Negacionismo en La Vanguardia (1ª parte)
Llevaba mucho tiempo pensando en escribir un libro sobre todo esto. Pero una cosa es escribirlo y otra que te lo publiquen. Al principio tuve en la cabeza una novela. Podía comenzar, o no, por un blog, pero no acababa de decidirme. Siempre me parecía que no sabía lo bastante. Entre mis amigos, mi hija y mi pareja me convencieron para que no me demorara. El artículo de Richard Lindzen en La Vanguardia (1) me dio el espaldarazo definitivo.
Recuerdo cuando lo estaba examinando. María y también Conxa, que me lo trajo, me acompañaban en el salón. Me decían que no hablara tan alto, que me calmara. Estaba indignado. Conocía de las truculencias de este señor, pero verlas llegar aquí, a la puerta de casa, me provocó cierto sulfuro. No es que me enfadara con él, que ya le tenía visto por las Américas y sabía de sus tropelías. Me enfadé, y mucho, con el Conde de Godó, propietario de La Vanguardia.
Comencé escribiendo cualquier cosa para relajarme un poco, pero tuve el buen tino de dejar pasar varios días antes de darlo por presentable. De forma que otro texto, de elaboración más sencilla, acabó siendo la entrada inaugural. Precisamente sobre una curiosa experiencia personal acerca de la existencia de sicarios activistas del negacionismo, nada menos que en el Museo de la Ciencia de Barcelona.
En la 1ª parte realizamos el análisis científico del increíble artículo de Lindzen, y anunciamos el análisis comunicativo que presento a continuación.
A la vista de que ni las referencias que el autor incluye dicen lo que él afirma, y de que incluso una lo contradice explícitamente, habíamos planteado la siguiente hipótesis, que habría que validar, o refutar:
¿Es Richard Lindzen un idiota?
Recordemos que Richard Lindzen no es un cualquiera. Es alguien muy importante. Es especialista en ciencias de la atmósfera y catedrático de meteorología, pero no de cualquier sitio, sino del departamento Alfred P. Sloan (cosas empresariales) del Massachusetts Institute of Technology, uno de los templos de la ciencia y la tecnología mundiales.
Habíamos avanzado, prudentemente, que es menester dar por inválida la hipótesis de su eventual idiotez pues, si bien, desde el punto de vista científico, es difícil hacer un bodrio de mayor alcance, desde el punto de vista comunicativo el artículo sigue con buen tino el libro de estilo negacionista, y eso no lo hace cualquier imbécil. Así que hoy vamos a ir desgranando las figuras que emplea este señor y sus amigos, que de esto saben mucho. Es oportuno, además, porque, por lo visto, acaban de ampliar mercado y han desembarcado en el ámbito lingüístico latino on line, con bastante profusión y verbo rápido, reflejo de una dedicación presumiblemente profesional.
Dije que comenzaríamos analizando la siguiente afirmación:
“Inevitablemente, en la ciencia del clima, cuando los datos entran en conflicto con los modelos cabe esperar que un puñado de científicos se dedique a modificar los datos. Que sea menester corregir siempre los datos para que concuerden con los modelos resulta escasamente convincente y denota la existencia de una cierta corrupción en el seno de la comunidad científica del clima.”
¿Andaba ya Lindzen, dos meses antes, advertido de la que querían montar sus corifeos con el Climategate? No sé. Pero remito al lector a la última entrada. Precisamente allí, cerca del final del texto, muestro que quien se dedica a la corrupción en el seno de la comunidad científica es precisamente el propio Lindzen. De alguna forma[1] consiguió colar un artículo en una de las más prestigiosas publicaciones académicas, la Geophysical Research Letters. Sorprendió a propios y extraños con un resultado contradictorio con lo que la ciencia tiene ya bien establecido, a saber, que la sensibilidad climática del planeta[2] se sitúa alrededor de los 3 ºC. A él le salía menos de uno (27). O sea, según Richard, ningún problema. No nos precipitemos.
