«Laypeople frequently assume that in a political dispute the truth must lie somewhere in the middle, and they are often right. In a scientific dispute, though, such an assumption is usually wrong.» – Paul Ehrlich
La ciencia basura del cáncer de pulmón
Usted puede que haya oído decir que la formidable campaña de negación de la evidencia científica del cambio climático tuvo su origen y fue financiada por la industria del petróleo. Bueno, lo segundo es parcialmente cierto, si bien los primeros en poner el grito en el cielo (o sea, dinero sobre la mesa para lanzar falsedades de forma masiva) fueron las empresas mineras. Las de extracción de carbón y generación de electricidad a partir del carbón, organizadas alrededor de la Western Fuels Association y el Edison Electric Institute quienes crearon, en 1991, un grupo de presión bajo la denominación de Consejo de Información para el Medio Ambiente (Information Council for the Environment, ICE). Su objetivo declarado fue:
“Reposicionar el calentamiento global como una hipótesis y no un como hecho” (1)
Salieron fuertes: la campaña de publicidad, PR y bombardeo masivo costó medio millón de dólares sólo para el ‘test de mercado’ (2). Al documento que revela estas estrategias se le conoce como el ‘Vampire Memo’.
¿Qué decían los anuncios y el boca a boca orientado a la prensa? Que esto del calentamiento era un invento de los comunistas, tras la caída del muro de Berlín convertidos en ecologistas, con el fin de:
“… cumplir su sueño de una sociedad igualitaria basada en el rechazo al crecimiento económico en favor de una menor población mundial, alimentarse menos, consumir mucho menos y compartir, de forma mucho más equitativa, un nivel de recursos mucho menor” (3).
De ahí al siguiente paso, a saber, acusar a los preocupados por el medio ambiente de genocidas, hay sólo un paso que no siempre retienen en la expresión escrita. Es el ‘framing’, del que los PR son auténticos maestros.
Ross Gelbspan, un premio Pulitzer que ha investigado el movimiento negacionista, asegura que esto fue lo de menos:
“Las campañas más eficaces fueron mucho más sutilmente coercitivas … Western Fuels declaró en su informe anual que estaba reclutando distintos científicos escépticos del cambio climático … como portavoces. La industria del carbón pagó a estos científicos y a un puñado de otros escépticos alrededor de un millón de dólares.” (4)
Pero para el tabaco habían ensayado ya el método (5). A los del carbón les sucedió el petróleo y muchos otros, si, en un relevo continuo. Ahora quien vuelve por sus fueros es, de nuevo, el viejo carbón. También con los eléctricos, por supuesto, a través de la organización ad hoc ‘Coalición Americana para la Electricidad con Carbón Limpio’ (American Coalition for Clean Coal Electricity, ACCCE)[1].
¡Carbón limpio!
Su página web CleanCoalUSA.org (tiene guasa lo de .org) les ha costado $400.000, lo que nos permite preguntarnos si, en realidad, este dinero ha ido a parar verdaderamente a unas cuantas páginas de Internet. Bueno, en este caso resulta que no es la ACCCE la titular directa. Ahora se trata de los ‘Participantes en la Generación Basada en el Carbón’ (Coal-Based Generation Stakeholders, CBGS) (7).
Así es como una de las características más definitorias del negacionismo organizado es la creación de un gran número de organizaciones en red, que se van sucediendo unas a otras. Tal vez para no quemar del todo al personal cuando el cinismo está próximo a la saturación o, mejor, para dar la impresión de un gran movimiento ‘popular’.
Pero volvamos a los inicios. El negacionismo del cambio climático de tipo ‘científico’ se consolidó alrededor de una organización fabricada por la multinacional de PR APCO Associates (8, 9), auténtica máquina de mentir por encargo. Esta organización se llamaba ‘The Advancement of Sound Science Coalition[2]’. No crean que el nombre es inocente, porque este concepto de ‘sound science’ es otro invento PR del momento que no se entiende bien sin su oponente: ‘junk science’. Nos topamos una vez más con la dificultad de una traducción que incorpore todos los matices, pero sería algo así como ‘ciencia robusta’ y ‘ciencia basura’. Claro que entonces nadie conocía el origen de esta bienintencionada asociación científica. El New York Times nos descubre algunas claves:
“… la importancia de mantener al público en la oscuridad acerca de quiénes son los auténticos clientes. Mr. Cohen (APCO Associates) es un especialista en actividades de grupos de presión de tipo ‘popular’ (grass roots), un término empleado frecuentemente en Washington para camuflar la presencia de un cliente impopular o poco recomendable. Típicamente, el cliente, a menudo una gran empresa, contrata una firma en Washington para organizar una coalición de pequeñas empresas, entidades sin ánimo de lucro e individuos de todo el país. Esta coalición ofrece soporte público a la legislación deseada por el cliente, que se mantiene en un segundo plano” (10).
