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Archive for the ‘Reticencia’ Category

Carlos de Castro
Profesor Titular de Física Aplicada. Universidad de Valladolid

Ciertamente creo que se han hecho progresos para acercar la modelización del clima a la realidad conforme han ido pasando los informes del IPCC. De alguna manera hay un reconocimiento indirecto en el AR6 de la separación aún existente cuando dice ya no basarse solo en los modelos climáticos para su discusión y conclusiones.

Comencemos por ver una gráfica de largo recorrido:

En ella se representa la relación entre el nivel de concentración de CO2 en la atmósfera y la temperatura global relativa a la que se toma como “preindustrial”. De esta gráfica surgen varias observaciones importantes: 1ª la relación entre nivel de CO2 y temperatura no es lineal (ojo que la escala de CO2 no es lineal). Tenemos medidas indirectas aproximadas de la temperatura y más directas del nivel de CO2 del pasado. Las medidas del comienzo del Eoceno son poco fiables dada su antigüedad y así lo denota su rectángulo de error. Además, a mí me parecen que exageran la temperatura alcanzada (entre 10 y 18ºC más que ahora) por el sesgo teórico que tengo, ya que supondrían muy poco control gaiano, lo que sería una espina en mi teoría Gaia. En cualquier caso, vuelvo a copiar la gráfica y pongo a mano una curva roja que pasa bien por los centros de los puntos del pasado y una curva negra que pasa bien por los puntos del pasado más cercano y mal por el Eoceno:

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Carlos de Castro
Profesor Titular de Física Aplicada. Universidad de Valladolid

El último informe del IPCC sobre cambio climático ya está listo para que los políticos hagan sus correcciones a la ciencia física. El informe del WGI (grupo de trabajo I) se llama AR6 Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Un informe de miles de páginas en su versión pdf. A partir de aquí lo llamaré simplemente AR6.

En los siguientes tres capítulos van algunos comentarios, críticas y reflexiones inspirados en sus gráficas.

En este primer capítulo vamos a ver porqué, una vez más, las “storylines” (historia, trama, narrativa o línea argumental en que se basan los escenarios a desarrollar, a partir de aquí traduzco por “narrativa”) y los escenarios que maneja el IPCC para construir los modelos son increíbles o irrealistas en cuanto a las emisiones futuras y del pasado reciente de gases de efecto invernadero.

Fíjese en la siguiente gráfica que copio:

Vemos 5 escenarios “ilustrativos” llamados SSP y las emisiones de CO2 que se esperan de ellos que afectan el clima entre el “presente” del año 2015 y el 2100. Los escenarios son elaborados por el WGIII y modelizan los sistemas económico, energético y de suelos futuros bajo distintas narrativas que autodenominan “plausibles”. Los colores granates-rojos indican los escenarios de peores consecuencias climáticas y los azules son los “buenos” o menos malos.

Los escenarios SSP1-1.9 (probabilidad mayor del 50% de tener menos de 1.5ºC de aumento de temperatura en 2100) y SSP2.2.6 (probabilidad mayor del 50% de tener menos de 2ºC en 2100), asumen absorción neta de CO2 a partir de 2050 y 2075 respectivamente. Ambos y el SSP2-4.5, asumen estancamiento de las emisiones de CO2 entre 2015 y 2020, cosa que no ha ocurrido ni gracias a la crisis provocada por la pandemia del Covid-19 (hasta ahora, históricamente solo las grandes crisis económicas mundiales han sido capaces de reducir de un año al siguiente las emisiones).

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“On a planet 4C hotter, all we can prepare for is extinction.” – Oliver Tickell(667)

Informe de 2012 financiado y asumido por el Banco Mundial

También James Hansen – como tantos otros – se ha unido a quienes aventuran la superación de los 1,5 ºC en la década de los 2030s como muy tarde(668), en coherencia con su anuncio reciente de una aceleración en curso del aumento de la temperatura(669) que otros avalan.

