La semana pasada, el maravilloso marco de La Pedrera, ahora propiedad de Caixa de Catalunya, perdón, Catalunya Caixa, fue el escenario de un acto sobre las políticas de adaptación al cambio climático preparadas por el gobierno de la Generalitat de Catalunya. Presentaba el acto Gonzalo Echagüe, presidente de Conama (Congreso Nacional de Medio Ambiente), y los protagonistas fueron sendos directores generales: el de energía, departamento en manos del PSC, y el de Políticas Ambientales y Sostenibilidad, en manos de IC. Agustí Maure y Francesc Ximeno, respectivamente, hicieron gala de conocer bien el problema y sus dificultades.
Los deberes, en la primera impresión que puede proporcionar una charla bien documentada con PowerPoint y numerosos gráficos, parecían bien hechos, merecedores probablemente, en un examen atento, de nota. Planes de emergencia incluidos. Como catalán, me di cuenta, o quise creer, que el gobierno de mi país había trabajado a fondo. No menos interesante fue conocer que el control de emisiones en Catalunya ha sido significativamente mayor que el promedio español. Pero me di cuenta también, con cierta amargura, de la futilidad de todos estos ejercicios teóricos, terminados a tiempo antes de las elecciones, como si se tratase del proyecto de fin de carrera.
Tras la extensa exposición de ambos participantes, que exhibieron tanto un elevado nivel de colaboración en la elaboración del plan (mitigación y adaptación no son tareas separadas, insistieron – erróneamente a mi parecer cuando de políticas locales se trata) como de respeto institucional, llegó el turno de preguntas.
Tengo la costumbre de pedir siempre la palabra el primero. Dentro de nada, a poco que me vayan conociendo, ya no me la van a dar, porque habrá corrido la especie de que mi intervención tiene la marcada consecuencia de cambiar el tono del debate. Pero yo me creo en la obligación de promover que lo que allí se hable tenga que ver con la realidad de las cosas (la físico-químico-biológica), y no se divague sobre música celestial, se esté limitado por la corrección política o se discutan proyectos que hagan creer a los asistentes que lo que ocurre es grave, pero no hay para tanto, y que las soluciones imposibles pueden ser.
Insisto en que es muy posible que la realidad de sus cosas (que son las nuestras, pero con alguna particularidad añadida) no permita otra opción mejor que la que nos presentaron. No quiero juzgar ahora por qué, sino poner de manifiesto la vocación e incluso entusiasmo manifiesto de esos profesionales de la cosa pública, de hecho temporeros, que, al presentar su trabajo, se mostraban visiblemente satisfechos y convencidos de haberlo hecho para todos nosotros y en beneficio de la humanidad entera. Cosa que no dudo en absoluto.
Un plan como el que nos mostraron necesita muchos años de trabajo, más todavía si hay que hacerlo con la participación de la gente eventualmente afectada (o muy afectada), como resulta haber sido por lo menos en parte. Estimé que como mínimo se necesitaban dos años para que aquello no fuera un mero ejercicio de comité. Además, analizar escenarios de futuro nada agradables es algo muy difícil de asumir, y mucho más teniendo que presentárselos al Conseller respectivo y luego al President. Había seis escenarios. El que hacía número seis era un auténtico Apocalipsis ya para 2015, aunque le llamaban, simplemente, Escenari E6. Habían considerado el E4 como el más probable, o como el más presentable en público.
Por ejemplo, la dirección general de Medi Ambient se había desplazado a Riumar, en el Delta de l’Ebre, a decirles a sus moradores, pocos centenares, muchos de ellos alemanes, que el nivel del mar está aumentando y que dentro de poco tendrían que ir poniendo pies en polvorosa. Se reunió con ellos y enseñó un mapa de la localidad con unas líneas de isonivel (tres). Poco después dijo que, en el caso peor, el aumento del nivel del mar sería de 1 metro en 2100. Este debe ser el motivo del gran número de residencias en venta en esa urbanización.
