La pista de los +2 ºC sugerida por el economista William D. Nordhaus a mitad de los años 1970 se desvaneció hasta que, en 1990, el Advisory Group on Greenhouse Gases[22] (AGGG) emitió su último informe, donde estableció un método tipo semáforo en el que se analizaban los impactos en función del incremento de la temperatura media de la Tierra. La línea que separaba el ámbar del rojo correspondía a los 2 ºC (89). Unos años antes, un grupo de climatólogos, reunidos en el pueblecito austríaco de Villach bajo la égida de la Organización Meteorológica Mundial, había manifestado formalmente en 1985 que:
“Durante la primera mitad del próximo siglo se producirá un incremento de la temperatura media de la Tierra que será mayor que cualquier otro que haya sido experimentado a lo largo de toda la historia de la humanidad.” (90)
Quienes así se pronunciaron vieron la necesidad de que su mensaje alcanzara mayor eco internacional, y obraron para conseguirlo. Así, en julio de 1986 nació el AGGG, bajo los auspicios de la Organización Meteorológica Mundial, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Consejo Internacional de la Ciencia (ICSU), que agrupa a las academias de ciencias de todo el mundo. La financiación corrió a cargo de estas organizaciones y el Beijer Institute (después Stockholm Environment Institute). Participaron también el fondo Marshall Alemania-USA, el Rockefeller Brothers Fund y la Fundación W. Alton Jones, por lo menos los dos últimos con fuertes vínculos con la industria del petróleo.
Pero el grupo terminó sus días en 1990, agotado económicamente. Según informan participantes directos en los sucesos, el dominio de la agenda de la Organización Meteorológica Mundial por parte de los Estados Unidos (91) debido, en parte, a su soporte económico determinante, promovió en 1988 la creación del IPCC y la caída del AGGG. En realidad consistió en un intento de distracción ideado en tiempos de George H.W. Bush, con el fin primordial de retrasar la celebración de la cumbre mundial sobre el clima, que había comenzado a gestarse a iniciativa del propio AGGG (92). La comunidad científica, que iba por libre, había llegado demasiado lejos.
El vaso lo había colmado una nueva declaración emitida tras una conferencia mundial celebrada en Toronto en 1988, bajo la denominación de World Conference on the Atmosphere: Implications for Global Security[23]. El AGGG tuvo la osadía de declarar a todos los vientos que la estabilización de la concentración de GEI[24] en la atmósfera, a los niveles de entonces, era un objetivo imperativo. No contentos con esto, los científicos del clima del momento efectuaron diversas recomendaciones, a cuál más intrépida:
“En la actualidad se estima que se necesitan reducciones de más del 50% partiendo de los niveles de emisión corrientes … Como objetivo inicial [se deberían] reducir las emisiones de CO2 en 2005 en aproximadamente un 20% con respecto a los niveles de 1988 … Establecer un Fondo Económico de la Atmósfera, financiado parcialmente por una cuota sobre el consumo de combustibles fósiles en los países industrializados … Aumentar la financiación a las organizaciones no gubernamentales … Asignar soporte financiero para la educación ambiental … Los objetivos de emisiones deberían ser objeto de un tratado internacional entre las naciones que tomen la iniciativa.” (93).
Tantos sapos en un solo documento debieron de resultar altamente indigestos para muchos afectados con dinero y poder suficiente para maniobrar. El atrevimiento, o la ingenuidad, de quienes así se pronunciaron, fueron severamente castigados. El grupo fue desactivado, y murió de inanición dos años después[25] de que, en 1988, los Estados Unidos comenzaran a activar su músculo internacional, ahora en el terreno climático (94).
La celeridad con la que el IPCC emitió su primer informe, apenas dos años después de su creación, puede dar a entender que a Bush padre la jugada le salió mal. Sin embargo, estatutariamente, el IPCC se cuida mucho de incorporar juicio de valor alguno en sus informes, y sigue evitando definir qué cosa es la interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático dejando, con buen sentido, que este aspecto sea definido en otros foros, como la UNFCCC[26]. Pero por mucho que sus conclusiones resulten alarmantes, el IPCC, en sus resúmenes (y no sólo), ha hecho siempre gala de una extrema moderación expresiva en su vocabulario, lo que provoca una reacción política que no se corresponde con una lectura de los resultados científicos tomados ‘en frío’. El AGGG carecía, manifiestamente, de esta limitación, sin duda por estar formado exclusivamente por científicos. El poder político no ejercía influencia alguna en los redactados finales[27].
