas del carbón y de la combustión incompleta. Entre éstos se encuentran, de forma destacada, los compuestos de azufre. Éstos, al combinarse con el vapor de agua, forman el ácido sulfúrico de la conocida lluvia ácida, y generan micropartículas sólidas (aerosoles).

Este tipo de aerosoles tiene una propiedad singular en relación a los demás gases y partículas con los que contaminamos la atmósfera reguladora del clima. No sólo no añaden efecto invernadero sino que, por el contrario, reflejan parte de la luz del sol hacia el espacio. Así, (más…)

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El texto que sigue corresponde a un artículo escrito por amable invitación de la revista Mientras Tanto, que he dividido en cinco entregas y al que he añadido algunas ilustraciones. Recomiendo además la lectura de los demás artículos del ejemplar, dedicado a ‘Los límites del crecimiento: Crisis Energética y Cambio Climático’, a cargo de Antonio Turiel, Roberto Bermejo, Hermann Scheer y Richard Heinberg. Acceso a capítulos anteriores –  [Actualización 26/03: Ver texto completo en una sola página]

El pensamiento sistémico requiere de una adecuada comprensión de la diferencia entre flujos y acumulaciones, conceptos que muy a menudo se confunden. Incluso personas del mayor nivel intelectual reflexionan erróneamente violando, por ejemplo, el principio de la conservación de la masa. En un conocido ensayo realizado a estudiantes y doctores del Massachussets Institute of Technology, particularizado al ámbito climático, se confirmó un buen número de estudios anteriores realizados sobre personas altamente cualificadas, incluyendo responsables de grandes empresas. En ellos se puso de manifiesto la dificultad de la mayoría de ellas para analizar correctamente el funcionamiento del sistema climático en sus aspectos más elementales cuando se solicitaba una reflexión cualitativa y no se les permitía emplear las herramientas analíticas y matemáticas convencionales (6). Así, el comportamiento de la mayoría de las personas analizadas llevaba a deducir que éstas creían que, mientras las emisiones siguieran aumentando, el cambio climático empeoraría pero que, si las emisiones dejaran de crecer, el clima se estabilizaría.

Cuando se les permitía hacer uso de un simulador con el que analizar las consecuencias de sus acciones, los que eran capaces de establecer estrategias correctas de contención sólo lo hacían cuando estaban muy cerca del límite de tiempo disponible (7). Se evidenció así la dificultad de percibir los tiempos de retardo de los sistemas en general, y del climático en particular y, con ello, la baja probabilidad de realizar acciones correctivas con anticipación, cuando su coste es inferior. De modo que en la realidad, dados los inevitables márgenes de incertidumbre en el caso climático, la probabilidad de creerse erróneamente a tiempo de actuar es, pues, significativa. (más…)

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Entrada anterior: Cambio climático: ¿cuánto es demasiado? – 4: Cómo sería un mundo +2 ºC más caliente

Ingenuamente, yo crecí en el error de que la teoría de sistemas[31] (y su dinámica y control), ubicua por todos los entornos académicos y profesionales por los que he transitado, era bien conocida por todas las especialidades científicas, desde luego las ingenierías y las físicas. También de las ciencias exactas, pues el bagaje matemático subyacente es muy considerable. Pues resultó ser que no. Entre los ingenieros, poco más que los telecos y algunos industriales (los ingenieros de control, también denominados automáticos), químicos y eléctricos, llegan a familiarizarse con la dinámica de sistemas y los problemas de control. Biólogos y economistas la emplean como de pasada y con poca riqueza formal, y los físicos no aprenden teoría general de sistemas a lo largo de su ciclo formativo principal (76). Los físicos de la atmósfera y meteorólogos han visto en su especialización alguna aplicación del asunto a través de los fenómenos convectivos (77), pero desde luego no desde el punto de vista del control. (más…)

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Entrada anterior: 3.1. La artificialidad de las versiones economicistas tipo Stern

Temperaturas Holoceno

El sistema climático se ha encontrado en equilibrio en los últimos 10.000 años, a partir del inicio de la agricultura

En la entrada anterior vimos algunos de los inconvenientes de los modelos integrados económico-climáticos y de los análisis coste-beneficio. En un intento de evitarlos se desarrolló la técnica de la ventana máxima tolerable  (43).

La aplicación de esta técnica en la búsqueda de límites aceptables al cambio climático consiste en establecer definiciones normativas de barreras de seguridad que excluyan, por una parte, impactos físicos considerados intolerables y, por otra, consecuencias socioeconómicas consideradas asimismo intolerables en relación a las medidas de mitigación necesarias. Se trataría de analizar los sistemas implicados en estos procesos, con el fin de encontrar un espacio de estrategias políticas que fueran compatibles con estas restricciones (44). Por ejemplo, puede establecerse un tipping point como límite de impactos [ver: Entender la gravedad del cambio climático: 2. ¿Qué es el cambio climático ‘desbocado’? (Una introducción a los ‘tipping points’)] y un ritmo de reducción de las emisiones o del PIB que sea compatible con la estabilidad social, que fue estimado en el 5% (45).

