Este personaje está (re)adquiriendo últimamente cierta notoriedad mediática, que debió de haber perdido hace mucho tiempo de forma definitiva. No es que la merezca ni la haya merecido. Simplemente, ahora le toca resurgir a él en la estrategia del negacionismo sin fin de ir resucitando cadáveres científicos que, de forma aparentemente incomprensible, vuelven por sus fueros con el mismo argumento una y otra vez, a pesar de haber sido definitivamente refutados.
Henrik Svensmark, físico danés en plantilla ahora de la unidad climática del Instituto Danés de Investigación del Espacio (Danish Space Research Institute, DSRI), perteneciente a la Universidad Técnica de Dinamarca, abarca un mínimo de dos frentes negacionistas. En el ámbito organizativo bebe de las fuentes de su paisano Bjørn Lømborg. En el ámbito argumentativo se parece a Richard Lindzen [ver: Negacionismo en La Vanguardia], el meteorólogo estadounidense ideador del ‘efecto iris’, según el cual la nubosidad global se adapta de forma automática para mantener constante la temperatura media de la Tierra, de forma análoga a como lo hace el iris del ojo en respuesta a la intensidad luminosa (1). Eso va en contra de toda evidencia mensurable (2), pero para estos personajes esto es un inconveniente menor, con el que ya cuentan.
El resurgimiento actual de las rarezas de Svensmark que ahora veremos podría, sin embargo, ser debido a que, nada menos que el CERN, está realizando experimentos de verificación / refutación de una de sus hipótesis (3), cuyos resultados, según parece, no tardarán en conocerse (4).
Al igual que en el caso de Lindzen, la hipótesis climática de Svensmark ha sido refutada de forma inmisericorde, desde luego en su intento de emplearla para desplazar al CO2 como causa principal del cambio climático – cosa que, en definitiva, constituye el fin último del negacionismo organizado. Pero tanto él como Nigel Calder, compañero coautor de un libro defensor de la hipótesis de que el clima de la Tierra viene determinado por el sol y el espacio sideral (5), se mantienen en sus trece. Lo hacen a pesar de que sus elucubraciones climáticas estén ya tan desacreditadas científicamente que sólo puedan ser publicadas en revistas no académicas y en la web de su instituto, y reciban atención solamente en los medios de comunicación generalistas, desde luego los de Rupert Murdoch, tradicionalmente eco de todas estas pesquisas.
Tirar más del brazo que de la manga
La argumentación central de Svensmark parte del hecho incontestable de que para la formación de las nubes no sólo es preciso que el aire esté saturado de vapor de agua, sino que es necesaria la presencia de pequeñas partículas invisibles denominadas ‘núcleos de condensación’. En laboratorio (pero no en el mundo real) ha podido demostrar que, tras utilizar rayos ultravioleta para iniciar las reacciones fotoquímicas, el uso de radiación beta de baja energía en una mezcla de oxígeno, nitrógeno, dióxido de azufre y ozono, elementos todos ellos presentes en la atmósfera actual, se forman nanopartículas de ácido sulfúrico. Esto parece haber sido bien establecido (6), aunque tampoco es ningún avance científico de primera magnitud.
De haberse quedado aquí, Svensmark tendría mejor predicamento entre la comunidad científica, en particular la climática. Sin embargo, algo le hizo ir demasiado lejos: la extensión hacia el condicionamiento climático que él y los suyos hacen de este resultado es de todo punto cuestionable, y finalmente erróneo. Veamos con qué razonamiento se pasa de listo.
