El ejemplar “Vanguardia Dossier” del cuarto trimestre de 2009 está dedicado, monográficamente, al cambio climático. Junto a firmas de la más alta categoría, prestigio y credibilidad científica el editor ha decidido incluir un artículo (1) de un conocido negacionista, Richard S. Lindzen, cuyas posiciones en materia de climatología y energía son sistemáticamente rechazadas por el mundo académico y, crecientemente, por el público bien informado.
En lo que sigue se analiza el contenido de dicho artículo desde distintas perspectivas, con el fin de clarificar algunas ideas a menudo no bien comprendidas y contribuir, en lo posible, a limitar el daño que la difusión de artículos de este tipo inflige a la sociedad y al mundo entero. En el proceso podrían quedar al descubierto algunas de las estrategias, tácticas y poderes de la inmensa maquinaria de desinformación y engaño puesta en marcha hace más de 30 años y que, con ocasión de la ley de control de emisiones de Barak Obama -en proceso de validación parlamentaria- y de la próxima Conferencia de Naciones Unidas en Copenhague ha adquirido un impulso renovado en los últimos meses.
Antes de analizar las motivaciones del autor al escribir y del editor al publicar es menester analizar el escrito desde el punto de vista de la veracidad de sus afirmaciones factuales – pues las demás constituyen juicios de valor que conviene dejar para más adelante.
Análisis de afirmaciones científicas
Veamos algunas afirmaciones:
Afirmación 1: “Ciertos períodos anteriores parecen haber sido más cálidos que el actual, a pesar de que los niveles de CO2 eran inferiores a los actuales. En tiempos más recientes hemos tenido el período cálido medieval y la pequeña edad de hielo.”
Incierto. Richard Lindzen debería estar mejor informado. Curiosamente, y a diferencia de otros pasajes del artículo, no indica referencia alguna que soporte su afirmación. No la indica porque no existe.
Los niveles de CO2 son actualmente superiores a cualquier momento de la historia de la Tierra correspondiente a (como mínimo) los últimos 20.000.000 de años (2). Sólo en los últimos 850.000 años se han producido todos los ciclos glaciales-interglaciales a lo largo de los cuales la faz de la Tierra ha cambiado de forma importante y que, de producirse ahora de nuevo, comportarían unos impactos físicos y biológicos de una severidad atroz (la posibilidad y la misma palabra ‘catástrofe’ parece haber dejado de ser tabú desde que Barack Obama la pronunció en Naciones Unidas el pasado septiembre y Ban Ki-Moon hace dos años que se refiere a un ‘estado de emergencia’).

El Satélite ERBE para la medición del balance radiativo
Richard Lindzen parece haber abandonado ya un argumento que hasta hace poco tiempo era muy habitual en él: culpar a los modelos de no ser capaces de predecir el pasado climático, en particular los dos períodos que menciona en el texto. Pero no indica que ha quedado ya bien establecido que estas variaciones climáticas no fueron espacialmente homogéneas y que, caso de haberse producido con la intensidad con que hasta hace poco se las asociaba, no pueden generalizarse: estos fenómenos quedaron limitados a Europa o, como mucho, al hemisferio norte (3). Este es, probablemente, el motivo por el que los modelos no reproducen unas condiciones climáticas que, de hecho, no se dieron de forma generalizada. Ya no se habla de Período Cálido Medieval, sino de Anomalía Climática Medieval. Los modelos climáticos, con sus limitaciones intrínsecas, son pues mejores de lo que Richard Lindzen lleva más de 20 años empeñándose, contra toda evidencia, en reconocer[1].
En el momento más cálido de los últimos dos mil años (y previsiblemente muchos más) la temperatura media habría sido similar a la que se dio a mitades del siglo XX, pero desde luego sensiblemente inferior a la actual (4).
Afirmación 2: “Estudios recientes (Tsonis y otros, 2007) indican que esta variabilidad basta para explicar todos los cambios climáticos desde el siglo XIX.”
El ‘estudio reciente’ que Richard Lindzen menciona no sólo no permite realizar esta afirmación sino que, antes bien, sus conclusiones sugieren precisamente lo contrario. Lo primero que sorprende es que el objetivo del trabajo publicado por Anastasios Tsonis y Kyle Swanson en la revista de referencia Geophysical Research Letters no es el que menciona Richard Lindzen, sino que propone un nuevo mecanismo en la variabilidad natural del clima, que se produce respecto a la tendencia principal de calentamiento provocado por los gases de efecto invernadero (5).
