“You are a fucking douchebag. You pathetic fucking Phony. I hope there is an earthquake right under your fucking house and swallows you into hell.” – Correo-e anónimo recibido por el periodista climático George Monbiot (1)
Era de esperar. No todo es extremadamente correcto. Pero ninguna de las conclusiones del IPCC ha sido cuestionada, no se ocultó información y ésta era accesible y replicable, y no se bloqueó ningún informe incómodo. Tampoco hay corrupción en el proceso de peer review académico. En definitiva, ninguna de las incontables acusaciones mediáticas, ni de la blogosfera, ni de ninguna parte puede ser ya sostenida. Aunque sin duda ellos las sostendrán durante tiempo, y no todos los medios afines que se aprestaron a ensuciar a la opinión pública se harán eco de esta ‘sentencia’, por lo menos con la misma frecuencia y alarde tipográfico. Ya están hablando de ‘blanqueo’ (2).
Lo que ha quedado meridianamente claro es que la presión a la que están sometidos estos climatólogos de primer nivel por parte de la maquinaria de negación es brutal, y no siempre reaccionan con la flema inglesa necesaria.
Es cierto que burlaron la legalidad al no atender a las peticiones de la Freedom of Information Act (algo inexistente por estos pagos) procedentes de la maquinaria de negación, y que algún detalle menor puede haber quedado como residuo. Pero el informe ‘forense’ del Reino Unido para investigar lo que rápidamente fue denominado ‘Climategate’ por la cámara de resonancia negacionista no sólo ha exonerado a los científicos investigados. El ‘Informe Russell’ señala que la investigación:
«[N]o ha encontrado evidencia alguna de comportamiento que pueda haber condicionado las conclusiones del IPCC … El rigor y la honestidad como científicos [de la Unidad de Investigación del Clima de la Universidad de East Anglia] no ofrecen ninguna duda.» (3)
Quien considero el mejor periodista en temas de cambio climático del mundo, el británico Georges Monbiot, muestra con el ejemplo que reproduzco en el encabezado el tipo de mensajes que reciben a diario estos científicos, y también él mismo (1). Lo he puesto sólo en inglés porque no me atrevo a traducir algo así, aún cuando Monbiot señala que es de los más suaves. Pero muchos más han salido a la luz, en particular los recibidos por los científicos (4).
Cosas así a diario, durante años, décadas, procedentes generalmente de los Estados Unidos, son capaces de acabar con la paciencia de cualquiera, por muy cargado de razones que uno esté y mucha piel de elefante con que intente vestirse, lo que no está entre los puntos fuertes de este colectivo (5). En su momento vaticiné que la polémica inventada se reducía a esto y que acabaría así, sin cargos para nadie y validándose las conclusiones científicas.
Este ‘escándalo’ fabricado estalló justo dos semanas antes de la conferencia de Copenhague, y Monbiot sucumbió a su impulsividad – probablemente desconcertado – pidiendo la dimisión de Phil Jones, el responsable de la Unidad de Investigación sobre el Clima de la Universidad de East Anglia (6) – que, junto al Instituto Max Plank alemán son los dos centros de investigación más prestigiosos de Europa. Los correos hackeados pertenecían a esa Universidad. En un artículo publicado hoy en The Guardian, si bien detalla los flecos de la investigación, retira explícitamente esa petición y desea que este informe aporte paz interior al prestigioso climatólogo británico (7), que manifestó haber pensado en el suicidio en algún momento y cuyo aspecto físico sufrió un súbito deterioro, como mostré aquí.
Este episodio es sólo el último de una serie de montajes que llevan confundiendo a la opinión pública desde principios de los años 1990, y cuya coordinación conspirativa es bien visible con sólo darse cuenta de que, pasado solamente un mes, apareció un libro con el título gate de marras. Llevar un libro de este tipo al mercado requiere haberse leído miles de correos electrónicos fuera de contexto, ordenarlos, analizarlos, sacar conclusiones, etc., escribirlo, corregirlo, maquetarlo, imprimirlo y distribuirlo. Todo esto no se hace en un mes. ¿Alguien puede dudar de que estaba preparado con antelación?
Investigaciones corporativas e incluso judiciales a cientificos estadounidenses han llevado a las mismas conclusiones. Por ejemplo, el paleoclimatólogo Michael Mann , el responsable del ‘palo de hockey‘, ha sido exonerado por dos veces de los cargos por los que fue investigado, a saber, manipulación inapropiada de datos, supresión de correos e información sesgada al IPCC (8,9,10,11), y la última vez el panel concluyó, unánimemente, que:
«El Comité de Investigación, tras un detenido examen de toda la evidencia disponible, ha determinado que no hay sustancia respecto a las alegaciones contra el Dr. Michael E. Mann … Más concretamente, el Comité de Investigación ha determinado que no estuvo involucrado, ni participó, ni directa ni indirectamente, en ninguna acción que se desviara seriamente de las prácticas aceptadas en la comunidad académica para proponer, llevar a cabo e informar de su investigación ni de otras actividades relacionadas. » (12)
Sea como fuere, los objetivos reales de la campaña se han cumplido ampliamente: los mejores climatólogos perdiendo el tiempo, la paciencia y la salud. Cuando más los necesitamos. El público sigue no sólo desactivado, sino dudoso y sin respuesta alguna al más grande desafío de todos los tiempos.

Imagen del congreso Climategate 2010, nombre que adoptó este año la concentración de los que todo lo niegan, menos lo suyo
Digo que es sólo el último episodio no tanto por conocer los anteriores y haber descrito algunos en detalle en este blog como porque, habiendo investigado y conociendo la estructura y el fenomenal poder de la maquinaria de negación, estoy convencido de que habrá más. Aparecerá cuando se acerque algún nuevo informe alarmante (como siempre, más que el anterior), cuando haya algún nuevo encuentro de carácter político, cuando más daño puedan hacer. Sus responsables quedarán, probablemente, impunes. Como siempre ha sucedido.
Porque esta no es, en realidad, una guerra científica, tampoco estrictamente económica. Es, fundamentalmente, una guerra ideológica, que se libra no sólo en los medios. Es una lucha de hegemonía del poder establecido contra las consecuencias de la realidad física, que siente amenazantes. También es una guerra fría contra Naciones Unidas. La ultraderecha de los Estados Unidos y muchos otros países se ha pasado de vueltas hace ya mucho tiempo, y ahora vamos notando cómo se nos está rompiendo el motor a todos.
Al principio de todo este asunto me pregunté: ¿por qué, precisamente, la Universidad de East Anglia? Ahora tengo una sospecha. En esa Universidad concurren dos circunstancias: 1) se está estudiando el cambio climático desde la teoría de sistemas, fenómeno (sorprendentemente) casi único en el mundo y 2) es allí donde se está consolidando la teoría Gaia que, para la élite religiosa, es un auténtico atentado a su fe. Por qué menciono estos dos aspectos lo veremos después del verano. Pero que esos hayan sido precisamente los motivos de la elección, cuando parece evidente que han hackeado muchos otros servidores, probablemente no lo saberenos nunca. Lo que si sabremos es de dónde van a sacar la siguiente salva de mails para seguir llevándonos al infierno. Ahora parece que van a por la NASA (13).
En todo caso gracias, George, por tu ejemplo.
Actualización 11/07/2010: El New York Times, en un editorial del viernes 9 de julio, declara también el Climategate un montaje tras las cinco investigaciones señaladas en el texto. Dice ‘desear’ que esta noticia alcance la misma difusión que la ‘maniobra de distracción’ original. Está bien desearlo; distinto es esperarlo.
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