«There isn’t an us and them with this administration. They is us. We is them.»- Grover Norquist, conservative strategist, on the Bush administration – Quote of the Day, The New York Times 19/03/2001. President of anti-tax advocacy group Americans for Tax Reform. Member of the board of directors of the National Rifle Association and the American Conservative Union (Wikipedia)
El movimiento negacionista en cambio climático: 1. Tabaco y clima, destrucción masiva
El movimiento negacionista en cambio climático: 2. ‘Petition project’ ¿30.000 científicos contra Al Gore?

Campaña publicitaria de Cato Institute, 2009. Las referencias científicas están para decorar, pues si las examinan verán que no dicen lo que dicen que dice
Uno puede darse cuenta del poder de las grandes corporaciones empresariales y de los think tank con sólo examinar el tono con que se dirigen al mismísimo presidente de los Estados Unidos.
En la primavera de 2009, el CATO Institute, think tank libertario[1] por excelencia, insertó una campaña de publicidad a toda página en la prensa estadounidense dirigida personalmente a Barak Obama, que contenía en grandes caracteres la cortés expresión de ‘With all due respect, Mr. President, this is not true’ es decir, ‘Con el debido respeto, esto no es verdad’ (96). Una frase dice ‘Mr. President, your characterization of the scientific facts regarding climate change and the degree of certainty informing the scientific debate is simply incorrect’[2].
No puedo dejar de recordar la cantidad de veces que, a lo largo de un solo día, entre la COPE e Intereconomía, radio, televisión y gacetas diversas se refieren al presidente del gobierno de España llamándole de mentiroso para arriba, junto a todos los sinónimos imaginables[3]. Cosas del ánimo, uno tendría la tentación de admirar, aunque sólo fuera por ver cómo tratan con respeto a un presidente democrático, al CATO Institute, suponiéndole preso de algún síndrome británico o escandinavo o, simplemente, de la buena educación y respeto a los votantes. Pero lo más probable es que fuera una estrategia de marketing a lo PR, pues lo que resultaba realmente incierto, y de forma fácilmente comprobable, eran las afirmaciones del Cato Institute contenidas en el anuncio.
Uno se pregunta además qué necesidad hay de gastar tanta pasta en lugar de enviar una carta por correo certificado y emplear la diferencia en un año de vacaciones pagadas en las Bahamas para todo el consejo de administración, cosa que habría salido mucho más a cuenta a los patronos de los pensadores-tanque[4]. ¿O es más rentable el anuncio?
La técnica empleada ya nos es familiar. Consiste en incluir, en la letra pequeña, referencias a trabajos de investigación publicados en revistas aparentemente académicas y con títulos pomposos que, cuando uno las examina, resulta que: a) no sirven para fundamentar lo que supuestamente deberían fundamentar, o b) no dicen absolutamente nada del asunto o c) dicen todo contrario.
Hemos conocido esta argucia de la mano de Richard Lindzen en La Vanguardia, nuestro Ricky, cuyo cuidado en la selección de fuentes debió ser considerable, pues incluía los tres tipos a), b) y c) (97). Mucho más trabajada que la del CATO[5], que ha necesitado referirse a un artículo que, si de biología, por ejemplo, se hubiera tratado, hubiera acabado con la carrera de todos los firmantes y del director de la publicación[6]. Es el caso de Douglass (98). En cambio climático, sin embargo, la cosa se ha politizado, y nadie quiere mojarse destacando. Así que Douglass sigue recibiendo financiación. Curiosamente, una de las referencias ya fue empleada, oportunistamente, por Ricky, aquella en la que los autores tuvieron que salir al paso del mal uso que hacían de su trabajo (99). En cualquier caso, ninguna de las referencias del anuncio dice lo que los diseñadores del mensaje hacen creer que dice (100) sino que sólo lo parece, siguiendo así fielmente el libro de estilo del negacionismo (101).
Bush era más de la familia
Las cosas eran muy distintas cuando los mensajes se dirigían directamente a George W. Bush, tal vez para recordarle quién te ha puesto aquí y por tanto quién manda. O quizás simplemente recordaran el conocido, y limitado, cociente intelectual del anterior presidente, y consideraban que no valía la pena perder el tiempo en refinamientos. Veamos, como introducción, algunos esbozos de la historia del IPCC.
