El texto que sigue corresponde a un artículo escrito por amable invitación de la revista Mientras Tanto, que he dividido en cinco entregas y al que he añadido algunas ilustraciones. Recomiendo además la lectura de los demás artículos del ejemplar, dedicado a ‘Los límites del crecimiento: Crisis Energética y Cambio Climático’, a cargo de Antonio Turiel, Roberto Bermejo, Hermann Scheer y Richard Heinberg – [Actualización 26/03: Ver texto completo en una sola página]
Cuando pronuncio conferencias sobre cambio climático siempre comienzo señalando que nos encontramos frente a un tema maldito. Es maldito por las limitaciones físicas, atávicas, psicológicas y culturales que nos impiden, no tanto la comprensión de sus mecanismos, sino la propia percepción del problema (1). Es maldito por la gran cantidad de malentendidos que residen incluso en personas con cierto conocimiento de los orígenes, dinámica y eventuales respuestas a la cuestión. Es maldito porque las únicas respuestas con alguna verosimilitud de eficacia significan un cambio tan sustancial en el status quo que requerirían, previamente, incluso una reconsideración de los valores fundacionales de nuestra civilización. Finalmente, en un vano intento de autojustificación, me refiero a la maldición del conferenciante. Desde luego una parte de los oyentes escuchará de mí aseveraciones que no quiere oír, pero que debe conocer. Pero otra, la ecologista, puede levantar también, frente a algunas de mis afirmaciones, sus defensas intelectuales. Ambos serán movidos por la emoción antes que por la razón. Al final, mis conclusiones serán (probablemente) apreciadas, pero afirmaciones tan extraordinarias habrían requerido fundamentaciones extraordinarias por lo que, inexorablemente, no tendré bastante con el tiempo que los organizadores me han adjudicado a pesar de mis denodados esfuerzos de síntesis. Confío que la longitud que me han otorgado para este texto y la posibilidad de incluir referencias permita salvar este inconveniente, siquiera de forma parcial.
Me propongo aquí mostrar la incorrección de las siguientes afirmaciones:
- Es posible estabilizar el clima a las condiciones actuales e incluso revertir la perturbación causada hasta ahora en tiempo útil
- Para reducir la magnitud de la crisis climática basta con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)
- La reducción del empleo de combustibles fósiles supondría una disminución de la temperatura media de la Tierra
El comportamiento sistémico
Estamos programados culturalmente para suponer linealidad en los fenómenos. A doble causa corresponde doble efecto. A doble unidad de tiempo se producirá una respuesta doble si la perturbación se mantiene constante. Una de las primeras cosas que aprendemos en nuestra infancia es la tabla de multiplicar, paradigma de la proporcionalidad. Sin embargo, tanto los fenómenos de la naturaleza como los sociales, y desde luego la interacción entre ambos, tienen carácter sistémico y, por tanto, evolucionan exponencialmente.
Un sistema contiene, de forma general, lazos de retroalimentación. En ellos, el efecto resultante (respuesta) de una causa (perturbación del sistema) produce a su vez una variación en la intensidad de la propia causa que la produce, de tal forma que el efecto bien resulta atenuado (denominada retroalimentación negativa, porque resta), bien aumentado (retroalimentación positiva, porque suma). Esta sola característica está en el origen de la forma exponencial, o sea no proporcional, de la evolución de la respuesta a la perturbación. Se ha demostrado que somos muy torpes al evaluar las respuestas exponenciales más simples y, en particular, somos especialmente insensibles al exponente (2). También sabemos que en el sistema climático de la Tierra predominan de forma abrumadora los lazos de retroalimentación positiva, en los que el efecto amplifica la causa[1]. Además, un sistema contiene, de forma general, retardos, lo que significa que puede transcurrir un lapso de tiempo entre la aparición de la perturbación y la manifestación de la respuesta.
En el caso del sistema climático, la perturbación son los gases de efecto invernadero (GEI), notablemente el dióxido de carbono, y la respuesta se suele medir en términos de temperatura media de la Tierra. La figura adjunta muestra la evolución exponencial de esta respuesta: la inclinación es mayor cuanto más cercano en el tiempo es el intervalo considerado (3).

Evolución de la temperatura desde mediados del siglo XIX. Los puntos negros son los valores de temperatura, y las líneas coloreadas son aproximaciones lineales calculadas en tres intervalos distintos que terminan en la actualidad. Se observa como, cuanto más cercano es el intervalo, mayor es su pendiente, lo que está en consonancia con la evolución exponencial. Fuente: IPCC, 2007.