Tanto es así que los autores, a la vista del uso indebido que algunos (presumiblemente Richard Lindzen) han venido realizando de su trabajo -también en otros foros- han decidido efectuar una declaración pública en la que señalan que, a pesar de que creen haberlo dejado bien claro tanto en el cuerpo del artículo como en las conclusiones, repiten explícitamente que su trabajo no cuestiona el calentamiento global ni el efecto invernadero (6).
Afirmación 3: “… Esto implica, además, que todos los modelos que pronostican un calentamiento significativo sobrevaloran en gran medida el calentamiento.”
Si usted lee atentamente el párrafo entero del artículo se dará cuenta que esta afirmación no se deduce de ninguna de las frases anteriores. Por otra parte, el texto parece sugerir que hay modelos que no pronostican un calentamiento (luego pronosticarían un enfriamiento o una estabilidad térmica), lo cual no es cierto en ninguno de ellos, ni en los 19 que toma en consideración el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change, organismo de la ONU) ni de ningún otro del que se tenga noticia formal.
Ocurre que la variable que con mayor exactitud anticipan los modelos es precisamente la temperatura –lo que sabemos por poder contrastarla con la realidad presente. Luego, por lo menos con respecto al nivel de ‘calentamiento’, son correctos.
Afirmación 4: “Todos los modelos coinciden en que tales realimentaciones [‘climáticas’) deberían ser positivas (lo que significa que el vapor de agua y las nubes actúan para potenciar en gran medida el habitual efecto directo del CO2)”
Sorprende el poco bagaje de Richard Lindzen en dinámica de sistemas, a pesar de pertenecer a la institución que más se ha significado en esta disciplina (de la mano de Jay Forrester). El hecho de que una realimentación sea positiva o negativa no es un resultado (salida) de modelo alguno, sino una característica del mismo. Es decir: la teoría nos informa de qué leyes (ecuaciones) gobiernan las distintas variables (y por tanto del sentido de la realimentación, cuando la hay), y esas leyes son las que el modelo ‘ejecutará’ cuando se le proporcionen variables de entrada. Es como una hoja de Excel llena de fórmulas: cuando se cambian los valores numéricos (entradas) en las casillas que permiten hacerlo, cambia el resultado (salidas). El Excel no le dice qué fórmulas tiene que entrar, sino que ‘ejecuta’ las fórmulas que usted o alguien ha introducido anteriormente.
Es cierto que cuando, por cualquier motivo, no se conoce con certidumbre suficiente las leyes de comportamiento (por ejemplo en los glaciares o las nubes) es posible caracterizar ciertas dinámicas como ‘cajas negras’ en las que, conociendo (por medición) las salidas y las entradas, puede ‘inferirse’ su comportamiento. Se trata, en general, de expresiones algebraicas, generalmente polinómicas.
Pero al final, mediante transformaciones matemáticas, todas las realimentaciones acaban reduciéndose a una, y es el signo de ésta el que informa de si el sistema puede estar en equilibrio o estamos frente a un sistema inestable. De modo que referirse simplemente a las ’realimentaciones climáticas’ positivas o negativas no significa absolutamente nada respecto a las nubes ni al CO2, pues lo que finalmente importa es la conjunción de todas ellas. Precisamente por ser muchos los lazos de realimentación del sistema climático es tan compleja la recreación informática de los datos climatológicos.
Afirmación 5: “Los datos de los satélites con instrumentos ERBE [Energy Radiation Balance Experiment) (Barkstrom, 1984, Wong y otros) muestran que la realimentación en la naturaleza es fuertemente negativa Este análisis pone de manifiesto incluso que incluso cuando coinciden todos los modelos, todos pueden ser erróneos.”
Antes de otorgar validez a la primera afirmación sería necesario conocer qué entiende exactamente Richard Lindzen por naturaleza, pues la realimentación positiva no es una mera construcción teórica sino que existe, abundantemente, en la naturaleza y, desde luego, en el sistema climático.