Si yo le aseguro documentalmente que el fundador y financiador exclusivo de esta TASSC fue la mayor empresa tabaquera del mundo, Philip Morris (8, 11, 12) ¿cuál diría usted que es la ciencia basura? ¿La académica? ¿O la que publicaban estos astutos señores, que mostraban tanta competencia científica que no había manera de que encontraran relación causal alguna entre el hecho de fumar y el cáncer de pulmón, el deterioro vascular o las enfermedades respiratorias oclusivas? La TASSC no sólo se dedicó a contradecir científicamente a la ciencia en materia de tabaco y cambio climático. Sus hazañas se extendieron a cantar ‘científicamente’ las excelencias de los pesticidas, los ftalatos cancerígenos que se añaden al PVC para hacerlo flexible (el PVC por si mismo no es un problema, contrariamente a la creencia general), los CFC que dañan la capa de ozono, y muchos más como veremos más adelante.
Se daba el caso de que los científicos, a pesar de las cifras que les hacían girar los globos oculares, mostraban reticencias para trabajar directamente para la industria del tabaco. No estaba bien visto. Pero si me montáis una organización independiente, entonces si, y no preguntaré por el nivel de independencia.
Cambiar los criterios epidemiológicos
Ya ve que lo de ‘astutos’ ha sido una palabra puesta ahí con cierta ironía. Pero no crea, porque el nivel de retorcimiento de Philip Morris y sus agencias subcontratadas, desde luego la TASCC, es realmente sobrecogedor por su perfidia. Vea si no de qué forma intentaron evitar la legislación sobre la limitación de fumar en público que, al cabo, ha sido la clave de la importante reducción del hábito en occidente.
Con total estulticia y presentándose como financiadores privados de unos procedimientos médicos supuestamente más adaptados a la ‘realidad de las cosas’, decidieron promover una reforma del código médico de buenas prácticas en el terreno de la epidemiología. Como la estadística es una materia muy compleja y cuya profunda comprensión está sólo al alcance de los matemáticos y pocos más[3], hay que suponer que a los médicos se les puede colar algún error estadístico y no se van a enterar. Bueno, pues nos organizamos a lo relaciones públicas para que acaben creyendo que 2=1. Dese cuenta de que APCO Associates, la TASSC y Philip Morris deben de reunirse con bastante frecuencia para lanzar sus salvas, examinar su puntería, ajustar permanentemente el tiro y fortalecer los instrumentos que se muestren débiles.
Ay, el error estadístico. Acabó colando. Consiguieron una declaración formal según la cual ‘ratios’ de 2 o menos eran tan cuestionables que su ‘asociación estadística significativa’ no era lo bastante fuerte como para suponer una relación de causa a efecto y, por tanto, no justificaba reglamentación ninguna. A esto, como le digo, le llamaron GEP: Good Epidemiological Practices[4]. Por lo visto las existentes no eran buenas, o convenientes. Y ahora hay que organizar congresos por todo el mundo para dar a conocer la nueva norma ‘científica’.
Lo describieron con todo detalle Ong y Galnz en 2001 en el American Jurnal of Public Health:
La industria del tabaco atacó la ‘ciencia basura’ para desacreditar la evidencia de que el humo del tabaco – entre otras toxinas medioambientales – causa enfermedades. Philip Morris empleó firmas de relaciones públicas y abogados para desarrollar en los Estados Unidos y en Europa un programa de ‘sound science’ que incluyó la participación de otras industrias y otros temas con el fin de ocultar el papel de la industria del tabaco. Los planes europeos de ‘ciencia robusta’ incluyeron una versión de ‘buenas prácticas epidemiológicas’, que hubieran hecho imposible llegar a la conclusión de que la ingestión del humo por parte de fumadores pasivos – y otras toxinas – es causa de enfermedades (13).
Estaba claro: vamos a reenfocar la cuestión. Dejaremos de preocuparnos de los fumadores directos, causa perdida, y nos ocuparemos de los fumadores pasivos, que si son un peligro. Lo son porque para quien fuma tenemos el argumento de que está haciendo uso de su libertad para autodestruirse, pero lo del no fumador invadido por el humo si es una excusa para que el estado, en su irrefrenable impulso de meterse en la vida de la gente, legisle contra fumar en público. Eso si que no. Ya tenemos la solución científica: en lugar de legislar, ventilar el aire (14).