Este método de la ventana máxima tolerable tiene la ventaja de que los juicios de valor no son implícitos, como en los casos anteriores, sino explícitos, y pueden ser sometidos a discusión para determinar, de entre el espacio de resultados, que constituye la ventana tolerable, cuál vaya a ser la estrategia elegida. Las pérdidas por un lado (por ejemplo, más incendios forestales) no son automática y opacamente compensadas por otro (por ejemplo, dinero), sino que la opción queda abierta (46). A partir de ahí, se retrocede la cadena causal para determinar el límite de emisiones, en función del tiempo, que impediría salirse de la ventana (47). (más…)

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Entrada anterior: 2: Dos grados más ¿respecto a qué? ¿Qué es lo realmente importante?

Mucha gente puede creer que dato tan importante para el futuro de todos nosotros como los +2 ºC procede, y es fruto, de un análisis riguroso, resultado de un proceso científico realizado con todas las de la ley y sancionado finalmente por el máximo órgano de autoridad científica: el IPCC. Por el contrario, veremos en este capítulo y en el siguiente la pobre fundamentación – y, por tanto, la carencia de credibilidad – del incremento máximo de la temperatura media de la Tierra que (algunas) naciones dicen que es la opinión de la comunidad científica (26).

Con notable éxito, la propia disciplina de la economía lleva siglos empeñada en abarcar todo el espacio-tiempo, incluyendo la totalidad de nuestras mentes y comportamientos[20], hasta el punto de esforzarse en cuantificarlo todo en términos monetarios. Rebasa así el terreno que le es propio, pero ha encontrado habilidades y complicidades suficientes como para presentar sus resultados al público como si las leyes de la naturaleza fueran a ser las suyas y el mundo fuera a hacerles caso a pesar de que su marco de validez, si alguna vez lo tuvo, hace ya décadas que ha sido rebasado. Hace esto en lugar de atender, como sería razonable esperar, a las leyes de la física como marco de referencia ineludible de la actividad económica. (más…)

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Entrada anterior: Cambio climático: ¿cuánto es demasiado? 1: Requerimientos para un objetivo global

Inundaciones en Georgia (EE.UU)

Si hubiera que determinar el objetivo en términos de incremento máximo de la temperatura media global, como menciona el acuerdo de Copenhague, lo primero a tener en cuenta es la referencia de base: respecto a cuándo se establece este incremento. No son lo mismo, pongamos por caso, 2 ºC más respecto al promedio de la era preindustrial o respecto al promedio de 1880-1920 con que a veces se juega, o respecto a la media móvil de los años anteriores a algún año concreto [ver Cuidado con la temperatura]. La cuestión es que, sin ir más lejos, el acuerdo de Copenhague, al referirse a los +2 ºC, simplemente no lo dice. Es más: el Acuerdo de Copenhague, contrariamente a la creencia general (y la mía hasta hace poco), no establece la cifra de 2 ºC como objetivo. Veámoslo:

“Para alcanzar el objetivo último de la Convención de estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera en un nivel que evite una interferencia antropógena peligrosa en el sistema climático, y teniendo en cuenta la opinión científica de que el aumento de la temperatura mundial debería permanecer por debajo de 2 ºC, sobre la base de la equidad y en el contexto del desarrollo sostenible, intensificaremos nuestra cooperación a largo plazo para luchar contra el cambio climático.”

Si lo leemos atentamente veremos que lo que acuerdan los firmantes no es un objetivo sino, simplemente, intensificar la cooperación a largo plazo, lo cual es decir muy poco o nada. Cuando se refiere a nuestro punto focal [ver: Requerimientos para un objetivo global] escriben ‘teniendo en cuenta la opinión científica’, lo cual no es en absoluto cierto, como veremos más adelante. (más…)

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Cuando lea u oiga que “la comunidad científica advierte que para evitar una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático la temperatura media de la Tierra no debe subir más de 2 ºC” o, ahora, +1,5 ºC, atribúyalo a un cálculo comunicativo. De no ser así sólo puede ser  ignorancia, a desidia, o a ingenuidad.

Un juego. Usted y otras nueve personas que no conoce ganan un viaje de un fin de semana a París. Una vez allí, les dicen que deberán costearse todos los gastos, también los de vuelta, a menos que sean capaces de encontrarse todos a las 12 del mediodía del domingo en un mismo lugar. Además, de conseguirlo, ganarán un millón de euros cada uno. ¿Usted adónde acudiría? Yo iría a la Torre Eiffel. Usted también, probablemente.

