Corrección (14/05/2010)
Un total de 255 climatólogos o científicos relacionados con la ciencia climática, miembros de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, entre los se encuentran 11 Premios Nobel, han suscrito un texto que ha sido publicado el viernes 7 de mayo en sede tan formal como la revista Science (acceso por subscripción), que traduzco más abajo.
En él manifiestan su inquietud por los ataques a la ciencia y a «las amenazas tipo McCarthy y la persecución criminal de nuestros colegas basada en insinuaciones y falacias por asociación, así como al acoso de científicos por parte de políticos en búsqueda de distracciones para evitar la toma de decisiones, y de las descaradas mentiras esparcidas contra ellos.» A los negacionistas les llama así: negacionistas. Instan, además, a actuar inmediatamente.
El primer firmante, Peter Gleick, manifestó: «Difícil como es poner de acuerdo a dos científicos sobre cualquier cosa, es altamente meritorio que este documento haya sido suscrito por tantas personas. No es una toma de posición de la Academia en su conjunto … El texto sólo ha sido sometido a los científicos estadounidenses más involucrados en el tema.»
Estamos profundamente inquietos por la reciente escalada de asaltos políticos hacia los científicos en general y hacia los climatólogos en particular. Toda la ciudadanía debería conocer algunos hechos científicos básicos. Siempre existe alguna incertidumbre asociada con las conclusiones científicas; la ciencia nunca prueba nada de manera absoluta. Cuando alguien dice que la sociedad debería esperar a que los científicos estén absolutamente seguros antes de emprender ninguna acción, ello equivale a decir que la sociedad nunca debe tomar acción alguna. Para un problema potencialmente catastrófico como el cambio climático, no tomar ninguna acción pone en grave peligro a nuestro planeta.
Las conclusiones científicas derivan de una comprensión de leyes básicas respaldadas por experimentos en laboratorio, observaciones de la naturaleza y modelos matemáticos e informáticos. Como todos los seres humanos, los científicos cometen errores, pero el proceso científico está diseñado para que sean detectados y corregidos. Este proceso es inherentemente contencioso – los científicos construyen su reputación y obtienen reconocimiento no sólo por estar de acuerdo con la sabiduría convencional, sino más todavía, por demostrar que el consenso científico es incorrecto y ofrecer una mejor explicación. Es lo que hicieron Galileo, Pasteur, Darwin y Einstein. Pero cuando algunas conclusiones han sido amplia y extensamente ensayadas, cuestionadas, y examinadas, alcanzan el estado de «teorías bien establecidas», y se les suele denominar «hechos».
Por ejemplo, existe una evidencia concluyente de que nuestro planeta tiene una edad de unos 4.500 millones de años (teoría del origen de la Tierra), de que nuestro universo nació a partir de un evento único hace unos 14.000 millones de años (teoría del Big Bang) y de que los organismos del presente son formas evolucionadas de otros que vivieron en el pasado (teoría de la evolución). Por mucho que estas teorías hayan sido abrumadoramente aceptadas por la comunidad científica, si alguien pudiera demostrar que son erróneas se convertiría en alguien famoso. El cambio climático pertenece ya a esta categoría: existen pruebas concluyentes, exhaustivas, y evidencia objetiva consistente, de que los humanos están cambiando el clima de una forma que amenaza a nuestras sociedades y a los ecosistemas de los que éstas dependen.
Muchos asaltos recientes a la ciencia del clima y, más importante, a los científicos del clima por parte de los negacionistas del cambio climático están habitualmente promovidos por intereses particulares o por dogma, y no por un esfuerzo honesto de proporcionar una teoría alternativa que satisfaga, creíblemente, la evidencia observable. El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) y otros informes científicos sobre cambio climático, que involucran a miles de científicos que generan amplios y exhaustivos informes, han cometido, de forma esperable y normal, algunos fallos. Cuando los errores son señalados, se corrigen. Pero nada de los recientes sucesos ha alterado ni remotamente las conclusiones fundamentales sobre el cambio climático:
- El planeta se está calentando debido al aumento de las concentraciones de gases captadores de calor en la atmósfera. Un invierno nevado en Washington no altera para nada este hecho.
- La mayor parte del incremento en la concentración de los gases de efecto invernadero a lo largo del pasado siglo es debido a la actividad humana, especialmente la quema de los combustibles fósiles y la deforestación.
- Las causas naturales juegan siempre un papel en el clima cambiante de la Tierra, pero ahora están siendo abrumadoramente superadas por los cambios inducidos por los humanos.
- El calentamiento del planeta causará la alteración de muchos otros patrones climáticos a velocidades sin precedente en los tiempos modernos, incluyendo un ritmo creciente del aumento del nivel del mar y alteraciones en el ciclo hidrológico. La concentración creciente de dióxido de carbono está haciendo más ácidos a los océanos.
