Proseguimos con la descripción de nuevos efectos acumulativos que conducen de modo sistemático a la moderación de la descripción científica de la realidad cuando esta pretende dar cuenta de realidades socialmente preocupantes. Vistos los efectos que operan a nivel individual, comenzamos hoy con algunos de los sesgos que pueden aparecer en el transcurso del trabajo científico en grupo.
Dinámica del trabajo científico en grupo
Los efectos hasta aquí señalados operan principalmente a nivel individual. No obstante, hoy en día, y desde luego en las cuestiones controvertidas, los científicos (naturales) raramente trabajan en soledad. Veamos a continuación tres situaciones de trabajo en grupo: 1) la redacción de un paper entre varios autores; 2) la realización de informes por encargo; 3) integración de información experta; y 4) a participación en organismos institucionales donde el consenso es exigido. [esta última circunstancia, especialmente influyente, será objeto de las próximas dos entradas de blog]
Papers con muchos autores
La mayoría de los papers actuales en cualquier disciplina de las ciencias naturales, y singularmente los referidos a las ciencias del clima, vienen firmados por más de un autor, cada vez en mayor medida. Son muy frecuentes equipos de 4-11 personas, pero en algunos casos singulares puede superar los 50 o incluso los 100 autores, como es la norma de casi todos los capítulos de los informes del IPCC, aunque no sólo. Los trabajos expedicionarios o que requieren de muchas personas in situ como los referidos a la biodiversidad están especialmente poblados (por ejemplo este (62) acerca del nivel de extinción de los reptiles, con 244 autores o este otro (63) acerca del nivel de extinción de los vertebrados con 172 o este otro (64) sobre la extinción en el Amazonas, con 159). Otro motivo para ser muchos reside en la intención de otorgar especial credibilidad al trabajo – normalmente en asuntos controvertidos como de hecho son los que nos ocupan – y en este caso, salvo excepciones (65), el número de autores suele estar alrededor de 50.
En principio, la presencia de muchos implicados constituye una señal de garantía. En general no es en esta circunstancia por donde el trabajo de grupo presenta sesgos, pues la enorme cantidad de revisiones que habrá sufrido habrá favorecido la detección a tiempo de errores de método, de cálculo y de expresión.
En la investigación que culmina en la redacción de un paper si alguien no está de acuerdo en algo y los demás no atienden a sus argumentos puede optar por la digna acción de retirarse e intentar publicar una corrección de forma independiente. No le va a ser fácil, pero no resulta imposible si su argumento es considerado válido por alguna de las publicaciones del circuito. Si no lo consigue también puede intentarlo en medios menos formales. En todo caso esta situación estaría dentro de la normalidad y no tiene por qué añadir ningún componente intrínseco de moderación.
Informes por encargo
Cosa distinta se da en el caso de la realización de informes encargados (y pagados) por una entidad exterior al propio circuito científico – bien sea una empresa, una fundación o una agencia estatal. La remuneración por la participación en esas iniciativas suele ser atractiva. En estas delicadas situaciones el autor o los autores saben que, si se apartan en exceso de lo que espera recibir el contratante, bien podrían no ser llamados en una próxima ocasión. Podrían ser incluso estigmatizados y finalmente ninguneados en aquél entorno y aledaños. Desde luego hay héroes, pero el sistema no los favorece.
Por este motivo los resultados raramente superan el nivel de tolerancia atribuido al contratante ni suelen confrontar en exceso sus intereses estratégicos percibidos. Por ejemplo, los informes sobre cambio climático encargados por los gobiernos de los Estados Unidos, solo a sus científicos patrios, adolecen de una moderación expresiva superior a la del IPCC (66).
Pero no otorgo demasiada importancia a estos trabajos porque suelen concluir en sí mismos, pues la conocida deriva hacia los intereses de los contratantes les excluye de los procesos sucesivos más exigentes.
Sin embargo también aquí hay excepciones que reflejan situaciones de “peor de lo esperado” que parecen auto-infligidas. Esto ocurre claramente en los asuntos médicos. Por ejemplo, en 2004 los directores las principales revistas médicas académicas decidieron que, en base a lo que se venía denominando “medicina basada en la evidencia” – en realidad en inglés quieren decir en base a datos, trasladando las personas a un segundo plano – en los estudios sobre eficacia de fármacos no se reportarían efectos “no deseados”, cuya ocurrencia estuviera por debajo del 5%, valor tomado como frontera de la significación estadística. De esta forma uno de cada 20 casos queda automáticamente fuera del foco, como si su ocurrencia fuera en realidad inverosímil.
