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Divulgación científica y comunicación sobre cambio climático y escasez energética: una visión multidisciplinar

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Cambio climático: ¿cuánto es demasiado? 2: Dos grados más ¿respecto a qué? ¿Qué es lo realmente importante?

03/10/2011 por Ferran Puig Vilar

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Inundaciones en Georgia (EE.UU)

Si hubiera que determinar el objetivo en términos de incremento máximo de la temperatura media global, como menciona el acuerdo de Copenhague, lo primero a tener en cuenta es la referencia de base: respecto a cuándo se establece este incremento. No son lo mismo, pongamos por caso, 2 ºC más respecto al promedio de la era preindustrial o respecto al promedio de 1880-1920 con que a veces se juega, o respecto a la media móvil de los años anteriores a algún año concreto [ver Cuidado con la temperatura]. La cuestión es que, sin ir más lejos, el acuerdo de Copenhague, al referirse a los +2 ºC, simplemente no lo dice. Es más: el Acuerdo de Copenhague, contrariamente a la creencia general (y la mía hasta hace poco), no establece la cifra de 2 ºC como objetivo. Veámoslo:

“Para alcanzar el objetivo último de la Convención de estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera en un nivel que evite una interferencia antropógena peligrosa en el sistema climático, y teniendo en cuenta la opinión científica de que el aumento de la temperatura mundial debería permanecer por debajo de 2 ºC, sobre la base de la equidad y en el contexto del desarrollo sostenible, intensificaremos nuestra cooperación a largo plazo para luchar contra el cambio climático.”

Si lo leemos atentamente veremos que lo que acuerdan los firmantes no es un objetivo sino, simplemente, intensificar la cooperación a largo plazo, lo cual es decir muy poco o nada. Cuando se refiere a nuestro punto focal [ver: Requerimientos para un objetivo global] escriben ‘teniendo en cuenta la opinión científica’, lo cual no es en absoluto cierto, como veremos más adelante.

La cuestión de la referencia de base es muy relevante porque, a menudo, y demasiado a menudo en el caso de los medios de comunicación, al no tener en cuenta la referencia correcta se acaban comparando escenarios de futuro que corresponden a situaciones completamente distintas. En el asunto climático, las décimas de grado importan, y mucho. Pero además de la referencia importa también cuándo consideramos que tiene lugar el incremento máximo de temperatura media que podamos establecer, pues el movimiento de décimas se produce también a la hora de la medición, de año en año. Esto es así porque el forzamiento antropogénico se superpone a la ‘variabilidad natural’ del sistema climático. Esta variabilidad tiene dos componentes principales: 1) el ciclo solar, de 11 años, y 2) las variaciones de la corriente oceánica del Pacífico sur, en un ciclo denominado ‘El Niño / La Niña’ de periodicidad irregular, pero raramente superior a los 10 años.

Fuente: Skeptical Science

Evolución de la temperatura media de la Tierra. Media móvil de 11 años con referencia en 1990 (Fuente: Skeptical Science) – Pulsar para mejor resolución

La mejor manera de resolver esta cuestión es establecer, para cada año, no tanto la temperatura media del año en cuestión sino el promedio de ése año y los 10 anteriores. Es lo que se denomina ‘media móvil’, y tiene la virtud de filtrar (eliminar) el efecto de la influencia de los ciclos naturales de periodicidad inferior a 11 años. Es lo que muestra la figura adjunta, que a su vez compara los resultados de los distintos institutos que miden la temperatura de la Tierra.

En esta figura se ha tomado como referencia ‘0’ la media móvil de los 11 años anteriores al año 1990 (la que se estableció en el Protocolo de Kioto) pero, en todo caso, la referencia correcta es el promedio de la era preindustrial. Es la que se suele emplear en el ámbito científico salvo que expresamente se indique otra cosa (9), lo que por otra parte no es infrecuente. Así pues, si la temperatura ha aumentado ya poco menos de un grado… sólo quedaría poco más de otro. Siempre que acordáramos que los impactos asociados a este incremento totémico de +2 ºC fueran realmente tolerables.