Sea como fuere, el autor parece soportar su afirmación en dos referencias bibliográficas. En la primera, publicada en 1984 en el Bulletin of the American Meteorological Society, poco antes del lanzamiento de unos satélites de medición el autor, Bruce R. Barkstrom, describe las finalidades del experimento ERBE (Earth Radiation Budget Experiment) y la instrumentación de los satélites. Nada se dice de lazos de realimentación del sistema climático. Es más: ni tan sólo aparece en el texto la palabra ‘feedback’ (7).
La segunda referencia es más chocante todavía. Bajo el título de ‘Re-examination of the Observed Decadal Variability of the Earth Radiation Budget Using Altitude-Corrected (…)’ investigadores de la NASA y otros organismos señalan que tanto los datos de radicación emitida por los océanos como su capacidad calorífica
‘son consistentes con el calentamiento que predicen los modelos climáticos de acoplamiento atmósfera-océano más actuales’ (8).
Pero para mi sorpresa resulta que este trabajo desmiente una hipótesis ¡del propio Lindzen!
La obstinación de este meteorólogo (que no climatólogo) del MIT por encontrar en ‘la naturaleza’ mecanismos de compensación de la mayor intensidad de efecto invernadero provocado por la generación de energía mediante combustibles fósiles le ha llevado a sostener durante años la existencia de un ‘iris infrarrojo’ en el sistema climático, empleando la metáfora de la regulación automática de la intensidad luminosa que incide en la retina por parte del iris (9). Los intentos de otros grupos de investigación por validar esta hipótesis no sólo se han mostrado siempre repetidamente fallidos sino que su conclusión ha sido siempre la contraria (por ejemplo 10, 11).
Pues bien, el trabajo que, supuestamente, debería sostener la afirmación de Lindzen acerca de que ‘la realimentación en la naturaleza es fuertemente negativa’ no sólo no se refiere a este asunto sino que desmiente explícitamente (!) al propio Lindzen, en los siguientes términos:
‘Los nuevos resultados no soportan la reciente hipótesis ‘Iris’ (Lindzen et al. 2001; Lin et al. 2004). A finales de los años 90, cuando la temperatura de la superficie del mar aumentaba en tiempos del Niño de 1997-98, la realimentación negativa de iris predice un flujo neto hacia una disminución (enfriamiento de los océanos) contrariamente al aumento (calentamiento de los océanos) que se observa’ (12).
En las referencias se incluyen otros trabajos que desmienten la pintoresca hipótesis del ‘iris’.
Nada permite pues afirmar, por ahora, que todos los modelos sean erróneos aunque todos den lo mismo, como afirma Lindzen. Por el contrario parece más cierto que ofreciendo, en esencia, todos el mismo resultado respecto a la temperatura (‘consistentes’ con la realidad hasta el presente) y siendo, casi todos ellos, conservadores en los demás resultados con respecto a las observaciones, lo que cabría deducir con mayor plausibilidad es que o bien 1) son todos correctos o bien 2) muchos (o todos) se quedan cortos.
Afirmación 6: “Pronósticos alarmantes se basan en modelos para los que la sensibilidad a una duplicación de CO2 es mayor que 2 grados centígrados, lo que implica que ya deberíamos haber visto mucho más calentamiento del que hemos visto hasta ahora, incluso si todo el calentamiento que hemos visto se debiera al hombre.”
La cifra de 2 ºC parece fuera de contexto[2], pues las que se barajan al referirnos a la sensibilidad del sistema climático se encuentran en el entorno de los 3 ºC. Así, a finales del siglo XIX ya se había establecido esta cifra (13), que fue adoptada también por el ‘Informe Charney’ de 1979 que James Gustave Speth entregó a Jimmy Carter (14) como la más verosímil y que el IPCC ha ido ajustando en sus sucesivos informes, estableciendo un margen de 1,5 – 4,5 ºC y siempre con el entorno de 3 ºC como valor central (15). Cabe señalar que este valor sólo toma en consideración los lazos de realimentación ‘rápidos’; el equilibrio final podría situarse alrededor de los 5-6 ºC (16).
Pero este párrafo ignora algo elemental, y es el retraso entre forzamiento y respuesta característico de los sistemas amortiguados, y que en el caso del sistema climático se sustancia en la acumulación previa de calor por parte de los océanos antes de ser transferida a la atmosfera. Esta característica de retraso (régimen transitorio, régimen permanente) se enseña en segundo de carrera, por lo que la ignorancia de Lindzen comienza a ser sospechosa de dolo.
