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Archive for the ‘Econocracia’ Category

La palabra eficiencia siempre suena bien. A los oídos del público lleva a la creencia de que permite obtener algo  – supuestamente deseable – con menor esfuerzo que hasta ahora. Esfuerzo que hoy, en la sociedad econócrata de estrechas orejeras que nos ha tocado vivir en nuestra calidad de adolescentes malcriados, se supone medido en pasta. Es un recurso habitual en comunicación política, porque predispone favorablemente sin que el emisor se sienta en la necesidad de entrar en más detalles, por ejemplo a qué parámetro se refiere. Lo mismo vale para “eliminar las ineficiencias”, que tiene además una connotación de acción.

Esos detalles no son menores. Por ejemplo para explicar que en un mercado libre la eficiencia energética provoca el aumento del consumo de energía (la llamada paradoja de Jevons ya establecida en el siglo XIX en relación al carbón, cosa que los voceros ocultan interesadamente), o que a menudo la consecución técnica de esta eficiencia requiere de unos procesos previos de diseño y fabricación, y de desecho a lo largo de toda su vida útil, que pueden suponer un consumo total de energía mayor antes (aumentando así consumos y PIB), mientras el usuario cree percibir una reducción. Por este motivo los vehículos eléctricos y la energía fotovoltaica están subvencionadas, pues de otro modo serían en general inasequibles o no rentables en relación a lo anterior. O el mismo hecho de llevar la fuente de energía más allá del horizonte, incluso extramuros, y hacer como que no existe. Mucha gente cree que cuando carga la batería del coche la energía es “limpia”.

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Ya hemos visto en entradas anteriores las astucias comunicativas, las trampas científicas y los trucos matemáticos con apariencia de seriedad que moviliza nuestro ecologista. Veamos hoy su expansión por esos mundos y de dónde obtuvo los fondos para sus organizaciones y para sí mismo.

Qué listo soy

Los dineros daneses hacia el estrellato

Las fuentes de financiación actuales de su centro en Dinamarca se desconocen con precisión, pero la minuciosidad y los contactos de Kåre Fog le llevaron a asegurar que la organización fue engrasada originalmente con 600.000 € desde el “ministerio de desarrollo” danés para la organización del segundo Copenhagen Consensus, previsto para mayo de 2008[97].

Para entonces el parlamento de Dinamarca, a iniciativa del Partido Popular (una especie de Vox local), aprobó una asignación de un millón de euros al think-tank de cara a 2009[98]. Recuérdese que a finales de 2009 se celebraba la conferencia de Copenhague (COP15), en la que se habían depositado muchas esperanzas. Así, el objetivo de ese nuevo “consenso” cuatrianual pasó a ser la eventual deslegitimación de cualquier acuerdo climático al que se pudiera llegar (y al que, como se sabe, no se llegó), frenando y contrarrestando todo entusiasmo que pudiera generarse. Recordemos a este respecto que la agencia de PR que contrató el gobierno danés para la COP15 fue la infausta Hill & Knowlton, hecho singularmente desafortunado que fue en su día objeto de examen en este blog. Eso no fue todo porque, a iniciativa de ese mismo partido, en noviembre de 2009, un mes antes de la conferencia, fueron inyectados 2,4 millones de euros más[99]. Y así fueron subiendo.

A finales de 2009, entre su primer instituto fallido y el Copenhagen Consensus Center, Lomborg había recibido nada menos que 18,4 millones de euros[100]. (más…)

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Vimos en los dos últimos post las astucias comunicativas y las trampas científicas que emplea Lomborg para crear el efecto sin que se note el cuidado. Veamos ahora cómo hace nuestro personaje para meterse en el bolsillo a la mayoría de los economistas mainstream y a todos aquellos de cuyos consejos dependen.

El “consenso” de Copenhague

Lomborg tenía estudiado que la percepción de consenso (científico, económico u otros) es importante de cara a generar credibilidad en el público. Así que se organizó para buscar un consenso, palabra que instaló en el título de su siguiente acción.

