«Science and science institutions should be transparent, but they are not a 24-hour help service for climate sceptics who lack fundamental scientific and technical skills.»[1] – Thomas Stocker, Universidad de Berna (publicado en Nature)
Me había propuesto un blog didáctico, apartado lo más posible de los temas de actualidad, en el convencimiento de que cualquier cosa que salga de la próxima reunión de Copenhague servirá, como mucho, para ganar de minutos a meses a la disrupción climática en ciernes. Desde luego el ‘business as usual’, o sea, seguir energética y económicamente como hasta ahora, o casi, lleva al desastre mucho antes de lo que podamos imaginar. También la ‘politics as usual’.
Pero la publicación ayer y hoy por El País de la bronca de los mails robados a la Unidad de Investigación del clima de la Universidad británica de East Anglia[2] y el hecho de haber otorgado amplificación a la voz del negacionista celtibérico Gabriel Calzada me obliga, por respeto al buen número de suscripciones que he recibido en el primer día de difusión pública de este blog, a comentar este hecho, que hubiera querido incluir en el informe sobre las tácticas de los negacionistas que tengo previsto para dentro de algunas semanas.
Hechos: unos hackers, desde un servidor ruso, se hacen con miles de correos electrónicos de la Climate Research Unit (CRU) y los cuelgan en Internet el pasado 19 de noviembre. Contenido: Diálogos entre científicos de alto nivel sobre cuestiones diversas, algunas de ellas ‘sensibles’. Consecuencias: delirio en la blogosfera, encanto en las webs negacionistas que interpretan sesgadamente y toman la parte por el todo, razonamiento inverso por doquier y periodismo científico de la peor especie al grito de ‘escribir primero e informarse después (si acaso)’. A los que siguen artículos impresentables de los seniors negacionistas, quién sabe si preparados con anterioridad, en periódicos de referencia. Destaca la reaparición pública del inefable Richard Lindzen en el Wall Street Journal (1), entre otros, con su retórica de libro de estilo PR bien aprendida que pudimos ver hace poco en La Vanguardia (2) (ver refutación en este mismo blog: ‘Negacionismo en La Vanguardia’), y que consigue hacer dudar hasta a los mejor informados. Al cabo, generación de dudas entre el público y la clase política. Justo lo que pretendían. Dos semanas antes de Copenhague y con la ley de control de emisiones de Obama en proceso parlamentario.
Además de intentar influir en los negociadores de la cumbre de Copenhague, la maquinaria ha efectuado una maniobra de contraprogramación. Esto es así porque ha coincidido con la publicación de un completo informe de alto nivel sobre la Antártida (3) donde se ha observado que su parte oriental, que hasta ahora se suponía estable[3], ha comenzado a perder masa desde 2006, según trabajo publicado esa misma semana en Nature Geoscience (4).
Todo bien coordinado. Son maestros en el arte del engaño y la desinformación. Llevan 20 años de experiencia, sin límite de financiación. Ya venían entrenados con la nicotina, habiendo provocado dudas sobre la nocividad y el poder adictivo del tabaco. Durante 50 años. Lo hacen realmente bien.
La noticia de El País aparece con muchos días de retraso. Además su evolución es de lo más curioso. Ayer informaba de la dimisión del director del CRU con un titular que sugería que había habido auténtica manipulación de los datos (5). Antes de las 9 de la mañana de hoy 3 de diciembre el artículo bajo el título de ‘Incendio en la causa climática’ constituía el segundo titular de portada de elpais.com, pero a partir de esa hora la diligencia de Manuel de Castro había conseguido contraprogramar mínimamente -aunque sin referirse al caso- con un artículo referido a los falsos argumentos científicos de los negacionistas, que el llama delicadamente ‘escépticos’. A las 12 quedaban sólo dos enlaces anexos de menor intensidad tipográfica junto a una noticia sobre los efectos del cambio climático en Bangladesh. Y a las 4 de la tarde el enlace del incendio había desaparecido de portada, quedaba solo el de de Castro y, al acudir a su artículo, uno encuentra a la izquierda el enlace al incendio junto a un nuevo artículo donde la agencia EFE reproduce la opinión de James Hansen, el climatólogo jefe de la NASA, deseando que Copenhague ‘fracase’.
Yo también soy de la opinión no tanto de desear que fracase, sino de aplazar la cumbre, según comenté aquí mismo. Además Hansen se había manifestado en este mismo sentido algo antes en Newsweek (6), y lo del Guardian no es ninguna novedad.

Christopher Walter, 3r Vizconde de Monkton. Inspiración de Gabriel Calzada para ejercicios de inversionismo
Claro que hay que informar sobre los correos robados. Pero dar voz a Calzada, estratega fabricador de retórica climática para Jiménez Losantos y el grupo de Alberto Recalde (7), de quien se conoce perfectamente qué interés le mueve y que acaba de pasear por los Estados Unidos que las energías renovables no generan empleo, sino paro (8), en base a que España es líder mundial en energía eólica y el paro es muy elevado, me parece un insulto al periodismo en general y al debido respeto a los lectores en particular. Correlación no es causalidad, como es bien sabido. Pero a veces cuela.