- La combinación de estos cambios climáticos complejos amenaza a las comunidades y ciudades costeras, a nuestra disponibilidad de alimentos y de agua, a los ecosistemas marinos y de agua potable, a los bosques, a los entornos de alta montaña, y bastantes más.
Mucho más puede ser dicho, y ha sido dicho, por parte de las sociedades científicas mundiales, las academias nacionales, e individualmente, pero estas conclusiones deberían bastar como para comprender por qué los científicos están preocupados por lo que tendrán que afrontar las futuras generaciones debido a nuestras prácticas actuales. Instamos a los poderes públicos y al público en general a tomar la iniciativa inmediatamente para abordar las causas del cambio climático, incluyendo el uso sin restricción de los combustibles fósiles.
También llamamos al fin de las amenazas de tipo McCarthy y a la persecución judicial de nuestros colegas, basadas en insinuaciones y falacias de asociación, y al acoso de científicos por parte de políticos en búsqueda de distracciones para evitar la toma de decisiones, y de las descaradas mentiras esparcidas contra ellos. La sociedad tiene dos posibilidades: podemos ignorar la ciencia, esconder nuestras cabezas debajo del ala y confiar en la suerte, o podemos actuar en función del interés público para reducir la amenaza del cambio climático global rápida y sustantivamente. La buena noticia es que son posibles acciones inteligentes y efectivas. Pero el retraso no debería ser una opción.
Firman:
J. Brill, R. J. Britten, W. S. Broecker, J. H. Brown, P. O. Brown, A. T. Brunger, J. Cairns, Jr., D. E. Canfield, S. R. Carpenter, J. C. Carrington, A. R. Cashmore, J. C. Castilla, A. Cazenave, F. S. Chapin, III, A. J. Ciechanover, D. E. Clapham, W. C. Clark, R. N. Clayton, M. D. Coe, E. M. Conwell, E. B. Cowling, R. M Cowling, C. S. Cox, R. B. Croteau, D. M. Crothers, P. J. Crutzen, G. C. Daily, G. B. Dalrymple, J. L. Dangl, S. A. Darst, D. R. Davies, M. B. Davis, P. V. de Camilli, C. Dean, R. S. Defries, J. Deisenhofer, D. P. Delmer, E. F. Delong, D. J. Derosier, T. O. Diener, R. Dirzo, J. E. Dixon, M. J. Donoghue, R. F. Doolittle, T. Dunne, P. R. Ehrlich, S. N. Eisenstadt, T. Eisner, K. A. Emanuel, S. W. Englander, W. G. Ernst, P. G. Falkowski, G. Feher, J. A. Ferejohn, A. Fersht, E. H. Fischer, R. Fischer, K. V. Flannery, J. Frank, P. A. Frey, I. Fridovich, C. Frieden, D. J. Futuyma, W. R. Gardner, C. J. R. Garrett, W. Gilbert, R. B. Goldberg, W. H. Goodenough, C. S. Goodman, M. Goodman, P. Greengard, S. Hake, G. Hammel, S. Hanson, S. C. Harrison, S. R. Hart, D. L. Hartl, R. Haselkorn, K. Hawkes, J. M. Hayes, B. Hille, T. Hökfelt, J. S. House, M. Hout, D. M. Hunten, I. A. Izquierdo, A. T. Jagendorf, D. H. Janzen, R. Jeanloz, C. S. Jencks, W. A. Jury, H. R. Kaback, T. Kailath, P. Kay, S. A. Kay, D. Kennedy, A. Kerr, R. C. Kessler, G. S. Khush, S. W. Kieffer, P. V. Kirch, K. Kirk, M. G. Kivelson, J. P. Klinman, A. Klug, L. Knopoff, H. Kornberg, J. E. Kutzbach, J. C. Lagarias, K. Lambeck, A. Landy, C. H. Langmuir, B. A. Larkins, X. T. Le Pichon, R. E. Lenski, E. B. Leopold, S. A. Levin, M. Levitt, G. E. Likens, J. Lippincott-Schwartz, L. Lorand, C. O. Lovejoy, M. Lynch, A. L. Mabogunje, T. F. Malone, S. Manabe, J. Marcus, D. S. Massey, J. C. McWilliams, E. Medina, H. J. Melosh, D. J. Meltzer, C. D. Michener, E. L. Miles, H. A. Mooney, P. B. Moore, F. M. M. Morel, E. S. Mosley-Thompson, B. Moss, W. H. Munk, N. Myers, G. B. Nair, J. Nathans, E. W. Nester, R. A. Nicoll, R. P. Novick, J. F. O’Connell, P. E. Olsen, N. D. Opdyke, G. F. Oster, E. Ostrom, N. R. Pace, R. T. Paine, R. D. Palmiter, J. Pedlosky, G. A. Petsko, G. H. Pettengill, S. G. Philander, D. R. Piperno, T. D. Pollard, P. B. Price, Jr., P. A. Reichard, B. F. Reskin, R. E. Ricklefs, R. L. Rivest, J. D. Roberts, A. K. Romney, M. G. Rossmann, D. W. Russell, W. J. Rutter, J. A. Sabloff, R. Z. Sagdeev, M. D. Sahlins, A. Salmond, J. R. Sanes, R. Schekman, J. Schellnhuber, D. W. Schindler, J. Schmitt, S. H. Schneider, V. L. Schramm, R. R. Sederoff, C. J. Shatz, F. Sherman, R. L. Sidman, K. Sieh, E. L. Simons, B. H. Singer, M. F. Singer, B. Skyrms, N. H. Sleep, B. D. Smith, S. H. Snyder, R. R. Sokal, C. S. Spencer, T. A. Steitz, K. B. Strier, T. C. Südhof, S. S. Taylor, J. Terborgh, D. H. Thomas, L. G. Thompson, R. T. TJian, M. G. Turner, S. Uyeda, J. W. Valentine, J. S. Valentine, J. L. van