Angela Merkel y el cambio climático
En los años 80 y 90, antes incluso de la conferencia de Río, algunos trabajos de investigación buscaban ya establecer límites al calentamiento global de una forma algo heurística, al igual que lo había hecho Nordhaus, pero con mejor fundamento en la realidad física. El límite de los 2 ºC fue mencionado en unos pocos trabajos (95,96,97), a menudo acompañado por un límite máximo de velocidad del incremento de temperatura, que se establecía en 0,1 ºC/década[28]. En el terreno político, un proceso de análisis del problema climático promovido por el Bundestag alemán en 1987 llevó a la creación de una Enquete-Kommission[29], que en sus conclusiones, emitidas en 1990, mencionó nuestra cifra como límite máximo (98). Sin embargo, la fundamentación teórica del dato seguía siendo inexistente.
Por su parte, un escenario moderado del segundo informe del IPCC de 1995 había mencionado los 2 ºC pero, lejos de atribuirle condición de límite, era el resultado de la estimación más suave del incremento de temperatura previsto para 2100 en función de suposiciones muy moderadas de sensibilidad climática. También suponía escenarios de emisiones futuras que, a día de hoy, aparecen como inverosímiles.
La primera aparición pública de nuestra cifra se produjo en junio de ese mismo año, cuando el Consejo de la Unión Europea la adoptó oficialmente:
“El Consejo considera que las temperaturas medias mundiales no deberían sobrepasar en más de 2 ºC las temperaturas preindustriales, por lo que los esfuerzos de reducción y limitación deberían orientarse hacia niveles de concentración inferiores a 550 ppm de CO2.” (99)
Lo de asociar +2 ºC a 550 ppm estaba basado en el mencionado informe del IPCC, pero ahora ya está bien aceptado que una concentración de CO2 de 550 ppm es absolutamente intolerable, pues nos llevaría a incrementos de temperatura muy superiores.
Lo interesante es que, en esa reunión, participaba Angela Merkel, a la sazón ministra de medio ambiente de una Alemania poco antes reunificada[30]. Merkel había presidido dos meses antes la Conferencia de Berlín, conocida también como COP1[31], aquella de la que surgió el Mandato de Berlín que acabó dando lugar al Protocolo de Kioto en 1997. En el plenario, Merkel se dirigió a los presentes con estas palabras:
“De acuerdo con los principios de la Convención, y en particular a la vista de la responsabilidad común pero diferenciada, nosotros, los países industrializados, debemos ser lo primeros en demostrar que ejercemos nuestra responsabilidad en la protección del clima global. Sólo cuando nosotros lo hayamos demostrado convincentemente habiendo asumido el liderazgo podremos pedir acciones de otros países en relación a la protección del clima. En definitiva, estamos hablando de preservar nuestro único mundo, tal como se insistió repetidamente en Río.” (100)
Angela Merkel, según cuentan participantes altamente cualificados, fue determinante en las negociaciones, tanto en Berlín como en Kioto. Mantuvo hasta el final su convicción de que los países pobres no tenían que hacer esfuerzo alguno mientras los ricos no tomaran el liderazgo, lo que acabó siendo aceptado por las partes en litigio. Por cierto que ese fue más tarde uno de los motivos principales argumentado por los Estados Unidos para no ratificar el protocolo, aun cuando en su momento lo había firmado en primera instancia[32].
Buenos conocedores de los movimientos en esas alturas aseguran que fue durante la Conferencia de Berlín cuando nuestros +2 ºC iniciaron la fuerte dinámica política de que actualmente gozan, pues el evento dio ocasión para que Angela Merkel fuera convencida de la importancia de la cifra por el mencionado Hans Joachim Schellnhuber. Este líder climatólogo europeo era, por entonces, director adjunto del WBGU[33] (Consejo Asesor Alemán del Cambio Global) y había fundado el que devino en uno de los más prestigiosos institutos europeos de investigación del clima, el Potsdam Institute for Climate Impact Research. Schellnhuber acababa de participar en la elaboración de un trabajo que había sido concluido a tiempo para servir de base de las deliberaciones de la convención (101). Los delegados presentes dieron por hecho que sus conclusiones gozaban de fundamento científico suficiente como para justificar el límite de los +2 ºC, tal como recomendaba el estudio. Ciertamente, se basaba en una técnica distinta a la de los equívocos análisis económicos coste-beneficio de Nordhaus y otros, aunque, como pronto veremos, su fundamentación científica es tanto o más discutible que la del economista pionero.
