Cuando lea u oiga que “la comunidad científica advierte que para evitar una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático la temperatura media de la Tierra no debe subir más de 2 ºC” o, ahora, +1,5 ºC, atribúyalo a un cálculo comunicativo. De no ser así sólo puede ser ignorancia, a desidia, o a ingenuidad.
Un juego. Usted y otras nueve personas que no conoce ganan un viaje de un fin de semana a París. Una vez allí, les dicen que deberán costearse todos los gastos, también los de vuelta, a menos que sean capaces de encontrarse todos a las 12 del mediodía del domingo en un mismo lugar. Además, de conseguirlo, ganarán un millón de euros cada uno. ¿Usted adónde acudiría? Yo iría a la Torre Eiffel. Usted también, probablemente.
La Torre Eiffel es lo que, en teoría de juegos, se denomina un punto focal (1). Consiste en un referente común en ausencia de comunicación adecuada.
La comunidad internacional sancionó, en el Acuerdo de Copenhague de 2009, la cifra de 2 ºC de la temperatura de la Tierra como un valor máximo del incremento de la temperatura media (2). Es de creer que este objetivo que, según se decía en el texto, era consistente con la ‘visión científica’ y con el acuerdo de la Convención de Rio de Janeiro de 1992[1], iría a ofrecer una seguridad climática suficiente. Hoy (de hecho, ya en 2009, incluso mucho antes) esta cifra está siendo cuestionada con todo fundamento. ¿Entonces?
Si este valor límite resultara ser excesivo y encima, como algunos sugieren[2], imposible de respetar, deberíamos calificarlo de peligroso y, por tanto, combatirlo y proponer otro. Pero si conviniéramos que, frente a la dificultad manifiesta de promover la movilización colectiva por parte de quienes estamos alarmados en extremo por la severidad del problema climático, este guarismo resultara útil para la acción política, las reticencias que pueda razonablemente sugerirnos deberían ser objeto de relativización, siempre en la medida de que seamos capaces de prever, para el futuro, escenarios más acordes con la realidad.
Finalmente, si concluyéramos que, en cualquier escenario, resulta imposible evitar el rebasamiento de cualquier umbral de seguridad, no quedaría otra opción que desvelar la realidad para que, quienes tuvieran a bien estar de acuerdo con las consideraciones en las que nos basamos, obraran en el sentido de protegerse, ellos y sus semejantes, de las consecuencias de esa situación futura [ver: Ética del cambio climático – 1. El Problema de la Verdad Climática].
El establecimiento de un objetivo simple, si resulta ser posible, es algo intrínsecamente positivo. El motivo principal es de alto valor estratégico: constituir un punto de encuentro, punto focal, entre científicos ‘naturales’, científicos ‘sociales’ (por lo general economistas), la clase política (muchos de ellos economistas), y la comunidad empresarial de alto postín (economistas o dependientes de los economistas). Si esto ocurriera entre estas élites, la compra de este producto comunicativo por parte del público en general queda prácticamente garantizada. De esta forma se suministran a la población las condiciones supuestamente racionales que necesita para aceptar las eventuales dificultades originadas por las medidas necesarias para la consecución del objetivo, que serán oportunamente anunciadas.
Esto es muy importante, pues los problemas de índole medioambiental se han caracterizado, desde hace décadas, por continuas luchas intestinas entre estos actores, que a duras penas llegaban a superar la fase de la mismísima definición del problema (4). Los márgenes de incertidumbre científica[3] inherentes a toda predicción han complicado aún más el panorama.
