Comencemos con un juego. Usted y otras nueve personas que no conoce ganan un viaje de un fin de semana a París. Una vez allí, les dicen que deberán costearse todos los gastos, también los de vuelta, a menos que sean capaces de encontrarse todos a las 12 del mediodía del domingo en un mismo lugar. Además, de conseguirlo, ganarán un millón de euros cada uno. ¿Usted adónde acudiría? Yo iría a la Torre Eiffel. Usted también, probablemente.
En este ejemplo clásico, la Torre Eiffel es lo que, en teoría de juegos, versión cooperativa, se denomina un punto focal (1). Consiste en un referente común, válido en ausencia de comunicación adecuada.
La comunicación del problema del cambio climático, tanto a las élites como a la población, es uno de los aspectos todavía no bien resueltos, entre otros motivos porque la intervención de los científicos sociales es muy reciente – con la notable excepción de los economistas, demasiado a menudo descreídos y casi siempre atenuadores de la seriedad de la cuestión. Desde luego podemos culpar al negacionismo organizado por su incesante interferencia en el proceso, y probablemente acertaríamos si le atribuimos la responsabilidad principal de la resistencia colectiva a tomar cartas en el asunto en la magnitud necesaria. Pero el negacionismo ahí está y, a la espera de poderle exigir en su momento la responsabilidad que le corresponde, debemos lidiar con él e idear estrategias que permitan atenuar o superar su influencia.
En este terreno, uno de los elementos clave es el de saber hacia dónde tenemos que ir. Disponer de un objetivo que pueda ser generalmente asumido cumple distintas funciones movilizadoras de voluntades al establecer una referencia que facilita una narrativa común. Además, puede ofrecer una percepción de hecho cerrado que permita contrarrestar, siquiera parcialmente, la influencia de los partidarios de la inacción. La empresa no es sencilla porque, según cuál o cuáles vayan a ser las variables elegidas como objetivo, la necesaria presunción de veracidad podría verse cuestionada. En estas condiciones, su eficacia quedaría seriamente mermada y podría ser, incluso, contraproducente.
El establecimiento de un objetivo simple, si resulta ser posible, es algo intrínsecamente positivo. El motivo principal es de alto valor estratégico: constituir un punto de encuentro, punto focal, entre científicos ‘naturales’, científicos ‘sociales’ (por lo general sociólogos y derivados, y economistas), la clase política (en su mayoría abogados y economistas), y la comunidad empresarial (economistas o dependientes de los economistas). Si estas élites llegaran a asumir el objetivo, la compra de este ‘producto comunicativo’ por parte del público quedaría prácticamente garantizada. De esta forma se suministran a las estructuras de poder, y a la población, las condiciones racionales que necesita la primera para proponer, y la segunda para aceptar, el establecimiento de las condiciones necesarias para la consecución del objetivo.
Esto es muy importante, pues los problemas de índole medioambiental se han caracterizado, desde siempre, por continuas luchas intestinas entre los actores, que a duras penas llegan a superar la fase de definición del problema (2).
La comunidad internacional, en el Acuerdo de Copenhague de 2009, mencionó la cifra de 2 ºC de incremento la temperatura de la Tierra como un valor máximo (3), y lo ratificó en la conferencia de Cancún del año siguiente (4), lo que contentó a muchos. Según se dice en el texto, este objetivo de incremento máximo de la temperatura media de la Tierra es ‘consistente con la visión científica’ y responde a los acuerdos de la Convención de Río de Janeiro de 1992[1]. Esta expresión puede dar a entender que un incremento máximo de dos grados centígrados ofrece una seguridad climática suficiente. Sin embargo, hoy (de hecho mucho antes de 2009) esta cifra está siendo cuestionada con todo fundamento, y los primeros impactos del cambio climático ya se dejan sentir cuando apenas hemos llegado a +1 ºC.
Entonces, ¿qué está ocurriendo aquí?