Como fuere, se atribuye a esta iniciativa de Schellnhuber el inicio de un proceso que dio lugar, 15 años después, a que los +2 ºC se convirtieran en un objetivo límite asumido repetidamente por el G8 y por las sucesivas COP’s a partir de 2010 (102). Es muy posible que la condición de doctora en ciencias físicas de Angela Merkel facilitara su comprensión de los fenómenos geofísicos subyacentes, y el diálogo con Schellnhuber.
También la Thatcher
Resulta sugestivo darse cuenta de que las dos personas que con mayor intensidad promovieron desde sus inicios el proceso político internacional del cambio climático hayan sido dos mujeres, y las dos de derechas. Merkel, por entonces, seguía los pasos de Margaret Thatcher quien, ya en 1988, había apoyado a la Royal Society británica en este terreno (103). En 1989 se había dirigido a la Asamblea de Naciones Unidas en estos términos:
“Señor Presidente, la evidencia está ahí. El daño se está haciendo. ¿Que hacemos nosotros, la comunidad internacional, al respecto? … Sólo podemos abordar el problema mediante un gran esfuerzo internacional, amplio y cooperativo.” (104)
Sin embargo, y a diferencia de Angela Merkel, la dama de hierro atenuó su ímpetu inicial en los últimos años de su mandato. Resultó probablemente influida por la abrumadora superioridad mediática que consiguieron las actividades negacionistas de los think tanks que habían aupado al poder a su amigo Ronald Reagan, y tal vez también por la presencia de asesores de dudosa credibilidad[34].
La larga marcha hacia el mundo
Así pues, a partir de 1995 nuestro punto focal “+ 2 ºC” comenzó a abrirse paso por los derroteros institucionales, comenzando por los europeos. El Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la Unión Europea ratificó, a finales de 2004[35], su declaración de 1995 (105). Aunque en esta ocasión evitó la asociación de los 2 ºC con la concentración de 550 ppm, planteaba objetivos de reducción de emisiones muy poco eficaces, tomando como base las estimaciones más optimistas del IPCC.
En su escalada hacia las cumbres de Europa, la Comisión Europea asumió el dato en febrero de 2005 (106) bajo el lema Winning the Battle Against Global Climate Change[36], para ser adoptado por el Consejo de Europa en marzo del mismo año (107) y alcanzar la solemnidad del Parlamento Europeo en noviembre. Bajo la presidencia de Josep Borrell, la cámara sancionó el siguiente llamamiento:
“Que la Unión Europea presente, en el COP-11 y el COP/MOP1, propuestas para un futuro régimen climático, basado en el objetivo general de limitar el incremento medio de la temperatura global a 2 ºC sobre los niveles preindustriales … emprendiendo fuertes reducciones de emisiones del 30% para 2020.” (108)
Por su parte, el G8 inauguró su retórica climática en 2005, con Tony Blair al frente (109) y Angela Merkel al fondo aunque, como hemos visto, no fue hasta 2009 cuando explicitó el objetivo de los 2 ºC (9).
La levedad del acuerdo de Copenhague
La puesta de largo a nivel mundial llegó con el acuerdo de Copenhague de 2009. Al referirse a los +2 ºC, el breve acuerdo de última hora desde luego no menciona cómo se va a medir este incremento de temperatura. Pero es menos procedente que no mencione la referencia de base, es decir, respecto a qué momento se considera que la temperatura comenzó a aumentar. No lo hizo a pesar de que, como hemos visto, la declaración del G8 de pocos meses antes si mencionaba explícitamente la referencia preindustrial. Esto significa que los firmantes se dieron de margen hasta 0,9 ºC de más, que es el incremento de temperatura registrado en 2009 respecto a la era preindustrial.
