“Non-scientists tend to think that science works by deduction. But actually science works mainly by metaphor. And what’s happening is that the kind of metaphors people have in mind are changing.” — Brian Arthur, economista (Waldrop, 1992, p. 327)
En un artículo de Public Understanding of Science del año 2000 titulado ‘Knowledge, ignorance and the popular culture: climate change versus the ozone hole’ Sheldon Ungar comenta el hecho de que el agujero de ozono consiguió despertar la atención del público gracias a que era posible ‘encapsular’ el fenómeno merced a la ampliamente familiar metáfora de la ‘penetración’. De forma sucinta, la entrada de rayos letales a través de un agujero provocado en una malla de protección que se deteriora resulta una imagen que encaja incluso con la cultura fílmica de aventuras espaciales. Sin embargo, el cambio climático no parece admitir framings tan sensuales y, en cambio, es más fácil persuadir por la vía de la negación del fenómeno (1). Hungar señala que estas metáforas son ‘pre-científicas’, es decir, simples, y no requieren explicación alguna de por qué el ozono es destruido por los propelentes CFC. De hecho, la metáfora es tan poderosa que mucha gente cree todavía que el cambio climático tiene que ver con el agujero de ozono. Tiene algo que ver, pero muy poco a efectos de comunicación.
Dada la complejidad inherente a la ciencia del cambio climático y al poco conocimiento de la dinámica de sistemas retroalimentados por parte de la población en general es preciso, para poder informar adecuadamente, utilizar metáforas o analogías con mecanismos cotidianos que nos resulten familiares. De hecho, éste es uno de los mecanismos que emplea todo científico que desee dar a conocer públicamente sus resultados.
En mis recorridos por el tema he ido anotando las figuras de este tipo con que me encontraba, algunas de la literatura científica y otras de la literatura sobre comunicación. Con el tiempo he ideado algunas otras, que pongo a disposición de quien quiera emplearlas.
El palo de hockey: la primera metáfora del calentamiento global
La evolución de la temperatura del hemisferio norte de la Tierra en los últimos 6.000 años se asemeja a un palo de hockey, como puede verse en la figura. Esta expresión metafórica se ha utilizado mucho en la prensa anglosajona, y es cierto que mejora al propio gráfico en términos de imagen mental a efectos de recordatorio.
Probablemente el momento cumbre del palo de hockey se produjo en la película ‘Una Verdad Incómoda’, donde Al Gore tenía que subirse a una plataforma elevadora para alcanzar el final del palo.
El ‘palo de hockey’ procede de un trabajo publicado en Nature en 1998 por Michael Mann, Raymond S. Bradley y Malcolm K. Hughes titulado ‘Global-scale temperature patterns and climate forcing over the past six centuries’ y conocido como ‘Reconstrucción MVH98’ (2). A pesar de los ataques que ha recibido desde todos los frentes, sus conclusiones básicas siguen gozando de buena salud científica en la medida en que los autores señalaron cuáles eran las posibles fuentes de incertidumbre. Ellos mismos realizaron una pequeña corrección en 2004 (3) y Eugene R.Wahl y Caspar M. Ammann efectuaron, en un paper de Climatic Change en 2007, una firme defensa de los resultados (4), incidiendo en la corrección del tratamiento de los datos obtenidos por Mann et al en 1998. Y ello a pesar de la insistencia en contrario de von Storch y Zorita (5) y sus amplificadores mediáticos. Total, se modificaron entre 50 y 100 centésimas de grado en algún punto, pero las conclusiones globales se han mantenido inalteradas – si bien podría ser, digo sólo que podría, que esa insistencia esté dando lugar a alguna revisión de métodos en paleoclimatología. No es el momento de describir ahora las broncas entre científicos respecto a estas técnicas. Baste saber que, aunque la reconstrucción estuviera mal, eso no desmentiría para nada el cuerpo central del calentamiento global, sus orígenes y sus consecuencias.
Según la BBC,
Over the years, the chart has gradually become a potent symbol of man’s impact on global climate in the post-industrial age.