Por otra parte, que la superación de los +2 ºC es “virtualmente cierta” lo sabemos ya desde hace por lo menos una década(670). ‘It’s over’(671) (se acabó), decían, incluso cuando se creía todavía que 2 ºC eran soportables(672). El prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT) apuntaba en 2015 que, si la sensibilidad climática estuviera en la zona superior del margen 2-4,5 ºC, los +2 ºC se alcanzarían en 2030-2035, y que si fuera menor se superarían en todo caso poco después de mitad de siglo(673). El Global Energy Tracker elaborado por las universidades australianas de Queensland y Griffith apunta también a la década de 2030(674). Manola Brunet, presidenta de la Comisión de Climatología de la Organización Meteorológica Mundial, afirmaba hace pocos meses que los +2 ºC pueden tranquilamente alcanzarse en 2035-2040(675).

A la misma conclusión llegaba implícitamente un informe de la consultora Price Waterhouse Cooper en 2012, al concluir que eran necesarias mejoras en la “intensidad de carbono” del PIB superiores al 5% anual durante 40 años a partir de 2013(676), contando naturalmente con que el crecimiento económico en términos de PIB debía proseguir. Y de hecho llega a la misma conclusión todo informe que exija acciones termodinámicamente imposibles de este cariz mágico – como a menudo ocurre en los del propio IPCC – por mucho que las vistan de retórica posibilista tipo challenging, unprecedented, etc.

Poner premisas o condiciones imposibles para ofrecer resultados digestibles a la clientela es una forma de moderación inmoderada, pero siempre que los autores sean bien explícitos en cuanto a la inverosimilitud de los escenarios que se plantean, lo que rara vez es el caso.

¿Qué ocurre a partir de entonces? (más…)

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Índice tentativo de la serie

“There’s no scenario that stops sea level rise in this century. We’ve got to deal with this indefinitely.” – Michael Oppenheimer, 2019

El aumento del nivel del mar es una de las consecuencias del calentamiento global menos valoradas, principalmente porque, a diferencia del incremento de temperatura es, en esta primera fase, poco perceptible por los sentidos. Además es una consecuencia de este último y responde mucho más lentamente. Pero su importancia se visibiliza algo más cuando tenemos en cuenta que una estimación simple apunta a que un aumento de 10 cm pone en riesgo costero una cantidad de personas en número de 20 millones(432).

El aumento del nivel del mar se produce por la fusión de los grandes casquetes de hielo (Groenlandia y la Antártida), de los glaciares, de la extracción de aguas freáticas y en buena medida también por la dilatación térmica de los océanos al aumentar su temperatura. Nótese que el nivel del mar es como el termómetro de mercurio en relación a la temperatura media de la Tierra: cuanto mayor la temperatura, mayor la fusión de los distintos hielos del planeta (Groenlandia, Antártida, glaciares terrestres) y mayor la expansión volumétrica de los océanos(433); cuanto menor, más nieve, más hielo, que naturalmente se resta del nivel del mar.

El gráfico del encabezamiento, elaborado por David Archer, prestigioso glaciólogo de la Universidad de Chicago, lo muestra con claridad. También muestra que, al duplicarse la concentración atmosférica de CO2 y alcanzarse +3 ºC (como mínimo), cosa que ocurrió en el Plioceno hace tres millones años y es previsible que se alcance dentro de este siglo, el nivel del mar correspondiente era 50 m superior al actual. Claro que el proceso de fusión de los hielos es mucho más lento que el del incremento de temperatura y este nivel extraordinario, al que el planeta estaría condenado, se produciría a lo largo de siglos y quizás algún milenio, según fuera evolucionando a su vez la temperatura, y en todo caso a distintos ritmos, en general poco predictibles.

Extrema moderación hidrológica del IPCC

En relación a la moderación exhibida por el IPCC con respecto a esta crítica cuestión es muy interesante examinar la evolución de las predicciones acerca del incremento del nivel del mar para 2100. A principios de los 80 la Agencia de Protección Medioambiental estadunidense (EPA) aventuró valores entre 144 y 200 cm, si bien consideraba que 3,5 m no podían descartarse(434). Este estudio previo no está considerado en el gráfico, que se limita a los distintos informes del IPCC, comenzando en 1990.

