“This analysis is nuts!”[1] – Steve Keen, economista post-keynesiano (119)
Índice tentativo de la serie
Vimos en la entrada anterior algunas características generales del IPCC que llevan a la moderación de sus resultados, moderación que se acumula a distintos efectos psicológicos y sociológicos a lo largo del proceso de avance de la ciencia descritos anteriormente. Hoy ponemos el foco en la intervención de la economía en su contacto con las ciencias del clima, que en este organismo tiene lugar parcialmente en el Grupo de Trabajo II y totalmente en el III.
Es de rigor comenzar constatando en el Grupo de Trabajo III (en adelante WG III) una preocupación y una consideración de las cuestiones éticas y de justicia muy pobre en informes anteriores. Dedica a estas cuestiones un capítulo completo (120), junto a una discusión franca del alcance y las limitaciones de la economía (121) en relación al problema en cuestión que resulta de gran interés, aun constatando que en el resto del informe se hace caso bastante omiso de estas consideraciones de fondo. Una explicación a este dualismo sería la necesidad reglamentaria de basarse en la literatura académica estándar, que en la economía mainstream obvia sistemáticamente entrar en conflicto con los fundamentos, desde luego los éticos.
Pero que el Grupo de Trabajo III dedique el informe a Elinor Ostrom a toda página xiii (122), único premio Nobel de Economía concedido a un(a) no economista es en todo caso una buena señal. Su trabajo (123) en relación a la auto-organización colectiva, no necesariamente gubernamental, como respuesta al vector neoliberal de la tragedia de los comunes (124) – como algunas veces se califica al problema climático desde posiciones conservadoras (125) – es realmente notable (126) y podría ser un atisbo del inicio de alguna transición en este WG III.
Economistas de movimiento perpetuo y siempre moderado
Es muy interesante atender también aquí a la membresía y autoría del WGIII, como hicieron investigadores del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de Bellaterra (Barcelona) y publicaron en Nature Climate Change. Observaron que en este grupo de trabajo el dominio de economistas y unos cuantos ingenieros es prácticamente total, y que de los 35 coordinadores de los distintos capítulos sólo tres procedían de ciencias sociales que no fueran económicas, mientras que la importancia de esta ausencia es bien sentida (127). Además, la institución para la que esa mayoría de economistas más había trabajado en algún momento de su carrera era el Banco Mundial (128), lo que desde luego comporta un sesgo condicionante en términos de status quo. El 49% son economistas neoclásicos o ingenieros, y sólo el 15% fueron formados como científicos sociales distintos a los economistas mainstream[2]. (más…)
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