Texto revisado correspondiente a la conferencia pronunciada en el marco de la «Tertúlia Borralleras» (Ateneu Barcelonès, 15/11/2012)
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El texto se refiere al negacionismo internacional en general y se particulariza al que se expresa en catalán o en medios catalanes.
Anatomía del proceso de aguado de la realidad

Estapas y efectos que llevan a la dilución del problema y a una respuesta inexistente, insuficiente o inadecuada
La distancia entre la realidad física y la percepción social del cambio climático es enorme. Desde esa realidad, nunca del todo conocida cabalmente, hasta la opinión pública, se interpone un conjunto de efectos de amortiguación de tipo científico, institucional y psicológico, que conducen a una conciencia colectiva del fenómeno mucho menos preocupante de lo que correspondería al conocimiento cabal de la realidad original, y a una acción política inexistente, insuficiente o inadecuada. No obstante, la severidad científicamente conocida del problema es ya suficiente como para provocar el encendido de todas las alarmas y poner del todo en cuestión valores, modelos sociales y comportamientos individuales que supondrían, no sólo una amenaza cierta para los intereses de las élites dominantes, sino también una importante angustia de incertidumbre y de responsabilidad para todos nosotros.
El negacionismo climático organizado nace de las élites económicas como una respuesta que entienden necesaria para evitar o amortiguar este cuestionamiento sistémico, y se apoya en los mecanismos de evitación de angustia por parte de los receptores, que ha aprendido a aprovechar en su favor.
En este texto examinaremos únicamente la intervención del negacionismo organizado en este proceso, su estructura y financiación, y su influencia. Hay que ser conscientes, sin embargo, de que este poderoso contramovimiento interfiere sólo en una parte, si bien determinante, del flujo de transmisión del conocimiento público de la realidad física.
Negacionismo climático: definición
A falta de una definición académica del negacionismo climático – a pesar de que publicaciones científicas importantes como Nature y otras emplean el término denialism sin complejos (1) – ofrezco una de cosecha propia:
«El negacionismo climático consiste en un escepticismo fingido o irracional con respecto a los resultados de la investigación en el terreno climático, expresados estos últimos de forma rigurosa mediante el método científico y el proceso de avance de la ciencia, y que responden a una realidad objetivamente verificable. Su objetivo es evitar, o al menos retrasar, la puesta en marcha de acciones correctivas por la vía de crear dudas infundadas en el conjunto de la opinión pública. «
En ciencia, el escepticismo es un concepto central y necesario, y forma parte inherente del proceso de avance del conocimiento científico. De forma general, este escepticismo, y el debate que conlleva, se expresa en el marco de la Academia, en particular mediante la publicación de los trabajos de investigación en revistas científicas homologadas, revisadas por iguales, cuyos resultados pueden ser replicados o bien desmentidos.
En cambio, el negacionismo climático raramente hace uso de estos procesos científicos homologados – a menudo porque los trabajos que propone contienen errores evidentes, es decir, no superan los filtros previos (no aprueban, diríamos) – y, en caso que alguno de ellos logre superarlos, son desmentidos a no mucho tardar.
Legitimación aparente del discurso negacionista
No obstante, el negacionismo climático necesita de científicos con título de doctor para legitimar y presentar una apariencia de credibilidad pública a sus argumentos fabricados.
En estas circunstancias, los escritos de esta gente se expresan sobre todo en libros – que no están sometidos a revisión – y en el marco de una gran cantidad de think-tanks (institutos de generación de opinión) conservadores – tanto los tradicionales como muchos otros creados al efecto. Un estudio demostró que el 92% de los libros negacionistas climáticos en lengua inglesa han sido editados por estos think-tanks (2). Por otra parte, su actividad en Internet es muy intensa: los blogs negacionistas superan con creces, en número y en actividad, a los blogs que tratan el asunto con rigor.
Finalmente, también la prensa diaria se hace eco de los postulados negacionistas de forma ocasional, en una aplicación inadecuada del concepto de equilibrio informativo (3) – como si la evidencia científica fuera algo susceptible de ser sometido al veredicto de la opinión pública, y los resultados no hubieran sido mucho más contrastados que cualquier información periodística estándar.
El cuerpo de conocimiento científico en cambio climático se sustancia en un organismo, denominado IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), que fue creado en 1988 a iniciativa de George HW Bush con el apoyo de la mayor parte de la comunidad científica. De esta manera, el presidente norteamericano intentaba desactivar el discurso alarmante (que no alarmista) que los climatólogos llevaban emitiendo durante por lo menos una década y que, a su juicio, había llegado demasiado lejos. Tan lejos como para proponer, en 1988, objetivos de reducción de emisiones del 20% con la vista puesta en 2005 (4).
Así, además de integrar a toda la comunidad científica del clima (miles de personas) y toda la producción científica dispersa realizada durante el periodo (el IPCC no realiza actividades propias de investigación), este organismo emite, junto a cada uno de los informes periódicos – que emite cada cinco años aproximadamente – un resumen para legisladores.
Las normas del IPCC exigen que el texto de este resumen sea aprobado por la unanimidad de todos los gobiernos del mundo, y que a la vez no sea objetado por ningún científico líder. Las inmensas presiones sobre la retórica que se producen en cada ocasión hacen que este resumen, único documento que es leído fuera de la comunidad especialista emisora del informe completo, resulte sensiblemente aguado respecto a la percepción que los científicos naturales tienen del problema.
Qué nos dice la evidencia científica
La confluencia de decenas de miles de trabajos de investigación nos lleva a poder efectuar las siguientes afirmaciones sin riesgo de equivocarnos:
- El planeta se está calentando y este hecho es debido a la emisión de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono, el metano, el óxido de nitrógeno, el ozono troposférico y los propelentes en forma de CFC y HFC. Los aerosoles también contribuyen, aunque su efecto es contradictorio.
De hecho, el CO2 ha sido siempre el regulador principal del clima del planeta a lo largo de toda su historia geológica (5).
Las civilizaciones, tal como las conocemos, han sido posibles gracias a un período de estabilidad climática desconocido en la historia geológica de la Tierra a la temperatura preindustrial (<1750). Esta estabilidad permitió la predictibilidad de las cosechas y la estabilidad del nivel del mar, y con ella la sedentarización. Antes de hace unos 10.000 años, y hasta hace unos 800.000, la temperatura oscilaba entre más o menos la actual y las edades de hielo, períodos en los que era unos tres-cinco grados inferior a la actual. Durante estos últimos períodos, enormes placas de hielo de un espesor de hasta 4 kilómetros cubrían buena parte del hemisferio norte, y el nivel del mar era hasta 100 m inferior al actual (6). La vida en la Tierra, tal hoy como la conocemos, está adaptada a la temperatura estable preindustrial (7).
- El planeta se ha calentado poco menos de 1 °C desde la era preindustrial, con una aceleración de alrededor de 0,6 °C en las tres últimas décadas (8). Si no fuera por el efecto de apantallamiento solar producido por los aerosoles de azufre emitidos por las centrales generadoras de electricidad a base de carbón sin protección, se estima que el incremento de temperatura sería sensiblemente más elevado, hasta ~2 °C adicionales (9). Las previsiones apuntan a un aumento del ritmo de aumento, es decir, a incrementos progresivamente superiores a ~0,2 °C/década, como corresponde a un comportamiento sistémico exponencial.
- Este incremento de la temperatura se manifiesta, desde el punto de vista físico, en un aumento de la intensidad, frecuencia y persistencia de diferentes fenómenos meteorológicos extremos. Así, los diferentes estados normales del tiempo: cálido, seco, frío y lluvioso se convierten, al estancarse e intensificarse, en olas de calor, sequías, olas de frío y tormentas torrenciales con inundaciones. Estos extremos llevan a otros: incendios forestales e impactos en la disponibilidad de agua potable, en la seguridad alimentaria y en la economía en general. El incremento de estos fenómenos en intensidad, frecuencia y persistencia en los últimos años está bien documentado por el IPCC, y es consistente con las predicciones (10).