Vean si no la interesante e ilustrativa transcripción de una reunión que tuvo lugar en la primavera de 2009 en Copenhague, antes de la conferencia política, entre un grupo de líderes científicos especialistas en cambio climático y el primer ministro de Dinamarca[4]. Habla Anders Fogh Rasmussen, tras escuchar las discusiones de sus eminencias climatológicas:
“Necesito su asistencia para empujar este proceso en la dirección correcta y, a este respecto, necesito objetivos fijos y cifras ciertas, y no demasiadas consideraciones sobre incertidumbre, riesgo y cosas de éstas.” [énfasis añadido] (5)
‘Keep it simple[5]’ es una máxima universal, que con razón exige el primer ministro[6] a la comunidad científica, en una muestra de la dificultad del diálogo entre ambas comunidades epistémicas. Pocos meses después Hans Joachim Schellnhuber, director del Potsdam Institute for Climate Change Research y líder de la climatología europea, declaró que los líderes del G-8 habían adoptado el límite de los 2 ºC ‘probablemente porque no saben lo que significa’. (7)
Un objetivo cuantitativo de tipo sistémico que favorezca al máximo la acción política para su consecución debería tener las siguientes características:
- Inferior al margen de estabilidad del sistema, con cierto margen de garantía
- Baja incertidumbre
- Fácil de medir
- Fácil de comunicar
Hoy por hoy, 2 ºC de incremento máximo y las 350 ppmv[7] de concentración máxima de CO2 son dos cifras y dos variables en dura competencia[8] para atraer la atención del mundo, para constituirse en puntos focales. ¿Cuál es su origen? ¿Dicen lo mismo? ¿Cuál es más realista, cuál más práctica?
Veremos aquí de dónde salieron estos guarismos, los motivos de su cuestionamiento y cuál debería ser, a la luz del reciente refinamiento de la ciencia climática, el incremento máximo tolerable de la temperatura media de la Tierra, en el sentido fuerte de que el hecho de rebasarlo resulta algo absolutamente intolerable y que deberíamos equiparar a una de las mayores catástrofes imaginables. Veremos también si tiene ventajas la adopción generalizada de este tótem comunicativo desde el punto de vista político y social, y hasta qué punto éstas superan – o no – los inconvenientes conocidos.
También nos preguntaremos si el parámetro de consideración desde el punto de vista de la acción política debería ser precisamente el incremento máximo de la temperatura media de la Tierra, cualquiera que fuera su valor, o si sería mejor, por ejemplo más práctico, algún otro, como la concentración atmosférica de gases de efecto invernadero.
Próxima entrada: 2: Dos grados más ¿respecto a qué? ¿Qué es lo realmente importante?
Examinar referencias
Notas
[1] Según el cual las naciones debían organizarse para estabilizar la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera a un nivel que evitara la interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático (2).
[2] La Agencia Internacional de la Energía, sin ir más lejos (3)
[3] Cuidado con la interpretación del término incertidumbre en el terreno científico. A diferencia del lenguaje popular, la incertidumbre científica no significa no saber, sino el margen de error respecto a un valor considerado el más probable.
[4] En la sala se encontraba también Lord Nicholas Stern, el del famoso informe, que en 2009 ya sabía desde hacía más de un año (2008) que se había quedado muy corto en su demasiado celebrado informe de 2007 (6).
[6] Ahora secretario general de la OTAN
[7] Concentración atmosférica de CO2, en partes por millón (en volumen).
[8] Christiana Figueres, la secretaria de Naciones Unidas para asuntos de cambio climático, acaba de rebajar este valor a 1,5 ºC (8). El texto sigue siendo válido, pues la cifra sigue siendo excesiva, y las razones que aduce la secretaria no son las del rigor científico y, me atrevo a conjeturar, tampoco las de la eficacia comunicativa.
Siguiendo los principios que formula:
* Inferior al margen de estabilidad del sistema, con cierto margen de garantía
* Baja incertidumbre
* Fácil de medir
* Fácil de comunicar
creo que a los criterios técnicos como +2º o 350ppm, deberían de añadirse equivalentes visibles y noticiables como deshielo de los polos, destrucción de la amazonia, retroceso de glaciares, incremento de costes por desastres climáticos, etc de forman que ejemplifiquen el proceso de reacción en cadena asociado al punto sin retorno.
Puede que la mejor manera sea transmitir la situación de peligro real, especialmente para los países emisores de gases invernadero.
Me gustaMe gusta
Si, creo que es importante levantar la alarma, mostrar los impactos ‘en casa’. Nos acusarán de hacer alarmismo, pero alarmismo es generar alarma sin fundamento. Por el contrario, tenemos todo el fundamento.
Me gustaMe gusta
De todas formas creo que el gran escollo para que los economistas acepten las consecuencias del cambio climático es que cualquier actuación seria en ese sentido conllevaría un decrecimiento económico y con ello, el fin del capitalismo. No se pueden reducir emisiones sin un descenso drástico del consumo energético.
Hay que desmontar la falsa elección de los negacionistas entre progreso y naturaleza. porque realmente debemos elegir entre decrecimiento y colapso, desmontar ordenadamente el modelo capitalista o lanzar la economía mundial a una recesión brutal sin límites conocidos.