Si este valor de incremento de temperatura de referencia, considerado límite, resultara ser excesivo, deberíamos calificarlo de peligroso y, por lo tanto, adoptar otro. Si además, tal como sugieren organismos generalmente bien informados[2] (6) resultara imposible de respetar, podríamos encontrarnos frente a un callejón sin salida. Tanto una situación de pánico como una de desmovilización por aturdimiento resultarían letales para la consecución de cualquier objetivo.
Pero si conviniéramos que, frente a la actual dificultad manifiesta de promover la movilización, este guarismo resultara de alguna forma útil para la acción política, las reticencias que pudiera razonablemente sugerirnos deberían ser objeto de relativización, siempre en la medida de que seamos capaces de prever, para el futuro, escenarios más acordes con la realidad.
Finalmente, si concluyéramos que, en cualquier escenario, resulta del todo imposible evitar la superación de cualquier umbral de seguridad o, sin ir más lejos, nos diéramos cuenta de que ya lo hemos rebasado, no quedaría otra opción que desvelar la realidad. En esta circunstancia, quienes tuvieran a bien estar de acuerdo con las consideraciones en las que nos basáramos podrían obrar en el sentido de protegerse, ellos y sus allegados, individual y colectivamente, de las peores consecuencias de la situación. Tendríamos la obligación ética de decírselo.
Keep it simple
Los márgenes de incertidumbre científica[3], inherentes a toda predicción, complican el panorama. Copenhague, primavera de 2009. Unos meses antes de la conferencia política, los mejores investigadores del cambio climático del mundo celebraron un congreso científico, al que acudió el primer ministro de Dinamarca[4]. Habla Anders Fogh Rasmussen, tras escuchar los debates de sus eminencias climatológicas:

El ex primer ministro danés, ahora Secretario General de la OTAN, urgía en 2009 a los científicos a establecer objetivos claros, con poco éxito
“Necesito su asistencia para empujar este proceso en la dirección correcta y, a este respecto, necesito objetivos fijos y cifras ciertas, y no demasiadas consideraciones sobre incertidumbre, riesgo y cosas de éstas.” [énfasis añadido] (8)
“Keep it simple’, hazlo sencillo, es una máxima universal, que con razón exige el primer ministro a la comunidad científica. No parece que tuviera demasiado éxito porque, en julio de ese mismo año, los líderes del G8 declararon:
“Reconocemos la visión científica de que un incremento de la temperatura media global sobre los niveles preindustriales no debe superar los 2 ºC.” (9)
Pero la famosa cifra ya venía siendo barajada desde por lo menos 15 años antes, e incluso desde 1975, aunque su estreno oficial en el ámbito político tuvo lugar de la mano de la Unión Europea en 2005. Pocos meses después de la declaración del G8, Hans Joachim Schellnhuber, director del Potsdam Institute for Climate Change Research y máximo exponente de la climatología europea, declaró que, si los líderes del G-8 habían adoptado ese límite, era porque ‘probablemente no se dan cuenta de lo que significa’ (10).
Por su parte, Christiana Figueres, la secretaria de Naciones Unidas para asuntos de cambio climático, intentó sin éxito rebajar el objetivo de temperatura a 1,5 ºC en la pasada conferencia de Durban (11), basándose en la mención que de este valor se había hecho ya en los documentos de la conferencia anterior en Cancún (12).