Etten, K. E. van Holde, M. Vaughan, S. Verba, P. H. von Hippel, D. B. Wake, A. Walker, J. E. Walker, E. B. Watson, P. J. Watson, D. Weigel, S. R. Wessler, M. J. West-Eberhard, T. D. White, W. J. Wilson, R. V. Wolfenden, J. A. Wood, G. M. Woodwell, H. E. Wright, Jr., C. Wu, C. Wunsch, M. L. Zoback
Corrección
(14/05/2010)

La imagen de la edición impresa de Science, posteriormente sustituida en la edición digital (IstockPhoto.com)
Un error atribuible a la revista Science pero no a los autores, fue la imagen que acompañó al texto, y que originalmente reprodujimos en este blog. Representaba un oso polar sobre una placa de hielo en el Ártico, que había sido trucada con Photoshop. En su edición digital, los editores han corregido este incidente mediante una fotografía de National Geographic, virtualmente idéntica en su significado. También la hemos sustituido aquí.
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Advertencias y llamamientos públicos
Je, je, ¿no te da corte ser tan cobarde?
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¿Cobarde? Me lo explicas, ¿por favor? No sé si Ferrán lo comprende, pero yo, al menos, no. Ferrán escribe con su nombre completo, tú no. En cobardía tú y yo ganamos a Ferrán. Firma con tu nombre o no llames cobarde a nadie.
saludos.
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Lo dice porque le filtro sus incontables y tendenciosos comentarios, de canónico libro de estilo negacionista, pensados para hacerme perder el tiempo (él tiene todo el día) y llevar el diálogo por donde él quiere. No lo hago sin haberle avisado antes, ni sin mostrar (aquí al lado) una ‘política de comentarios’.
Como me niego a entrar en diálogo con él y mando directamente sus largos post a la papelera, entonces dice que es por falta de fe en mis argumentos y me llama cobarde también en su blog. He escrito allí un comentario donde entre otras cosas aludo al anonimato que acertadamente señalas.
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Un detalle interesante es que entre los firmantes está Carl Wunsch. Carl Wunsxh es un oceanógrafo extremadamente brillante que en su día fue engañado para aparecer en el bodrio «El time del calentamiento global» (The global warming swindle, GWS) y cuyas declaraciones a ese «trolumental» se tergiversaron de forma tan descarada que Carl Wunsch se vio obligado a escribir esto en su página WEB:
http://ocean.mit.edu/~cwunsch/CHANNEL4.html
Interesante, que firme este comunicado.
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Si, es cierto. Aquí hay información sobre este asunto https://ustednoselocree.wordpress.com/2009/11/26/timo-telemadrid/
Gracias por tu aportación.
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[…] global, Cambio Climático | Leave a Comment Qué interesante! El alarmista cobarde [–>] nos presenta lo que define como un “contundente llamamiento de la comunidad […]
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js, creo que en la web del realista gallardo se refieren a tu comentario. Lo sé porque nuevas series de caracteres han llegado desde ahí y no voy a publicarlas pues, según anuncian, ya lo hacen allí mismo. Pero tengo la obligación de avisarte.
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Gracias, Ferrán, ya he mirado. No tengo nada que decir, ahora entiendo. Solo diré que me disgustan el uso gratuito de los insultos y la falta de respeto.