- Otra consecuencia del incremento de la temperatura media global es la fusión de las masas de hielo del planeta, en particular Groenlandia y la Antártida. Actualmente, estas dos inmensas masas de hielo están perdiendo masa a razón de aproximadamente un kilómetro cúbico de agua al día (11). Esto está provocando un incremento del nivel del mar muy superior a las predicciones del IPCC (12), pero resulta todavía poco perceptible a los sentidos. Los últimos estudios apuntan a un incremento del nivel del mar de entre 1 y 2 metros para el año 2100, y creciendo (13), aunque algunos consideran posibles hasta 5 m debido a la dinámica no lineal de las grandes masas de hielo y la intensidad del forzamiento (14). Es muy probable que el incremento del nivel del mar no tenga ya freno posible, y es posible que la cantidad y velocidad de crecimiento de las emisiones de los últimos 30 años haya iniciado un proceso que conduzca, dentro de algunos siglos o milenios, a un nivel del mar unos 75 m superior a la actual, correspondiente a un planeta sin hielo (15). Así sucedió hace 55 millones de años, momento en que tuvo lugar una extinción masiva de especies y un clima tropical en los polos (16).

Relación entre el nivel del mar y la temperatura a escala geológica, que muestra la moderación del IPCC en este punto (Fuente: David Archer, ref. 121)
- Debido a la inercia térmica de los océanos y de las grandes masas de hielo, la respuesta en temperatura no se produce de forma inmediata a la aparición del forzamiento climático. El sistema responde con un retraso de entre 10 y 50 años (17). Esto significa que la temperatura actual podría ser la que corresponde a la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera de hace 50 años. Se ha demostrado que, si la concentración se mantuviera constante a los niveles de 2005, la temperatura aumentaría unos 0,6 °C más (18), siempre y cuando la concentración de aerosoles de azufre en la atmósfera fuera también la misma.
- No es responsable considerar, como se promueve desde los entornos políticos y mediáticos internacionales, que un incremento de hasta 2 °C sea suficientemente seguro (19). Este hecho cambiaría de forma radical el aspecto del planeta a largo plazo, así como sus condiciones de vida. Por ejemplo, esta temperatura corresponde a un nivel del mar, en condiciones de estabilidad, de unos 25-35 metros superior al actual (20).
- Si no se toman las medidas correctoras necesarias, voces muy autorizadas señalan que, en la década de 2060, la temperatura media de la Tierra habrá aumentado ya unos 4 °C (21,22,23,24) – ver figura adjunta y salvedades aquí.
- La dinámica del sistema climático es tal que, una vez superado determinado umbral, los efectos de amplificación promueven una aceleración del fenómeno de forma que es la propia Tierra la que comienza a emitir CO2 y metano hasta que, eventualmente, alcanza un nuevo estado estable. Este nuevo estado podría corresponder a un planeta sin hielo, unos 6-10 °C más cálido que el actual (15). Se ha mencionado también el Síndrome de Venus, según el cual el planeta quedaría destruido por completo, sin apenas vida, tras haber hervido los océanos (25). Este umbral se ha estimado en 1,3 °C (26).
- Si bien es teóricamente posible atenuar o detener el cambio climático en curso, el que hayamos producido ya es virtualmente irreversible (27) hasta por lo menos decenas de miles de años después de haber detenido todas las emisiones (28).
- Para intentar evitar la superación de este umbral, es imprescindible que las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyan a razón del 6% anual, durante 50 años, comenzando no más tarde de 2013 (26,29). Asimismo, durante el siglo XXI habría que reforestar una superficie equivalente a todo lo deforestado durante la era industrial, con el fin de capturar el dióxido de carbono que ya hay en exceso en la atmósfera (geoingeniería débil). En el año 2050, las emisiones de gases de efecto invernadero deberían ser aproximadamente cero (30, 31).
- Hay que tener presente que las leyes de la termodinámica señalan que existe una correspondencia entre la variación de la energía neta que se suministra al sistema económico (ahora directamente relacionada con las emisiones de CO2 por combustibles fósiles) y la variación del PIB mundial (32,33,34): sólo aumentando la eficiencia energética y evitando el efecto rebote sería posible desacoplar estas dos variables. No obstante, la eficiencia energética de un sistema de ingeniería tiene unos límites teóricos infranqueables, que son función del proceso.
- La principal manera de reducir las emisiones consiste en la generación de electricidad sin combustibles fósiles, con las llamadas energías renovables, y en la sustitución del petróleo por electricidad en el transporte ligero. Sin embargo, investigaciones recientes indican que las principales, eólica y solar, sólo pueden llegar a generar como máximo alrededor de la mitad del total de la energía que se consume actualmente en todo el mundo (35,36). Pero no es seguro que existan en la Tierra minerales suficientes para construir y mantener el parque (37).
Así pues, el abordaje del problema climático nos conduce, necesariamente, a un mundo con un consumo de energía, y por tanto de PIB per cápita, muy inferior al actual.
- Las negociaciones internacionales de reducción de emisiones, condición necesaria para que las acciones tengan la posibilidad de ser efectivas (38), se encuentran estancadas debido a 1) la magnitud y complejidad de la empresa y 2) la exigencia de los países más pobres de que se tenga en cuenta la responsabilidad histórica y que el reparto de la atmósfera sea equitativo en términos de emisiones per cápita, y no por países.
El gran dilema ético
El problema del cambio climático desde el punto de vista social encaja en la llamada «tragedia de los comunes», un caso particular del dilema del prisionero aplicado a la sobrexplotación de recursos escasos compartidos, en este caso la atmósfera (39).
Desde unos valores establecidos para un entorno de población reducida, tecnología limitada y un acceso a los recursos en apariencia ilimitado, con responsabilidades individuales, identificables y localizadas en el espacio y el tiempo, hemos pasado a un entorno completamente diferente y a unas causalidades estadísticas y diferidas que no responden a los esquemas deterministas clásicos de responsabilidad.
El cambio climático añade complejidad tanto espacial como temporal, desde la dificultad de efectuar predicciones con suficiente exactitud, hasta la cuestión central de la ética intergeneracional. El cambio climático es interpretado como un mal incomprensible y necesario más que como un daño moral o político. Es considerado el resultado incidental de unos hábitos de vida difíciles de cambiar, y no provoca repugnancia moral alguna. Estamos pues ante lo que se ha denominado tormenta moral perfecta y, para negarla, empleamos recursos de distracción, complacencia, esgrimimos dudas no razonables, nos engañamos con falsas ilusiones, consentimos en exceso, y caemos en la atención selectiva cuando no la hipocresía (40).
Todo esto nos reclama el establecimiento de un nuevo sistema de valores, que no surgirá a menos que respondamos satisfactoriamente y en consecuencia a la advertencia de Stephen M. Gardiner, catedrático de ética de la Universidad de Washington:
Hemos creado un problema vital
Rechazamos obstinadamente hacerle frente
Hacemos todo lo posible para diferir la respuesta
Imponemos cargas a los demás
Confundimos conceptos insistiendo en soluciones incrementales¿Qué tipo de gente haría así las cosas? (41)
Que niega el negacionismo, y por qué
El negacionismo climático lo niega todo. A grandes rasgos, niega cualquiera de los puntos mencionados más arriba, y cualquier evidencia científica intermedia que sirva de fundamento a estas conclusiones. Unos niegan que haya calentamiento; otros admiten su existencia pero niegan su magnitud. Los hay que admiten la magnitud, pero niegan que vaya a seguir creciendo. Algunos de los que admiten que puede seguir creciendo afirman que será bueno; quienes admiten que no será bueno niegan que las consecuencias puedan ser catastróficas. Los que admiten que pueden ser catastróficas abogan por la mera adaptación. En este sentido, el negacionismo climático es internamente muy contradictorio. Pero hay algo que todo el negacionismo rechaza con unanimidad: que el cambio climático, si existe, sea atribuible al uso de combustibles fósiles.