Opciones a disposición: la cadena causal

Actualmente, el dato  «2 grados más» (+2 ºC) se ha convertido en un punto focal, como mínimo, de la clase política, y ha sido asumido sin crítica alguna por comentaristas y medios de comunicación. No sólo es un referente comunicativo sino que, como hemos visto, es mencionado en acuerdos, tratados y recomendaciones varias. A partir de ahí debería traducirse en acción institucional y legislativa, cuyo éxito o fracaso sería medido en función de que el paso del tiempo nos permitiera conocer hasta qué punto se habría conseguido el objetivo. También importaría poder revisar periódicamente, dado el mayor conocimiento disponible, la correcta adecuación del objetivo planteado.

Lo primero que cabe preguntarse es hasta qué punto una medida de temperatura es la variable adecuada, si es la única y si, de serlo, dos grados es el valor correcto. Veamos hasta qué punto el valor +2 ºC es asumido, por una parte, por los científicos sociales, en particular los economistas, y, por otra, por las ciencias naturales, las ‘duras’, digamos.

[Nota importante: Contrariamente al entendimiento de muchos científicos sociales y cierta parte del público, afirmo que no es posible atribuir condición epistemológica a las aseveraciones de la ciencia (por ejemplo la climática), por mucho que sean portadas por una comunidad profesional concreta. Dicho de otro modo, las aseveraciones que emanan de su seno como bien establecidas no son negociables. Afirmo así la supremacía del método científico, cuya desatención supone un riesgo inmensamnte superior al de cualquier otro origen.]

El abanico de opciones no es muy amplio. Veamos la cadena causal del cambio climático. Ab initio, la bestia negra, son 1) las emisiones de gases y partículas de efecto invernadero a la atmósfera (GtCO2eq, que algunas veces se expresa únicamente en términos de GtCO2) [9]?. Éstas producen determinada 2) concentración de CO2eq (ppmv[10]?) en la atmósfera. La concentración constituye 3) un forzamiento radiativo total (W/m2) sobre el sistema climático, lo que provoca 4) un desequilibrio energético (también W/m2) entre la cantidad de calor recibida del sol y la cantidad de calor radiado por la Tierra hacia el espacio exterior, en forma ésta última de radiación infrarroja invisible. Este desequilibrio energético nos informa de la parte de forzamiento todavía no realizado en forma de variación de la temperatura en la superficie, y es considerado el valor más importante de todos por parte de la comunidad científica (10). Nótese que, hasta aquí, estos fenómenos se producen de forma simultánea, mientras que a partir de este punto entra en juego el retardo del sistema climático. Así, este desequilibrio energético provoca 5) un aumento de la temperatura media de la Tierra (ºC, en función del tiempo).

«Interferencia antropogénica peligrosa» ¿para quién? – Pulsar para mejor resolución

Finalmente, este aumento de la temperatura[11] es el causante de los 6) impactos, principalmente en forma de fenómenos meteorológicos extremos, dificultades en la seguridad alimentaria y en la disponibilidad de agua potable, impactos en la salud y la vida humanas, daños a las infraestructuras, extinción masiva de especies y aumento sensible del nivel del mar a medio-largo plazo por fusión de los hielos y dilatación del mar por efecto del calor[12]?. De modo que si lo que se desea es fijar una cifra-objetivo sólo tenemos cinco opciones, a saber: emisiones, concentración, forzamiento radiativo, temperatura, e impactos.

Podemos descartar los impactos como opción de referencia dándonos cuenta de que los impactos concretos son muy variados (sequías, tormentas, olas de calor y frío, seguridad alimentaria, etc.), y a que la dificultad de establecer una relación directa causa-efecto debido a su fuerte componente estadístico lo convertiría en objeto de ataque sistemático. Pero dado que, en realidad, son lo que nos importa, habría que acordar un impacto (o espacio de impactos) intolerable, y recorrer la cadena causal, ahora hacia atrás, hasta llegar a un límite máximo de emisiones totales que sea tal que impida la ocurrencia del suceso o sucesos a evitar[13]?. Esto es lo que se hace científicamente (13,14) y lo que el proceso político debería, en principio, replicar.

