Voces advirtiendo de la gravedad e importancia del cambio climático ha habido muchas, y desde hace mucho tiempo. No es que usted no las escuchara. Es que no las escuchaba nadie y, menos que nadie, los medios de comunicación. Aquellos que lo oían, como sin querer, lo silenciaban unos y lo aguaban otros. ‘No pasa nada’. ‘No hay para tanto’. ‘No puede ser’. ‘Ya se sabe, los ecologistas…’. Entretanto, hemos atravesado el punto de no retorno en algún momento de los últimos 20-30 años, precisamente cuando las voces desesperadas de los científicos eran silenciadas, e incluso censuradas[1].
Sin entrar de momento en la poderosa maquinaria de silenciación, negación, censura y engaño a que ha estado sometida la población – que documentaremos exhaustivamente en sucesivas entradas de este blog – veamos aquí la lista de manifiestos, declaraciones colectivas – de premios Nobel, por ejemplo – llamamientos a la acción ‘urgente e inmediata’ … de los que usted, probablemente, nunca ha oído hablar. Bueno, si, tal vez usted crea que hay cierta controversia, que no todos los científicos están, o estaban, de acuerdo. Yo siento decírselo, pero le han engañado. Nos han engañado a todos, a mi también.
No hace falta retrotraerse al siglo XlX, con el muy nombrado Svante Arrhenius, un sueco que, gracias a que decidió quitarse la melancolía de un desengaño amoroso vía la ocupación de la mente mediante cálculos, se atribuyó por derecho propio la condición de titular definitivo del efecto invernadero del dióxido de carbono (1), el tan denostado CO2. Aunque el famoso (más todavía) matemático francés Joseph Fourier ya había descrito el fenómeno en 1847 (2) y el británico John Tydall enunció el efecto invernadero y aseguró que un cambio en la concentración de los gases atmosféricos comportaría importantes variaciones climáticas. Joseph Black había formulado el CO2 en el siglo XVIII.
A efectos de la argumentación nos basta con comenzar en 1956, cuando los estadounidenses Roger Revelle y Hans Suess publican un artículo en Science (junto a Nature, las dos revistas científicas de mayor prestigio mundial: haremos bien en creernos lo que dicen) donde se recordaba la influencia de este gas en el clima y, sobretodo, se mostraba cómo se había detectado que el mar absorbía solo una parte del CO2 emitido en las combustiones y descomposiciones orgánicas, alrededor de la mitad. Y que el resto queda, básicamente, en la atmósfera (3).
Cualquiera puede argumentar, y estará en lo cierto, que el estado de la ciencia de ese momento – lo que se denomina ‘state-of-the-art’- no permitía, en puro rigor, asegurar que todo iría a peor. Estará en lo cierto, pero también es cierto que si en alguna cosa hay que hacer un uso imperativo del principio de precaución es en la alteración climática mundial, que debía de ser algo a seguir con todo detalle y a informar a la población de las incertidumbres, pero también de los riesgos.
En otros lugares de estos escritos se mostrará en detalle la evolución del conocimiento científico respecto al cambio climático y cómo las élites eran conscientes del problema desde mitad del siglo pasado. Aquí corresponde enumerar los llamamientos de alerta, de llamada a la acción, de urgencia, que se han venido sucediendo en los últimos años.
1) Febrero de 1979 – La Organización Meteorológica Mundial organiza en Ginebra la primera ‘World Climate Conference‘, Conferencia Climática Mundial. Allí ya lo tienen claro. Declara su preocupación por que la ‘expansión continuada de las actividades humanas sobre la Tierra pueda causar cambios climáticos de alcance regional e incluso mundial’ (4).
2) Octubre de 1985 – La discreta ciudad alpina de Villach reunió a la flor y nata de la climatología mundial, bajo el patrocinio de Naciones Unidas. Concluyen que ‘seguir aumentando la concentración de gases de efecto invernadero puede causar un aumento histórico de la temperatura global.’ Esta declaración es considerada el primer consenso científico internacional sobre el tema (5).