Por otra parte, los negacionistas climáticos, y la gran mayoría de sus seguidores en la opinión pública, suelen compartir un atributo común: su creencia en las virtudes de la economía de mercado desregulada y en crecimiento perpetuo (42), el denominado fundamentalismo de mercado – hoy diríamos neoliberalismo. Esto es especialmente cierto, pero no sólo, para el caso de líderes de opinión que no son científicos naturales sino sociales, en particular economistas, mucho más atendidos por los medios de comunicación y la clase política que los científicos naturales.
Esto nos lleva a comprender uno de tantos mecanismos psicológicos que utiliza el negacionismo en su favor. Dado que el abordaje del problema climático no parece posible sin una planificación significativa de la economía, las personas con alergia a este concepto están sometidas al sesgo de confirmación de modo que, cuando reciben una noticia de carácter negacionista, le otorgan mucha mayor credibilidad que cualquier otro comentario de la realidad climática que acaba afirmando que la única forma de resolverlo es reduciendo las emisiones. Un mecanismo paralelo bien estudiado es la teoría del razonamiento motivado (43).
Finalmente, un número no despreciable de científicos negacionistas son fundamentalistas cristianos, personas para quienes el árbitro de la realidad no es el método científico, sino la literalidad de la Biblia. Este hecho es muy acusado en EE.UU, mucho más que la creencia general, y tiene una influencia entre las élites mucho mayor de lo que se suele suponer (44).
La combinación de alergia a la regulación de la economía y el elemento común de negación nos acerca al origen del negacionismo organizado, en particular a la financiación de la maquinaria. Efectivamente: el negacionismo climático tiene origen en, y es indisociable de, la maquinaria de promoción del pensamiento neoliberal originada en los años 1930 en la Mont Pélérin Society y reforzada en los años 1970 a partir del Informe Lewis Powell. Sus financiadores principales, pero en absoluto únicos, son las empresas relacionadas con la energía.
Dos textos académicos nos acercan a esta realidad:
“Demostramos que distintas organizaciones del movimiento conservador se han movilizado durante los últimos años en forma de contra-movimiento de oposición a los esfuerzos del movimiento ecologista, y de sus aliados, para mostrar la gravedad de los problemas medioambientales globales.” – Aaron M. McCright and Riley E. Dunlap (2000), Departamento de Sociología, Washington State University (45)
De modo que:
“Las afirmaciones contrarias de los escépticos tienen una importancia secundaria … la lucha sobre el estado del planeta es una lucha sobre los valores sociales dominantes que institucionalizan obligaciones y esquemas de poder. Esta reacción ha quedado eclipsada, cuando no completamente oculta, debido a que los académicos se han preocupado demasiado de las propias afirmaciones contrarias y han dejado el significado del propio escepticismo relativamente indeterminado y subanalizado. Peter J. Jacques (2006), Department of Political Science, University of Central Florida; Department of Sociology, Oklahoma State University (46)
Así pues no son tan importantes los argumentos concretos del negacionismo, que no consiguen superar el examen riguroso del método científico, como su significación como contra-movimiento de rechazo a unas evidencias que cuestionan los propios fundamentos de la sociedad industrial actual y, sobre todo, valores y estructuras de dominación consideradas inmutables.
Antes de examinar su estructura veamos, sin embargo, las estrategias que utiliza.
Objetivo y estrategias del negacionismo climático
El negacionismo organizado no tiene como objetivo vencer debate científico alguno, pues es bien consciente de que, en el marco de la Academia, lo tiene perdido de antemano. El objetivo del negacionismo organizado es paralizar la acción política de respuesta al fenómeno por la vía de crear dudas en la población acerca de la validez de los resultados científicos, tanto los que se dirigen a las causas como, singularmente, los que proponen respuestas, necesariamente radicales al resultar ya insuficientes las soluciones incrementales – tal vez válidas estas últimas hace algunas décadas. Estas dudas son creadas aprovechando diversas características de la mente humana bien estudiadas por la psicología, y de uso cotidiano por parte de la industria de la publicidad y la política.
Además explota un rasgo específico, como es el mecanismo de defensa: ninguno de nosotros quiere creerse que todo esto está sucediendo, y mucho menos que ocurre con la severidad que acabo de describir. Es muy difícil ser inmune al sesgo de confirmación sin ser especialista (e incluso se sucumbe ocasionalmente en este caso), ya que la asunción cabal del problema nos llevaría a cuestionar en exceso no ya nuestros comportamientos, sino la visión del mundo que teníamos hasta ahora. Hasta el punto de que, de mantenerla, podría llevarnos a superar nuestro nivel tolerable de contradicción íntima (47).
De forma general, el negacionismo organizado hace uso de la ‘segunda dimensión del poder’, en términos de Steven Luke, ‘movilizando el sesgo’ en beneficio de unos grupos y personas, y a expensas no ya de otros (48,49), sino del futuro entero de la humanidad y de la casa común. A su vez ha hecho suya, y aplicado con éxito, la teoría sobre la hegemonía cultural del comunista italiano Antonio Gramsci (50), y las técnicas de propaganda de Edward Bernays (51).
El negacionismo climático tiene algunos antecedentes de los que ha aprendido su eficacia. El más notable es la negación de los efectos nocivos del tabaco, que permitió a las compañías tabaqueras evitar la acción política durante cincuenta años, provocando por el camino cien millones de muertes prematuras en nombre de la libertad y la eficiencia económica. El negacionismo climático y el del tabaco comparten no sólo organizaciones (think-tanks, agencias PR) y fuentes de financiación, sino incluso personas: algunos ‘científicos’ negacionistas climáticos habían trabajado con anterioridad para la industria del tabaco. También para la del amianto, los refrigerantes y propelentes CFC’s, y muchas más (52). Incluso para la industria del automóvil, llegando a negar las ventajas del cinturón de seguridad – cosa que alguien como Xavier Sala-i-Martin defiende todavía hoy, contra toda evidencia, en programas televisivos catalanes de promoción de la doctrina neoliberal (53). Con estos antecedentes, el poder económico descubrió que resulta mucho más eficaz cuestionar en público la validez de los resultados científicos que, simplemente, presionar a los órganos legislativos.
No obstante, el negacionismo climático es mucho más poderoso (y peligroso), se ha sofisticado considerablemente, y está internacionalizado en gran medida.
- Una de las líneas estratégicas principales del negacionismo organizado consiste en aparentar que son muchos, que su número es comparable a la de los científicos honestos. Esto se consigue mediante la creación de un gran número de think-tanks ad hoc, de forma que estas organizaciones contratan a las mismas personas para elaborar informes similares, pero los emiten bajo un paraguas distinto. Estas informaciones son entonces reproducidas urbi et orbi por los medios de comunicación afines, mediante lo que se conoce como la cámara de resonancia.

Mediante la adscripción a multitud de organizaciones ad hoc, el negacionismo organizado consigue aparentar que hay muchos más científicos negacionistas de los que hay realmente
En cambio, un conocido estudio de 2011 muestra que sólo un máximo del 3% de los científicos relacionados con el clima son negacionistas, y que, además, son los peores cuando se les evalúa por la cantidad y relevancia de su producción científica (54).