Claro, cuando se realizan los ensayos clínicos que acaban publicándose la muestra de pacientes suele ser de entre 100 y algún millar, y además suelen seleccionarse personas que no presenten otras patologías que puedan interferir en los resultados. Pero cuando el medicamento es aprobado los consumidores pueden pasar a ser millones, muchas veces con otras patologías. Esto hace que el número de afectados, que en los papers habían desaparecido, pueda ser ahora de varios miles. No le extrañará entonces que la realidad vaya siendo sistemáticamente peor de lo anunciado; anuncio que, casi siempre, tenía a algún laboratorio farmacéutico en bambalinas.
Expert elicitation
[Efecto 7] Un tercer caso de participación de numerosos científicos en un trabajo académico tiene lugar cuando en una cuestión controvertida (todavía) no hay consenso suficiente acerca de una aseveración concreta o sobre un valor numérico de especial interés. Para estos casos se ha ideado un método denominado expert elicitation (algo así como suscitación inducida de información experta, “sonsacamiento”). En efecto, son diversas las situaciones en las que la incertidumbre es considerada demasiado elevada, el conocimiento no es suficiente, no lo es todavía, se sospecha que no lo será a tiempo o se sabe incluso a que nunca lo será (incertidumbre irreducible) pero en las que mucha gente ha trabajado, ha adquirido buena experiencia y se ha formado un criterio, al que se denomina conocimiento experto (67). Los expertos apuestan, votan distintos valores, de tal forma que cada voto lleva una medida de incertidumbre asociada a ese voto (68).
Este método se emplea desde los años 90 y fue desarrollado para ser aplicado a casos en los que los distintos trabajos ofrecen resultados todavía no concordantes o robustos por encontrarse en un margen de incertidumbre considerado demasiado amplio, y cuando nada indica aparentemente, o por el momento, que ninguno de ellos contenga errores. Predicción de terremotos y erupciones volcánicas u otros riesgos ambientales severos son candidatos al empleo de esta metodología, y desde luego el cambio climático.
En cambio climático se ha llegado a muchas certezas, pero debido a su especial complejidad y dificultad presenta todavía muchas situaciones de este tipo, por ejemplo a la hora de intentar responder a las siguientes preguntas:
- ¿A partir de qué temperatura media de la Tierra se producirá la fusión irreversible de todo el hielo de Groenlandia? (69)
- ¿A partir de qué momento se iniciará el proceso de detención irreversible de la corriente termohalina del Atlántico? (70)
- ¿Cuál será la contribución de las masas de hielo al nivel del mar? (71)
- ¿Cuál es la intensidad de la retroalimentación positiva de las emisiones resultantes de la descomposición del permafrost? (72)
- ¿Cuánta energía adicional requerirían los sistemas de captura y almacenamiento de carbono? (73)
- ¿Cuál es el valor real del presupuesto remanente de carbono? (es decir: ¿cuánto carbono podemos seguir emitiendo todavía para no superar una temperatura dada, con una probabilidad dada?) (74)
Parecería que estas cuestiones deberían de tener ya una respuesta más o menos inequívoca, pero no es así.
La aversión a la ambigüedad produce moderación
Se puede demostrar que, en estos casos, el método favorece al máximo la objetivación de las probabilidades expresadas por los expertos convocados que, en esta circunstancia, los participantes resultan encontrarse sometidos a algunos de los sesgos subjetivos mencionados hasta aquí. Pues bien: ha sido demostrado que este proceso proporciona sistemáticamente resultados escorados hacia la moderación.
Efectivamente, en el caso del cambio climático un trabajo de Antony Millner y su equipo, del departamento de recursos económicos de la Universidad de California, titulado Do probabilistic expert elicitations capture scientists’ uncertainty about climate change? encontraron que los resultados de esta metodología tienden a infravalorar el riesgo de forma sistemática. El motivo subyacente resultó ser una propensión a la aversión a la ambigüedad exhibida por un número significativo de participantes que, al combinarse, producían resultados escorados hacia la moderación. Así, afirmaron que:
“Es probable que el hecho de tomar en consideración la ambigüedad de nuestro conocimiento recomiende la adopción políticas de mitigación más exigentes que aquellas basadas en las herramientas convencionales de decisión probabilística.”
Es interesante que Antony Millner advierta que los resultados de su averiguación son conservadores en el sentido de que la presencia de ambigüedad, fuente de la subestimación del riesgo, ¡resulta ésta a su vez subrepresentada en su propio estudio! (75)
En la próxima entrada analizaremos el consenso científico, herramienta muy elocuente que ayuda a comprender los informes del IPCC y sobre todo a interpretarlos.
Examinar referencias
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