Además, parece claro que el periodista que suscribe el artículo no se ha leído los correos interceptados y no puede, por tanto, informar adecuadamente. Si se los ha leído mi consideración sería todavía peor.
Los mails aventados (9) de ninguna forma desmienten resultado alguno, ni tampoco demuestran manipulación ninguna. Que una agencia de PR se acoja a la palabra ‘truco’ haciéndola pasar por ‘trampa’ cuando esta expresión es perfectamente cotidiana en el leguaje científico y significa la aplicación de un concepto, o técnica, o paso lógico que no se había tenido en cuenta, entra dentro de lo esperable. Lo que a mi me alarma es que periódicos como El País se hagan eco de ello hasta en los titulares, sugiriendo que ha habido manipulación cuando si alguien acusa de algo son los propios negacionistas. La dimisión del director del CRU, Phil Jones, es temporal, por elegancia, mientras se investiga. Yo no le habría permitido dimitir aunque, ya se sabe, estas cosas tienen muchas ópticas.
Precaución previa: Si bien el CRU ha dicho que la mayoría de los correos son genuinos, nada nos garantiza que todos los sean ni que no haya habido manipulación. Pero vamos a darlos por auténticos para no liarla más.
Desde el punto de vista del contenido, hay 3 aspectos principales:
- Reserva de los datos de base para el análisis (mediciones)
- Discusión de estrategias orientadas a relevar de su puesto a editores de revistas académicas que publican artículos críticos
- Comentarios poco amables respecto a algunos conocidos negacionistas
Qué revelan los correos robados
Lo primero que revelan es la irritación de los mejores científicos del mundo con las actividades de desinformación de los negacionistas. Los científicos ‘serios’, cuyos resultados, de forma abrumadora, apuntan a la misma dirección, son acusados por la poderosa maquinaria de desinformación de constituir algo así como una conspiración socialista para implantar un gobierno mundial.
Los científicos no son ni dejan de ser ecologistas, pero les va bien meterles en ese saco para poder llamarles ‘sandías’: verdes por fuera, rojos por dentro. Los científicos no son ni dejan de ser entes políticos, aunque las ciencias sociales insistan en considerarlos una comunidad epistemológica objeto de estudio.
Pero una cosa son los científicos y otra, bien distinta, la ciencia. Los primeros tienen sus cauces para ser criticados por su comportamiento. La ciencia tiene otros para ser juzgada por su veracidad. El principio de Arquímedes y el teorema de Pitágoras son ciertos, independientemente de la categoría moral o la simpatía de quienes formularon esas leyes.
Pero yo tampoco veo en los mails nada especialmente desagradable más allá de comentarios realizados por seres humanos y algunos errores, también humanos. Por ejemplo: Si usted ya estaba por aquí ¿no se alegró de la muerte de Franco? Si hubiera existido Internet ¿no hubiera caído en la tentación, en caliente, de comunicar su alegría a un amigo o colega? Bueno, en aquellos tiempos tal vez no, que se la estaría jugando de veras. Pero yo me alegré tanto que estaba haciendo la mili y me dieron un permiso para no tenerme por ahí. Por si las moscas.
Pues hay quien se ha alegrado de la muerte de algún negacionista (John Daily) y encima lo puso por escrito. Otro expresa sus ganas de abofetear a Patrick Michaels, uno de los reyes de la retórica.
Estos correos revelan al público lo que todo el mundo sabe en privado: que la comunidad científica se encuentra totalmente a la defensiva frente al acoso de la maquinaria de negación. No son especialmente ‘políticos’ (en el buen sentido del término), y mucho menos son buenos comunicadores. Están hartos de perder el tiempo teniendo que desmentir objeciones absurdas, acusaciones falsas, de recibir comunicados amenazantes, de ser públicamente interpelados por personas no entrenadas en la ciencia, sino en técnicas de persuasión, en hablar deprisa, en interrumpir, en manejar los medios de comunicación y los tiempos a su favor.
Estos relámpagos no caen sobre árboles robustos. Se dirigen a gentes que son los testigos primeros, auténticos notarios de la evolución del sistema climático de la Tierra. Su preocupación es extrema, y no cesan de interrogarse por los motivos por los cuales el mundo entero se encuentra adormecido frente al problema. Sufren el síndrome de Casandra, el de quien sabe, matemáticamente, lo que va a ocurrir, y se da cuenta de que nadie hace nada útil y encima le toman por loco. Llevan así muchos años, muchas décadas anunciando lo que van descubriendo cada vez con mayor detalle y mayor certidumbre. Y conocen bien sus consecuencias, que les aterran. Hable con ellos en privado y se dará cuenta. Algunos se han pasado al cinismo. Otros, tal como revelan algunos de estos mails, cometen errores ‘políticos’.