Por el contrario, un conocido trabajo de la historiadora de la ciencia de la Universidad de California, Naomí Oreskes, puso de manifiesto en 2004 la unanimidad de la comunidad científica respecto a la realidad del cambio climático y de sus causas (55), y un estudio muy reciente muestra que, de entre 13.926 papers académicos analizados, sólo 24 (el 0,17%) rechazan el cambio climático – esos que han conseguido superar los filtros, tal vez por haber elegido publicaciones de segundo orden en la mayoría de los casos, con revisores poco especializados – y han sido citados en promedio tres veces menos frecuentemente que el promedio de todos los demás. El autor señala que:
“De algo podemos estar seguros: si alguno de esos artículos [negacionistas] hubiera encontrado la panacea que falsara el calentamiento global antropogénico, estaría en camino de ser uno de los más citados de la historia de la ciencia.” (56)
Así, no es de extrañar que gran cantidad de academias de ciencias de todo el mundo hayan asumido los resultados de la ciencia del clima, se hayan producido gran cantidad de advertencias y llamamientos públicos desde estas instancias y que la revista Science publicara en 2011 un breve texto, firmado por 255 científicos, en el que se declaraba que los resultados de la ciencia del clima eran tan consistentes como los de la evolución o el origen del universo (57).
- Otra estrategia central se refiere al concepto de incertidumbre. Por una parte emplean el término de forma equívoca, sabiendo que el concepto popular de incertidumbre no es el científico, sino el económico, que equivale a «no se sabe». En caso de que tengan en cuenta el concepto científico amplifican sus márgenes, o directamente toman por bueno el margen más conveniente (normalmente el inferior), sin tener en cuenta que la incertidumbre opera en ambos sentidos (es más: se ha demostrado que es más probable el margen ‘peor’ que el ‘mejor’) (58).
Este hecho se hace evidente cuando los economistas entran en acción y definen los llamados modelos integrados económicos-climáticos en los que, además de descontar el futuro adoptan, sin advertir al lector, las predicciones climáticas más moderadas, a menudo sin ningún apoyo científico (59).
Finalmente, el negacionismo emplea el denominado método SCAM (Scientific Certainty Argumentation Method) (60), bien estudiado, según el cual ‘no me creeré nada si no me lo dice usted con toda certidumbre y exactitud’. Como si el hecho de no conocerlo absolutamente todo con toda exactitud implicara que no conocemos nada en absoluto. Para ellos, la ciencia todavía no ha dicho la última palabra, lo que es completamente falso por lo menos respecto a las cuestiones básicas (61), de todo punto suficientes para motivar la adopción de medidas correctoras drásticas.
En este campo se aprovechan del rigor científico y del habla normalmente cauta y prudente de los investigadores. Es teóricamente imposible dar, en términos científicos, algo por absolutamente cierto. La comunidad científica nunca se expresa en estos términos, sino que habla de (conclusión) probable, muy probable, certeza virtual, que normalmente cuantifica objetivamente (a veces subjetivamente de forma colectiva), con los correspondientes márgenes de incertidumbre expresados en % o en la unidad de que se trate. [Entiendo que este comportamiento, exigible en el entorno formal de la Academia, debería ser revisado (y no penalizado) cuando se dirigen al público].
- Una tercera estrategia consiste en politizar la ciencia. Esta expresión resultará sin duda sorprendente a todo científico que la oiga por primera vez, a quien le parecerá un verdadero oxímoron. No estamos hablando de politizar la aplicación de la ciencia (de la tecnología, pues), cosa que tiene todo el sentido. Lo que hace el negacionismo es dar la impresión de que los resultados ‘oficiales’ de la climatología son 1) ‘de izquierdas ‘o bien 2) un producto ‘del sistema’. Convierten un problema físico en un problema político (62).
De esta forma se aprovechan del desconocimiento general del método y del proceso científico (del que por otra parte se llenan la boca afirmando que sólo ellos lo emplean con rigor), y trasladan las conclusiones de los climatólogos y asimilados al terreno de la opinión, polarizando la misma. En estas circunstancias se produce el fenómeno típico de la comunicación política: todos tenemos tendencia a atribuir mayor credibilidad a los argumentos emitidos por personas o ideologías con las que nos identificamos. Así pues, en estas condiciones inducidas siempre existirá un número significativo de personas, líderes de opinión o políticos, que ejercerán de contrapeso, a menudo suficiente, de cualquier iniciativa que pretenda legislar en favor de la disminución del uso de combustibles fósiles.
Una manifestación de esta politización tiene como diana el propio IPCC. En la medida de su carácter ‘intergubernamental’, y el hecho de estar en la égida de Naciones Unidas, se le acusa de organismo politizado y sometido al sesgo del pensamiento de grupo, cuando no se le acusa directamente de conspirador, generador de argumentos que conduzcan a un ‘nuevo orden mundial’, naturalmente socialista, y con base en la ONU. Perspectiva que, desde luego, es rechazada por los emisores del argumento de forma radical (63).
La eficacia de esta estrategia se debe a que resulta a todas luces evidente que, si hubiera que reducir drásticamente las emisiones de CO2, esto deberá llevarse a cabo en el terreno internacional, y algún organismo tendrá que velar por los acuerdos a los que se pueda llegar y, eventualmente, forzar su cumplimiento.
Una variante consiste en establecer una narrativa que describe a los científicos del IPCC como incompetentes (‘esos muchachos del IPCC ‘), gente que esgrime una’ teoría’ a la que llegan a través de unos modelos imperfectos. En este punto se hace uso de la confusión popular entre los conceptos de ‘teoría’ e ‘hipótesis’, del desconocimiento de la diferencia sustantiva entre modelos de las ciencias ‘duras’ y los modelos económicos, y se oculta el hecho de que la ciencia del clima emplea los modelos como una herramienta más: muchas de las conclusiones, en todo caso las más relevantes, no necesitan de los modelos para estar lo suficientemente bien fundamentadas (64). Finalmente, el hecho de que la derecha considere incompetente a la izquierda es un hecho bien estudiado, que el negacionismo también sabe aprovechar.
Por otra parte, el hecho de atribuir ‘oficialidad’ a los resultados de la climatología, narrarlos como los ‘originados en el sistema’, obtiene eco en determinados grupos sociales con sensibilidad de izquierdas, y también entre ciertos grupos de adolescentes.
- En entornos más elaborados, el negacionismo ha encontrado un buen aliado en la filosofía de la ciencia, como cuando hace referencia a Thomas Kuhn. También en algunas manifestaciones simplificadas del posmodernismo, en particular y especialmente a Paul Féréyabend, que son leídos como legitimadores teóricos de la ausencia de verdades absolutas, ni siquiera las evidencias científicas (65,66).
- Hay (por lo menos) una última línea estratégica que refuerza el conjunto: el inversionismo, a saber, acusar al otro de lo que uno mismo hace. Se trata de atribuir la ejecución de las estrategias mencionadas más arriba a todo aquel que defienda los resultados de la ciencia del clima, la gravedad del problema o plantee soluciones que incomoden al poder económico (63,67). Entre un gran número de ejemplos destaca el comentario de la cadena Fox, acusando a James Hansen, considerado el mejor climatólogo del mundo, de obrar de la misma forma que cuando la industria del tabaco pagaba a los médicos para negar los peligros del tabaco (68).
El negacionismo organizado abastece todos los flancos de influencia social. Desde la preminencia de diputados y senadores electos afines al negacionismo hasta la intervención en los programas educativos infantiles (69), pasando por la financiación de departamentos universitarios y comunidades religiosas, la promoción de posicionamientos preferentes en las búsquedas de Internet, la publicación de anuncios negacionistas en los periódicos de gran tirada, campañas de marketing directo de gran alcance, censura gubernamental sistemática de informes científicos (70,71,72), dificultades en la publicación de trabajos de investigación (73), y presión incesante sobre los medios de comunicación (74,75), el negacionismo climático ha logrado penetrar en todos los ámbitos sociales.