Me gustaMe gusta
En realidad esto no es cierto. Los economistas que trabajan en cambio climático están bastante de acuerdo con que los costos de la mitigación sin muy inferiores que los costos de la no mitigación. Según modelos económicos llegar a los 2ºC significaría una reducción de no más del 1% del PBI y una reducción del crecimiento de menos del 0,03% (en EE.UU., obviamente). Esto sin tener en cuenta los daños producidos por el cambio climático; es decir, comparados con la situación en la que el cambio climático no existe.
http://www.legosalogos.com.ar/2010/11/cambio-climatico-mitigarlo-destruiria.html
Me gustaMe gusta
Supongo que te refieres a Nordhauses, Sterns y derivados. No estoy de acuerdo. Estos cálculos están hechos suponiendo tasas de descuento enormes (aunque ocultas en la inmensidad de los textos mientras van diciendo que no) y plagados de hipótesis altamente discutibles, pero presentadas como verdades económicas.
Para mayores detalles te ruego que sigas esta serie, uno de cuyos capítulos está dedicada a esto que planteas. Aunque no podré continuarla hasta el mes de octubre.
Un saludo.
Me gustaMe gusta
El artículo del que saco la información (http://www.edf.org/climate/cost-cutting-carbon-pennies-day) analizó modelos realizados por 5 grupos: Energy Information Agency (EIA), Research Triangle Institute (RTI), Harvard (modelo IGEM), Massachusetts Institute of Technology (MIT), y Pacific Northwest National Laboratories (PNNL). Y en el pdf del mismo no le dan mucha bola al discount rate pero encontré que es de 3%.
No estoy muy seguro que lo entienda bien pero, ¿una tasa de descuento alta no sesgaría los resultados hacia la conclusión opuesta (que la mitigación es muy cara)?
Yo no soy un economista y sé muy poco de economía pero me parece que el consenso entre quienes trabajan en el tema (http://policyintegrity.org/files/media/11.4.09_Economists_Survey_TWO_PAGER.pdf) es que los beneficios de mitigar el cambio climático son mucho más grandes que los riesgos y que no conllevaría «una recesión brutal sin límites conocidos.»
Me gustaMe gusta
En relación a los costes, el descuento los hace más asequibles, pues este artefacto económco permite valorar los bienes futuros como si valieran menos (para nosotros ahora). Habría que preguntar a nuestros descendientes qué piensan de ello, pero muchos no están y los que están son muy pocos en comparación. Aparte de no considerar cambios bruscos o catástrofes (que ya se van produciendo), estos modelos, al ser agregados, suponen, por ejemplo, que es preferible la muerte de un millón de bangladesís, cuyo precio es muy bajo (se le otorga el PIB per cápita del país en cuestión), al aumento de riqueza (en el límite) de una sola persona por valor equivalente (en unidades monetarias). Encima suponen el incremento de temperatura lineal y no exponencial. Se ha demostrado que, a plazos tan largos, cosa tan subjetiva como la tasa de descuento influye tan poderosamente en el resultado que llega a convertir en irrelevante el margen de incertidumbre de los cálculos climáticos asociados.
Por último, si no se incluye la restricción basada en la denominada ponderación de Nagishi, los modelos indican que el funcionamiento óptimo se produce mediante una redistribución de riqueza. Pero esta ponderación, equivalente a la regla de Pareto, impide toda redistribución de riqueza entre países, y entonces los modelos señalan, claro, que hay que mantener la desigualdad. Esto está oculto y nunca se dice: los políticos y mucha gente (tal vez tu mismo, como yo hasta anteayer, digamos) cree que son análisis objetivos, carentes de ideología, ‘neutros’.
Los análisis coste-beneficio ya son muy criticables metodológicamente cuando se emplean en entornos limitados geográficamente y en un intervalo temporal limitado, aunque tienen una utilidad indudable no tanto por el resultado como por el método. Pero cuando se extienden a todo el mundo y a las generaciones futuras no son otra cosa que ejercicios de distracción. En resumen: ni qualitativa ni quantitativamente sirven para nada salvo para confundir.
Esto es un burdo resumen de cómo funcionan estos modelos integrados econoclimáticos, pero lo contaré con mayor detalle en la entrada correspondiente.
Un saludo y gracias por participar.
Me gustaMe gusta