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Índice tentativo de la serie

La concentración atmosférica máxima tolerable de CO2 es un parámetro que ha sufrido también los efectos de la moderación. La concentración atmosférica máxima tolerable será aquella que evite el rebasamiento de un incremento máximo de la temperatura media de la Tierra que sea considerada intolerable en sus impactos y consecuencias, normalmente con una probabilidad likely (66%).

Recordemos siempre que lo que realmente cuenta a efectos de forzamiento climático es la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera en cada momento. No las emisiones, en el sentido de que una disminución de las mismas, si no fuera absolutamente drástica, seguiría haciendo aumentar esa concentración. La bien estudiada limitación perceptiva que consiste en confundir flujos con acumulaciones (264) está detrás de esta frecuente confusión de quien no está prevenido frente a ella.

Para los economistas ortodoxos es correcto un mundo a +3ºC con riesgo de 4,5 o más

En todo caso el incremento máximo de temperatura es, en último término, una elección que no corresponde a la comunidad científica. Sin embargo, a la vista de lo que en cada momento ésta pueda considerar un daño excesivo, no ha dejado de sugerir, siquiera implícitamente, valores máximos que supongan un umbral previo a lo considerado intolerable. (más…)

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“Out-of-the-box thinking is vital … Climate change is now reaching the end-game … it is all the more important to listen to non-mainstream voices who do understand the issues and are less hesitant to cry wolf. Unfortunately for us, the wolf may already be in the house.” [1]– Hans Joachim Schellnhüber (217)

Índice tentativo de la serie

“Afirmaciones extraordinarias requieren evidencia extraordinaria”, decía Carl Sagan, esposo de Lynn Margulis. En eso estamos. La elaboración de los textos que siguen en forma de entradas de blog me ha llevado mucho más esfuerzo del esperado – incluso cuando creía estar ya suficientemente informado. Bueno, esto ocurre siempre. Pero he decidido un título cuyo desarrollo requiere de un rigor extremo.

Algo a evitar militantemente en casos como este es el efecto conocido como “cherry-picking”, llamado así (recolectar cerezas) porque consiste en elegir solamente como apoyo los textos y papers que van en favor de un argumento cuya conclusión, normalmente, quien escribe conoce ya de antemano salvo que por el camino se vea obligado a desdecirse. En todo caso la preocupación ha sido decreciente en la medida de que son tantos los ejemplos de subestimación, y sobre tantas variables, que sólo con mala fe puede hablarse ya de selección intencionada. Si es usted un iniciado y encuentra algo demasiado forzado le ruego que lo considere involuntario. Si además me lo hace saber y encuentro razonada su objeción lo corregiré y avisaré de ello.

Siempre a peor

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“This analysis is nuts!”[1] – Steve Keen, economista post-keynesiano (119)

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Vimos en la entrada anterior algunas características generales del IPCC que llevan a la moderación de sus resultados, moderación que se acumula a distintos efectos psicológicos y sociológicos a lo largo del proceso de avance de la ciencia descritos anteriormente. Hoy ponemos el foco en la intervención de la economía en su contacto con las ciencias del clima, que en este organismo tiene lugar parcialmente en el Grupo de Trabajo II y totalmente en el III.

Es de rigor comenzar constatando en el Grupo de Trabajo III (en adelante WG III) una preocupación y una consideración de las cuestiones éticas y de justicia muy pobre en informes anteriores. Dedica a estas cuestiones un capítulo completo (120), junto a una discusión franca del alcance y las limitaciones de la economía (121) en relación al problema en cuestión que resulta de gran interés, aun constatando que en el resto del informe se hace caso bastante omiso de estas consideraciones de fondo. Una explicación a este dualismo sería la necesidad reglamentaria de basarse en la literatura académica estándar, que en la economía mainstream obvia sistemáticamente entrar en conflicto con los fundamentos, desde luego los éticos.

Pero que el Grupo de Trabajo III dedique el informe a Elinor Ostrom a toda página xiii (122), único premio Nobel de Economía concedido a un(a) no economista es en todo caso una buena señal. Su trabajo (123) en relación a la auto-organización colectiva, no necesariamente gubernamental, como respuesta al vector neoliberal de la tragedia de los comunes (124) – como algunas veces se califica al problema climático desde posiciones conservadoras (125) – es realmente notable  (126) y podría ser un atisbo del inicio de alguna transición en este WG III.