Competencia de puntos focales
Por otra parte, un trabajo de investigación del más alto nivel publicado a principios de 2008 propuso una métrica distinta: la concentración atmosférica de CO2. James Hansen, director de la unidad climática de la NASA y considerado por muchos el mejor climatólogo del mundo, señalaba que, en partes por millón medidas en términos de volumen (ppmv, en adelante ppm), esa concentración no debería superar el valor de 350:
“Si la humanidad desea preservar un planeta similar a aquél en el que se han desarrollado todas las civilizaciones, y al que la vida se ha adaptado, la evidencia paleoclimática y el cambio climático en curso indican que el CO2 debe ser reducido de su valor actual de 385 ppm a, como mucho, 350 ppm, pero probablemente incluso menos.” (13)

James Hansen, líder climático de la NASA que se declara ‘conservador moderado’, siendo detenido por su activismo
El valor preindustrial, entendido como referencia de normalidad climática, era de 280 ppvm, y la concentración actual es cercana a las 395 ppm. Más allá de la corrección científica del hallazgo que, hoy por hoy, no ha sido contestada (y nada apunta que lo vaya a ser), el dato tiene, entre otras, la virtud de instigar acción. A diferencia de los valores que se habían considerado hasta entonces en base a los informes del IPCC de 2001 y 2007, que manejaban valores de concentración de 550 ppm y 450 ppm respectivamente, el valor 350 da a entender que la concentración actual es excesiva, que ya nos hemos pasado, y que algo hay que hacer para volver a un valor por debajo de 350 ppm cuanto antes.
De forma paralela a cómo los “+ 2 ºC” han sido admitidos por políticos y algunos economistas, la cifra de 350 ppm ha sido asumida, principalmente, por los movimientos activistas, singularmente los ecologistas. La principal organización no gubernamental centrada exclusivamente en el asunto climático, y la más activa, tiene por denominación precisamente 350.org. Dirigida por el carismático Bill McKibben, 350.org organiza la ‘hora del planeta’, momento del año en que muchas administraciones, empresas y particulares de todo el mundo apagan sus luces y cesan en el consumo de energía eléctrica.
Así pues, actualmente los 2 ºC de incremento máximo de temperatura y las 350 ppm de concentración máxima de CO2 son dos datos en dura competencia para atraer la atención del mundo, para constituirse en puntos focales. ¿Cuál es su origen? ¿Dicen lo mismo? ¿Son útiles? ¿Cuál es más realista, cuál más práctico? ¿Existe alguna alternativa? Conviene analizar si tiene ventajas la adopción generalizada de alguno de estos tótems comunicativos desde el punto de vista político y social, y hasta qué punto superan distintas pruebas de utilidad.
Veremos en primer lugar la historia estos guarismos, deteniéndonos especialmente en los +2 ºC. Analizaremos cuál debería ser, a la luz del reciente refinamiento de la ciencia climática, el incremento máximo tolerable de la temperatura media de la Tierra, en el sentido fuerte de que el hecho de rebasarlo resultaría en una situación absolutamente intolerable.
Más adelante nos preguntaremos si el parámetro de consideración desde el punto de vista de la acción política debería ser alguno de estos dos, cualquiera que fuera su valor, o si sería mejor, por algún motivo, elegir otro parámetro significativo.
Examinar referencias
Notas
[1] Según el cual las naciones debían organizarse para estabilizar la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera a un nivel que evitara la interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático (4).
[2] La Agencia Internacional de la Energía (5)
[3] Cuidado con la interpretación del término incertidumbre en el terreno científico. A diferencia del lenguaje popular, la incertidumbre científica no significa no saber, sino el margen de error respecto a un valor considerado el más probable.
[4] En la sala se encontraba también Lord Nicholas Stern, el del famoso informe, que en 2009 ya sabía desde hacía más de un año (2008) que se había quedado muy corto en su demasiado celebrado informe de 2007 (6).
«Keep it simple», vaya reto! . Ferrán, tu blog es magnífico. Me ayuda a comprender y reconocer los argumentos teóricos de las formulaciones sobre CC. De hecho creo que es una clase práctica de razonamiento científico y psicosocial. Por favor sigue pensando y escribiendo. Enhorabuena y gracias.
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Gracias a ti por seguirme, Matilde.
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Enhorabona per l’entrada Ferran, un cop més tornes digerible lo indigerible per a molts!!
En castellano diré que tal y como están las cosas y ya iría apuntando al punto focal del grado y medio, con el paso del tiempo el dos nos abocaría a un peligrosos juego de ruleta rusa en la que cada vez parecen haber más balas en el revólver y menos espacios sin detonar….