Es más: de hecho, el Acuerdo de Copenhague tampoco establece la cifra de 2 ºC como objetivo, contra lo que se creyó en su momento debido sin duda a la ejemplar intervención de la agencia de PR contratada al efecto. Veámoslo:
“Para alcanzar el objetivo último de la Convención de estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera en un nivel que evite una interferencia antropógena peligrosa en el sistema climático, y teniendo en cuenta la opinión científica de que el aumento de la temperatura mundial debería permanecer por debajo de 2 ºC, sobre la base de la equidad y en el contexto del desarrollo sostenible, intensificaremos nuestra cooperación a largo plazo para luchar contra el cambio climático.” [énfasis añadido] (3)
Leyéndolo atentamente nos damos cuenta de que lo que acuerdan los firmantes no es límite ni objetivo alguno sino, simplemente, intensificar la cooperación a largo plazo. Lo cual es decir muy poco o casi nada, por lo menos en comparación con las expectativas que la conferencia había generado en su momento. Además, cuando el texto se refiere a nuestro punto focal, lo asocian a ‘teniendo en cuenta la opinión científica’, lo cual, aunque en rigor no lo dice, puede fácilmente dar a entender que la ciencia informa de que 2 ºC es el límite del peligro. De hecho, me consta que los líderes internacionales, en sus conferencias, afirman que ‘los científicos dicen que podemos permitirnos 2 ºC’.
Con todo, los acuerdos de la convención del año siguiente en Cancún fueron mucho más concretos, y la apelación a la ciencia más respetuosa:
“Reconoce también que, de acuerdo con la ciencia, son necesarias profundas reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero tal como ha sido documentado en el Cuarto Informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, con el objetivo de reducir las emisiones globales de forma que el incremento de la temperatura media se mantenga por debajo de 2 ºC respecto a los niveles preindustriales.” (110)
Entretanto, una miríada de documentos oficiales iban dando por sentado, desde mitad de los años 90, que 2ºC es un objetivo correcto, y una innumerable cantidad de trabajos de investigación del circuito científico homologado, tanto de las ciencias naturales como en economía, se han dedicado a identificar bajo qué condiciones sería viable la consecución del objetivo, y a qué coste. Distintas organizaciones ecologistas, como Greenpeace y Amigos de la Tierra, asumieron acríticamente nuestro punto focal desde sus incipientes inicios en 1990 (111,112), e incluso Naciones Unidas lo difunde entre los niños (113).
Ha llegado ya el momento de examinar el eventual fundamento científico de la cifra, y evaluar su idoneidad. No tanto, por ahora, en su calidad de punto focal, sino como límite global.
Examinar referencias
Sumario tentativo de la serie
Notas
[22] Grupo Asesor en Gases de Efecto Invernadero
[23] Conferencia Mundial sobre la Atmósfera: Implicaciones para la Seguridad Global
[24] Gases de efecto invernadero
[25] Pretendiendo ser el brazo científico del IPCC, el AGGG siguió operando hasta 1990, cuando emitió su último informe apuntando a los +2 ºC. La mayoría de sus miembros acabaron finalmente involucrados en el proceso general del IPCC
[26] United Nations Framework Convention on Climate Change, o Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, el proceso que se inició en Río 1992.
[27] El redactado de los Resúmenes para Responsables de Políticas de los informes del IPCC debe ser aprobado por unanimidad de todos los países del mundo
[28] Actualmente la velocidad de incremento es de 0,2 ºC/década
[29] Procedimiento parlamentario típicamente alemán que involucra a todos los colectivos interesados y afectados por un problema político
[30] Por parte española asistió la Ministra de Medio Ambiente del gobierno de José María Aznar, Isabel Tocino
[31] Conferencia de las Partes: Reuniones internacionales de negociación, que se celebran con carácter anual desde 1995, derivadas de la Convención de Río de 1992. La conferencia de Copenhague de 2009 y sus sucesivas en Cancún y Durban son las más recientes y conocidas, singularmente por su falta de avances significativos
[32] Cuando los EE.UU firmaron el protocolo de Kioto en 1997, el presidente de ese país era el demócrata Bill Clinton, y el negociador final fue Al Gore. Pero EE.UU anunció en 2001 que no ratificaría el tratado a los tres meses de que George W. Bush asumiera la presidencia
[33] Wissenschaftlicher Beirat der Bundesregierung Globale Umweltveränderungen
[34] El conocido negacionista profesional Christopher Monckton asegura haber sido consejero de Margaret Thatcher (113), aunque también aseguraba pertenecer a la Cámara de los Lores y no era verdad (114)
[35] En esta ocasión, la representación española corrió a cargo de Cristina Narbona, ministra de medio ambiente del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero<
[36] Ganando la batalla contra el cambio climático global /span>