Nos encontramos aquí con dos problemas. El primero es la incertidumbre, que aumenta a medida que nos desplazamos por la cadena causal. Así, es posible calcular con bastante exactitud qué concentración de CO2 se irá produciendo con el tiempo dada determinada evolución de las emisiones y la evolución de la capacidad de la Tierra para absorber una parte de ellas. Pasar de cierta concentración de CO2 a forzamiento radiativo y desequilibrio energético en W/m2 depende en buena parte de los aerosoles que, por ahora, sólo podemos estimar (15). Pasar a un incremento de la temperatura, incluyendo su evolución en el tiempo, se puede hacer con bastante aproximación mediante modelos o ecuaciones que reflejan su comportamiento, pero este cálculo está sometido a su vez a cierta incertidumbre. Donde mayor incertidumbre se produce, sobretodo cuando se desciende a escala regional, es al estimar los impactos concretos en función del incremento medio de temperatura[14]? (16). El problema es que estas incertidumbres se van multiplicando a lo largo de toda la cadena causal, de modo que resulta difícil pasar de una cantidad dada de emisiones globales a la atribución de impactos concretos con la precisión deseada por el proceso político (18). Cuanto más próximos estén los pasos en la cadena causal, menor incertidumbre. Cuanto más lejanos, mayor incertidumbre. También cuanto más lejanos en el tiempo.

En estas condiciones, la formulación científica del problema puede definirse socialmente en términos de riesgo, y los objetivos de mitigación establecerse en términos de reducción del riesgo. Veámoslo con un ejemplo.

Para el caso de que, en determinadas circunstancias, por ejemplo una concentración de CO2eq de 400 ppm, se calcule que no se superarán los +2 ºC con un nivel de confianza del 66%, podemos decir que el riesgo de superar esta cifra, medido en probabilidades, es del 34%. Claro que entonces debemos preguntarnos quién evalúa si este riesgo es tolerable, y si jugar a la ruleta rusa con dos balas en un cargador con seis cámaras es algo que debemos juzgar aceptable (19) [ver: El nivel de riesgo al que nos estamos enfrentando: ¿cuántas balas en la ruleta rusa?].

El segundo problema, que acabamos de esbozar, tiene que ver con los límites de la ciencia.

Los límites de la ciencia

Aunque sólo desde una óptica estrictamente antropocéntrica, he señalado que, en realidad, lo que de verdad nos importa, son los impactos del cambio climático tanto sobre nosotros directamente como, indirectamente, sobre la habitabilidad de la casa común. Estos impactos, en todo caso, deberán ser sopesados frente a las ventajas que nos aporta, por distintas vías, y a día de hoy, la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero, lo que puede hacerse, como veremos, de distintas formas. Además, el límite que decidamos debe ser consistente con el Artículo 2 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC, UNFCCC por sus siglas en inglés[15]?):

“El objetivo último de la presente Convención y de todo instrumento jurídico conexo que adopte la Conferencia de las Partes, es lograr, de conformidad con las disposiciones pertinentes de la Convención, la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático. Ese nivel debería lograrse en un plazo suficiente para permitir que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible.” [énfasis añadido] (20)

Nos damos cuenta enseguida de que, llegados hasta aquí, el orden científico de las cosas se ha perdido, y han entrado directamente en juego los juicios de valor[16]. Dicho de otro modo: hemos abandonado las ciencias ‘duras’, físicas y matemáticas, y hemos entrado en el terreno de las ciencias sociales, en particular la economía y la política[17] y, sobretodo, la ética. Así: ¿qué nivel de impactos estamos dispuestos a soportar? Más todavía: impactos climáticos ¿para quién? ¿Son menos valiosos, por ejemplo, los impactos a las poblaciones de Bangla Desh o Bolivia, que de hecho ya los sufren intensamente, que los que nos afectan a nosotros, los llamados occidentales que, además, estamos en mejores condiciones de protegernos?

Impactos indeseables ¿para quién?

Más todavía: estos impactos, de severidad creciente ¿en qué momento los tomamos en consideración? ¿Son menos valiosos los impactos que afectarán a las generaciones todavía por nacer, aunque sean mucho más graves, que los que puedan sufrir las generaciones ya presentes? ¿Son menos valiosos los impactos que afectarán a las generaciones más jóvenes de la actualidad que los que afectarán a las más mayores? Sin duda alguna, las cuestiones de ética intergeneracional constituyen el núcleo duro del problema climático.

Ciertamente hemos entrado en el terreno filosófico porque qué cosa quiso decir la comunidad internacional por ‘interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático’ es algo que se puede debatir indefinidamente.