Han pasado sólo tres meses y ya se sabe que ese trabajo contenía errores. Salen publicados este mismo mes de enero, en la misma revista (28). Y no cualquier error. Más de uno, pero uno en particular muy sospechoso. Había tomado datos de fechas inadecuadas, pero muy adecuadas para que le saliera lo que lleva defendiendo desde hace años, a saber, un hipotético ‘efecto iris’ (9). Sin evidencia científica que lo soporte, Lindzen debe creer en lo sobrenatural, que está muy bien, pero un sobrenatural atento, teísta, pues, para él, ‘alguien’ o ‘algo’ hace que la Tierra se comporte como el iris del ojo, que responde a la intensidad luminosa regulando la luz que incide en la retina, de forma que ésta no llegue a quemarse. Esta hipótesis, como vimos en el artículo anterior, ha sido refutada repetidamente ya en 2001 (10, 11, 12), pero nuestro Richard, erre que erre, en 2009 la sigue manteniendo.
De modo que ya vemos aquí el primer epígrafe del manual de estilo negacionista: emplear el inversionismo. Es decir, acusar a los demás de lo que uno hace. Este epígrafe contiene un subapartado. Empléese el inversionismo antes de que te acusen a ti de lo que quieras esconderte. De esta forma, quien parecerá que responde con la misma moneda será el otro, por lo que mi afirmación, por haber sido realizada en primer lugar, será considerada más creíble que la suya. Para el público, el otro estará, simplemente, repitiendo tu monserga.
Regla nº 1: Utiliza el inversionismo para todo lo que sea invertible, y lo antes posible
Uno creía que estas cosas sólo se daban en la política, y con mayor intensidad cuanto menos ilustrado fuera el representante del pueblo o el partido que usara estas tácticas de confusión. Pero no. Lo hace hasta un científico del MIT. Inaudito. Llevo muchos meses preguntándome por qué lo hacen, y no me conformo con respuestas comunes. Tengo algunas hipótesis, pero las estoy madurando[3].
Hacerlo bien no crea usted que es cosa fácil. Hay que tener mucha cara. Hay que poner cara de póker en cualquier lugar y circunstancia. Hay que resistir el envite del ‘otro’ repitiendo la coña, como si nada. Hay que tener preparada la respuesta a cualquier habilidad que pueda exhibir el contrario. Se puede ser tonto por no saber encajar en la realidad, pero para asumir este papel, y jugarlo en público frente al mundo entero, y desde el nombre del MIT en la tarjeta, no se puede ser del todo idiota.
La última moda del inversionismo es la de decir que quienes creemos que el debate científico debe tener lugar en la Academia, que es donde es de verdad riguroso, somos los negacionistas. Así que, amigos, prepárense para ser tildados de descreidos por parte de quienes quieren marcar no ya los términos de la discusión sino incluso cuál es su sede más favorable. La sinrazón es mucho más peligrosa cuando tiene apariencia de razón.
Veamos más epígrafes del libro de estilo y la forma con que las emplea nuestro Ricky.
Los idiotas somos nosotros
Este señor, tan pronto comienza el artículo, nos descalifica. Nos llama, a usted y a mí, analfabetos. Analfabetos científicos.
La histeria en cuestión revela, sencillamente, el analfabetismo científico de la población…
Somos analfabetos científicos, todos, menos él y sus compañeros negacionistas. Tanto da si niegan el efecto invernadero, o que el efecto invernadero sea del CO2, o que si es del CO2 sea muy pequeño, o que si no es muy pequeño no sea el de los combustibles fósiles, o de que si es de los combustibles fósiles no pasa nada. Le da lo mismo lo que nieguen sus corifeos, ellos saben lo que se dicen porque son alfabetos. Si las apariencias son de que tantas cosas a la vez no pueden ser, es que nuestra ignorancia no nos permite llegar a la comprensión profunda de los fenómenos.
Pero nosotros no sólo somos analfabetos científicos (y por tanto ya nos puede colar cualquier cosa), sino que:
… y la propensión de la gente a sustituir la verdad por un estribillo.
Ya lo ve, nosotros, la gente, los analfabetos, ahora, en lugar de verdades, decimos estribillos. ¡Somos poetas! En lugar de buscar la verdad, hablamos en verso.
¿No será una nueva forma
de inversionismo?
¿No será él el poeta?
Pues supone,
contra toda evidencia,
que hay
‘alguien ahí’
procurando
que el sistema climático
no se
desestabilice.