Economistas de movimiento perpetuo y siempre moderado

Es muy interesante atender también aquí a la membresía y autoría del WGIII, como hicieron investigadores del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de Bellaterra (Barcelona) y publicaron en Nature Climate Change. Observaron que en este grupo de trabajo el dominio de economistas y unos cuantos ingenieros es prácticamente total, y que de los 35 coordinadores de los distintos capítulos sólo tres procedían de ciencias sociales que no fueran económicas, mientras que la importancia de esta ausencia es bien sentida (127).  Además, la institución para la que esa mayoría de economistas más había trabajado en algún momento de su carrera era el Banco Mundial (128), lo que desde luego comporta un sesgo condicionante en términos de status quo. El 49% son economistas neoclásicos o ingenieros, y sólo el 15% fueron formados como científicos sociales distintos a los economistas mainstream[2]. (más…)

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Veamos ahora distintas formas de abordar, desde la ciencia, la interfase ciencia-política. Lo haremos de la mano de Jeroen P. van der Sluijs, del departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto Copérnico de Utrecht. El holandés distingue a este respecto tres modos: modo tecnocrático, modo de consenso y modo deliberativo[1], que define en función del grado de certeza alcanzado. Examinemos de momento los dos primeros.

Modo tecnocrático

En el modo tecnocrático, la incertidumbre científica es vista como una limitación temporal del conocimiento. Su reducción se resolvería con más investigación, pues el objetivo último desiderativo es su total eliminación (76). Este es el modo que corresponde a la ciencia en su sentido ilustrado, moderno.

La limitación de esta aproximación sucesiva a resultados de especial interés reside en que no todas las incertidumbres pueden ser siempre expresadas cuantitativamente de manera formal a través de cálculos y secuencia lógica. A veces no es posible reducir la incertidumbre (a tiempo, o suficientemente) por mucho empeño que se ponga en ello, por ejemplo frente a las incertidumbres denominadas irreducibles – inherentes de hecho a todo sistema no lineal (77). Encima, un mayor conocimiento puede, en ocasiones, hacer aumentar la incertidumbre, pues cualquier mecanismo adicional hasta entonces omitido puede aportar  la suya propia, que interacciona con las anteriormente establecidas, afectando así al conjunto (78). Finalmente, distintas reacciones posibles de la sociedad frente a determinados escenarios sociales constituyen una incertidumbre inherente (79). La resistencia al descubrimiento y otras expresiones de la reticencia científica hasta aquí descritos tienen lugar en este modo tecnocrático (que Sluijs denomina tambén lineal).

Modo de consenso

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Índice tentativo

Proseguimos con la descripción de nuevos efectos acumulativos que conducen de modo sistemático a la moderación de la descripción científica de la realidad cuando esta pretende dar cuenta de realidades socialmente preocupantes. Vistos los efectos que operan a nivel individual, comenzamos hoy con algunos de los sesgos que pueden aparecer en el transcurso del trabajo científico en grupo.

Dinámica del trabajo científico en grupo

Los efectos hasta aquí señalados operan principalmente a nivel individual. No obstante, hoy en día, y desde luego en las cuestiones controvertidas, los científicos (naturales) raramente trabajan en soledad. Veamos a continuación tres situaciones de trabajo en grupo: 1) la redacción de un paper entre varios autores; 2) la realización de informes por encargo;  3) integración de información experta; y 4) a participación en organismos institucionales donde el consenso es exigido. [esta última circunstancia, especialmente influyente, será objeto de las próximas dos entradas de blog]

Papers con muchos autores

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Examinamos hoy dos nuevos vectores de presión que aquejan a los científicos en su camino hacia la moderación.