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Gràcies!
La cuestión está en ver si la medida de temperatura es la más adecuada. Es sencilla porque es la más palpable, pero también tiene inconvenientes.
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Muy interesante la interpretación de los 2ºC como «punto focal», nunca se me había ocurrido entenderlo en esos términos. Gracias por el post.
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Bienvenido de nuevo y gracias por tu comentario.
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Es una excelente invitación a concentrar esfuerzos, las dos maneras son especialmente opuestas, usar el valor temperatura está expuesto a muchas interpretaciones que tendría que colarse en los ordenadores, en cambio una reducción del valor CO2 la podemos hacer ahora mismo pero implicaría una renuncia a nuestro modo de vida.
Ahora bien según co2now.org la velocidad de emisiones registradas en el 2010 han descendido un 29% en comparación del 2011 (supongo será la crisis), sin embargo la temperatura sigue batiendo récords respecto al mismo periodo de tiempo, eso puede significar que ya lleva una inercia muy grande y que habrá que hacer algo más que reducir de forma contundente las emisiones de CO2.
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Juan, desde luego el sistema climático tiene una inercia muy grande, debido a los océanos y también a las grandes masas de hielo de Groenlandia y la Antártida.
Por otra parte no sé cómo miden la evolución de las emisiones en co2now.org, pero en 2010 aumentaron un 5,9% respecto al año anterior. En todo caso, aunque fuera al revés de cómo lo expresas, no me creo de ningún modo que las emisiones de CO2 hayan descendido un 29% del 2011 respecto a 2010. Que yo sepa, este dato todavía no ha sido publicado formalmente.
Aunque con más lentitud, el PIB del mundo sigue creciendo, y lo hace sobretodo a base de quemar carbón, que es el combustible que más emisiones genera por unidad de energía producida, y en el caso de los combustibles líquidos es a base de algunos petróleos «no convencionales», que vienen a ser similares al carbón en este sentido.
Saludos y gracias por el comentario.
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Gracias Ferrán, el cálculo lo realicé yo indirectamente en el histórico que tiene ese sitio, la lista es
2011 391.57 ppm
2010 389.78 ppm
2009 387.38 ppm
El incremento en 2010 fue de 2.4 unidades mientras que en 2011 fue de 1.79 unidades, el descenso 2010-2011 calculado 25.4 % aprox ¿Porqué?
Otra cosa, no andamos cerca de los 395 ppm, ya nos pasamos, el mes de abril 2012 es de 396.18 ppm.
De la temperatura se habla otro tanto pero este de marzo ha sido el 16 más calido desde 1880.
Muy poco fiable el valor temperatura, aunque hay trabajos estupendos que denotan si se encuentra arriba de lo normal o abajo de lo normal.
Así que creo correcto establecer el CO2 como punto focal.
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Ahora que hablo lo que pasó en 2011, 391.57 ppm porque ahora mismo a 396.16 ppm un incremento de 4,59 unidades !!! y eso solo de enero-abril, entonces desde ese pequeño descenso en gradiente que calculo de 25.4% ahora tenemos un aumento muy brusco de CO2 presente (no quise decir emisiones) del orden de 61%.
No me confundo con la cantidad total me parece que estoy hablando de las unidades agregadas.
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Bueno, esto es concentración en la atmósfera, no son emisiones.
Tanto emisiones como concentración hay que mirarlas promediadas a lo largo del año, pues mes a mes pueden confundir por el siguiente motivo. La vegetación absorbe CO2 en la época de su crecimiento, primavera y verano para simplificar, y lo emite cuando deshoja y sus residuos se descomponen. Dado que la superficie terrestre es mucho mayor en el hemisferio norte que el el sur, al final del invierno – principios de primavera del norte la concentración de CO2 alcanza un máximo anual.
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Por último si todo sigue así , hablo de la velocidad de cambio no de las cantidades finales, un aumento de la velocidad de 61% nos puede poner las 400 ppm este año.
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