A la Tierra llegan unos mal llamados ‘rayos’ cósmicos, que no son otra cosa que partículas subatómicas (muones, electrones, etc.) procedentes de distintos fenómenos astrofísicos, como la explosión de supernovas. Por su parte, el sol, en su ciclo de 11 años, pasa por una fase en la que las ‘manchas solares’ producen un ‘viento solar’ que promueve un fuerte campo magnético que alcanza la Tierra. Cuando este ‘viento solar’ magnético es intenso, ejerce la función de pantalla de las partículas cósmicas incidentes. En cambio, cuando es débil o inexistente, estas partículas llegan a alcanzar la atmósfera. Sería entonces cuando, según Svensmark, aumentarían los núcleos de condensación, aumentando así la nubosidad. Con más nubosidad, la incidencia de la radiación solar sobre la superficie de la Tierra sería menor, enfriándose. Así pues, la actividad solar modularía la cantidad de rayos que alcanzan la atmósfera, por tanto la nubosidad, y por tanto el clima.
Para que este razonamiento fuera válido es preciso, por lo menos, que 1) estas partículas subatómicas lleguen a alcanzar la atmósfera baja; 2) que ejerzan el mismo efecto que la empleada en laboratorio; y, muy importante, 3) que, al igual que ocurre con el CO2 (ver: Por qué sabemos que el CO2 de los combustibles fósiles es el causante del calentamiento global) se pueda verificar, mediante la observación, que durante las fases de intenso viento solar la nubosidad aumenta y la temperatura disminuye efectivamente, según sostiene la hipótesis.
Lo cierto es que los rayos cósmicos galácticos no atesoran energía suficiente como para alcanzar la atmósfera baja, allí donde se forma la nubosidad. Svensmark sólo ha probado la formación de nanopartículas (no de nubes) en laboratorio, y lo ha hecho mediante rayos UV y, últimamente, con partículas elementales de una energía menor que la ‘natural’. Pero los cósmicos de alta energía (del orden de GeV) si la alcanzan, y de ahí el experimento del CERN que parece a punto de concluir.

Contabilización de los rayos cósmicos galácticos 1951-2006 frente a la variación de temperatura en el mismo período (Imagen: OSS Foundation)
Pero más cierto es todavía que, durante el último período de viento solar intenso, no se ha observado descenso alguno de la temperatura, sino todo lo contrario (7,8). Es más: en la evolución de la intensidad de los rayos cósmicos que se mide en la Climax Station de Colorado desde principios de los años 1950 no se ha observado variación alguna a largo plazo. En cambio la temperatura ha aumentado significativamente desde entonces. Desde luego, usted comprenderá que en esta situación, es difícil atribuir influencia galáctica, por lo menos sensible, al clima de la Tierra (9).
¿Saben por qué ocurre todo esto? Pues porque las partículas de ácido sulfúrico que eventualmente se formarían son muchos órdenes de magnitud (2500 veces) más pequeñas que lo requerido para constituirse en auténtico núcleo de condensación capaz de formar nubosidad (10). Bueno, podría ser que, si se formaran muchas, algunas consiguieran agruparse a miles y lograran cierta condensación. No está del todo excluido que pueda ocurrir. Pero su efecto sería menor con respecto a otros forzadores del clima (11), muy especialmente el dióxido de carbono para el cual está ya sobradamente bien establecido que ha sido siempre en el pasado, y seguirá siendo en el futuro, el auténtico botón de mando regulador del clima de la Tierra (12,13).
¡Cosmoclimatólogos!
Todo este montaje procede de una supuesta correlación encontrada por Svensmark entre el clima del hemisferio norte y la intensidad de los rayos cósmicos. Ya he dicho que no existe, pero veamos cómo se las arregla nuestro negacionista de hoy para suponer correlación y confundirla, interesadamente, por causalidad (14).