El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) intentó – sin éxito – evitar a toda costa la acusación de injerencia política que sufrió indebidamente, en los años 80, el Advisory Group on Greenhouse Gases (21). El AGGG fue un organismo antecesor del IPCC que fue despiadadamente desactivado con la creación del propio IPCC como intento de diversión ideado por George H.W. Bush. A Bush padre la jugada le salió mal, pero el IPCC se cuida mucho de incorporar juicio de valor alguno en sus informes, y desde luego ha evitado cualquier incursión sistemática en definir qué cosa es la interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático. Al hablar de los impactos, enterrado en un capítulo del Grupo II, en 2007 este organismo desoyó incluso una actualización que podía poner en cuestión la cifra de los +2 ºC (22) que, por entonces, había adquirido ya carta de naturaleza.

La Antártida Occidental se ha calentado mucho en los últimos 50 años (Foto: Eric Steig – NASA)

Pero la comunidad científica si entró en el debate, y acabó entendiendo la interferencia antropogénica peligrosa como la necesidad de establecimiento de un umbral a partir del cual el riesgo de perturbaciones extremas del sistema climático resultara inaceptable a todas luces. Notese que la adopción de este criterio rebaja, pero no elimina, el nivel de subjetividad. Por ejemplo, se han considerado como límites tanto la detención de la corriente oceánica termohalina[18] con sus previsibles impactos térmicos en el hemisferio norte (24), así como el derrumbe de la Antártida Occidental (25), cosa que provocaría un súbito incremento del nivel del mar de varios metros con tsumanis generalizados. Pero, de nuevo, dado que, hoy por hoy, no es posible determinar analíticamente qué condiciones precisas causarían el fenómeno y en qué momento ¿a qué nivel de probabilidad de ocurrencia del mismo otorgamos el calificativo de ‘inaceptable’? Lo será el fenómeno pero ¿con qué probabilidad?[19]

Por ahora tenemos los + 2 ºC. No es cualquier cosa una cifra considerada determinante para el futuro de la humanidad y de su hábitat que fue adoptada por parte de la Unión Europea primero, el G-8 después y, finalmente, por la Conferencia de Copenhague. De modo que es interesante saber de dónde surgió y cuál si existe fundamentación que la apoye.

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Próxima entrada: 3: Historia de una cifra – 3.1. La artificialidad de las versiones economicistas tipo Stern

Examinar referencias

Notas

[9] Gigatoneladas (109) de CO2 equivalente. Esta magnitud toma en consideración no sólo el CO2 sino también los demás gases de efecto invernadero antropogénicos tales como el metano, los óxidos de nitrógeno, el ozono, los CFC, etc. Cuando se emplea sólo el dióxido de carbono a efectos de establecer un límite, se entiende que los demás forzamientos positivos antropogénicos y el forzamiento negativo de los aerosoles de azufre se compensan mutuamente.
[10] Partes por millón, en volumen
[11] La mayoría, aunque no todos los impactos, son debidos al aumento de la temperatura. Además, también importa la velocidad del cambio y los gradientes espaciales del cambio, por lo general cuando interviene la desigual distribución de los aerosoles de azufre (11).
[12] También se producen impactos antes del calentamiento, en forma de acidificación de los mares debido a la mayor concentración de CO2 en la atmósfera
[13] Después vienen complicaciones adicionales, tales como la forma de repartir las reducciones (por países, per cápita, etc.) Y qué políticas se instrumentan en cada país para conseguir su objetivo concreto. Pero este no es el objeto de este texto (12). Por hoy nos bastará con determinar un objetivo global.
[14] Y mucho más respecto a la pluviometria regional, donde algunos autores señalan que debería hablarse, directamente, de ignorancia (17)
[15] United Nations Framework Convention on Climate Change
[16] Responsabilidad intergeneracional como elemento ético determinante
[17] La sociología es un híbrido que intenta explicar comportamientos al tiempo que investiga de qué forma promover comportamientos predeterminados. En este sentido, es equidistante de la solución y del diagnóstico.
[18] Motivo de la película El día de mañana, en la que los fenómenos que se presentan son correctos como impactos, pero no así su velocidad de ocurrencia (23)
[19] Estamos así en el terreno del riesgo, entendido (en términos económicos) como la intensidad del fenómeno multiplicado por su probabilidad de ocurrencia.

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Publicado en Divulgación, Impactos, Límites, Política, Sistema climático | Etiquetado 2 ºC, Calentamiento global, Impactos del cambio climático, Política del cambio climático, Sistema climático |

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