3) Junio de 1988 – En Toronto, la Conferencia Mundial sobre la Cambiante Atmósfera (ya ven que el título buscaba cierto eco) reúne a los mejores científicos y políticos. Repiten una frase del artículo de Revelle y Suess de 1956, que ya es famosa y lo será todavía más en el futuro: ‘la humanidad está realizando un experimento de alcance global’, aunque la Conferencia lo completó con la siguiente advertencia contundente: ‘Este experimento es no intencionado, no está siendo controlado y sus últimas consecuencias sólo pueden situarse detrás de una guerra nuclear.’ (énfasis añadido). Hablaba de ‘crisis’ y pedía a los gobiernos que actuaran con urgencia[2]
No me dirán que no es fuerte. Dese usted cuenta de que hace más de 20 años que esta declaración se produjo, y que la mitad de la cantidad total de gases forzadores del clima añadidos a la atmósfera por la acción humana lo ha sido en los últimos 30 años.
4) Noviembre de 1992 – Cerca de 1700 científicos, incluyendo casi todos los premios Nobel en ciencias, respaldan un manifiesto redactado por Henry Kendall, que fuera presidente de la Union of Concerned Scientists. ‘La incertidumbre sobre el alcance de estos acontecimientos no puede excusar la complacencia o el retraso en afrontar estas amenazas’ (7). Se hacen así eco de la recurrente y tendenciosa argumentación de los negacionistas, según los cuales ‘todavía no se sabe con certeza suficiente, hay incertidumbre’ (8). Como si las predicciones científicas basadas en mediciones pudieran ser exactas cuando lo que no sería científico sería, precisamente, ofrecer valores exactos.
Los científicos declararon que ‘los seres humanos y el mundo natural se encuentran en curso de colisión’ (9) y, tras distintas consideraciones, concluyeron con un llamamiento desesperado: ‘Esperamos que este mensaje llegue y afecte a todo el mundo. Necesitamos la colaboración de todos. Requerimos la colaboración de la comunidad científica internacional – ciencias naturales, sociales, económicas y políticas, la de los líderes industriales y empresariales, la de los líderes religiosos, la de la gente de todo el mundo. Llamamos a todas las personas del mundo a unirse a esta tarea’ (10).
5) Mayo de 2001 –Diecisiete de las principales academias de ciencias del mundo, desde luego las primeras, realizan la siguiente declaración conjunta: ‘El trabajo del IPCC (máxima autoridad científica en climatología) representa el consenso de la comunidad científica internacional en la ciencia del cambio climático. Reconocemos en el IPCC la fuente mundial de información más confiable’ (11).
Los ataques de que estaba siendo objeto este organismo eran brutales, empleando para ello la desinformación, la mentira a sabiendas y el juego sucio. Todo ello organizado por la mano aterciopelada de los think-tanks, la acción menos visible de los PR y la pasividad, cuando no el beneplácito, de los medios de comunicación.
6) Diciembre de 2001 – De nuevo los premios Nobel, en ocasión del 100 aniversario de estos galardones, advierten que nuestra seguridad depende de una necesaria reforma social y medioambiental. Recuerdan que el daño lo hemos originado (aunque no ‘hecho’) nosotros, los ricos del planeta, y que comenzará afectando en gran medida a las economías más frágiles. ‘La situación será desesperada y manifiestamente injusta’ (12).
7) Diciembre de 2003 – La American Geophysical Union, institución de referencia en las ciencias de la Tierra, realiza un llamamiento en el que destaca que la concentración de dióxido de carbono está creciendo más deprisa que en cualquier otro momento de la historia geológica del planeta (13).
8) Octubre de 2004 – La comunidad evangélica, aunque muy tardíamente, se une a la causa si bien de una forma algo descafeinada y con salvedades inoportunas, pues diríase que todavía no están seguros de que el cambio climático sea real, y menos todavía que los causantes seamos precisamente los corderos de Dios. No dejaba de ser un primer pronunciamiento, pues estos cristianos bienintencionados se estaban enfrentando a su propia jerarquía, tradicionalmente negacionista (14).
A juzgar por sus palabras, debió de ser una llamada a esa jerarquía más que a los creyentes en general, pues concluyen con contundencia: ‘En el nombre de Jesucristo Nuestro Señor, llamamos a todos los que lean esta declaración a unirse a nosotros en el esfuerzo’.