El éxito del libro “El ecologista escéptico” de agosto de 2001, generosamente promovido por sus editores, condujo a que su amigo neoliberal Rasmussen, recién ascendido a presidente de Dinamarca, le financiara un think-tank que denominó Institut for MiljøVurdering (Instituto Nacional de Evaluación Ambiental). El proyecto avanzó raudo: en junio de 2002 ya tenía a 7 personas en su consejo y 10 personas en plantilla[58]. Sin embargo, el veredicto de deshonestidad científica que recayó sobre Lomborg poco más tarde hizo mella en algunos de los congregados, llevándoles a la dimisión. Pero él, un lince que se sabía ya apoyado por los powers-that-be, aprovechó la jugada para efectuar una huida hacia adelante.

Así, en 2004 organizó, bajo el patrocinio de la revista The Economist[59], el “Copenhagen Consensus”, originalmente una conferencia internacional de “leading economists” que más tarde devino en think-tank. También estos congregados, cuando se dieron cuenta de cómo se les iba a manipular para justificar que las cuestiones medioambientales quedaran relegadas a un segundo plano, se retiraron en su mayor parte: solo quedaron dos[60]. Ningún problema, esos mejor que no estuvieran. Fueron sustituidos, a dedo, por otros que demostraron ser más flexibles[61]. Al final seis de los siete econócratas[1] eran estadounidenses. El consenso consistía en lo siguiente. (más…)

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Índice tentativo de la serie

La concentración atmosférica máxima tolerable de CO2 es un parámetro que ha sufrido también los efectos de la moderación. La concentración atmosférica máxima tolerable será aquella que evite el rebasamiento de un incremento máximo de la temperatura media de la Tierra que sea considerada intolerable en sus impactos y consecuencias, normalmente con una probabilidad likely (66%).

Recordemos siempre que lo que realmente cuenta a efectos de forzamiento climático es la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera en cada momento. No las emisiones, en el sentido de que una disminución de las mismas, si no fuera absolutamente drástica, seguiría haciendo aumentar esa concentración. La bien estudiada limitación perceptiva que consiste en confundir flujos con acumulaciones (264) está detrás de esta frecuente confusión de quien no está prevenido frente a ella.

Para los economistas ortodoxos es correcto un mundo a +3ºC con riesgo de 4,5 o más

En todo caso el incremento máximo de temperatura es, en último término, una elección que no corresponde a la comunidad científica. Sin embargo, a la vista de lo que en cada momento ésta pueda considerar un daño excesivo, no ha dejado de sugerir, siquiera implícitamente, valores máximos que supongan un umbral previo a lo considerado intolerable. (más…)

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“This analysis is nuts!”[1] – Steve Keen, economista post-keynesiano (119)

Índice tentativo de la serie

Vimos en la entrada anterior algunas características generales del IPCC que llevan a la moderación de sus resultados, moderación que se acumula a distintos efectos psicológicos y sociológicos a lo largo del proceso de avance de la ciencia descritos anteriormente. Hoy ponemos el foco en la intervención de la economía en su contacto con las ciencias del clima, que en este organismo tiene lugar parcialmente en el Grupo de Trabajo II y totalmente en el III.

Es de rigor comenzar constatando en el Grupo de Trabajo III (en adelante WG III) una preocupación y una consideración de las cuestiones éticas y de justicia muy pobre en informes anteriores. Dedica a estas cuestiones un capítulo completo (120), junto a una discusión franca del alcance y las limitaciones de la economía (121) en relación al problema en cuestión que resulta de gran interés, aun constatando que en el resto del informe se hace caso bastante omiso de estas consideraciones de fondo. Una explicación a este dualismo sería la necesidad reglamentaria de basarse en la literatura académica estándar, que en la economía mainstream obvia sistemáticamente entrar en conflicto con los fundamentos, desde luego los éticos.

Pero que el Grupo de Trabajo III dedique el informe a Elinor Ostrom a toda página xiii (122), único premio Nobel de Economía concedido a un(a) no economista es en todo caso una buena señal. Su trabajo (123) en relación a la auto-organización colectiva, no necesariamente gubernamental, como respuesta al vector neoliberal de la tragedia de los comunes (124) – como algunas veces se califica al problema climático desde posiciones conservadoras (125) – es realmente notable  (126) y podría ser un atisbo del inicio de alguna transición en este WG III.