La Torre Eiffel es lo que, en teoría de juegos, se denomina un punto focal (1). Consiste en un referente común en ausencia de comunicación adecuada.

La comunidad internacional sancionó, en el Acuerdo de Copenhague de 2009, la cifra de 2 ºC de la temperatura de la Tierra como un valor máximo del incremento de la temperatura media (2). Es de creer que este objetivo que, según se decía en el texto, era consistente con la ‘visión científica’ y con el acuerdo de la Convención de Rio de Janeiro de 1992[1], iría a ofrecer una seguridad climática suficiente. Hoy (de hecho, ya en 2009, incluso mucho antes) esta cifra está siendo cuestionada con todo fundamento. ¿Entonces?

Si este valor límite resultara ser excesivo y encima, como algunos sugieren[2], imposible de respetar, deberíamos calificarlo de peligroso y, por tanto, combatirlo y proponer otro. Pero si conviniéramos que, frente a la dificultad manifiesta de promover la movilización colectiva por parte de quienes estamos alarmados en extremo por la severidad del problema climático, este guarismo resultara útil para la acción política, las reticencias que pueda razonablemente sugerirnos deberían ser objeto de relativización, siempre en la medida de que seamos capaces de prever, para el futuro, escenarios más acordes con la realidad. (más…)

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Durante el último máximo glacial, hace unos 18.000 a 40.000 años, la corriente atlántica de fondo circulaba en sentido contrario a como lo hace ahora. A efectos de divulgación podemos referirnos a este inmenso movimiento oceánico como la corriente termohalina, uno de cuyos componentes es la corriente del Golfo, bien familiar para quienes hayan visto la película El Día de Mañana. Este es el descubrimiento atribuible a César Negre, del Institut de Ciència i Tecnologia Ambiental de la Universitat Autònoma de Barcelona, líder de un estudio firmado por 8 autores publicado en la edición de Nature de hoy, en el que participan también el departamento de física aplicada de la Universidad de Sevilla y las Universidades de Oxford y Cardiff (1). Recordemos que Nature es la publicación científica de mayor prestigio mundial, incluso por delante de Science. Las implicaciones de este trabajo son muy importantes. (más…)

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«Huir de la quema es permitir que todo se queme» – Michel de Montaigne

A propósito de la última entrada del blog de John Cook (Skeptical Science), con el que colaboro ocasionalmente, bajo el título Why I care about climate change, he insertado ahí un comentario que traduzco aquí con alguna variación:

Querido John,

Como sabes, edito mi blog en español exactamente por las mismas dos razones que tu manifiestas hacerlo desde Australia en tu lingua franca. Bueno, hay una (¿pequeña?) diferencia. Soy agnóstico, pero estoy orgulloso de mis convicciones éticas y feliz hoy de saber que respondo a San Mateo, 25 como tu y muchos lectores de tu blog.

Descubrí la seriedad del problema del cambio climático casi por casualidad, en 2005. Me encontraba en los Estados Unidos, técnicamente de vacaciones, con mi hija, que entonces tenía 12 años. A partir de ese momento no pude concebir mantener un trabajo que no contribuyera en nada a arreglar el mundo que iba a dejarle. Y que yo, y mi generación, hemos destruido: en los últimos 30 años se han emitido tantos gases de efecto invernadero a la atmósfera como en todo el tiempo anterior. Por vivir nosotros (materialmente) como no han vivido nunca antes ni reyes ni obispos.

No quería que, al igual que los jóvenes alemanes de los años 80, un día María me preguntara: «Papa, si ho sabies per què no vas fer res?» (Papá, si lo sabías ¿por qué no hiciste nada?).

Poco después me di cuenta de la profunda injusticia que supone que sea la gente pobre del mundo la que está ya resultando afectada a millones, y muriendo (por ahora) a decenas de miles como mínimo, debido a nuestras acciones cotidianas ‘normales’. Me frustraba ver a la gente funcionar como si nada estuviera ocurriendo, verla influida por la maquinaria de negación y con poco o ningún sentido de la ética intergeneracional, tuvieran hijos o no.

Sentí la pulsión interior de investigar por mi propia cuenta y de darlo a conocer en lengua española, donde nadie estaba haciendo nada por entonces. Alguien me ayudó: me echaron de la dirección de una revista técnica sobre automatización (supuestamente) por escribir un editorial sobre el calentamiento global y la responsabilidad que debía asumir la profesión de la ingeniería en abordar el problema.