Por su parte, el retardo tiene lugar debido a la presencia de los océanos y de las masas de hielo, cuya elevada inercia térmica ejerce una función de moderación, aunque sólo temporal. Se estima que la temperatura actual corresponde a la composición de la atmósfera de hace entre 5 y 50 años (4), aunque algunos autores declaran un retardo incluso superior. En consecuencia, los impactos más severos del cambio climático serán experimentados por las personas hoy más jóvenes y por quienes todavía no han nacido, todas ellas con limitadas o nulas posibilidades de defender sus derechos. Así, éstos, junto a las de las personas que vayan a vivir durante los siglos y milenios venideros, resultan depender exclusivamente de nuestras decisiones del presente (y del pasado). Este hecho, inédito en la historia a este nivel de magnitud, plantea enormes retos desde un punto de vista estrictamente ético.
Equilibrio, estabilidad y sistemas de control
Un sistema puede tener uno o varios estados de equilibrio (o ninguno). En esa situación, el sistema se mantiene estable medido en sus variables de estado. Por ejemplo, distintas combinaciones de concentración de GEI, temperatura, nivel del mar y cantidad de vapor de agua en la atmósfera pueden suponer estados de equilibrio distintos. Pero es importante tener en cuenta que no todos los estados de equilibrio que uno pueda imaginar son posibles, lo que puede demostrarse matemáticamente de forma inequívoca.
Por su parte, cada estado de equilibrio tiene su margen de estabilidad, a saber, la cantidad de perturbación que puede soportar alrededor del estado de equilibrio en cuestión. Dentro del margen de estabilidad, el sistema acabará volviendo al estado de equilibrio si cesa la perturbación, o fijado en un valor algo distinto al de equilibrio, pero alrededor de él. Pero si esa perturbación es superior al margen de estabilidad, el sistema, autónomamente, cambiará de estado de equilibrio, adquiriendo vida propia durante el régimen transitorio de paso de un estado a otro. En la analogía del Titanic, un estado de equilibrio es el navío a flote antes del impacto contra el iceberg, y otro estado de equilibrio es el navío en el fondo del mar. No hay estados de equilibrio intermedios.
La analogía con el Titanic permite además evidenciar el comportamiento exponencial. Una vez desestabilizado, el navío comienza a capotar de una forma que, al principio, parece proporcional al tiempo. Sin embargo, el hundimiento se va acelerando hasta que se hunde por completo con gran rapidez. Junto a la lentitud del fenómeno climático, que no estamos atávicamente programados para percibir como amenazante, el hecho de que los comportamientos exponenciales sean casi proporcionales en sus inicios dificulta enormemente la percepción de la magnitud del problema por parte del público.
Una de las principales dificultades del pensamiento sistémico es la definición de los contornos del sistema. De forma general, cuanto más se amplía el ámbito en el que ocurren los sucesos, se advierte la participación de un mayor número de variables. Siguiendo con la analogía, en el ‘sistema Titanic’ el umbral de estabilidad, según señaló el ingeniero jefe, era la inundación de cuatro camarotes. Con cuatro camarotes se podía resistir, estableciendo un sistema de control que, por ejemplo, contuviera la entrada de agua mediante compuertas u organizando un comando que la achicara a medida que el agua iba embarcando. Pero se inundaron cinco, lo que le llevó a predecir el hundimiento subsiguiente en términos de certeza matemática (5). Pero si en lugar de considerar el navío aisladamente tomamos en consideración el sistema navío + océano + iceberg, conviene darse cuenta de que, incluso antes del momento en que la tripulación advirtiera el peligro, es posible afirmar que el Titanic, dada su velocidad, estructura y sistema de control, se iba a hundir irremediablemente. De alguna forma, ya estaba hundido. La superación de los umbrales de estabilidad suele tener lugar de forma totalmente silenciosa.
No es posible, hoy por hoy, afirmar categóricamente que el umbral de estabilidad del sistema climático de la Tierra haya sido ya superado. Tampoco es posible afirmar lo contrario. Como veremos más adelante, es incluso arriesgado afirmar que el planeta se haya encontrado en un estado de equilibrio climático, inherente al sistema, durante los últimos 10.000 años, aunque bien es cierto que sus parámetros se han mantenido notablemente estables. De haberse perdido esta estabilidad, a lo único que podemos aspirar es a analizar la viabilidad de diseñar e implementar un sistema de control que mantenga constante algún parámetro, por ejemplo la temperatura media. Pero hay que hacerlo a tiempo.
Notas
[1] Por ejemplo, la propia Tierra pasa a ser emisora neta de CO2 y metano con solo un leve aumento de la temperatura media
Próxima entrada de la serie
2: Emisiones, concentración e interacciones (programada 17/03/2012)
Me tiene muy intrigada el «Depende»…
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Jajaja… Tendrás que esperar un poquito…
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Claro, conciso y a la par didáctico. Pero en este país está mucho mas subvencionada la religión que la ciencia.
Mucha gente acepta con mas naturalidad que Gaia se ha enfadado y comienza su venganza, todo antes de aceptar las consecuencias de nuestros propios actos.
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