Economistas de movimiento perpetuo y siempre moderado

Es muy interesante atender también aquí a la membresía y autoría del WGIII, como hicieron investigadores del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de Bellaterra (Barcelona) y publicaron en Nature Climate Change. Observaron que en este grupo de trabajo el dominio de economistas y unos cuantos ingenieros es prácticamente total, y que de los 35 coordinadores de los distintos capítulos sólo tres procedían de ciencias sociales que no fueran económicas, mientras que la importancia de esta ausencia es bien sentida (127).  Además, la institución para la que esa mayoría de economistas más había trabajado en algún momento de su carrera era el Banco Mundial (128), lo que desde luego comporta un sesgo condicionante en términos de status quo. El 49% son economistas neoclásicos o ingenieros, y sólo el 15% fueron formados como científicos sociales distintos a los economistas mainstream[2]. (más…)

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Nordhaus retallat

William D. Nordhaus arengando a los climatólogos en Copenhague, 2009

Esta semana se han producido en el mundo climático dos hechos de gran relevancia. Ambos acontecimientos son complementarios, y testigos de la confusión de conocimiento en que nuestra sociedad está inmersa, con especial hincapié y significación en el destino del clima de la Tierra. Además se produjeron el mismo día, lo que da lugar a toda suerte de especulaciones acerca de su posible simultaneidad deseada.

Estos acontecimientos han consistido en la emisión del último informe del IPCC, específico sobre +1,5 °C, y la otorgación de una especie de Nobel de economía al veterano “economista del cambio climático” William D. Nordhaus. Esta nominación desde luego pretende lanzar un mensaje. ¿Está este mensaje relacionado con la emisión, en el mismo día 8 de octubre, del informe del IPCC sobre 1,5 °C? Difícilmente lo sabremos, pero yo me atrevo, por lo menos, a confrontar ambas perspectivas.

Comencemos por el mensaje del Banco de Suecia, que es quien otorga este “Nobel” específico que en realidad no está relacionado con los demás. Mañana se publicará la segunda parte de este texto, examinando el informe del IPCC.

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Entrada perteneciente a la serie «Cambio climático: ¿cuánto es demasiado?» Cap. 3: Historia de los +2 ºC – 4: Combinar clima y economía (1): Una explicación del escepticismo climático de origen económico

Hay distintas formas de determinar un límite en la temperatura media de la Tierra. Una de ellas es emplear exclusivamente los denominados modelos climáticos, eligiendo un suceso geofísico intolerable y analizando bajo qué condiciones de temperatura podría producirse el fenómeno. Aunque volveremos a ello, hemos visto ya las dificultades que tiene este procedimiento, en términos de distribución de probabilidades y, singularmente, de los juicios de valor que hay que resolver previamente. Sin abandonar el terreno de las ciencias geofísicas, una variante consiste en determinar cuál es el umbral de estabilidad del sistema climático alrededor de las condiciones actuales.

Una tercera forma es añadir los aspectos económicos a los modelos climáticos, por lo general integrando ecuaciones de ambos mundos, lo que se efectúa en los denominados modelos integrados económico-climáticos. Estos modelos integrados pueden ser empleados para realizar los denominados análisis coste-beneficio, que son los que acabarán conduciéndonos a nuestro protagonista, el punto focal de los +2 ºC.

Antes de examinar la integración de estos dos mundos, y examinar sus resultados, conviene conocer cada uno de ellos por separado. Ello nos llevará a una conclusión sorprendente. (más…)

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The Economist 13.02.2012

Bajo el título “Slash emissions, fly by zeppelin” (reduce las emisiones, viaja en zepelín), la prestigiosa revista británica The Economist nos recuerda, en un artículo publicado anteayer en uno de sus blogs, su pesimismo con respecto a la posibilidad de evitar el cambio climático catastrófico (1). Esta posición oficial fue ya establecida el pasado diciembre en ocasión de la conferencia de Durban: el órgano neoliberal por excelencia cree que es imposible alcanzar el objetivo de los + 2ºC (2). [Para saber cómo sería un mundo con sólo dos grados más (uno más que ahora), vea aquí.]