El Director General también desgranó, sin alarmismos, distintos impactos climáticos previsibles que, tomados cada uno por separado, parecían cosquillas a las que se podía uno enfrentar individualmente con ciertas probabilidades de éxito pero, cuando hubo terminado la lista, un observador atento tenía que darse cuenta de que la sangre ya iba a brotar por todas las comisuras del cuerpo del triángulo catalán de tanto rascarse, dada además la interacción con la intensidad del masaje a que el territorio y sus gentes iban a ser sometidos.
Todo ello lo dijo sin ánimo de asustar a nadie porque, insistió, no se debe ser alarmista sino positivo. Algo así ocurrió. Pero sólo entre los presentes pues, si bien las formas se mantuvieron en la sala de actos, un anónimo nos informó de que había estado retransmitiendo el acto por Twitter. Hacia el final dijo que los twitts que recibía de vuelta mostraban auténtica alarma – él dijo pánico – por parte de los seguidores tuiteros.
Quedó bien claro que la información de la que partieron los responsables del plan – así lo habían señalado al empezar – fue la de unos informes internacionales dados a conocer en 2007. Es verdad que no se puede hacer un plan e irlo cambiando a golpe de titulares. Parece que tampoco hay que prestar atención, desde la política, a la letra pequeña de las publicaciones científicas de mayor prestigio, por mucho que sean el punto de partida del que después se nutrirán esos informes, pero sólo una vez visados por la comunidad internacional, demasiados años después. No acabaríamos nunca, y se acercan las elecciones.
Quedó así clarísimo que el referente no es la ciencia misma, sino un informe científico de hace casi tres años que incluye trabajos de hace cinco en un terreno, la investigación en cambio climático y sus implicaciones en el terreno de la energía, al que jamás se han dedicado tantos recursos de investigación y que nos sorprende, constantemente, con nuevos hallazgos, siempre a peor, siempre a peor.
Así pues, el referente político-científico-físico considerado por estos planes es el 4º informe del IPCC, y el referente económico es el Informe Stern, por mucho que en los últimos años la acelerada conversión de los economistas a la fe termodinámica, ausente totalmente del informe, esté socavando las bases mismas de la profesión. El mismo Nicholas Stern ya dijo un año después que no se había quedado corto, sino muy corto. Supongo que desde entonces habrá comprendido ya la primera ley de la termodinámica y entendido que, como ocurre con el capital, no se crea energía sin energía, y que la segunda ley de la termodinámica exige una aportación constante de energía para mantener el orden de las cosas.
Eso le habrá llevado a darse cuenta de que poder disponer, dentro de 20 años, de la misma cantidad de energía neta con la que ahora creamos riqueza es algo físicamente imposible, y se habrá dado cuenta, para su insuperable asombro, que (casi) todos sus números están mal. Yo comprendo que llegar al ocaso de la vida dándose cuenta de que se estaba en Babia de todo esto y, encima, de que se ha sido ninguneado, vía negacionismo culturalmente inducido – cual líquido que penetra por todas las rendijas – por algunos de los alumnos de la London School of Economics, que uno (casi) ha presidido, debe ser muy duro. Yo me creo más que vivían por inercia y no se enteraron, antes que creer que lo sabían, seguían simulando que no y no nos dijeron nada a sabiendas. Creo esto por lo menos en relación a personas de la respetabilidad que atribuyo a Lord Nicholas Stern, aunque quién sabe si exhibo esta indulgencia para poder aplicármela pedantemente a mi mismo.
A lo que iba. Señalé que me basaba en la mejor literatura científica para indicar que el metro de incremento del nivel del mar no era el caso peor, sino el mejor, y que lo de que basta con el 1% del PIB para mitigar el cambio climático es, hoy, una inocentada. También dije que ellos lo sabían. Cuando el de ambiente oyó lo de que 1 metro era el caso mejor, y que él lo sabía, lo negó rotundamente. ¡El IPCC dice que como máximo 0,85 cm! Si más adelante nos dicen otra cosa…
Cuando en 2007 apareció el 4º informe del IPCC algunos datos eran ya obsoletos, pero el del nivel del mar directamente no se lo creyó nadie mínimamente informado. En este punto se hizo notar la presión política y la presencia de algunos negacionistas infiltrados. Veamos por qué.