La analogía sistémica del quinto compartimento del Titanic
Intentando aproximarme a una imagen conocida, la analogía del Titanic me parece la más completa. Tiene la ventaja de que la película de James Cameron ha sido, hasta hoy, la más vista de la historia, de forma que el alcance de la metáfora es casi universal. Muestra los conceptos de sistema, robustez del sistema, margen de estabilidad, tiempo de retardo, comportamiento exponencial y otras, como el comportamiento de una ‘sociedad’ frente a una catástrofe inminente.
Sin embargo, tiene el inconveniente no menor de su framing, especialmente desesperanzador.
No la repito porque ha sido desarrollada en una entrada específica, pero añadiré que he encontrado en la revista Science una variante que la complementa:
Mitigar el cambio climático suele compararse al intento de hacer girar el Titanic para no colisionar con el iceberg. Pero este ‘Titanic’ se nos está haciendo cada vez más grande y menos maniobrable a medida que esperamos – y esto provoca que las perspectivas se deterioren de forma no lineal, y en una escala de tiempo potencialmente mucho más breve que la escala de tiempo en que el propio sistema responde. (6)
Retardo del sistema y calentamiento en la recámara: un vehículo en aceleración
He empleado ya esta metáfora, también de tipo sistémico, para dar a conocer uno de los aspectos que considero clave para informar correctamente: el retardo del sistema climático. Es decir, el hecho de que, debido a la absorción de calor por los océanos, el sistema tarda un cierto tiempo, décadas, en pasar a la temperatura que corresponde a una concentración dada de gases de efecto invernadero.
Es muy cotidiana, pues la mayoría de los conductores saben que, cuando pisan el pedal a fondo, el motor recibe entonces una cantidad constante de carburante, mientras que la velocidad que corresponde a esa cantidad de carburante no se alcanza sino transcurrido cierto tiempo.
Puede encontrarla en esta entrada.
El efecto invernadero: manta de grosor creciente y ‘focus group’
La analogía más empleada para explicar por qué el planeta se calienta es decir que hay una manta que lo cubre y que, a medida que vamos emitiendo gases de efecto invernadero, su grosor va creciendo (7). Entiendo que es suficiente para la mayoría de los casos.
La manta explica el calentamiento de forma asequible, pero no el efecto invernadero. Para éste suele emplearse la vivencia del coche expuesto al sol y con las ventanas cerradas, o directamente un invernadero agrícola. También es suficiente en muchos casos, pero tiene el inconveniente de que no refleja bien la realidad.
De hecho la expresión ‘efecto invernadero’ se ha hecho universal y la emplean hasta los científicos pero, en rigor, no es correcta. A diferencia de un invernadero o de un automóvil, en la atmósfera los gases de ‘efecto invernadero’ no forman una superficie continua. Además existe convección, movimiento del aire, lo que tampoco tiene lugar en los ejemplos descritos (8)
. Para salvar este inconveniente muchas veces en inglés se emplea la expresión ‘heat-trapping gases’, o sea, gases que atrapan el calor. A falta de traducción exacta yo empleo ‘gases forzadores del clima’.
Para describir con algo más de aproximación el ‘efecto invernadero’ puede usarse la metáfora del semiespejo, pero sólo será familiar a quien haya participado alguna vez como espectador de una sesión de focus group o similar. Se trata de unas sesiones, normalmente a efectos de investigación social o de mercados, donde se reúne a un grupo de personas alrededor de una mesa, con un moderador. En una de las paredes de la habitación los asistentes ven un espejo, pero resulta que al otro lado hay personas observando, para los cuales ese cristal es transparente.
Esto se corresponde con el hecho de que por el lado de los espectadores (el sol) se ‘emite’ radiación electromagnética en el espectro visible (calor en forma de luz), que ‘atraviesa’ el cristal, mientras que por el lado de los asistentes (la Tierra) se ‘emite’ radiación electromagnética en el espectro infrarrojo (que es como se transmite el calor), a la que el cristal no es transparente, y es reflejada. De forma que el balance térmico de la Tierra queda alterado, un poco como la trampa poco ética que me han parecido siempre estas sesiones (no siempre se informa a los asistentes que les están observando en directo).