Tras el consabido negacionismo climático inicial de este tipo de publicaciones, reflejo del negacionismo hacia si mismo inherente a las ‘ciencias’ económicas, el Economist basculó, a principios de la pasada década, hacia las posiciones del negacionismo light del danés Bjorn Lomborg, el ecologista escéptico, a quien promocionaron exhaustivamente (3,4). Reconocieron el problema, pero minusvaloraron sus consecuencias. El método consiste en efectuar una lectura sesgada de los informes científicos, extrayendo las conclusiones más favorables a sus posiciones al elegir, entre los márgenes de incertidumbre que se presentan, los más suaves, por mucho que esté bien claro que son los menos verosímiles. (más…)

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«En situaciones de emergencia, no hay solución cuando los Gobiernos actúan por separado y las opiniones públicas reaccionan por separado ante una misma amenaza cuya inmensidad y cercanía no es posible ignorar» – Jean Monnet

El pasado miércoles tuve la oportunidad de saludar a Antonio Turiel, a quien no conocía personalmente, pues me presenté como colega bloguero en el marco de unas conferencias sobre Energía y Cambio Climático que se pronunciaron en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Barcelona.

El lector asiduo recordará la entrada que dediqué a Mariano Marzo, que titulé Por fin alguien dice las cosas como son (o casi). En esta ocasión el calificativo atenuador casi desaparece por completo. Tanto su intervención sobre energía como la del biólogo Salvador Pueyo sobre cambio climático mantuvieron a gran parte del público, formado mayoritariamente por estudiantes, clavado en sus respectivas butacas del Aula Magna durante bastantes horas. Pero fue la de Turiel la que más aturdió a los presentes, debido sin duda a la mayor inmediatez de los problemas energéticos que se nos avecinan, con respecto a los climáticos. (más…)

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Hace poco asistí, por invitación, a un acto relativamente privado en el que se reunían personas de cierta relevancia, todas ellas defensoras de la economía liberal. Las intervenciones tuvieron un gran nivel, no en vano estaban los principales expertos catalanes en liberalismo económico. Salí de ahí sorprendido por varios motivos.

No fue uno de ellos que, en unas dos horas, ni una sola palabra se refiriera al medio ambiente ni desde luego al cambio climático, que eso ya lo daba por descontado antes de entrar. También daba por descontado, mientras el metropolitano me acercaba al lugar de reunión, que la termodinámica no formaría parte de la estructura de personalidad de las personas ahí reunidas, economistas, empresarios o licenciados en derecho en su mayoría. Ni mucho menos pensaba que aquella gente creyera que había que comenzar a organizar la retirada, pues la necesidad del crecimiento, desde luego para un liberal, pero también para (casi) todo economista, es un auténtico dogma de fe. (más…)

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Patrick Michaels

Patrick Michaels, negacionista profesional del tabaco y del clima

Cuando el buen periodismo se manifiesta en toda su extensión es una auténtica gozada para los que nos dedicamos a esto. En su día me referí a un programa de la Australian Broadcasting Corporation donde Tony Jones, bien preparado, coloca contra las cuerdas a Michael Durkin, director del infame documental ‘El gran timo del calentamiento global’, a veces denominado también ‘La otra cara del cambio climático’.

Hoy me maravillo con Fareed Zakaria y me reconcilio (levemente, y provisionalmente) con la CNN al ver una triple entrevista de diez minutos a Gavin Schmidt, uno de los climatólogos líderes y el más activo en el sesudo blog Real Climate, a Jeffrey Sachs, uno de los más jóvenes catedráticos de la historia de la Universidad de Harvard y director del Earth Institute de la Universidad de Columbia, y Patrick Michaels quien, junto a un tal Fred Singer, es el más antiguo de los negacionistas y el mejor conferenciante de entre los suyos.

Veamos el video pero con algunas consideraciones previas y habiendo traducido lo más significativo. (más…)

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