El sueco Bert Bolin, especialista en estadística, fue la persona que asumió la ingente tarea de poner en marcha el IPCC en 1988 y lidiar con todas las presiones imaginables. Podemos especular con que el esfuerzo acabó llevándoselo a la tumba, pues Bolin, persona muy querida, falleció poco después de ser sucedido por el británico Robert Watson, no sin antes escribir un magnífico libro sobre la historia del IPCC que recomiendo a todo aquél interesado por estas cosas (102). En tiempos de Bolin se realizaron los dos primeros informes (1990, 1995). Robert Watson pilotó el tercero, más heavy en sus conclusiones (2001), aunque no tanto como el de 2007 con el indio Rajendra Pachauri que, por cierto, sabemos ya que también se ha quedado corto.
A Watson, un británico formado en la NASA, director científico del Banco Mundial y que había accedido al liderazgo del Grupo de Trabajo II cuando Clinton fue nombrado presidente, ya le tenían el ojo encima. Era asesor científico del presidente Clinton en el marco del PSAC[7], lo que es poco perdonable para las fuerzas enemigas. En cierta ocasión fue acusado por cinco ‘escépticos’ de ‘no defender los intereses de los Estados Unidos’ lo cual, tratándose de un informe científico, es bastante pintoresco (103). ¿Quiénes firmaron esta acusación? Ya conocemos a tres de ellos: Frederick Seitz, William Nierenberg y el inefable Fred Singer, núcleo del Georges C. Marshall Institute (104), el de la guerra de las galaxias -o SDI- cuyas prácticas negacionistas han quedado bien patentes aquí (105).
Lo cierto es que Watson se postuló para presidente del IPCC, y Bolin promovió activamente que, al igual que él mismo había sido muy cuidadoso en evitar las presiones del gobierno sueco, tuviera lugar una declaración equivalente por parte del gobierno de los Estados Unidos. Esto era importante con el fin de que los países en desarrollo siguieran creyendo que estaban en un organismo puramente científico, y no político. Así ocurrió, y Watson salió elegido en 1996 (106). El presidente de los Estados Unidos era Bill Clinton, demócrata.
Cuando este organismo emitió su tercer informe en 2001, Watson había cumplido ya sus cinco años de mandato. Tocaban de nuevo elecciones, y quería repetir. Había liderado el IPCC de una forma enérgica e innovadora, que la mayoría reconoció como positiva. Su reelección era apoyada por casi todos los científicos de los países desarrollados, incluyendo desde luego los estadounidenses. Quien es ahora el presidente de la National Academy of Sciences, Ralph Cicerone, escribió en su momento a la Casa Blanca mostrando su apoyo a Watson (107). Pero, ay, el gobierno de los Estados Unidos, que ya tenía a George W. Bush al frente, no le propuso.
Los Estados Unidos proponen a un indio consejero de Indian Oil
En su lugar, en una jugada maestra, el gobierno Bush presentó a un indio, de nombre Rajendra Kumar Pachauri, que finalmente resultó elegido frente a Watson. Éste acabó presentándose por libre pero, a muchos países en vías de desarrollo, un indio les resultó más próximo que otra vez aquel americano tan desenvuelto y charmant (108).
Pachauri es la persona que, en estas últimas semanas, se encuentra sujeto a dardos desde todos los frentes. Después veremos qué credenciales tenía este hombre para ser presentado por los Estados Unidos en lugar de un estadounidense que trabajaba en el Banco Mundial como Watson, que ya es rara la jugada conociendo el nacionalismo que impera por allí.
¿Por qué Bush no presentó a Watson, cuando todo apuntaba a su reelección sin oposición? Veamos.
Todavía presidente del IPCC, Robert Watson, tan enérgico, podría no haber tenido la ‘serenidad política’ suficiente. Como científico de formación, y joven – dentro de un orden – debía de creer todavía que la verdad triunfa por si sola , hasta que se dio de bruces contra la realidad. Por cierto que esto mismo lo acaba de declarar ahora el propio Pachauri a sus casi 70 años (109), así que podemos comenzar ya a tocar madera por él. Pero como director científico del Banco Mundial, que era el cargo que le daba de comer y algo más, Watson tenía que haber aprendido ya que las palabras importan y que, si es cierto que la verdad acaba triunfando (yo también lo creo), a poco que te despistes lo hace cuando tú ya no estás.