9) Junio de 2005 – Las Academias Nacionales de Ciencia de Brasil, China, India y los países del G8 suscriben una declaración en la que instan a la ‘acción inmediata’ a los líderes mundiales reunidos en una cumbre de este grupo frente a la ‘clara y creciente’ amenaza del cambio climático. Por primera vez se lee: ‘prepárense para las consecuencias’[3], que se manifiestan ya inevitables (15).
10) Febrero de 2006 – Esta vez ya sin reparos, señalando que llevan tiempo estudiando el asunto y pero que ya estaba claro en 1995, la comunidad evangélica sanciona con un nuevo manifiesto, extremadamente correcto con respecto a los ‘hechos demostrados’ (16), su ‘globo sonda’ de 2004. Sorprende la mención a las empresas BP, Shell, General Electric, Cinergy, Duke Energy, and DuPont, que resultan explícitamente alabadas en sus (supuestas) acciones en favor del planeta. Nótese que no se dice ni palabra de ExxonMobil, la bestia negra del ecologismo. Por eso extraña el comentario crítico de la web Ethics Daily señalando que el manifiesto es descafeinado, pues han averiguado que de quien reciben dinero algunas de las instituciones en las que prestan sus servicios las señorías evangélicas que suscriben el manifiesto es precisamente de ExxonMobil (17).
Es probable que el ‘greenwashing’, u otros detergentes, hayan penetrado las mentes de estos prohombres, pero si se lee el conjunto del manifiesto yo, que soy exigente en estas cosas, no le encuentro mácula – salvo esta rendición corporativa – y entiendo que esa crítica de anónimos examinadores éticos no es procedente. Máxime cuando se puede ver en su web un compromiso claro y movilizador, ahora si, a favor del combate climático (http://christiansandclimate.org/).
11) Febrero de 2007, en Valencia, la comunidad científica efectuó, en ocasión de la presentación de la primera parte del cuarto informe del IPCC, una declaración clara y sin ambigüedades: ‘el cambio climático está ocurriendo y las actividades humanas son la causa con casi toda certeza.’ (18, 19)
No dicen que eso ya se sabía. Se sabía hace esos 30 años, de hecho más, que podía ocurrir. Salvo un grupo de científicos, los mejores del mundo (que se han estado jugando la piel), nadie dijo nada, y quien osaba salirse de lo políticamente correcto era sometido a la técnica de tortura psicológica conocida como SLAPPS ( Strategic Lawsuits against Public Participation, Pleitos Estratégicos contra la Participación del Público) (20). Lo grave, lo extremadamente grave, es que de haberlo sabido hubiéramos tenido la posibilidad de evitarlo. Ahora ya no está nada claro y muchos, en voz baja, dan el combate por perdido. Dicen que sólo queda adaptarnos a lo que venga.
12) Diciembre de 2007 – La cumbre de Bali fue también motivo para una nueva declaración realizada por los 200 climatólogos de mayor renombre mundial (21), implorando que hagamos lo que sea pero que, por el amor de Dios, no se superen los +2 ºC de temperatura media mundial (respecto a la era preindustrial). Decían que, para ello, era preciso estabilizar la concentración de dióxido de carbono equivalente en 450 partes por millón en volumen (ppmv) (22).
Demasiado tarde. Entre 2008 y 2009 el avance de las ciencias relacionadas con la climatología ha sido espectacular. También lo han sido sus resultados. Hoy sabemos que 1) El nivel seguro está por debajo de 350 ppm (23) y 2) Que lo más probable es que estos 2 ºC sean inevitables (24). Cuán más probable sea lo encontrará usted en futuras entradas de este blog.
13) Mayo de 2009 – El Simposio de premios Nobel efectuó un llamamiento ‘encarnizado’ (fierce) y urgente por un acuerdo sobre cambio climático ‘al nivel de la escala y urgencia de las crisis humana, ecológica y económica a la que el mundo se enfrenta en la actualidad’.