Afirmación 7: “No ha habido calentamiento global significativo en los últimos 14 años. Los autores de los modelos defienden esta situación argumentando que los aerosoles han neutralizado la mayor parte del calentamiento y que los modelos explican adecuadamente la variabilidad interna natural no forzada. Sin embargo, un artículo reciente (Ramanathan y otros, 2007) señala que los aerosoles pueden tanto calentar como enfriar, en tanto que científicos de la investigación sobre clima, de Gran Bretaña, advirtieron recientemente que su modelo no aborda la variabilidad interna general, destruyendo así por tanto el argumento básico del IPCC (Smith y otros, 2007).”
Es cierto que en la última década algunos autores creen haber detectado una pausa en la evolución creciente de la temperatura media de la Tierra -mientras los científicos más acreditados han respondido a la noticia de Science (que no ‘paper’) referida a los datos de la American Meteorological Society (17) en el blog Real Climate (18) – pero no así en los últimos 14 años como señala Lindzen. Por otra parte, un artículo con pretensiones científicas (?) como el que nos ocupa debería clarificar el término ‘calentamiento global significativo’ si no desea ser acusado de un error del 40% en su afirmación.
No es cierto en absoluto que ‘los autores de los modelos’ defiendan esta pausa en base a la neutralización de los aerosoles y, si así fuera, un artículo con referencias debería aportar alguna que soportara esta afirmación. La influencia de los aerosoles en el clima (e incluso en la visibilidad del cielo) es importante, pero no exclusiva de los últimos 14 años (19). En cambio, si aporta una referencia de un artículo –que califica de ‘reciente’- que, supuestamente, justifica la afirmación de que los aerosoles pueden tanto calentar como enfriar.
No es cierto que los aerosoles tengan un efecto caprichoso, pues es más cierto que unos tipos de aerosol contribuyen al efecto invernadero mientras otros ejercen una función de espejo respecto a la radiación solar. El hecho de que un aumento de los aerosoles suponga un mayor soporte para la condensación y provoque un incremento de la nubosidad, aumentando así el albedo, no soporta la afirmación concreta de Richard Lindzen (se trata, en realidad, del descartado ‘efecto iris infrarrojo’ del que hemos hablado más arriba).
No obstante, el examen de la referencia al trabajo del equipo de Veerabhadran Ramanathan publicado en Nature no permite deducir tampoco, de ninguna forma, la afirmación de Richard Lindzen. Antes al contrario, Ramanathan[3] afirma inequívocamente que éstas ¡aumentan el efecto del calentamiento solar en un 50%! (20).
Al examinar la siguiente referencia, relativa al trabajo de Doug M. Smith, nos encontramos (fastidiosamente) con una nueva incongruencia. No sólo no es cierto que su modelo no aborde la variabilidad interna general sino que Smith, precisamente, aborda única y exclusivamente esta variabilidad y, en cambio, Lindzen parece interpretar que, al no mencionar la otra componente del forzamiento total del clima, el forzamiento antropogénico, es que todo es variabilidad natural.
Lo que más sorprende, sin embargo, es que la aportación de los científicos de la oficina meteorológica británica no sólo no desmiente el calentamiento global antropogénico sino que ofrece una explicación plausible a la (aparente) ralentización actual en el aumento de temperaturas que ellos ofrecen. Así, predicen que, si no existiera el forzamiento antropogénico, la variabilidad natural se encontraría en un punto muy bajo, con lo que de estar, por ejemplo, en las condiciones de los años 1970, nos encontraríamos en un período especialmente frío de la variabilidad natural, lo que no concuerda con la observación.
A pesar de ello, el efecto antropogénico ha llegado ya a un nivel tan elevado que los autores estiman que, a pesar del ‘freno’ que supone la variabilidad natural, por lo menos la mitad de los años de la próxima década supondrán nuevos récords de medición de temperatura.
Afirmación 8: “En tal caso, se reconoce de hecho que durante los últimos 14 años ha cesado el calentamiento. Debería observarse que en fecha más reciente los autores de los modelos alemanes han trasladado la fecha de ‘la reanudación’ hasta el año 2015 (Keenlyside y otros, 2008).”