En el año 2000, cuando ya le habían marcado con una cruz en alguna oficina de Washington, Watson tuvo la osadía de decir en un discurso en La Haya que:
“La cuestión no es si el clima va a cambiar en respuesta a la actividad humana, sino cuánto (magnitud), cuán deprisa (velocidad del cambio) y dónde (patrones regionales). También está claro que, en muchas partes del mundo, el cambio climático afectará a distintos sectores socio-económicos incluyendo los recursos hídricos, la agricultura, los bosques, la pesca y los asentamientos humanos, los sistemas ecológicos (especialmente bosques y arrecifes de coral) y a la salud humana (en particular enfermedades transmitidas por insectos), siendo los países en desarrollo los más vulnerables. La buena noticia es, sin embargo, que la mayoría de los expertos creen que es posible técnicamente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero debido a un amplio conjunto de tecnologías y medidas de orden político en la generación de energía, el consumo de energía y en los sectores agrícola y forestal.” (110)
Dese cuenta de que de esto hace 10 años. El brinco en el sillón que debieron dar los ultraliberales, libertarios y asimilados, cuando oyeron lo de ‘medidas políticas’ todavía nos está afectando, vía intervención propagandístico-económica redoblada (liberal, por supuesto).
Anatema
Pero esto no fue lo peor. A Watson no se le ocurrió otra cosa que declarar, así, públicamente, que:
«Los Estados Unidos están muy lejos de alcanzar sus objetivos. Un país como China está haciendo mucho más que los Estados Unidos para desarrollarse al tiempo que es sensible a los aspectos ecológicos«[8] (111).
¡Herejía!
Hasta ahí podíamos llegar. Se activaron todos los resortes para evitar que Watson repitiera mandato. Acabamos de alcanzar el poder ejecutivo, así que vamos allá.
Usted recordará que los presidentes de los Estados Unidos asumen el cargo los días 20 de enero de los años bisiestos. El 20 de enero tomó posesión George W. Bush en su primer mandato. Pues bien. El día 6 de febrero de 2000, la Casa Blanca recibió un fax. Éste fax. El remitente era la mayor empresa del mundo, ExxonMobil. El destinatario, el Committee on Environmental Quality[9] de la Casa Blanca, el organismo científico oficial más próximo al presidente, que había sido ya asaltado en esos pocos días por el vicepresidente Dick Cheney (112).
Ese organismo, a pesar de la proximidad, incluso física, a George W. Bush, no debió de ser considerado con dignidad suficiente como para que fuera el propio presidente de la compañía quien suscribiera el texto. Lee Raymond, presidente de ExxonMobil, delegó esta función en un director de oficina. Un segundo. No cualquiera, sin embargo. Fue el director de la oficina de Washington, la de mayor poder lobby. La que era dirigida por Arthur G. Randol III quien, además de su regio nombre, detentaba el título añadido de consejero ‘senior’ de medio ambiente de la petrolera (113). Vaya tela.
¿Qué decía el fax? Con la excusa de un despiste de Watson, en realidad sin demasiada importancia, se le acusaba de tener su agenda personal. A mi esto de la agenda siempre me recuerda al librito de hojas-calendario que hasta no hace mucho los ejecutivos llevábamos siempre en el bolsillo interior de la chaqueta, y que ahora hemos sustituido por el móvil. Se ha puesto de moda anglicana referirse a agenda como intención, como programa político. Así que Watson tenía su programa político, se supone que adverso, a pesar presidir un organismo puramente científico y de pertenecer al Banco Mundial, poco sospechoso de socialismos. En todo caso, era demasiado para ExxonMobil y sus organizaciones satélite.
Seguía el fax:
Tema: ¿Podría ser Watson sustituido ahora a indicación de los Estados Unidos? (114)
Lo de ahora no era cualquier cosa, porque el IPCC todavía no había emitido el tercer informe, previsto para 2001. No, no podía ser entonces. Demasiado cante. Pero el año que viene toca elecciones. Tranquilos, Randol, Raymond. Entonces si. Dadme tiempo.