Estos son los llamamientos más destacables. Entremedio, y desde entonces, ha habido muchos más, de los más diversos organismos. En 2009 son legión, pero ya no tienen ningún mérito y, desde luego, no llegan a tiempo de casi nada. En un complemento de las referencias el lector interesado encontrará una relación bastante completa. De ella, podemos destacar:
- Las declaraciones (testimonies) en los parlamentos de los Estados Unidos. En particular la de James Hansen en 1988, quien efectuó una predicciones que, en una nueva declaración exactamente 20 años después, se habían cumplido con un error de sólo el 10% (escenario ‘B’). Michael Crichton, en su infame novela ‘Estado de Miedo’, quiso dar a entender que no fue así, mediante la burda argucia de eliminar ese ‘escenario B’. Ello motivó un escrito de respuesta de James Hansen, bajo el irónico título de ‘Michael Crichton Scientific Method’[4]. Ciertamente, en el Capitolio también declararon negacionistas profesionales, lo que se presentará como justificación de las dudas paralizantes. Pero mire, fue precisamente a partir de 1988 cuando comenzó la campaña de desinformación, que todavía sigue y que se refuerza a cada período de intensidad política, sea este el proyecto de ley de emisiones que Barak Obama intenta sacar adelante en los Estados Unidos o los prolegómenos de la cumbre de Copenhague
- La tardía y tímida incorporación de la comunidad empresarial y de las comunidades religiosas. A salvo de los maestros en ‘greenwashing’ estas comunidades han sido activa y sistemáticamente negacionistas salvo honrosas, pero muy minoritarias excepciones. En todo caso tímidas, forzando siempre los acuerdos hacia abajo. Al desagüe.
- Los militares, que ya se enfrentaron a Bush en 2003 mediante un informe redactado por el Pentágono que se hizo aflorar ‘descuidadamente’ y trascendió a la luz pública.
Para un mayor detalle acerca del tiempo que hace que se conocían los peligros del cambio climático vea esta entrada:
Para terminar, por favor recuerde estas cifras: el problema era conocido desde hace 50 años (por lo menos). El 50% (aproximadamente) de los gases de efecto invernadero añadidos a la atmósfera por los humanos se ha emitido en los últimos 30 años. Hace 20 años que se sabía (casi) inequívocamente que, de continuar al mismo ritmo, la catástrofe estaba asegurada. Tal vez tuviéramos tiempo de no cruzar el punto de no retorno hasta hace (unos) 10 años. Recuerde: 50-30-20-10
Todo apunta a que hoy sólo tenemos tiempo para adaptarnos de la mejor manera a lo (virtualmente) inevitable. ¿Y cómo nos enteramos ahora? ¿Cómo es posible que asunto de tanta gravedad no haya sido titular permanente de primera página de todos los periódicos?
Durante un tiempo le dirán que todavía estamos a tiempo si nos esforzamos mucho y empleamos energías ‘renovables’. Cuando se vea que esto no funciona y los desastres meteorológicos van aumentando le dirán que se están preparando técnicas de geoingeniería que conseguirán estabilizar el clima. Yo espero que no lo hagan, pues si el primer experimento que hacemos con el planeta sale como sale, será mejor que hagamos las paces con él y le prometamos no maltratarlo de nuevo. No vaya a ser que muera definitivamente.
Ahora ya no podremos alegar ignorancia.
Actualización 08/05/2010:
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Notas
[1] Las campañas de desinformación diseñadas por think tanks y ejecutadas por las agencias de comunicación llegaron a su clímax en el mandato de George W. Bush, con el amedrentamiento de la comunidad científica llegando incluso a la censura de informaciones ‘sensibles’ desde el punto de vista climático o religioso.
[2] Lo de menos debía ser que pedían una reducción de emisiones del 20% para 2005 (6).
[3] Esta expresión parafraseaba el pensamiento de Churchill, quien anticipó de este modo la 2ª guerra mundial mientras Occidente hacía concesiones a Hitler
[4] Sorprendentemente a estas alturas, el ejemplar Especial La Vanguardia del ultimo trimestre de 2009, dedicado al cambio climático, recomienda esta obra de Crichton a sus lectores, contribuyendo así, junto al lamentable artículo de Richard Lindzen, a desinformar a sus lectores.