Richard Lindzen, negacionista a sabiendas
De nuevo encontramos una afirmación que supuestamente se desprende de afirmaciones anteriores cuando de ninguna manera es así, mientras que se repite el error de los 14 años, ahora ya sin la cautela del calentamiento ‘significativo’. Pero
un examen del artículo de Nature referenciado nos devuelve al estupor al no encontrar el año 2015 por ninguna parte salvo en el anexo metodológico para señalar un periodo de integración y no un resultado, o bien en unos gráficos como final de escala, sin ni tan sólo valores asociados.
A la vista de la extenuante cantidad de falsedades e incoherencias del artículo parece razonable detener aquí la exposición en curso y acceder a otros planos de análisis. No sin antes declarar que el lector interesado encontrará sin duda nuevos motivos de estupor si lo prosigue por su cuenta. Algunos de ellos quedarán, sin embargo, incluidos en lo que sigue.
Señalemos, sin embargo, una curiosidad relativa a las referencias que Lindzen indica en el artículo. Sabemos que sólo es posible otorgar credibilidad de principio a trabajos que hayan sido publicados en revistas académicas revisadas por expertos, las denominadas ‘peer-reviewed’. Tengamos además presente el párrafo del artículo que reza de esta guisa:
“Cuando una cuestión como el calentamiento global está en el ambiente durante más de una veintena de años se ponen en marcha numerosas agendas y programas para sacarle partido. Los intereses del movimiento medioambiental a la hora de adquirir más poder e influencia son plausiblemente patentes (sic).”
Una de las referencias aportadas por Lindzen es de un trabajo suyo publicado en la revista Energy and Environment (21), una revista dirigida más bien a científicos sociales. Se trata además de una revista marginal que no es considerada ‘científica’ a efectos académicos y curriculares sino que es calificada de ‘business press’, y cuyos criterios de publicación han sido frecuentemente criticados.
Pero lo curioso es que, de creer al confiable Richard Monastersky, la editora de la revista, una conocida negacionista que responde al nombre de Sonja Boehmer-Christiansen, manifiesta publicar artículos de sus compañeros desviados pues ‘yo sigo mi agenda política, por lo menos un poco – ¿No es este un derecho de la redacción?’ (22). De modo que Lindzen va acusando de agendas políticas al ‘movimiento’ mientras exhibe un artículo suyo en una revista que se ufana de ejercer un supuesto derecho científico de ‘agenda’ política.
Llegados a este punto cabe establecer algunas hipótesis que deberemos someter a ensayo inmediato. La primera que viene a la mente es:
¿Es Richard Lindzen un idiota?
Me propongo en lo que sigue demostrar que no lo es, pues si bien el contenido científico del artículo sería vilipendiado y ridiculizado en el mundo entero es preciso reconocer que contiene otros elementos bien articulados -aunque tal vez menos evidentes- orientados a otros fines.
Análisis comunicativo
En mi opinión no podría calificarse a Richard Lindzen de idiota, o por lo menos de idiota integral.
En este punto es preciso tener en cuenta que, paralelamente al artículo de La Vanguardia, Lindzen ha conseguido publicar un sesudo artículo en la prestigiosa revista Geophysical Research Letters (GRL) (23). Publicar en GRL no es publicar en Science o en Nature pero, en climatología, casi. No está al alcance de cualquier investigador ni catedrático con buen currículum. Hay que ser un figura, y de los grandes. Esta revista de carácter académico, ‘peer-reviewed’, es editada por la American Geophysical Union (AGU) desde 1896. En Science o en Nature es muy difícil, virtualmente imposible, ‘colar’ algún artículo tendencioso o con errores metodológicos y que muestre resultados erróneos o carentes de sentido, pero en las revistas de la AGU, por lo visto, ocurre ocasionalmente.
En negacionismo climatológico es famoso un artículo de una publicación aparentemente académica -pero ‘fuera de circuito’- denominada Climate Research que acabó con la dimisión en bloque de los miembros de redacción al ver cómo su editor dejaba pasar un trabajo suscrito por conocidos negacionistas y que había sido previamente rechazado por los revisores. Aunque menos aparatoso, también ocurrió hace pocas semanas en la mismísima GRL, con un artículo donde parecía deducirse que el cambio climático era producto de la corriente oceánica del Pacífico sur denominada El Niño (24) – artículo que ha sido inmisericordemente criticado (en ciencia las críticas son sistemáticamente inmisericordes) y que habrá acabado con el prestigio que pudieran haber atesorado los autores hasta el momento – y que ha salpicado, cómo no, a la reputación de la propia publicación.