Nada nuevo bajo el sol. Se trata de emplear unos datos de partida que no se correspondan con otra realidad que no sea la mía. Entonces, mediante astucias matemáticas imposibles de ver por un no especialista, e incluso difíciles de detectar por los mejores colegas de profesión (lo que permite superar los mejores filtros de peer reviewed[1], incluso los súper-estrictos de la revista Science, la segunda del mundo por ‘factor de impacto’), me organizo para aparentar correlaciones entre la intensidad de los rayos cósmicos y la nubosidad[2]. El asunto tiene su origen en un artículo de Eigil Friis‐Christensen, del instituto danés de meteorología, publicado en 1991 (15). Los datos que contenía fueron claramente refutados, 10 años después, por Peter Laut (16), experto asesor del gobierno danés en los 90 y, curiosamente, director de un departamento, distinto al de Svensmark, pero de la misma Universidad Técnica de Copenhague. Por su parte, Svensmark y los suyos hicieron como si nada, y siguen impertérritos, todavía hoy, publicando artículos climáticos fundamentally flawed[3], pero ahora ya sólo en la página web de su instituto y poco más. Acompañados, eso sí, de ruidosas notas de prensa.

El gráfico erróneo de Eigil Friis-Christensen and K. Lassen (1991) en Science, exprimido hasta la saciedad por los defensores de la hipótesis solar
Sería largo y sin duda farragoso para mis lectores detallar las pesquisas que tuvieron lugar entre el grupo de Svensmark y quienes señalaron los errores que no pudieron ser justificados (para quien esté interesado he preparado un resumen de las publicaciones clave en las referencias 17 a 26). Con todo, aparte de las manipulaciones ulteriores de los datos, lo más notable es que habían partido de esos gráficos de 1991 que, por lo menos en 2000, era ya público que eran incorrectos. Cuando Peter Laut publicó su refutación contundente en 2003 en sede formal, a saber, la revista Journal of Atmospheric and Solar-Terrestrial Physics (16), Svensmark no le respondió en el marco de la literatura científica, sino en la web de su instituto, lejos pues del escrutinio científico habitual (27). Así, la contra-respuesta de Laut no pudo tener otra sede que su propia web (28).
A todo esto conviene destacar que Laut no desdeñaba el componente solar en la variación climática, ahora ya bien conocido y que, como sabemos, constituye una parte muy pequeña del forzamiento del clima que se produce en la actualidad (29) [ver: La influencia del sol en el cambio climático]. Laut completó su tarea en 2004 poniendo de manifiesto, en un artículo en la revista EOS de la American Geophisical Union, los complejos trucajes matemáticos de estos personajes (30).
Entretanto, el israelí Nir J. Shaviv y el canadiense Ján Veizer habían abierto otro frente paralelo que elucubraba también sobre los rayos cósmicos, y los relacionaba, también indebidamente, con el clima. Éstos querían ver una modulación de la temperatura media de la Tierra en función de la posición relativa del sistema solar en la Vía Láctea, que ya es buscar rarezas (31,32,33). Nada habría que objetar si sólo estuviéramos frente a un error, pero las fuertes sospechas de montaje fueron sugeridas nada menos que por 11 de los mejores climatólogos de todo el mundo, que se cargaron esta nueva acometida con toda solemnidad, ahora sólo un año después (34,35).
Por si quedara alguna duda, la observación de la realidad acabó dando la puntilla a la elucubración cósmico-climática. Así, en base al último ciclo solar, dos trabajos recientes han establecido ya que no hay correlación alguna entre la variación a corto plazo de la intensidad de los rayos cósmicos y la nubosidad (36,37). Que tampoco la hay a largo respecto a la temperatura ya lo hemos visto.