Se realizaron las gestiones necesarias en el momento oportuno y, por supuesto, Robert Watson fue sustituido, limpiamente, de forma democrática, con los votos de la OPEP, Rusia y casi todos los países en desarrollo, en la votación correspondiente. No consta por escrito (Raymond podría haber llamado a Bush directamente por el teléfono blanco, sacándolo de una reunión, o de una oración), pero las malas lenguas dicen que ExxonMobil quería colocar de presidente a alguno de los conocidos ‘escépticos’ (entonces aún no se les llamaba negacionistas), en particular nuestro bien admirado Richard Lindzen[10]. Pero no alcanzó a tanto.
A tan poco, tampoco, pues Rajendra Pachauri, el actual presidente, era considerado fuego amigo. Ingeniero industrial, o sea, no propiamente científico, era consultor de empresas energéticas, con lo que la familiaridad estaba ya garantizada. Así, Pachauri era, y sigue siendo, miembro del consejo de Indian Oil (115). Además dirige The Energy and Resources Institute (TERI), de Delhi, y podemos dar por supuesto que había habido contactos entre tan alto instituto y los mayores proveedores de energía y recursos energéticos del mundo.
Pachaurización del IPCC
Las mismas lenguas no confirmadas dicen que se convirtió. Yo creo que ni una cosa ni la otra. A pesar de malas, incluso viperinas lenguas, no creo que se pueda afirmar con rigor que Pachauri fuera un topo de ExxonMobil (116), pues creo que esta afirmación es una nueva intoxicación. Pero tampoco se puede decir que tuviera el perfil activador de resortes incluso dentro del ámbito estrictamente científico, a pesar de dormir tan sólo dos horas diarias y tener siempre la adrenalina elevada (117). Pero ya hemos visto lo que le ocurre a quien tiene la osadía de salirse del guión tolerable. La maquinaria de negación puede con él.
Lo que ha ocurrido desde entonces no es que el IPCC haya perdido rigor científico (lo de los glaciares es una minucia en el mar de datos contrastados de sus informes, aunque desde luego de gran importancia para su país), sino que ha pasado de ser un organismo vivo y activo, a otro muy burocratizado y silencioso. El IPCC emite ahora sus informes tocados por el mínimo común denominador, demasiado desfasados con respecto al nivel de conocimiento disponible en la fecha de emisión, con un presidente generalmente ausente y fuera de tiempo y emitiendo las notas de prensa del 4º informe, desde Valencia, los viernes por la tarde. Pero lo cierto es que, en 2006, Pachauri fue reelegido, esta vez por unanimidad. No tuvo rival.
En este último informe de 2007, curiosamente, había desaparecido toda referencia a las energías renovables, que en el tercero de 2001 había constituido un capítulo entero. Además, puesto que no es posible cuantificar con certidumbre científica suficiente el aumento del nivel del mar por la desglaciación, Pachauri decidió simplemente no incluir su contribución y, como peligrosidad de los océanos, apenas se consideró algo más que su dilatación térmica, resultando así en una reducción de la previsión oficial de incremento del nivel del mar en 2100 respecto al informe anterior. Quedó en 0,8 m (que no es poco), pero suponiendo que no hay deshielo (118). Cosas así[11].
Los huevos en distintas cestas
El fax de Exxon a la Casa Blanca es interesante, pero a mi, sin embargo, me divierte más la carta que envió el Competitive Entreprise Institute (CEI), ahora si, directamente, al Honorable George W. Bush. Carta fechada el 7 de junio de 2002. Esta gente se queja de que un organismo de la administración, la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), ha enviado un informe bajo el título ‘Climate Action Report 2002’ a Naciones Unidas. Ya se ve que el sólo título les ha producido escozor, pues si hay que tomar alguna acción es porque hay algún problema, y eso si que no. Veamos ahora cómo Exxon juega a varias bandas.