Finalmente, (más…)

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‘The Arctic is often cited as the canary in the coalmine for climate warming … and now as a sign of climate warming, the canary has died. It is time to start getting out of the coal mines[1].’ – Jay Zwally, glaciólogo de la NASA ÀrticExaminar referencias Son diversos los motivos por los que la alarma respecto al problema climático no adquiere la intensidad popular que correspondería a su importancia.  Uno de ellos, relacionado no tanto con la información sino con la percepción pública del fenómeno, es el hecho de que las cifras simplificadas de temperatura que se manejan en los medios de comunicación y en el debate político son muy pequeñas respecto a la variabilidad diaria natural del tiempo meteorológico. Se habla de no superar dos grados. ¿A quién le importan dos grados más o menos? ¡No hay para tanto! ¿Alguna ola de calor más? ¿Qué más da? ¡Ya pondré el aire acondicionado más alto! Desde luego debe de ser un alarmismo exagerado y debe haber intereses detrás… Sin embargo, la realidad es muy distinta: dos grados más en promedio pueden llegar a ser 15 grados más en el Ártico: fusión total del hielo, emisión de metano y alteración de la corriente termohalina… el cambio climático desbocado habría comenzado. ¿Ha comenzado ya? Veámoslo. (más…)

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“For an evolutionary biologist to ignore extinction is probably as foolhardy as for a demographer to ignore mortality.” – David M. Raup

Efecte dòminoExaminar referencias

Ya comenzamos a entrar en materia y sabemos que los cambios climáticos como el que está en curso no son sólo progresivos sino, en general, súbitos, abruptos (35, 36, 37). Sabemos también que, por debajo de un incremento de la temperatura media de la Tierra de + 2ºC, ya se esperan consecuencias muy serias en cualquier parte del mundo en particular y en casi todos en general, con especial significación en la disponibilidad de agua potable entre 1º y 2 ºC (y en la productividad agrícola neta a partir de 2,5º 3 ºC) (38). Y sabemos que, hoy por hoy, estamos en la situación del ‘caso peor’, y en algunos parámetros peor todavía, que el peor de los escenarios de futuro considerados por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (8), lo que nos llevaría a la nada deseable situación que describí en esta entrada.  Sabemos también que, por encima de +1 ºC sobre el promedio preindustrial, el peligro de cambios súbitos de estado, que pueden producirse en el transcurso de muy pocos años (39), es ya a todas luces insoportable desde una perspectiva de riesgo mundial (40).

Ahora estamos a +0,8 ºC con respecto a la referencia estándar, que es el promedio de la era preindustrial. La inercia del sistema hace que, de forma inevitable, quede en la recámara, todavía por manifestarse, la respuesta a emisiones pasadas, estimada entre 0,5 y 0,6 ºC (41, 42). También aumentaría la temperatura, ahora de forma brusca, si no se quemara carbón o se hiciera de forma que  se evitara la emisión de azufre a la atmósfera como subproducto indeseado (43). En estas condiciones no es de extrañar que la comunidad científica considere, casi por aclamación, que este umbral de +2 ºC, con el que se trabaja en las negociaciones internacionales, va a ser inexorablemente superado (10). Y ello sin contar con que, desde hace unos pocos años, a este valor se le considera claramente excesivo, arriesgado y peligroso (44).

Conviene ahora revisar primero, y completar después con nueva información, la entrada relativa a los estados estables del sistema climático. (más…)

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«Our most urgent and direct message must be to the scientists themselves: learn to communicate with the public, be willing to do so and consider it your duty to do so»[1] – The Royal Society Report on the Public Understanding of Science, 1985

Entender la gravedad del cambio climático: 1. Introducción

2.1 ¿Qué son los ‘tipping points’ del sistema climático?

Tipping Elements Lenton

'Tipping Elements' del sistema climático de la Tierra (Lenton, 2009) - Pulsar para mayor resolución

Hace unos pocos años, en el mundo de la climatología en lengua inglesa se ha puesto de moda el término tipping point, cuya traducción al español, de hecho, no existe. El término se asocia generalmente al símil epidemiológico incluido en una obra de Malcolm Gladwell con este título (14) y el subtítulo de ‘How little things can make a big difference’[2]. Fue publicada en español nada menos que bajo el título de ‘La clave del éxito’, sin duda tras dura discusión entre el traductor y la gente de marketing de la editorial, resuelta como siempre a favor de los segundos (15). Sin embargo, encontramos el origen real del término en los años 60, cuando el sociólogo estadounidense Morton Grodzins denominó ‘tipping point’ al momento en que, cuando en una comunidad con predominio de la raza blanca se iban instalando familias de color, los residentes de raza blanca comenzaban a abandonar la comunidad (16). Entre las muchas acepciones del término tip en el diccionario encontramos ‘inclinar’, que parece sugerente en el terreno sociológico pero no es adecuado para el asunto climático donde, de hecho, estamos frente a un concepto puramente matemático.

Sin embargo, tanto el símil epidemiológico como el sociológico nos aproximan correctamente al concepto climático. Un ‘tipping point’ significa el momento en el que, tras un cierto grado de acumulación apenas perceptible, una pequeña variación adicional provoca una gran diferencia. (más…)

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