El objetivo instrumental del negacionismo organizado consiste en provocar que el debate científico, en lugar de producirse, y decidirse, en la Academia entre expertos, tenga lugar en público, entre el público, ‘democráticamente’, en lo que se conoce como ‘fabricación de controversia’ creando así la impresión de que las afirmaciones de cada parte tienen la misma legitimidad (76). El argumento, naturalmente, tiene trampa, ya que, por una parte, la ciencia es esencialmente no democrática. Por otra, el negacionista profesional de turno que ‘debate’ tiene a su disposición un ‘libro de estilo’ con un arsenal de contra-argumentos que, si bien de todo punto falaces, resultan virtualmente imposibles de desmontar por parte de un no experto. Y ello sin contar con las múltiples astucias de la propaganda, que también conocen bien, y que van desde dejar siempre el último comentario en un blog o una noticia, ganando por agotamiento y aprovechando el efecto de ‘la última palabra’, al ataque personal en el caso de que se encuentren con oponentes bien informados que no entran en su juego. Si no pueden ganar el argumento, intentan destruir a su portador mediante falsedades.
Finalmente, si alguien, buen conocedor del panorama, se niega a debatir, siempre se le podrá tachar de cobarde o, simplemente, asegurar que adopta esta posición porque no dispone de argumentos válidos. En el ámbito celtibérico, los negacionistas profesionales no escapan a la funesta manía de ridiculizar e insultar, pero no se han alcanzado (tal vez todavía) los niveles de intimidación organizada (77), demandas judiciales ‘estratégicas’ (78) y amenazas criminales (79) que ha sufrido todo científico o comunicador que haya osado expresar su opinión en público en EE.UU, Gran Bretaña y Australia, principalmente (80).
Las cosas han llegado a extremos insoportables, como las acusaciones a Phil Jones en el caso Climategate, que han sido examinadas en detalle por siete tribunales académicos que han concluido rechazando categóricamente las acusaciones de malas prácticas científicas (81) y restituyendo su reputación.
A James Hansen, el climatólogo jefe de la NASA, le incendiaron su vivienda en enero de 2005. Tuvo suerte, pues hacía pocas semanas que se había mudado y su secretaria todavía no había comunicado oficialmente el cambio de domicilio a su organización. El mismo día, un camión que se dio a la fuga atropelló e hirió severamente a un colaborador suyo, Larry Travis, en la avenida Broadway (82).
Vemos pues que la ejecución de estas líneas estratégicas da lugar a una gran tipología de acciones concretas tanto en el terreno mediático como en el político. Pero ¿con qué instrumentos cuenta la maquinaria?
La organización del negacionismo climático
El negacionismo climático, como hemos visto, tiene como origen, está financiado por, y se soporta en, la poderosa estructura de promoción del pensamiento neoliberal, que sabemos triunfante. Emplea las mismas organizaciones, aunque ha desarrollado un número importante de terminales específicos que, no obstante, quedan bajo la supervisión de la red principal. El gráfico da una idea de la composición de esta maquinaria.

Esquema de funcionamiento de la maquinaria de negación. Las líneas continuas indican transferencia de fondos; las discontinuas no la excluyen, pero indican otras formas de influencia principal.
Destacaremos aquí tres grupos principales: las agencias de comunicación PR, los think-tanks y las fuentes de financiación.
Agencias PR
Las agencias de comunicación, o de relaciones públicas (PR) son, junto a las fuentes de financiación, el elemento más invisible del conjunto. Constituyen la interfaz necesaria entre los emisores del mensaje negacionista y los diferentes destinatarios.
Su función es de doble dirección: por una parte, empaquetar atractivamente los argumentos negacionistas y difundirlos con eficacia retórica, organizativa y temporal; por otra, estar pendientes de la opinión pública y de las dinámicas de los destinatarios con el fin de ajustar los mensajes y sus emisores a cada situación concreta. Se enorgullecen de conseguir que, sin que ni usted ni yo sepamos muy bien por qué, un día nuestra opinión o posicionamiento se haya decantado levemente en su favor – de hecho en favor de su cliente. Suficientes salvas de esta táctica estratégicamente ingeniadas acaban consiguiendo que compremos el producto, la idea, o la ideología que representan.
Su relación con los medios de comunicación es de preminencia y condicionamiento de los contenidos, en la medida de que son a su vez agencias de publicidad por cuenta de grandes clientes, empresas que a menudo coinciden con las que financian la maquinaria (83).
Estas agencias, de las que raramente se habla, constituyen grandes corporaciones multinacionales con tentáculos en casi todos los países del mundo. En 2005, las 25 primeras empresas facturaron alrededor de 40.000 millones de dólares (84).
Think-tanks
Los think-tanks (institutos de generación de opinión) activos en el negacionismo climático se pueden dividir entre 1) los tradicionales (Hudson Institute, American Enterprise Institute, Hoover Institution, etc.), unos 5 como máximo; 2) los creados en la égida anti-mayo-68 creados en los años 70 (Cato Institute, Adam Smith Institute, Competitive Enterprise Institute, National Center for Public Policy Research, etc., hasta más de 100), cuyo objetivo principal es combatir la socialdemocracia y desacreditar el ecologismo creciente; y 3) los creados ad hoc para el tema climático (Center for the Study of Carbon Dioxide & Global Change, Citizens for the Integrity of Science, Environmental Literacy Council, Global Warming Policy Foundation, Heartland Institute, etc., más de 50), que pueden ser catalogados también dentro del contramovimiento antiecologista iniciado en los años 1970 (85) y que ha sido denominado como el ‘asalto neoconservador a la Tierra’ (86). Por su parte el George C. Marshall Institute, creado para hacer creer a la población, contra la opinión de toda la comunidad científica, que la ‘guerra de las galaxias’ de Ronald Reagan era técnicamente posible, fue reconvertido al negacionismo climático tras la caída del muro de Berlín (87).
Ni una sola de estas organizaciones lleva a cabo actividades propias de investigación científica en el ámbito climático. En cambio, están completamente al día y su misión es la de generar pseudo-argumentos de apariencia científica y verosimilitud pública, que ponen a disposición de las agencias de PR para que sean posteriormente asumidos por la tropa formada por un gran número de astroturf, grupos de acción y medios de comunicación, estos últimos con diferentes grados de convicción. Los think tanks son los estrategas del negacionismo: diseñan, fabrican y comercializan ideas digeribles en primera instancia, y las agencias de PR aportan buena parte de la vertiente táctica y de distribución (88). Su imbricación es muy grande, hasta el punto de que los think tanks realizan muchas actividades de PR, y las agencias PR pueden ser consideradas think tanks especializados en la distribución de ideas.
Estos think-tanks, algunos de los cuales tienen presupuestos fabulosos y decenas de doctores en plantilla (fellow members) o como colaboradores habituales, están compuestos típicamente, bien en sus órganos de gobierno o en su condición de financiadores habituales, por empresas energéticas, químicas y farmacéuticas, aseguradoras, empresas de sanidad privada, potentes gabinetes jurídicos, las propias agencias de PR y profesionales y propietarios de medios de comunicación. Por ejemplo, el Cato Institute, uno de los referentes del pensamiento neoliberal y uno de los más activos en negacionismo climático, con un presupuesto anual de más de $ 20.000.000 (datos del año 2005, ver detalles y orígenes de financiación aquí) es un ejemplo paradigmático: Rupert Murdoch, el negacionista mediático de referencia asociado a capital saudita, ha formado parte durante muchos años de su consejo de administración (89). A su vez, el Cato Institute financia otros 25 ‘sub-think-tanks’, muchos de ellos también activos en el negacionismo climático.