De modo que:
Regla nº 2: Desactiva las ínfulas de la audiencia haciéndole saber su ignorancia
Más epígrafes del libro de estilo. Leemos que:
El hecho de que el mundo desarrollado se haya vuelto histérico sobre la cuestión de los cambios en la temperatura media global de pocas décimas de grado… En el caso de pequeños cambios en el clima asociados a décimas de grado…
Lo dice dos veces, las dos al principio del artículo (lo del histerismo también suena varias veces). Nótese que no señala dirección del cambio. Lo de pocas décimas de grado o no quiere decir nada o es una exageración, porque ha aumentado en 0,8 ºC desde el promedio anterior a la era industrial (mucho más en los polos) y eso ni él mismo osa cuestionarlo. Claro que siempre puede decir que habla respecto a una fecha elegida para el resultado, como en su trabajo refutado. Pero Richard nos empequeñece el problema dos veces, al tiempo que nos llama histéricos.
Esta frase, por lo demás, me parece de muy mal gusto. Quienes están histéricos son precisamente los habitantes del mundo no desarrollado, que son los que sufren las hambrunas, las sequías y las inundaciones que sabemos directamente atribuibles al cambio climático. Claro que siempre las ha habido. Pero ahora hay más, y es precisamente esta diferencia la que es indicativa y encaja con un cambio muy bien estudiado de las condiciones climáticas generales del planeta. Y más que va a haber, desgraciadamente. Los países desarrollados no estamos tan histéricos, porque nuestra capacidad de protección, por lo menos a corto-medio plazo, es superior. Presumiblemente.
Regla nº 3: Minimiza la cuestión
Regla nº 4: Atribuye histeria y alarmismo a los preocupados
No hemos pasado de poco más de media columna. Todo esto, nada más empezar, sorprende, pero al seguir con la lectura uno se da cuenta de que no era inocente. Richard se embarca en algunas frases que, de hecho, o son ininteligibles (supongo que el traductor lo habrá pasado mal) o son capciosas. No se las pongo todas para no alargarme. Pero una vez usted aturdido por su ignorancia y su histeria, creyéndose ahora poeta, su espíritu, ya débil, resulta asaltado por tres afirmaciones que, en estas nuevas condiciones emocionales, colarán mejor:
Ciertos períodos anteriores parecen haber sido más cálidos que el actual a pesar de que los niveles de CO2 eran inferiores a los actuales
Sólo alrededor de un tercio del calentamiento de la superficie del planeta está relacionado con el efecto invernadero
Según el IPCC de Naciones Unidas, el forzamiento del efecto invernadero debido a la emisión de gases de efecto invernadero por la acción humana ya se sitúa en torno al 86% de lo que cabria esperar
La primera es dudosa, aunque podría ser, pero él dice que sólo lo parece y yo le digo que, si lo fuera, no desmentiría nada. La segunda no se sabe lo que quiere decir, porque sin efecto invernadero estaríamos muertos de frío. La tercera no sé de dónde la saca, pues ningún informe del IPCC dice semejante cosa. En todo caso sorprende que, para afirmaciones tan categóricas e importantes, y encima cuantificadas, no indique referencias, mientras que para muchas otras si las indica pero, examinadas de cerca, ninguna soporta sus alegatos, según vimos extensamente en la primera parte.
Es curiosa la tercera. Con la de incertidumbres que existen, precisamente en esta cuestión, va y nos da un dato que, en todo caso, se sitúa muy por fuera de lo verosímil: ¡86%!
Y dale con los modelos
Sigamos. Si contamos el número de veces que menciona la palabra ‘modelos’ en sólo dos columnas nos salen 8 veces. Ni muchas ni pocas. Pero asociaciones tales como:
… pronósticos alarmantes se basan en modelos…
nos hacen creer, de forma inconsciente, que modelos equivale a alarma. También nos dice Ricky que:
… todos los modelos que pronostican un calentamiento significativo sobrevaloran en gran medida el calentamiento.
Aparte de la dudosa redacción, insiste en el asunto (modelos-calentamiento), pero nos dice entre líneas que no todos los modelos pronostican calentamiento, lo cual es falso de toda falsedad. No sólo esto, sino que Richard viene a decir, sin decirlo, que él es el único que lo ha medido (por satélite, nada menos), y que le da otra cosa, bien distinta.
Dejando aparte el hecho de que la ciencia actual del clima no está basada en los modelos[4], aún cuando los que se conocen reflejan con bastante corrección la evolución actual de la temperatura, ya sabemos qué es lo que le da a Richard el cálculo de las medidas por satélite. Ése es precisamente el trabajo que presentó en Geophysical Research Letters y que ha sido refutado con todo rigor (28), con más sospechas de fraude voluntario que de error inadvertido.