En 2003 tenía que haber terminado ya un debate científico honesto pero, por algún motivo, no fue así. El asunto contra-argumental abandonó necesariamente los circuitos formales y quedó sólo en manos de Real Climate, un sitio web constituido por un grupo de primeros espadas cuya misión principal es la de ofrecer respuesta científica rigurosa a las fantasmadas del negacionismo climático que se mantienen (¿incomprensiblemente?) por encima de toda refutación formal, por si algún medio de comunicación tiene a bien contrastar la información que le pueda llegar por vías interesadas, o sea, las mismas que le contratan la publicidad. Por el contrario, la conjunción de fuerzas que nos es lícito imaginar condujo a un clímax de tal magnitud como para declarar inaugurada una nueva ciencia, a la que bautizaron con el pomposo nombre de cosmoclimatología. Hasta la revista académica News and Reviews in Astronomy and Geophysics le dedicó un ejemplar entero (38) – del que no conozco continuación – si bien su aportación al conocimiento brilló por su ausencia salvo por la repetición y cuestionamiento indebido de muchos asuntos ya resueltos. A la vista de la dimensión de la jugada, Svensmark fue retado desde Real Climate a desmentir las objeciones allí expuestas y que ponían de manifiesto sus falsedades. Sin embargo, ninguno de los más de 500 comentarios (!) a esa entrada de blog de Rasmus Benestad, flagelo principal desde Noruega, fue escrita por Svensmark o alguno de los suyos (39), por lo menos de los que yo sepa reconocer.
Respuesta mediática de alta intensidad
A todo esto, en 2003, a nuestro impertérrito Henrik, junto a un tal Nigel Calder, la firma Totem Books les permitió editar un libelo bajo el título The Chilling Stars: A New Theory of Climate Change (las estrellas enfriadoras…), que fue reimpreso en 2007 (5). La energía negacionista estaba por aquél entonces en pleno auge y era apenas contestada, lo que llevó a numerosos medios a hacerse eco de las falacias que contenía. El inversionismo se puso de manifiesto en primer lugar en la Fox de Rupert Murdoch de la mano del negacionista profesional Steve Milloy, quien sugirió que una obra de ese alcance merecía mucho más eco mediático que el que estaba teniendo (40).
Qué me has dicho. Se habían realizado ya numerosos reportajes destinados a amplias audiencias de televisión de todo el mundo subrayando que, claro, el origen del calentamiento global está mediado por el sol. El más famoso fue The Great Global Warming Swindle (ver: ‘El gran timo del calentamiento global’, el engaño más eficaz del negacionismo y su eco en Telemadrid], pero en 2001 se había publicitado The Climate Conflict[4], producido por la televisión estatal danesa (estábamos ya en tiempos de Rasmussen) que fue emitido por la TVE del momento y en muchas más cadenas de gran audiencia de medio mundo. Recibió el premio especial en el 41º festival de televisión de Montecarlo, el premio al mejor documental medioambiental en Montreal, y el premio al mejor documental científico en el festival de Obidos, Portugal. En 2004 apareció Doomsday Called off[5] y, ya en 2008, se emitió The Cloud Mystery[6]. Todos estos reportajes estaban fundamentados en la errónea figura publicada en 1991 en Science, base a su vez de las trucadas correlaciones de Svensmark (41). El Sunday Times de Londres, de Rupert Murdoch, celebró la reimpresión del libro dando por ciertas sus falacias (42), al igual que lo hizo el creacionista Discovery (43), pero más llamativo es que hasta la BBC se hiciera eco de ellas (44). Con una diferencia: la BBC corrigió su información poco después (45), cosa que no hizo, que yo sepa, ninguno de los demás medios. Tampoco la televisión alemana, que atacó al IPCC vía Bjørn Lømborg y Henrik Svensmark, entre otros, por no atender a las voces disidentes en lo que, según ellos mismos, valían. (46).
Cuando sus hipótesis estaban bajo discusión y eran consideradas para examen de la comunidad científica en las revistas peer-reviewed, Svensmark, o quien se lo aconsejara, emitía notas de prensa que, supuestamente, trasladaban a lenguaje asequible el contenido del farragoso texto científico. Lo destacable de estas notas era que, si uno leía también el texto que debía soportarlas… ¡no decían lo que la nota de prensa afirmaba! (47). A este respecto es curioso el último caso, ya en mayo 2011. Mientras el texto de referencia, prudentemente, sólo menciona la palabra clima y sus derivados tres veces (48), la nota de prensa asociada emplea este término ¡15 veces! (49). Nada grave por esos pagos. Más descarado es Lindzen quien, en su artículo en La Vanguardia [ver: Negacionismo en La Vanguardia], incluyó referencias que en absoluto soportan las afirmaciones del texto central e incluso, en algunos casos, de hecho argumentan en contra de su hipótesis irisada. El colmo.