El aumento del nivel del mar debido al calentamiento global tiene dos componentes principales (hay más, pero con influencia mucho menor): el primero es la fusión de las grandes masas de hielo del planeta, a saber, Groenlandia, la Antártida y el Himalaya, junto a otros glaciares de contribución mucho menor, y el segundo la dilatación térmica del agua debido a la mayor temperatura del planeta. Si si, el agua, como los metales, también se expande con el calor.
Pues bien. Dado que la dinámica de deshielo, ruptura, etc., de esas grandes masas no se conoce todavía del todo bien científicamente y las discusiones en el seno del IPCC era muy fuertes – que si la desglaciación es un proceso muy lento, que si hay motivos para suponer que puede ir muy deprisa como ha ocurrido en el pasado – el que era entonces nuevo presidente del IPCC, a diferencia de su antecesor zanjó el asunto no considerando la aportación del deshielo de la Antártida ni de Groenlandia al nivel del mar. Dese cuenta de que, si ambas se fundieran por completo, el nivel del mar aumentaría ¡70 metros!, no en vano contienen el 80% del agua no salada del planeta. Como en la tele, lo que no sale no existe, así que vamos a considerar sólo la dilatación térmica del mar y la de los glaciares alpinos. Como decía Cruyff: “si un central contrario mucho bien desmarcarse es su mejor, nosotros no marcarle”.

Variación de la masa de hielo en Groenlandia hasta noviembre 2010 respecto al promedio 2002-2010 medida mediante los satélites GRACE (Fuente: Skeptical Science) - Pulsar para mejor resolución
Un metro, como mucho, en el caso peor. Vale. Entretanto, la Antártida y Groenlandia van perdiendo masa a manos llenas, y el aumento medido del nivel del mar es muy superior al que el IPCC había previsto sólo en 2007. Recordemos que estas evoluciones son exponenciales.
He dicho muchas veces aquí que no voy a poner nunca en apuros a nadie que dedique su tiempo a abordar el problema climático. Por tanto, cuando oí al de Medi Ambient repetir que ‘el IPCC dice que máximo 1 metro’ me callé la boca, porque pensé que, si insistía, al pobre le iban a ametrallar el móvil desde Riumar, y le llamarían ignorante o mentiroso. Yo de verdad que creo que este hombre no era ninguna de las dos cosas. La primera de ninguna forma, porque tenía aspecto de haber sacado muchas matrículas. A la segunda le otorgo la consideración de gajes del oficio. Ese hombre joven y competente, en rigor, no estaba mintiendo, y había adquirido muchas tablas. No podía decir otra cosa que la que dijo. Pero, cuando se dice que los políticos mienten, es por esto.
Claro que, según parece, en Twitter la cosa iba de calentamiento total, y los directores generales, abordados una vez el acto hubo concluido, se mostraban muy humildes. Hacemos todo lo que podemos. No podemos hacer más.
De vuelta a casa me quedé reflexionando acerca del nivel de co-optación alcanzado por los poderes que dominan lo mental. ¿Cómo es posible que el desarrollo sostenible, ese oxímoron, sea sostenido por un representante de un partido genuinamente de izquierdas como Iniciativa per Catalunya? ¿No se dan cuenta de que eso les obliga a hacer lo que no acaban de creerse?
Sólo una pequeña corrección, la dirección general de energía depende del departamento de economía de la Generalitat que encabeza Antoni Castells, quien fue, sino me equivoco, número 2 de las listas del PSC por Barcelona en las anteriores elecciones al Parlament. Por lo tanto «depende» del PSC no de ERC.
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Gracias por la puntualización David. Lo corrijo.
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