Además de la baja familiaridad del público con estas curiosas sesiones, tiene el inconveniente de que el espejo parece reflejar totalmente la imagen de los asistentes, mientras que los gases forzadores del clima no reflejan hacia la Tierra toda la radiación infrarroja que ésta emite.
El nivel de riesgo al que nos estamos enfrentando: ¿cuántas balas en la ruleta rusa?
Sabemos que, por encima de (como mucho) un incremento de la temperatura media de la Tierra de +2 ºC, el sistema se habrá ya desestabilizado casi con toda certeza (si no lo ha hecho ya), y en ese caso las consecuencias serían totalmente disruptivas de ecosistemas, economías y sociedades (9).
Dos estudios de la revista científica de mayor impacto, Nature, del pasado mes de abril, indicaban que todavía podemos emitir 400 gigatoneladas de carbono a la atmósfera. Bueno, según el riesgo que estemos dispuestos a asumir. Los autores informaban que, de hacerlo, la probabilidad de no superar los +2 ºC era del 75%. Eso quiere decir que, en esas circunstancias, la probabilidad de mantenerse en zona segura es del 25%, una entre cuatro. (Profundizaremos y matizaremos este punto en próximas entradas)
Una metáfora muy elocuente para esto es la de la ruleta rusa (10). Diríase que el peligro es precisamente el propio hecho de jugar, y que lo que debemos hacer es precisamente evitar entrar en el juego.
Sin embargo, si usamos el símil en este sentido hemos de saber que no estamos en la realidad. Hemos llegado tarde para poder decidir si jugamos o no; desde luego habríamos decidido no hacerlo de haber sido consultados. Pero otros han tomado esta decisión por nosotros, y la triste realidad es que ya estamos jugando. Sabemos que podemos seguir emitiendo, pero ahora sólo tenemos probabilidades de evitar lo peor, y no certezas. Para el caso indicado, con sólo un 75% de probabilidades de éxito, podemos afirmar que jugamos con una pistola cuyo tambor tiene 4 cámaras, de los cuales tres están vacías y una contiene la bala (11, 12).
Metáfora de la infección por influenza
Esta metáfora es muy similar a la del Titanic, pero más breve y concisa y tiene la ventaja de que es coherente con la teoría Gaia, según la cual la Tierra se comporta como un ser vivo. La encontré en el último libro de James Lovelock (13), descubridor de esta teoría cuestionada originalmente por los científicos, gentes de tendencia conservadora a pesar de las apariencias, pero ahora ya ampliamente aceptada. Me he permitido añadirle algún aditivo.
Cuando nos infectamos, en realidad no nos damos cuenta, pues nuestros sentidos no nos advierten de ninguna de las formas o, de hacerlo, lo es en tanto que súbita, pero apenas perceptible, reacción del sistema inmunológico. En cualquier caso no es fácil asociar causa y efecto. Pero la Tierra no ha sido infectada por un virus light, sino por influenza.
Una vez infectado comienza el denominado período de incubación, que puede durar varis semanas, durante el cual nada sentimos y funcionamos como si nada estuviera ocurriendo.
Llega un momento en que comenzamos a sentirnos mal. Nos damos cuenta de que algo ocurre. Acudimos al médico, pero éste sólo puede recetarnos fármacos sintomáticos, remedios paliativos del malestar.
En la influenza, tras unas pocas horas de sentirnos mal el cuerpo comienza a fallar de manera general. Pierde el equilibrio (la homeostasis) y, pronto, deja de funcionar. Fallo sistémico general. Muere. Como causa de la muerte, el médico indicará ‘fallo orgánico general’.
Este tipo de gérmenes patógenos, faltos de lucidez, no se acomodan simbióticamente a nosotros sino que, en su ceguera -o su falta de civilidad- no velan por el bienestar del cuerpo en el que residen. Y acaban pereciendo con él.