Tienen toda mi comprensión e indulgencia, aunque sólo sea por solidaridad en el sentimiento denominado ‘global warming burn-out’, que yo también padezco con cierta recurrencia. Estimado lector, yo le ruego también la suya. Al fin y al cabo, tampoco se han pasado tanto. Son humanos, como usted y como yo.
El segundo aspecto que estos correos ponen de manifiesto es la problemática relativa a la transparencia en los datos de origen, en particular los meteorológicos, que son usados para el análisis estadístico y su procesado con el fin de elaborar las mediciones ‘canónicas’ que informan de la evolución del clima del pasado, del presente y del futuro. Ocurre que estos datos son, en el corto plazo, clasificados militarmente. También que hay organizaciones, por lo general estatales, que tienen derecho a recibirlos con anticipación y esta restricción figura en contratos.
Pero disponer de los datos de base a tiempo es muy importante para que el método científico se desarrolle adecuadamente. Toda conclusión científica debe tener la posibilidad de ser rehecha por cualquier persona –a este proceso se le denomina replicación- y ser objetada y debatida en procedimiento, matemáticas o lógica si no se obtiene el mismo resultado. Aquí si hay un debate, que corresponde a científicos y políticos resolver, acerca de la transparencia científica y si deben existir límites.
Algunas de las gentes, desde luego las principales (los de Real Climate, entre otros) que se han sentido concernidas por los mails en cuestión se han dado prisa en publicarlos en Internet. Por su parte, el CRU afirma que el 95% de los datos han sido siempre públicos. ¿Qué ocurre con el otro 5%? Veamos.
Pero antes, dos cuestiones previas. La primera cuestión. Una de las características del sistema climático de la Tierra es lo que se denomina ‘amplificación polar’. Esto significa que los polos se calientan mucho más que los trópicos. . Corolario: el incremento de temperatura en el polo norte (y en el polo sur) es el más elevado de todo el planeta. La segunda cuestión. No hay estaciones permanentes de medición de temperatura en el Ártico.
Los científicos trabajan básicamente con tres conjuntos de datos de temperatura: el británico, del Hadley Centre, que es procesado en el CRU de la Universidad de East Anglia, y dos estadounidenses, uno del National National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y otro de la NASA, que es procesado en el Goddard Institute for Space Studies (GISS). Pues bien. Para calcular los promedios y poder informar de la variación que se va produciendo día a día, mes a mes, año a año, década a década, los británicos simplemente ignoran esa zona del planeta, mientras que la NASA efectúa la suposición de que los valores de temperatura a mayor latitud son los de las estaciones terrestres más próximas en Canadá y Rusia, entre otros. Por este motivo, los valores de temperatura media que proporcionan los británicos son siempre levemente inferiores a los de la NASA.
¿A qué conclusión nos lleva esta situación? A muchas, pero una importante aquí: es casi seguro que los valores de temperatura media de la Tierra que conocemos ‘oficialmente’, y que son suficientes como para disparar todas las alarmas… ¡sean inferiores a los reales! (10)
Un último elemento lo revelan no los mails, sino el propio incidente. Asaltar vía sicarios los ordenadores de los científicos del más alto nivel supone un salto cualitativo en la estrategia de la maquinaria de negación. Están perdiendo la batalla contra el muro de la evidencia.
A dónde nos va a llevar esto está por ver, pero parece claro que ahora el objetivo son los propios científicos. Si hasta ahora estaban a la defensiva, ahora se trata de amedrentarlos. Que vivan asustados. Ya no pueden considerar privada no ya su correspondencia privada, sino tampoco su vida personal. Pueden ser objeto de ataque mediático en cualquier momento (11).
Esperemos que no pase de ahí. Mark Bowen describe, con la prudencia que hace al caso, un episodio acaecido en 2004. Cuando, poco después de que James Hansen, el climatólogo jefe de la NASA, se negara a maquillar sus resultados según le ordenaron ‘desde arriba’, en un mismo día ardiera (¿casualmente?) su vivienda y un camión alcanzara a uno de sus colaboradores, que quedó seriamente herido.
A veces hay suerte. Su colega se recuperó pronto. Hansen acababa de mudarse, pero su secretaria todavía no había comunicado su nuevo domicilio (12).
Si le interesan todas estas cosas, suscríbase al blog. Es gratis.
Examinar referencias
Notas
[1] La ciencia y las instituciones científicas deben ser transparentes, pero no son un servicio de asistencia de 24 h para escépticos del clima que no disponen de las habilidades científicas y técnicas más básicas
[2] Uno de los centros de excelencia en la ciencia climática
[3] El incremento de temperatura en la Antártida es menor en la zona oriental que en la occidental. Esta última, denominada West Antarctic Ice Sheet, hace tiempo que ha iniciado su deshielo.