Algunas conclusiones
La financiación del negacionismo organizado por parte del ultraliberalismo económico y el fundamentalismo cristiano alcanza niveles difíciles de imaginar. Pero alguna vez he defendido que no todo el negacionismo tiene su origen en el dinero, aunque posteriormente juegue un papel, decisivo, en la inmovilización de posiciones de partida que sean útiles al movimiento. No tengo constancia de las fuentes de financiación del instituto al que pertenece Svensmark, aunque resulta llamativo el despegue mediático de personajes como él, Lomborg, y otros, a partir del momento del desembarco neoliberal en un país tan tradicionalmente preocupado por las cuestiones medioambientales como Dinamarca.
Puesto que el objetivo último del negacionismo es evitar la acción política significativa mediante la creación de un clima de opinión contrario a atribuir el cambio climático a los combustibles fósiles o, más en general, a la interacción humana con la naturaleza, la hipótesis solar, bien sea directa o mediada por las galaxias, viene como anillo al dedo. Mucha gente lo creerá, por el solo motivo de que es lo que está deseando escuchar [ver: Por qué, probablemente, usted no se lo cree].
Así, es posible que Svensmark, como Roy Spencer [ver: Perfil de los negacionistas climáticos: 2. Roy Spencer, el rockero creacionista] y, probablemente, Richard Lindzen, y otros, sean presos de sus convicciones religiosas, que les impiden, íntimamente, creer que pueda ocurrir algo que no esté previsto en la versión de las Escrituras que manejan. Aparte del dinero, sólo alcanzo a imaginar a la religión como alternativa capaz de bloquear el entendimiento de personas con competencia científica demostrada. Es posible también que, como tantos otros, Svensmark sea un mero exhibicionista que se aprovecha de una coyuntura en la que se realzan personas que, de otro modo, no destacarían en absoluto, y que no sea capaz de bajarse del carro de una fama sobrevenida, entre otras cosas porque, a muchos negacionistas, la verdad les importa un pimiento.
Muchas veces me he preguntado por la psicología de esta gente. Algunos son personajes amorales, que no sienten ningún rubor por defender lo que saben incierto, conscientes incluso de la inmensidad del daño que promueven. Otros residen en una campana de cristal que les aísla del exterior y los mantiene autistas, caso habitual de muchos doctores en economía.
Pero otros viven en intensa contradicción consigo mismos lo que, con el tiempo, acaba afectando inexorablemente a la salud. Tal vez éste sea el caso de Svensmark quien, equipado con un marcapasos, tuvo la mala fortuna de que su dispositivo intrapectoral se detuviera justo cuando se encontraba en plena faena propagandística en un debate en directo en la TV danesa, coincidiendo con la cumbre de Copenhague en diciembre de 2009 [ver video en: Un negacionista sufre un ataque cardíaco en directo en un debate de la TV danesa]. Fue atendido a tiempo, y se recuperó (felizmente).
Estaremos atentos a las conclusiones del CERN tan pronto tengamos resultados del proyecto CLOUD (50). Ya han advertido que presentarán los datos ‘sin interpretaciones’, lo que cabe suponer como un aviso para quien quiera ir más allá de lo que los resultados sugieran estrictamente. Esto ha llevado al segundo Nigel Calder al salto mortal dialéctico de afear al director general del CERN por «prohibir a sus físicos y visitantes extraer las obvias conclusiones científicas de sus resultados» (51). Aunque, para saltos mortales dialécticos, aquellos a los que ya nos tienen acostumbrados los negacionistas celtibéricos que, antes de conocer las conclusiones, titularon, hace ya dos meses, así: «Svensmark tenía razón: los rayos cósmicos influyen en el clima.»