Un meteorito se dirige hacia la Tierra
Para el público medio, una de las formas de imaginar lo que está ocurriendo es imaginar que un gran meteorito se dirige hacia la Tierra. No conocemos exactamente su velocidad ni el lugar del impacto, pero estamos seguros de que, cuando ocurra, las consecuencias serán las más terribles que la humanidad haya conocido jamás. Por el momento, sabemos que, de no llevar a cabo acciones correctoras de gran magnitud, tardará entre unos pocos años y algunas décadas.
Esta imagen popular, sin embargo, es demasiado simple y requiere de grandes matizaciones. En cambio tiene la ventaja de que señala tiempo, es decir, nos pone un tiempo límite a la acción. Además, incorpora implícitamente el concepto de tiempo de retardo, pues se supone que el meteorito ya ha partido de su lugar de origen (o ha sido avistado) y es preciso actuar para desviarlo o destruirlo antes de que impacte.
El efecto ‘gin tonic’ del hielo del Ártico
Asumo como válida la expresión que he sacado de lugar tan insólito como allí donde WordPress me indica las búsquedas con las que los visitantes han llegado a este blog. Lo he explicado en una entrada del pasado domingo e indico aquí el enlace para quien quiera visitarlo o volverlo a visitar. Lo del whisky también vale. Para los abstemios voluntarios o forzados puede valer lo del Aquarius.
Catástrofe a cámara lenta (y video recomendado)
La dinámica del sistema climático es, desde el punto de vista humano, muy lenta y, por ello, difícilmente perceptible. Podemos decir que el sistema evoluciona ‘a cámara lenta’. Un ejemplo paradigmático, y muy gráfico, es la fusión de las masas de hielo, en particular los glaciares. El 98% de los glaciares del mundo está retrocediendo, y este retroceso sigue acelerándose. Pero si usted se detiene frente a un glaciar difícilmente percibirá movimiento significativo.
Para poder percibir con toda su crudeza la pérdida de masa de los glaciares y su contribución al nivel del mar, un equipo de fotógrafos, dirigido por el periodista fotográfico de la naturaleza James Balog de Nacional Geographic, ha instalado cámaras permanentes en distintos lugares de la Tierra, fotografiando los glaciares a intervalos constantes. Los glaciares de Groenlandia, Columbia, los Alpes, los Andes, Alaska e Islandia se funden, retroceden, desaparecen a la vista del espectador.
Para quienes por cualquier motivo no quieren creerse que los modelos matemáticos explican la realidad física, y para quienes han sido intoxicados haciéndoles creer que todo el asunto climático se basa en modelos matemáticos imprecisos y no confiables, este video les resultará clarificador. Aquí no hay ningún modelo. Avances de masas de hielo de centenares de metros de alto que acaban desplomándose y retrocesos espectaculares de los glaciares son mucho más elocuentes que cualquier metáfora. El cambio climático, aquí, se ve.
El video resultante resulta bastante estremecedor y es de visión obligada. Puede solicitar subtítulos en español. Si quiere saltarse la explicación del conferenciante puede ir directamente al minuto 8:45.
http://www.ted.com/talks/james_balog_time_lapse_proof_of_extreme_ice_loss.html
La segunda guerra mundial: un mal framing en Europa
La metáfora de la ‘guerra’ es difícilmente evitable cuando debemos referirnos a la intensidad del esfuerzo colectivo necesario para combatir el cambio climático. En los países que vivieron la segunda guerra mundial esta imagen les resulta muy indicativa en cuanto a la intensidad de la afrenta.
Los expertos están divididos en cuanto al uso de esta metáfora. Yo no creo que aquí nos sirva. La metáfora está destinada a mostrar la intensidad del esfuerzo, cosa que tiene sentido en los Estados Unidos donde no hubo batalla en su propio territorio, a excepción de Pearl Harbour. Pero en Europa la imagen es de muerte, destrucción y holocausto. Un framing como el del Titanic es duro, pero puede dar idea de lo que nos espera si no reaccionamos adecuadamente. Pero el framing de la segunda guerra mundial nos sitúa en una catástrofe por el solo hecho de actuar.
Así que la menciono para que usted sepa que se emplea en Estados Unidos y en Gran Bretaña, pero no la recomiendo.