El Competitive Entreprise Institute, uno de los think tanks con mayor financiación de ExxonMobil y de los más promiscuos en negacionismo activo, le dice a George W. Bush que:
“We urge you to withdraw Climate Action Report 2002 immediately” (le urgimos a que retire este informe inmediatamente). (119)
Se entretiene la carta en recordarle que también hay que quitar el fichero de Internet (!), para acabar ordenándole:
“We therefore also urge you to dismiss or re-assign all administration employees…”[12] (120)
O sea que, Georges, ya estás echando a todos estos extremistas que han osado hacer un informe sobre cambio climático. No sabemos cómo se te ha pasado este asunto. Al loro, date cuenta de que firmamos todos (ver documento aquí). En efecto, no sólo firmaban los primeros ejecutivos del CEI, sino una ristra de segundones, todos ellos adscritos a organizaciones, a menudo unipersonales, financiadas también por ExxonMobil y fundaciones ‘caritativas’, como allí las llaman (121), pero con nombres de lo más apuesto. No se pierda la lista:
Citizens for a Sound Economy, Consumer Alert, Committee for a Constructive Tomorrow, Americans for Tax Reform, Frontiers of Freedom, Science & Environmental Policy Project (éste es nuestro inefable Fred Singer), Center for the Defense of Free Enterprise, National Tax Limitation Committee, Tradition, Family, Property, Inc., American Values, Center for First Principles, Government Is Not God, American Association of Small Property Owners, entre otros. (122)
También estaban los think tanks Reason Foundation y el CATO Institute… el del anuncio. Éstos, de segundones, nada.
Christine Todd Withman, una republicana moderada que había accedido a la dirección de la EPA pero que con el tiempo acabó dimitiendo, tuvo que tragarse todos los sapos y echar a los culpables de tamaña osadía, o descuido, que habían osado confundir al honorable presidente de los Estados Unidos de América.
Examinar referencias
Entrada relacionadas
El movimiento negacionista en cambio climático: 1. Tabaco y clima, destrucción masiva
El movimiento negacionista en cambio climático: 2. ‘Petition project’ ¿30.000 científicos contra Al Gore?
Notas
[1] Cuela como ‘centro de estudios’, pero en realidad es un instrumento de propaganda. En Europa denominamos a esta corriente ‘ultraliberal’.
[2] Señor Presidente, su caracterización de los hechos científicos con respecto al cambio climático y al grado de certidumbre que informa el debate científico es simplemente incorrecto.
[3] Quien suscribe tuvo la ocurrencia de pasarse seis meses escuchando, exclusivamente, la COPE e Intereconomía. Mañana, tarde, noche y madrugada. Fue alucinante. Me preguntan: ¿cómo resististe? No es difícil. Al cabo de una semana dejas de mosquearte por el inversionismo, y al cabo de dos ya comienzas a acertar en lo que van a decir cada uno. Lo que vale la pena son las sorpresas, que las hay a menudo, y ver cómo dicen un día una cosa y al día siguiente la contraria sin inmutarse. Losantos es inteligente y gracioso, reconozcámoslo. Pero César es muy peligroso.
[4] Ahora que traduzco casi literalmente lo de think tank me doy cuenta de lo que debe de significar en realidad: ustedes piensen lo que quieran, que yo tengo una posición tomada (militar, por supuesto) y de aquí no me voy a mover
[5] Esta táctica emplea la grieta social (se las saben todas) de que nadie se va a mirar las referencias o que, quien lo haga, nunca tendrá la misma repercusión pública que su anuncio a toda página. Que por eso vale tanto dinero.
[6] Es lícito preguntarse por qué motivo coló ese fraude y encima no pasó nada.
[7] President Scientific Advisor Committee, organismo que hemos tratado extensamente en esta entrada (123)
[8] No me consta que así fuera en 2001, pero puedo asegurar que así es en el momento actual
[9] Comité de Calidad Medioambiental
[10] Es más preciso decir que lo leí en algún sitio, pero soy incapaz de encontrarlo ahora para poder saber si la fuente era confiable y, eventualmente, referenciarlo. Sólo dispongo de una referencia indirecta de Ross Gelbspan (124) que no veo soportada en el documento al que se refiere
[11] A considerar que no hubiera querido incluirla, ni siquiera indicando amplios márgenes de incertidumbre, para no alarmar al público, mientras personalmente informaba del asunto a quien pudiera interesarle. Personalmente, si éste fuera el caso, yo podría encontrar motivos suficientes para criticar la decisión, pero no para censurarla de plano.
[12] Todos los énfasis son míos
En RealClimate tienen una explicación alternativa:
http://www.realclimate.org/index.php/archives/2009/03/with-all-due-respect/
Creo que la predicción sin mantos de hielo es de entre 18 y 59 cm. (y eso es lo que salía en los resúmenes). En las mil páginas de informe completo meten (muy inocentemente) 20 cm extra por esa incertidumbre (hasta 79 cm). Hoy se ve más probable que se esté subestimando y que el aumento de este siglo pueda estar en torno a 1 m.
Saludos!
Me gustaMe gusta