Esquema simplificado de la red europea de negacionismo climático. Fuente: Mapping Europe’s climate deniers, Corporate Europe Observatory, diciembre 2010) – Pulsar para mayor resolución
Además, estas organizaciones forman grandes redes internacionales, como la Stockholm Network o la International Policy Network, con alrededor de un centenar de organizaciones cada una.
Fuentes de financiación
¿Quién paga todo esto? Naturalmente las grandes empresas, sobre todo las que resultarían más afectadas por las políticas climáticas en particular o medioambientales en general (energía, química, farmacéutica y asimiladas), junto con los beneficiarios de las privatizaciones y reducciones fiscales que promueven. También contribuyen, y realizan acciones por su cuenta, diferentes asociaciones empresariales, como las que agrupan las empresas del carbón, petróleo y gas, eléctricas, ferrocarriles y, en general, los grandes consumidores de energia, además de las cámaras de comercio. Estos intereses encuentran acomodo, principalmente, en la Business Roundtable (90).
Finalmente, es de todo punto significativa la contribución de particulares a través de fundaciones personales, muchas de ellas organizadas alrededor de la Philanthropy Roundtable en funciones de ‘Soviet Supremo’. Fortunas como las de las familias Bradley, Scaife, Olin, William Simon, los hermanos Koch, hasta unas 30 (91), y las familias fundamentalistas cristianas de orientación reconstruccionista Ahmanson y DeVos, esta última ex-propietaria de Blackwater (92), son también grandes contribuyentes habituales a la maquinaria del negacionismo climático.
Las cantidades destinadas al negacionismo climático son inmensas, y en absoluto comparables a las que reciben las organizaciones dedicadas a la promoción y difusión del problema climático (93). Sin embargo el negacionismo rechaza esta afirmación, pues incluye en sus cálculos las cantidades dedicadas a la investigación científica financiada con fondos públicos, que tachan de ‘gubernamental’ y así, según su argumentario, tendenciosa.
Influencia del negacionismo
Índice de negacionismo
Una manera de estimar la influencia real del negacionismo climático en una comunidad lingüística consiste en utilizar Google para ver cuántos textos relacionados con el cambio climático incluyen palabras habitualmente asociadas al negacionismo tales como «patraña», «estafa», «socialismo», etc., lo que permite deducir un ‘índice de negacionismo ‘. Este método no nos permite sacar conclusiones a partir de los valores absolutos, pero las comparaciones entre idiomas e intertemporales pueden ser válidas. El resultado (orientativo) nos muestra la importancia relativa del negacionismo climático en Internet en inglés, castellano y catalán, y nos indica que tiene un impacto creciente en las tres lenguas a lo largo del tiempo, aunque muy limitado en catalán (metodología).
Percepción social del cambio climático

Percepción de la atribución del cambio climático en EE.UU según distintos grados de cercanía profesional. Se advierte la importante diferencia con el gran público (Doran and Zimmerman, 2009 – ref. 94)

Polarización de la percepción de la gravedad del cambio climático en EE.UU según idelogía política. Nótese la caída de 2009 en el bando republicano, cuando el negacionismo se hizo especialmente activo en ocasión de la cumbre de Copenhague (McCright and Dunlap, 2011 – ref. 95)

Evolución de la percepción de la atribución de las causas del cambio climático en la pobación española (estudio Mapfre, 2012 – ref. 96)
Pero mo hay mejor forma de examinar la influencia efectiva del negacionismo que examinando la percepción social del cambio cimático y, en particular, de la atribución de sus causas. Veamos algunos estudios.
En los Estados Unidos, donde el negacionismo es más activo, la percepción de la gravedad del cambio climático difiere levemente entre distintos grados de conocimiento profesional del problema, mientras que la incredulidad es mucho mayor para la población en general (barra más oscura) (94). Asimismo, encuestas de Gallup y de los sociólogos Aaron M. McCright y Riley E. Dunlap, estudiosos académicos del negacionismo de la Michigan State University, muestran la distinta percepción del cambio climático en función de la tendencia política, resultado de la polarización promovida (95).
Un reciente estudio de la Universidad de Santiago de Compostela señala que, si bien la percepción pública del cambio climático en España ha aumentado sensiblemente en los últimos años, en 2012 sólo un 64% lo atribuía exclusivamente o principalmente a causas humanas (y un 22% a causas tanto naturales como humanas) (96).
Por su parte, los catalanes creían en 2008 que el cambio climático era el principal problema del país al que había que hacer frente, pero sólo poco más del 50% creía que el cambio climático fuera un problema serio que debería requerir actuación inmediata – alrededor del 25% creía que hay evidencia suficiente (97).

Percepción de la gravedad del cambio climático en la población catalana en 2008 (Roser Solà et al en Tàbara et al, 2008 – ref. 97)
El negacionismo en Cataluña
En Cataluña tenemos negacionismo climático, pero el que se expresa en catalán o en órganos catalanes es relativamente pobre en relación al castellano (que en todo caso no tiene sede en Cataluña) y, sobretodo, en inglés. Examinaremos las posibles causas al final de este texto.
Nuestro negacionista nacional tiene un nombre bien conocido: Xavier Sala-i-Martín. Desde 1999 en El Periódico (98) y 2002 en La Vanguardia (99) y, singularmente, con la publicación de 6 textos en La Vanguardia en 2007 (100 a 105) – como expresión catalana de la contra-programación, que se produjo a nivel mundial, a la emisión del Tercer Informe del IPCC y un ataque a la concesión del premio Nobel a Al Gore y el IPCC a finales de ese mismo año (106) – nuestro economista ultraliberal por excelencia es el portavoz principal del negacionismo climático en nuestro país. Sin embargo, su actividad pública en este terreno parece haberse reducido a esa serie de artículos que curiosamente, salvo uno de ellos, no pueden encontrarse (o no he sabido encontrar) en la edición digital de La Vanguardia pero si en la propia web del autor o del Cato Institute.

Miembros españoles de la red de think-tannks negacionistas Stokholm Network, a la que pertenece también el Cato Institute
No parece casual que Sala-i-Martin pertenezca a la Fundació Catalunya Oberta, think-tank catalán perteneciente a la red Stockholm Network – cuya composición responde al esquema descrito, aunque cuenta con muchos más periodistas de lo habitual (107). La web de esta fundación contiene por lo menos un escrito típicamente negacionista, bajo el título de “El cambio mediático” (108). Tampoco debe ser casual que Sala-i-Martin sea miembro del Cato Institute, conectado con la Stockholm Network, red que cuenta con seis think tanks en España, entre ellos la conocida FAES de José M ª Aznar (109).
Otras expresiones del negacionismo climático en catalán tienen a Internet como sede, en número de cinco webs que he podido identificar. Es probable que algunos de ellos sean personajes despistados, algo frikies y tal vez aquejados del frecuente síndrome de superioridad que a menudo parece aquejar a estas gentes. Pero dos de ellas, Ramón Mallafré i Gispert y Nihil Obstat (anónimo), responden bastante bien a la tipología estándar. Ninguno de ellos, sin embargo, tiene el tema climático como único ni principal. Cabe destacar también los textos negacionistas de Josep C. Vergés (exdirector de la revista Destino) en el blog ‘La República Catalana’, y la publicación en un especial de La Vanguardia de un lamentable artículo de Richard Lindzen (110), un climatólogo negacionista de referencia empeñado, contra toda evidencia, en defender el ‘efecto iris ‘, según el cual el clima de la Tierra se autorregula con la nubosidad (111). Un conocido divulgador científico, Josep Català, fallecido a principios de 2011, mantenía también posturas típicamente negacionistas en los medios de comunicación. Finalmente Josep Martí, director de una empresa de comunicación y relaciones públicas, escribió en 2009 un artículo bajo el título “La mentira del cambio climático” en el diario El Singular Digital (112).