Sea como fuere, el artículo de Lindzen en GRL, que sugiere que la sensibilidad del sistema climático terrestre a la concentración atmosférica de CO2 es más baja que la generalmente aceptada, ha conseguido superar los controles, hasta ahora supuestos estrictos, de GRL, y eso no lo consigue ningún idiota.
Es pues necesario preguntarse cómo alguien puede publicar un artículo en GRL, con todos los atributos de veracidad y exactitud por lo menos a priori, y simultáneamente haya conseguido colar una chapuza tan monumental en un grupo editor catalán.
Por lo visto hasta aquí podríamos suponer a Dick aquejado de alguna patología mental tipo bipolaridad o, peor, esquizofrenia. Pero, dado que lo que está en juego es algo de la mayor gravedad imaginable, averiguar los motivos por los que dos publicaciones supuestamente serias otorgan voz a un presunto psicópata se convierte en una obligación ética de alto nivel.
Y si finalmente convenimos que no estamos frente a una acción involuntaria o compulsiva fruto de la enfermedad, sino deliberada y consciente de las consecuencias, deberíamos rehacer nuestro criterio, buscar calificativos distintos y, tal vez, silenciadores poderosos.
Podemos empezar estableciendo la siguiente hipótesis:
El artículo ‘Contra las iniciativas precipitadas’ publicado en el especial de la Vanguardia responde estrictamente al ‘libro de estilo’ propagandístico de los negacionistas climáticos.
En el próximo post sobre este tema analizaremos con detalle esta cuestión junto a otras hazañas de este sujeto. Veremos qué opina Lindzen sobre la nocividad del tabaco y qué va a suponer el hecho de que sus posiciones libertarias negacionistas hayan triunfado.
Comenzaremos analizando con alguna extensión la profundidad cínica de la siguiente afirmación:
“Inevitablemente, en la ciencia del clima, cuando los datos entran en conflicto con los modelos cabe esperar que un puñado de científicos se dedique a modificar los datos. Que sea menester corregir siempre los datos para que concuerden con los modelos resulta escasamente convincente y denota la existencia de una cierta corrupción en el seno de la comunidad científica del clima.”
Trataremos de hacerlo con la mejor combinación de rigor y divulgación de que seamos capaces, manteniendo la calma y, si la ocasión lo permite y la lucidez lo ampare, hasta con una leve sonrisa. Lo de Dick y algunos otros tiene mucho delito y no puede quedar en el silencio.
Por favor, manténgase sintonizado. Le invito a escribir sus comentarios. Tenga en cuenta que este foro es moderado y las entradas pueden tardar alún tiempo en ser validadas.
Notas
[1] Por el contrario, si de algún defecto pecan los modelos es el de subestimar sistemáticamente la gravedad de la dinámica y, en la medida en que son, por definición, ‘estables’, anticipan con dificultad los cambios abruptos https://ustednoselocree.wordpress.com/referencias/negacionismo-vanguardia-referencias/» target=»_blank»>25)
[2] Que el conocimiento de los efectos climáticos de la combinación aerosoles-nubosidad-albedo sea uno de los mecanismos menos conocidos no significa que no sepamos nada, pues es suficiente como para poder afirmar que las realimentaciones negativas que esta combinación pueda generar en ningún caso compensan las positivas derivadas de los aerosoles ‘tout court’, de la mayoría de las nubes y, por encima de todo, del incremento del vapor de agua atmosférico que una mayor temperatura provoca y suficiente, al parecer, para doblar el efecto que provocaría el CO2 si este efecto no existiera https://ustednoselocree.wordpress.com/referencias/negacionismo-vanguardia-referencias/» target=»_blank»>26).
[3] Por lo demás, Ramanathan no realiza en ese trabajo estudio general alguno acerca de los aerosoles sino un análisis de la influencia de las nubes marrones en el clima del Himalaya
Examinar referencias
Entradas relacionadas:
Negacionismo en La Vanguardia (2ª parte) – Libro de estilo negacionista