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Vivimos un enfrentamiento en el que frikis demagogos intentan convencer a la gente de que los científicos están tergiversando sus resultados y publicando información falsa a sabiendas. Supongo que piensan que todo el mundo es tan carente de ética como ellos.
Con respecto a plazaeme es un personaje especialmente maleducado que llama imbécil a cualquiera que tenga la osadía de llevarle la contaria. Este tipo de personajes sienten la necesidad de mantener siempre una opinión diferente a la masa. Son negacionistas porque no pueden pensar igual que la plebe. Puro esnobismo.
Es complicado confrontar a esta gente porque se tarda mucho más en desmentir que en mentir y, claro, ellos van más deprisa.
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Hola Confusio,
Estoy de acuerdo con el diagnóstico. Algunos negacionistas celtibéricos no creo que tuvieran predicamento ni para la causa del movimiento negacionista internacional. Demasiado cutres, aunque no se puede descartar que el estilo sea también un producto de investigación social de las infames agencias PR, y que hubieran decidido que es el adecuado para cierto sector.
Como dices, los negacionistas cuentan con ventaja. Les basta con una frase para lanzar su dardo. Pero demostrar la falsedad requiere mucho más espacio, y en la era tweeter la audiencia de la respuesta es siempre menor. Además, tienen como una de las reglas en los blogs Internet poner siempre el último comentario que, según la teoría de la comunicación, sabemos que es el más influyente. Así, si aceptas el diálogo, no haces otra cosa que desmentir sus falsedades, lo que te marea y quita tiempo. Para mantener viva la conversación procuran condicionar el diálogo, por ejemplo atribuyéndote expresiones que no has dicho, agarrándose a cualquier expresión poco exacta del lenguaje coloquial que en algún momento acaba aflorando, ubicándote en cualquier grupo social aunque no te sientas representado por él, acusarte de lo que ellos hacen para que, si respondes señalándole a él, pueda el espectador creer que lo tuyo es un rebote… Lo que yo denomino libro de estilo, que no deja de ser un manual de propaganda adaptado a la modernidad. Por eso un día decidí que este no era lugar para ellos.
Preveía algún tipo de respuesta, y ya ves por donde ha salido: por su flanco más visiblemente débil. Es probable que haya sido amonestado por la central, que algún día sabremos dónde está. Volverá(n), porque la provocación periódica está también entre las instrucciones. Además, a juzgar por lo prolífico de su actividad (re)creativa, ésta parece ser su dedicación principal.
Quien miente sistemáticamente tiene la necesidad íntima de creer que todo el mundo lo hace, por mero instinto de autodefensa psicológica. Lo cree sinceramente. Eso ocurre incluso en las parejas, cuando una de las partes tiene a la mentira o el chantaje emocional en su arsenal de herramientas de persuasión. Por eso creo muy acertada tu afirmación de que piensan que todo el mundo es tan carente de ética como ellos.
Sin embargo, esta gente son un peligro público, y tengo para mí que algún día su actividad será tachada de criminalidad organizada. Mi conclusión es que, debido a esas ventajas de partida que tienen, no se debe entrar a debatir con ellos, y como alternativa propongo desenmascarar sus motivaciones y conexiones.
Demostrarlas tiene también el inconveniente de que requiere libros enteros (conozco tres: Boiling Point, Climate Cover-up y, el más reciente, Merchants of Doubt). Pero estoy en ello; al tiempo.
Tiene el inconveniente añadido de que no permite contar con los medios de comunicación convencionales, que verían afectadas sus campañas de publicidad (el 70% de sus ingresos en el caso de medios impresos). Pero, salvo el «puerta a puerta», fuera de Internet no veo otra opción, pues los editores de libros, salvo los minoritarios – y por tanto de poca promoción – son reacios a meterse en este lío para no enemistarse con estos medios, con los que cuentan para promocionar sus productos. Ten en cuenta que los medios forman parte estructural, cuando no voluntaria, de la maquinaria de negación (algunas veces a pesar de ellos mismos), y no es posible mostrar el funcionamiento (y engrase) de la maquinaria sin referirse a ellos.
Lo sé de buena tinta; he vivido estas cosas en primera persona desde puestos de responsabilidad, y he visto y conocido mezquindades que me han llevado a la conclusión de que, a pesar de las apariencias, la democracia deliberativa está secuestrada.
La plaza pública, el ágora, se ha hecho muy estrecha, aunque ahora hay espejos en las paredes y, así, creemos que seguimos estando todos.
Gracias por tu comentario,
Ferran
Algunos post referidos a la maquinaria de negación:
https://ustednoselocree.com/2010/01/11/wording-3/
https://ustednoselocree.com/2009/12/21/movimiento-negacionista-1/ y sucesivas
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