Por otra parte encontramos un mote de nombre ‘Companys’ en toda noticia climática que publica el diario Público. Muestra un conocimiento excepcional del argumentario del negacionismo organizado, lo que sugiere la existencia de un back office ampliamente documentado. Este nick apenas aparece en cualquier otra noticia o blog y, cuando lo hace, es para mostrarse profundamente españolista y emitir distorsiones sobre la historia de Cataluña (fenómeno nuevo que se está extendiendo en las últimas semanas a las versiones digitales de los diarios catalanes). Es posible que se trate de un negacionista profesional, y que en lugares distintos, e incluso en los mismos lugares, adopte perfiles e identidades diferentes: existen organizaciones dedicadas específicamente a esta función, que disponen incluso de software específico estudiado para evitar errores y ser así descubiertos (113).
Conclusiones
¿Por qué motivo el negacionismo climático organizado tiene relativamente poca incidencia en lengua catalana? Mi hipótesis tiene dos vertientes: 1) cree que con el existente en castellano, mucho más activo, ya le basta; y 2) no lo necesita.
Respecto a la segunda hipótesis, tengamos en cuenta los siguientes hechos:
- El Institut Català de Ciències del Clima (IC3) tiene en su Consejo Asesor, entre distintos científicos de muy alto nivel, a Eduardo Zorita, una persona de la órbita negacionista que dio pábulo al caso Climategate (114) y que trabaja actualmente en el Helmholtz-Zentrum Geesthacht alemán. Es estrecho colaborador de Hans von Storch, conocido por su activismo negacionista light en el terreno de la climatología estadística (115).
- La voz más mediática la personaliza Tomàs Molina, el meteorólogo de TV3. A pesar de que parece una persona con conciencia suficiente sobre el tema habiendo escrito un libro en el que asume las tesis centrales del IPCC (116), apenas lo menciona en sus programas ni tan sólo como posible causa de fondo de los fenómenos meteorológicos extremos que refiere. Parece querer adoptar una posición ‘intermedia’ admitiendo el ‘debate’ en público, haciendo de este modo el juego al negacionismo. Fue el ideólogo de un acto, celebrado en mayo de 2012, en el que participó Anton Uriarte, un negacionista vasco ‘duro’, también en la órbita del Cato Institute (y del Heartland Institute), que se celebró en sede tan noble como el Aula Magna de la Universidad de Barcelona (117). Su sola presencia polarizó el debate, evitando así que se analizaran las causas de fondo del problema y sus posibles respuestas sociales y políticas, que es donde está el verdadero debate.
- El Consejo Asesor para el Desarrollo Sostenible (CADS) de la Generalitat de Cataluña ha sido durante muchos años presidido por el presidente de la Caixa de Tarragona. Este organismo intergubernamental ha hecho siempre gala de una considerable moderación, también en el terreno climático. Promueve la economía ‘verde’ (sostenibilidad débil) y asume aún hoy las tesis del conocido Informe Stern de 2006 liderado por Nicholas Stern (118), un economista relevante de la London School of Economics. Su trabajo ha sido muy criticado en la literatura académica, y dicho informe quedó pronto obsoleto al reconocer su propio autor, sólo dos años más tarde, que se había quedado muy corto (119).
En la primavera de 2012 la presidencia del CADS pasó a manos de Ferran Rodés, actual editor del diario Ara, presidente de la multinacional de PR Media Planning, y miembro de la Comisión Trilateral.
La ausencia de comunicadores especializados en lengua catalana, intermediarios entre el lenguaje científico y el gran público, puede estar contribuyendo a hacer innecesaria una presencia muy activa del negacionismo climático organizado en nuestro idioma. Creo que la Asociación Catalana de Comunicación Científica debería tomar la iniciativa en este campo, en estrecha colaboración con la comunidad científica. Mi percepción, sin embargo, es que sus socios, entre los que se encuentran personas de gran competencia, no entran con decisión en el terreno climático bien por falta de conocimiento suficiente, bien para no complicarse la vida: saben que tendrían que enfrentarse con el negacionismo o que deberían cuestionar duramente el status quo, y temen que sus puestos de trabajo puedan debilitarse más de lo que ya lo están. Este tipo de desistimientos forma parte del conjunto de victorias del negacionismo organizado, y se produce en todos los países del mundo.
No obstante, y en la medida en que la Generalitat ponga en marcha, como ha anunciado, un Plan de Energía y Cambio Climático, podría suceder que, como ha ocurrido en todos los países que han tomado iniciativas de este tipo, se produzca una nueva ofensiva. En todo caso, dada la moderación de los objetivos del plan, situados en el límite inferior de los considerados por la Unión Europea y siempre en la línea de la economía ‘verde’, perpetuadora ésta del status quo, no parece que este proyecto vaya a inquietar demasiado a los intereses cortoplacistas del poder económico.
En definitiva, la cultura climática en Cataluña está fuertemente dominada por la corrección política, donde el problema no se niega pero se le despoja de la gravedad y la importancia que los científicos naturales, y todo aquél que se acerca al problema con rigor intelectual y sin prejuicios, no tiene más remedio que aceptar.
Creo que se puede afirmar, sin mucho margen de error, que el negacionismo organizado ha logrado, en Cataluña como en tantos otros lugares, sus objetivos.
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Buenísima entrada. Un buen resumen del encorsetamiento y tergiversación sistémica de la imparable realidad del clima. Además, una oportunísima recopilación y estructuración de los hechos del cambio climático. Te lo agradezco sinceramente. Un saludo.
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Gracias colega, un abrazo.
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Buenísimo y esclarecedor.
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Gracias, C.
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Me sumo a los elogios, Ferran. Y téngase en cuenta, para apreciar mejor mis palabras, que no hago uso del elogio habitualmente y, las pocas veces que lo hago, nunca lo hago a la ligera ;)
Un abrazo.
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Gracias, y saludos cordiales
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Hola Ferran, una duda de principiante:
Entiendo que ante una mayor temperatura media, haya una mayor probabilidad de fenómenos extremos de calor (o relacionados, como la intensidad de los huracanes), pero no entiendo que también aumente la frecuencia de olas de frío (salvo regional o localmente). ¿Podrías explicarlo brevemente, o indicar dónde lo tienes posteado, si ya has hablado de ello?
De hecho, yendo un poco más allá, ¿cómo podemos saber que esos efectos negativos serán, a largo plazo, superiores a los positivos que pudiera haber por una mayor temperatura media? Digo lo de largo plazo porque, obviamente, la adaptación al cambio será, en muchos casos, traumática (por ejemplo movimientos de población ante subidas del nivel del mar). Hace poco leí «La Pequeña Edad de Hielo», de Fagan, y parece que el periodo cálido medieval fue el paraíso, jeje. Este argumento me suena habérselo leído a Lomborg y a Toharia, por lo que supongo que ya se habrá debatido aquí.
Gracias.
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Efectivamente, las olas de frío no van a aumentar salvo localmente.
No creo que sea posible hablar de efectos positivos para una temperatura muy distinta a la que la biosfera está adaptada y un nivel del mar creciendo continuamente.
Un nuevo estado estable del sistema climático puede tardar miles o millones de años en alcanzarse, no sé si te refieres a tan largo plazo.
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Enhorabuena por su post, es muy esclarecedor y me ha gustado tanto que lo he leído en una sentada luego en varias para reflexionar.