Regla nº 5: Da a entender que la ciencia del clima se basa sólo en modelos, una cosa ‘meramente teórica’, y que encima pueden estar todos mal.
Si, Richard nos dice, en una de las menciones, que pueden estar todos mal.
No es la acción del hombre
Ricky no reniega explícitamente del efecto invernadero, ni de que haya calentamiento. Pero nos repite ¡4 veces! que la acción del hombre no es la causante. De hecho, el objetivo final de la estrategia negacionista es siempre el mismo: que no es la acción del hombre, o sea, sobretodo, no culpar a los combustibles fósiles.
Regla nº 6: Asocia conceptos poco conocidos por el público, pero que les suenan, a adjetivos o situaciones descalificadoras.
Regla nº 7: Repite, que algo queda. Modelos, histeria, modelos, alarmistas, alarma, modelos, alarma, no es la acción del hombre, no es la acción del hombre, no es la acción del hombre, no es la acción del hombre.
De la emisión de dióxido de carbono por deforestación, que es del orden del 15% del total, ni hablar. No se nos vaya a ocurrir emplear biocarburantes, pues:
Archer Daniels Midland (empresa líder del sector agroalimentario en Estados Unidos) ha presionado con éxito a favor del empleo del empleo de etanol como combustible, y la restante demanda puede estar propiciando ya actualmente grandes aumentos de los precios del maíz…
A la vista de la experiencia descrita en la primera parte, estaba dispuesto a encontrarme con que esta empresa podría ser un invento de Ricky. Que no existiera. Pero si, existe. (Ya ven que la frase está pensada para darnos la culpa a los alarmistas de los problemas con los precios de la alimentación).
Lo que ocurre es que Ricky es mucho Ricky. Rascamos un poco y nos damos cuenta de que… ¡está desviando la atención! Resulta que altos ejecutivos de Daniels fueron juzgados, y condenados, y encarcelados (!) … ¡por manipular los precios en el mercado mundial! (29) Ya le digo yo, querido lector, que las sorpresas de este viaje han sido, para mi, enormes. Y las que me quedan.
Hay tantas barbaridades que acabaría aburriéndole. Pero hay dos que no quiero dejar pasar. Una es la inexcusable mención a Al Gore. Ricky, sin datos que sostengan su afirmación, osa decir que Al Gore tiene intereses en el mercado de emisiones de carbono. Mire, lanzar ataques ad hominem es muy rastrero. Si lo dice lo tendrá que demostrar. Y nada, ninguna referencia ni dato complementario.
En todo caso, la mención a Al Gore es una constante en la retórica negacionista. Incluso un contra-activista de la blogosfera celtibérica cavernaria, que opera bajo seudónimo, lo ha elevado a categoría: ¡algoreros! (30).
Regla nº 8: Móntatelo para sacar el nombre de Al Gore por algún sitio. Cárgatelo. Como sea.
Acúsale de gastar mucha energía en su casa, de viajar en avión privado, de ganar un pastón por sus conferencias (que él dedica a la difusión del problema), de forrarse generando alarma… Lo que sea.
La regla ‘primo de Rajoy’
Pero el epígrafe del libro de estilo que más me divierte es el que podemos llamar regla primo de Rajoy. Richard nos hace saber que con los modelos no se puede predecir el tiempo ‘más allá de unos pocos días’, y que lo demás es mera especulación. De hecho son 11 días, en el estado actual de la ciencia y la técnica. Previsiblemente no se pueda pasar de aquí en mucho tiempo.
Que un meteorólogo como él confunda tiempo meteorológico con clima, y predicción del tiempo con proyección climática es increíble. Tanto, que es imposible. Luego hay que suponer que ha aplicado una nueva regla:
Regla nº 9: No te olvides del primo de Rajoy
Un último elemento, para hacer decálogo. Nos dice Rick:
También lo son [patentes] los intereses de los burócratas para quienes el control del CO2 es un sueño que se hace realidad. Al fin y al cabo, el CO2 es un producto de la respiración.
Es magnífico. Yo creía que los burócratas, cuando quieren controlar a la gente y extraerle todo su jugo, nos pillaban por órganos más O2. Pero no, nos pillan por el CO2. A mí, en Hacienda, a veces me han buscado los O2, pero vaya usted a saber si también han tomado muestras de mi propio CO2.