Svensmark no decía eso. Svensmark decía y mantiene que son el componente principal del clima. Que ahora se vea que los rayos de alta energía también forman micropartículas no demostrará nada de lo que los propagandistas pretenden insuflarnos. Pero verán ustedes como nos querrán hacer creer una vez más una cosa bien distinta. Bien pronto.
PS: Entrada actualizada el 26/07/2011 gracias a las observaciones realizadas por climatólogos en ejercicio.
Examinar referencias
Entradas relacionadas
Por qué sabemos que el CO2 de los combustibles fósiles es el causante del calentamiento global
La influencia del sol en el cambio climático
‘El gran timo del calentamiento global’, el engaño más eficaz del negacionismo y su eco en Telemadrid
Negacionismo en La Vanguardia
Entradas anteriores de la serie:
Perfil de los negacionistas climáticos: 1. Vincent Gray, el carbonero
Perfil de los negacionistas climáticos: 2. Roy Spencer, el rockero creacionista
Notas
[1] Revista científica académica con revisión previa del contenido por expertos del mismo campo
[2] EN 1997 se refería a la nubosidad total, mientras que en 2000 cambió, sin más explicación, a sólo la nubosidad baja
Muchas gracias, Ferrán!
Estaba deseando una entrada sobre este tema, (para refutar las creencias de algunos compañeros…).
Muy bueno.
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Para un buscador de la verdad como yo nuevamente me encuentro entre la espada y la pared. Este artículo gasta más de la mitad de su tiempo en descalificaciones y el resto en argumentos científicos imcompletos, pero que cuida de presentar como absolutamente válidos. El CERN se ha convertido en ese ángel de luz que algún día quizás, responda o de solución a la controversia en forma defínitiva, claro que preparémonos para la lucha de las interpretaciones.
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A un auténtico buscador de la verdad le bastaría con examinar detenidamente la figura que compara la evolución de la temperatura con la de la intensidad de los rayos cósmicos (OSS Foundation, en el artículo). De no ser así, es un negacionista y sólo busca confundir y sembrar duda.
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El artículo es sólo un intento más de los «calenturientos globales» que argumentan que el hombre causa el calentamiento global con el CO2, es una locura que a estas alturas no podemos aceptar, les recomiendo que chequen un documental que se llama: «El gran fraude del calentamiento global» , piensen un poco y dense cuenta que el argumento verde es sólo como una religión popular, donde quien se atreva a argumentar que es falso se le desprecia en cualquier medio de comunicación. Para la oligarquía británica es idispensable que la población crea que somos la peor plaga del planeta para que aceptemos el genocidio de forma voluntaria.
La Tierra no es un punto asilado de la galaxia, la vida misma es posible gracias a esta interacción constante y compleja.
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Yo te recomiendo este texto sobre el dichoso documental fraudulento: https://ustednoselocree.com/2009/11/26/timo-telemadrid/. También que te informes mejor para evitar ser víctima de la propaganda.
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Precisamente este último finde han emitido en La Noche Temática un ¿documental? donde salía este tipo («La Tierra pierde el Norte»): http://www.rtve.es/television/20121230/noche-tematica-tierra-se-mueve/427336.shtml
(Lo de la relación con el aumento de terremotos que dice ahí no recuerdo haberlo visto en el programa, aunque puede ser que se refiera al que emitieron después.)
El argumento es que cuando hay una inversión del polo magnético, durante la transición el campo magnético se debilita, lo que hace que pueda penetrar una mayor cantidad de estos «rayos cósmicos», y lo que ya has comentado sobre su, según él, influencia en el clima. Según ellos, esto podría estar ya empezando a pasar. No le veo mucho sentido al argumento, ya que, si fuera cierto, deberíamos estar enfriándonos en lugar de calentándonos. O, dado que estamos en este segundo caso, el efecto potencial del CO2 sería aún mayor del observado (análogamente al oscurecimiento global), lo que es un buen tiro por la culata para el negacionismo, jeje.