Vierto aquí mis reflexiones como si fuera «una gran pregunta» dónde espero me corrija.
En el el apartado «Qué niega el negacionismo y porqué» defines las diferentes maneras de negacionismo como estadíos graduales, cito textualmente si me permites :
«…Nos niegan que haya calentamiento; otros admiten su existencia pero niegan su magnitud. Los hay que admiten la magnitud, pero niegan que vaya a seguir creciendo. Algunos de los que admiten que puede seguir creciendo afirman que será bueno; quienes admiten que no será bueno niegan que las consecuencias puedan ser catastróficas. Los que admiten que pueden ser catastróficas abogan por la mera adaptación…»
Me parece bien la idea pero creo que faltó el primario y el útimo estadío posibles, la omisión y admitirlo en su totalidad, me explico.
El primario sería la omisión total, el no negar nada, simplemente ignorar, como podrían curiosamente hacerlo los políticos en España, donde me extraña de sobremanera que no se «agende» este tema a sabiendas que el gobierno en turno siempre tiene una oposición en la cámara, esto podría ser una de las primeras evidencias de que los partidos «ensayan» o acuerdan que es lo que se va a discutir y la esencia de una oposición se ve un poco sosa, o plantearlo de otra forma podría ser un buen recurso para demostrar que los partidos políticos no tienen…perdón…¡¡¿¿huevos ??!!
El último, la admisión en su totalidad, es más difícil de explicar así que prefiero usar un ejemplo…Hace un tiempo recordaba que para comprar mi boleto de avión de una aerolinea importante, de las que no conozco ninguna que sea esencialmente anticapitalista, me proponía un «impuesto ecológico del carbono para destinarlo a no se que bosques», esto me impresionó románticamente y pensé que aquella aerolínea tenía mucha pero mucha conciencia ecológica y fue más agradable volar con ellos, pero después de leer su artículo Sr. Ferrán entiendo ya que estas compañías ya bien admiten en su totalidad que hay que «capturar ese carbono», eso ya para mi entrelíneas es admitir el calentamiento antropogénico global. Aquí el negacionismo está en que la respuesta que porponen es «i n s u f i c i e n t e» y que en realidad ésta y muchas otras aerolíneas tendría que reducir drásticamente su actividad, porque desafortunadamente, los aviones a reactor no usan otra cosa más que keroseno. ¿Me sigue? :)
De aquí podemos deducir que es muy importante para el negacionismo transmitir «tranquilidad» a la población, que nos quede claro el mensaje en lo más profundo de nuestros cerebros de que no estamos haciendo nada mal y que nuestro estilo de vida materialista es perfectamente asumible por el planeta y que cualquier otro que esté en desacuerdo es prácticamente un infeliz.
Y así, con el propósito de mantener la sociedad anestesiada, podemos encontrar muchos otros más «mensajes tranquilizadores» que en realidad son ejemplos (estategias) del negacionismo, políticos que defienden que la economía se va a recuperar, programación televisiva realmente repetitiva en temas de baja cota (que lo veas o no lo veas da igual), que si los dirigentes mundiales » ya están en ello» realizando paneles intergubernamentales que de no ser por la prensa seria ni nos enteraríamos de que avanzan poco, por citar algunos ejemplos.
Por útlimo quiero hacer la observación de que el ejemplo del tabaco para mi es muy bueno porque gracias a él se ha hecho ¡¡ El primer ensayo clínico de la historia!!, dónde bajo un protocolo de experimentación muy establecido ya en la actualidad se ha podido correlacionar directamente el hábito del tabaco con el cáncer de pulmón antes muy raro. Creo yo si no me equivoco que el negacionismo en ese entonces nació.
Otros ejemplos de negacionismo que no hay que olvidar es el declive energético (blog de Antonio Turiel), el especulativo donde quieren hacernos creer que siempre hay alguien que puede pagar un precio muy inflado y la idea del crecimiento infinito en un planeta francamente ….
» F I N I T O «,……….
siempre me quedará la duda si no son los mismos responsables.
Espero su respuesta pronto ! Gracias!.
Juan Pablo Sordo.
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Hola Juan Pablo, algunas reflexiones al hilo de tu aportación.
Creo que la omisión por parte de los políticos es debido a 1) mantienen la duda generada por el negacionismo y 2) no tienen respuestas válidas. No son los ejecutores del negacionismo, sino sus víctimas. Los políticos y los medios de comunicación hacen muy poco caso a los científicos naturales, y mucho a los economistas, agencias de PR y think tanks. Lo que hacen aerolineas y otras empresas no es más que greenwashing para parecer carbon neutrals, pero como mucho lo que absorben es el keroseno (consumo variable) pero su gasto de energía no se reduce a éste ni mucho menos.
Por otra parte, la anestesia que comentas la generamos con cosas como el protocolo de Kioto, que no sirven para nada, y es una forma colectiva de comprar indulgencias y creer que ya estamos haciendo algo. Así nos tranquilizamos la conciencia colectiva, y se evita una intensidad de la movilización social proporcional a la magnitud del problema.
También hay negacionismo energético, como dices. Pienso que en este caso hay un problema de dificultad de comprensión: el efecto invernadero y las amplificaciones son relativamente fáciles de entender, pero las leyes de la termodinámica no son de dominio público, y tampoco de los economistas mainstream.
Muchas gracias por participar.
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Vale muy bien, entiendo muy bien que todos somos seres humanos y que nos podemos equivocar, incluídos los políticos…
Como bien dice el refrán somos esclavos de lo que decimos e inocentes de lo que callamos,,,, gran error callar las cosas a estas alturas del partido.
Y a pesar de la enorme responsabilidad que tienen los políticos no puede uno obligarlos a hacer siempre las cosas bien y se pueden equivocar como ser víctimas del sistema, pero..¿y si no son tan víctimas en realidad?, si realmente lo saben y quieren hacer la vista gorda ?, no se Dr, para eso están los científicos «proclimáticos» con una evidencia aplastante y los políticos tienen en su deber de día a día escucharlos.
Saludos.
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Recapitulando mi comentario anterior, me comenta que los políticos por naturaleza «hacen más caso de los think tanks», economistas y agencias PR que a los científicos naturales esto quiere decir que realmente no están controlando sus fuentes, error muy humano si, pero me extraña que viendo que la rutina no encaja en muchos problemas no las cambien por otras fuentes como los científicos naturales, aquí ya hay dos errores.
Saludos.
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Tengo un duda Ferrán, el último eslabón de la cadena tipo Sala-i-Martín, ¿puede ser un instrumento no consciente del entramado negacionista? No siempre los que están abajo tienen un imagen global del conjunto. Podría darse el caso que este señor en concreto se sorprendiera leyendo este post, sin negar la mayor, que el es negacionista convencido.
P.D: Enhorabuena por tu magnífico blog.
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Me resulta difícil responder a esto.
Es posible que Sala-i-Martín se sorprenda de la existencia del texto, pero no creo que su contenido le aporte nada especialmente nuevo más allá de algunos detalles. Creo que alguien como él sabe perfectamente qué ideología representa, cómo se difunde y por parte de quién se gana la vida. Quien está en el Cato Institute, que cuenta con un presupuesto fabuloso, sin duda sabe qué significa eso, quién lo financia y, por tanto, a qué intereses sirve.
Las motivaciones de cada uno pueden ser distintas, y no siempre directamente económicas, pero aunque imagino que todo mercenario sabe cuál es su guerra, soldados de más bajo perfil, como dices, tal vez estarían en otro plano, menos conscientes del conjunto, mientras se aprovechan de haber encontrado un filón a la vera del poder económico que esperan que les rinda mayores frutos en el futuro.
Gracias por participar Fernando.
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