Lo de decir que el CO2 no puede ser malo, porque es un producto de la respiración, es también una constante en los textos negacionistas dirigidos al gran público. Por algún motivo del subconsciente atávico esta excreción nuestra no es tan escatológica como otras, y por tanto encaja bien en un discurso limpio. En realidad es una falacia, que juega con nuestra ignorancia y nuestro desconocimiento del alfabeto.
Recordemos que el sistema climático responde a la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, y que el cambio climático se está produciendo porque estamos añadiendo CO2 suplementario.
No vale decir que el de la respiración cuenta, porque no cuenta. El CO2 que exhalamos ha sido retirado antes de la atmósfera, exactamente en la misma cantidad, absorbido por los vegetales que ingerimos o por la alimentación, vegetal siempre al final de la cadena, de los animales que ingerimos. Este mecanismo forma parte del denominado ciclo del carbono. Primero retira, después devuelve. No añade nada. Nosotros no añadimos ninguna cantidad neta de carbono. Si acaso, en nuestra etapa de crecimiento, absorbemos y fijamos carbono en nuestros cuerpos. Como los árboles. Así pues, añadir, mientras siga creciendo la población mundial, menos que cero.
Una falacia parecida la usan con el el vapor de agua. ¡Tiene más poder invernadero y hay mucha más! Pero tampoco cuenta. Cuando en la atmósfera hay más vapor de agua de lo que las leyes físicas permiten, va y llueve. En la atmósfera, a una temperatura media de la Tierra constante corresponde una cantidad promedio constante de vapor de agua a lo ancho de todo el globo.
Desde luego antes de enterarme un poquito de estas cosas a mi me hubieran colado esta falacia tranquilamente. Créame, por favor. Le aseguro que lo tienen todo muy bien estudiado.
Regla nº 10: Ellos le llaman contaminación, nosotros le llamamos vida (31)
Como en los diez mandamientos, las reglas descritas se reducen a dos, que llamaremos corolarios:
Corolario 1. Todo esto es un invento de los cripto-comunistas, reconvertidos en ecologistas desde 1989, que quieren controlar la sociedad y el mundo entero con su reglamentación desde un gobierno mundial. Así pues, no olvides lanzar el mensaje ultraliberal y nacionalista, subliminalmente durante el texto (¿recuerdan la mención a Naciones Unidas?) y explícitamente al finalizar el artículo o la conferencia.
Corolario 2. Deja la puerta abierta a todo tipo de sospechas del contrario, y ofrécete para acciones heroicas.
Esta segunda encaja bien con una de las últimas frases:
Para quienes se hallan comprometidos con agendas y programas más rapaces y corruptos, la necesidad de actuar pronto, antes de que la sociedad valore la situación, es real y verdadera. Sin embargo, para dirigentes serios y solventes, resulta evidente la necesidad de oponerse con valentía a la histeria.
No puedo concebir una mayor carga de desinformación, propaganda, estupidez y cinismo en tan pocas páginas.
En la última entrada de esta serie abandonaremos este lamentable episodio y examinaremos otros comportamientos supuestamente serios, solventes y valientes de este individuo, que hubieran debido de ser suficientes como para que La Vanguardia no le hubiera permitido desprestigiar sus páginas con mancha tan hedionda.
P.S: Tampoco hemos terminado con el libro de estilo. En la próxima ocasión examinaremos cómo se las gastan los ciber-activistas blogueros. Con ejemplos, extraños, y también propios.
Notas
[1] Según parece, Geophysical Research Letters aceptó a los revisores propuestos por Lindzen, cuyos nombres se desconocen por el momento. Éstos dejaron pasar un artículo que, en condiciones normales, no hubiera superado un escrutinio correcto en publicación académica de este nivel. La imaginación es libre.
[2] Definida como incremento de la temperatura a largo plazo que corresponde a una duplicación de la concentración de gases forzadores del clima en la atmósfera. Es una medida de la respuesta del sistema climático a la perturbación.
[3] El inversionismo es característico de una enfermedad mental grave, el denominado ‘trastorno límite de la personalidad’, también conocido como ‘borderline’.
[4] Los modelos son un instrumento de ayuda. Aún cuando no existieran, las medidas sobre el terreno son suficientes como para deducir las conclusiones básicas.
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