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Todo lo que leo y veo en medios solo me da vergüenza y mucha pena, ¿donde esta el espíritu científico? (secuestrado por las ordas de radicales, llámense Negacionistas o Calentologos).
Simplificar o dicotomizar algo tan complejo como el clima (cuando a día de hoy no se puede preveer con fiabilidad mas allá de 48h), el impacto de la acción humana en el medio ambiente y muchos más factores (la Tierra está localizada en el universo dentro del Super-cúmulo de galaxias Virgo, y dentro de este super-cúmulo estamos en un grupo más pequeño de galaxias, este es el grupo local, y la Tierra está en la segunda galaxia más grande del Grupo Local la cual es la famosa Vía Láctea).
Desconocemos muchas cosas y aun así cada día nos machacan los medios con noticias a favor y en contra del cambio climático.
Aquí solo hay que preguntarse quien esta ganando más dinero con este conflicto.
Las cosas no son blanco y negro como lo presentan los medios.
No quieren que la gente piense o albergue dudas, has de pensar o A o B, si te sales de ahí eres un hereje.
Yo creo que los verdaderos científicos a los que habría que escuchar son aquellos que ni afirman o niegan categóricamente.
Yo solo quiero saber la verdad, y dentro de muchos años cuando los intereses de uno u otro bando se hayan satisfecho y las aguas se hayan calmado, entonces puede que sepamos cuanto hay de verdad y cuanto de mentira.
A día de hoy los estudios de Svensmark no son concluyentes, y los del IPCC tampoco lo son, aun así a la gente le gusta posicionarse de un lado u otro, pues la duda es una posición muy incomoda.
Como dijo Jorge Luis Borges «La duda es uno de los nombres de la inteligencia»
El Dudar nos ha permitido avanzar como civilización, es el camino ha seguir.
«La ignorancia afirma o niega rotundamente; la Ciencia duda.»
voltaire.
Saludos ;)
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«dentro de muchos años cuando los intereses de uno u otro bando se hayan satisfecho»
Estaría bien saber que intereses tengo yo, por ejemplo, en esta guerra, si es que me sitúas en el bando «calentólogo».
Por lo demás, la ciencia duda de lo dudable, y afirma lo bien establecido. Y el cambio climático muy bien establecido está. Haz los deberes y verás. Al igual que con el tabaco, el lema oculto del negacionismo es «la duda es nuestro producto».
Los verdaderos científicos a los que habría que escuchar son los que mejor fundamentan sus conclusiones. Situarse a medio camino porque si es hacer el juego al negacionismo organizado (y una cómoda irresponsabilidad).
En todo caso no hace falta esperar muchos años: para quien quiera ver, ahí están ya las consecuencias. Y más que estarán.
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Me ha gustado la aportación tan interesante de Ferran: El «negacionismo», como él lo llama, está ocasionado por convicciones religiosas:
«…probablemente, Richard Lindzen, y otros, sean presos de sus convicciones religiosas, que les impiden, íntimamente, creer que pueda ocurrir algo que no esté previsto en la versión de las Escrituras que manejan» ( !toma ya!).
Eso, unido a sus razones para no debatir con «negacionistas», le da a sus creencias un tinte inquisitorial.
!Un tipo curioso este Ferrán!
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Efectivamente, el fundamentalismo cristiano, mucho más extendido en USA de lo que creemos, hace mella en algunos de estos personajes.
Pero ahora añado algo más: otra religión que profesan los negacionistas, en este caso casi todos, es la fe en la economía ultraliberal. Por lo demás, la inquisición la realiza el negacionismo organizado, que sabe muy bien cómo acusar a los demás de lo que él practica. Léase al respecto «The Inquisition of Climate Science», del republicano asesor de George H.W. Bush y Reagan James Lawrence Powell. Un libro de lo más recomendable.
Insisto, no quiero debates con negacionsitas aquí.
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