Temor a las consecuencias personales: el “efecto John Mercer”

Perfil de la Antártida. John Mercer describió así su débil configuración em los años 60 (Wiki)

[Efecto 5] Siguiendo en el terreno climatológico ha sido también descrito el ‘efecto Mercer’. John Mercer, un glaciólogo expedicionario de la Ohio State University, advirtió en los años 60 que la singular configuración del hielo de la Antártida Occidental lo convertía en inherentemente inestable, hasta el punto de poder provocar aumentos del nivel del mar de entre 4 y 6 m (33). Diez años más tarde publicó un trabajo atribuyendo esa posibilidad a la quema de combustibles fósiles (34).

¡Anatema! Esta osadía para la época no solo le costó a Mercer la financiación para seguir investigando, además de tener que lidiar con la frialdad de sus colegas. Cuenta James Hansen, el que fuera durante más de 30 años director de climatología de la NASA, que quienes en su día consideraron alarmista ese hallazgo resultaron ser mejor considerados por  sus compañeros. Hansen, que ha teorizado sobre esta “reticencia” científica, recuerda cómo los colegas que criticaron las conclusiones de Mercer, calificándolas de alarmistas, eran más celebrados por su entorno. Eran vistos como más razonables, más confiables (35). Se les tenía por más competentes y, en consecuencia, eran recompensados con más fondos para sus investigaciones.

Ocurre que a día de hoy, casi cincuenta años después, sabemos ya con gran certeza que las predicciones de Mercer se han demostrado certeras, aunque no fue hasta 2016 que se anunció que “la Antártida es más vulnerable al dióxido de carbono que lo que se creía hasta ahora” (36). Lo es tanto que la fusión de la Antártida Occidental (37) se considera ya virtualmente irreversible (y también la de Groenlandia en la medida de que superen los +1,6ºC (38), pues esta es también “más vulnerable de lo que se creía (39)) debido precisamente a los mecanismos que este glaciólogo identificó en sus expediciones de los años 60.

El propio Hansen sabe bien de lo que habla, pues sufrió este efecto en sus propias carnes. (más…)

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Índice tentativo

“You are not mature enough to tell it like it is.”Greta Thunberg. COP24 Katowice, 04/12/2018

Con respecto a la Fase I objeto de este texto descrita en la entrada anterior, examinemos ahora los fenómenos sucesivos que entran en juego y que permiten concluir que la descripción científica de la realidad es, por lo menos durante un cierto tiempo – que puede resultar decisivo – menos problemática socialmente de lo que lo es en realidad.

Los valores de la ciencia son por si mismos conservadores

Es precisamente a lo largo del proceso de avance donde resulta sorprendente advertir que, en lo profesional, el científico adopta, de forma intrínseca, un comportamiento extremadamente conservador. Veremos que al ejercer esta actitud en algunas de sus funciones se pueden producir distintos sesgos que, al cabo, resultarán ser acumulativos.

Este comportamiento es el resultado de una presión originada por una multiplicidad de factores. Unos son inherentes al propio método[1], prestados de él, como el necesario escepticismo militante. Otros aplican individualmente a cada científico, bien íntimamente, bien en su faceta de grupo. Otros, finalmente, condicionan los resultados del trabajo de grupo, singularmente en el establecimiento y emisión de consensos a la hora de integrar las incertidumbres, conjugar los marcos de referencia y salvar, cuando es posible, las barreras epistemológicas presentes en los distintos trabajos y disciplinas.

Todo esto no es nuevo, pero la preocupación por ello si es relativamente reciente estimulada por la constatación de la creciente distancia entre las predicciones, por ejemplo climáticas o de disponibilidad energética, y su contraste con la realidad cuando ésta se realiza, así como de la constante deriva, siempre a peor de los sucesivos trabajos e informes, por ejemplo del IPCC o de la Agencia Internacional de la Energía.

[Efecto 1] Ello ha dado lugar a que eminentes científicos senior e historiadores de la ciencia como Keynyn Brysse, Naomi Oreskes, Jessica O’Reilly y Michael Oppenheimer[2] se hayan sumergido en la filosofía de la ciencia y describieran, en un importante trabajo académico de referencia de finales de 2013 titulado «Climate change prediction: Erring on the side of least drama?» cómo estos efectos son debidos precisamente a los propios valores inherentes a la ciencia, de los que los científicos son valedores, defensores y portadores. Así, (más…)

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