El desembarco en Europa
En Europa montaron el denominado Foro Europeo de Ciencia y Medio Ambiente (European Science and Environment Forum, ESEF) (15), entidad que organizaba estos encuentros de la profesión médica de nuestra Unión, gratuitos y a gastos pagados en lugares paradisíacos, como todos los de los laboratorios. Roger Bates, director ejecutivo de este ESEF, se dedicó más tarde a organizar congresos (16) para el lucimiento de los científicos negacionistas del cambio climático que lograron encontrar, a los que por supuesto se invitaba a toda la prensa a grandes festejos. Cómo no, Bates había ocupado cargos en los think tanks más conservadores y ultraliberales, a saber, el Institute of Economic Affairs en el Reino Unido y los American Enterprise Institute, Competitive Enterprise Institute, Committee for a Constructive Tomorrow…
Los miembros académicos de la ESEF eran casi todos estadounidenses, y entre ellos se encontraban nombres, ahora aficionados a la nicotina y después conocidos por sus fechorías en el asunto climático, algunos de ellos todavía en activo: Sallie Baliunas, Robert Balling, Sherwood Idso, Patrick J. Michaels, S. Fred Singer, Willie Soon… (17). Iremos encontrándonos con estos nombres asociados a sus actividades científicas en lo sucesivo. Pero avancemos algunos ejemplos.
En el American Journal of Public Health, Yach y Bialous ya se refieren a Fred Singer como relacionado con algo tan bello y responsable como el International Center for a Scientific Ecology[5], grupo que fue considerado de interés por Philip Morris para crear en Europa una organización equivalente a la TASSC estadounidense (18).

Patrick J. Michaels, el mas charmant. Dedicado al mismo tiempo al tabaco, al clima y a la desregulación
Otro ejemplo es Patrick J. Michaels, el más charmant de todos y que convence a la audiencia de cualquier cosa. Comenzó su programa de ‘sound science’ para desacreditar el informe de la EPA (19) al tiempo que ya escribía donde le dejaban que la investigación científica debía ser privada, de las empresas, y que cada dólar que se transfería para ayudas a la investigación corporativa debía quitarse de la financiación pública:
Si alguien cree realmente que estas agencias no tienen un programa político, no tienen más que examinar la teoría económica de la ‘elección pública’. Existen para perpetuarse a sí mismos, y para expandir su territorio y su influencia política. Las agencias gubernamentales se comportan exactamente igual que la gente (20).
Es curioso que no se diera cuenta de que las grandes empresas no sólo hacen lo mismo y mucho más, sino que encima no están sometidas a control democrático alguno. De hecho, este hombre ya trabajaba (y cobraba) en dos frentes simultáneos: para oponerse a la legislación del tabaco y para ridiculizar la ciencia del cambio climático. Más exactamente, contra la convención de Río de Janeiro, según nos hace saber Ross Gelbspan, premio Pulitzer (21).
Más ejemplos (insisto que veremos otros muchos): Willie Soon escribió en el Wall Street Journal un artículo de opinión titulado ‘Eat more fish!’ [6], en un intento de desvincular el mercurio del atún contaminado con mercurio del mercurio que se encontraba en los recién nacidos (que no podía proceder de ningún otro sitio). Esta contaminación de las costas estadounidenses estaba dando lugar al nacimiento anual de 630.000 niños con elevados índices de mercurio en la sangre, con graves implicaciones en el desarrollo cerebral e intelectivo (22). Willie Soon fue asimismo coautor, junto a la mencionada Sherwood Idso, de un ‘paper’ publicado en la revista ‘Climate Research’ donde nada, oiga, todo lo del cambio climático está mal. Decenas de miles de trabajos de investigación, apuntando a la misma dirección, están mal y sólo nosotros tenemos razón. Esto puede ocurrir, pero no cuando hay errores. Errores fundamentales. Ciencia ‘flawed’.
Ese artículo fue aceptado a publicación, aún siendo falso de toda falsedad. Tormenta en la redacción. El redactor jefe y otros dos empleados de la revista dimitieron de sus puestos cuando la empresa editora les prohibió la publicación de un editorial donde señalaban los errores metodológicos del trabajo (23).
Más tarde, se supo que el trabajo había sido financiado por el American Petroleum Institute (nada nuevo bajo el sol) y que los hermanos Idso eran los propietarios del Center for the Study of Carbon Dioxide, financiado en su momento por la industria del carbón y, después, por ExxonMobil.
El famoso y artificial episodio de los mails hackeados mostró el mosqueo de los climatólogos serios, que decidieron no publicar más en esa revista que, por lo demás, dejó de ser considerada dentro del circuito académico riguroso y se ha convertido ahora en un refugio de ciencia ‘flawed’, o sea, matemáticamente, lógicamente o metodológicamente errónea[7].
Siempre con argumentario
En noviembre de 1998 un congreso en Kuala Lumpur para convencer a los médicos europeos de las nuevas prácticas epidemiológicas fabricadas ad hoc le costó a Philip Morris un buen dinero. Doscientos veinte mil dólares. Más o menos lo que le costó el montaje de la TASSC a partir de febrero de 1993 (24). Eh, no… atentos al argumentario que debían aprenderse todos aquellos personajes expuestos al escrutinio periodístico. Imagínese que un atrevido free lance pregunta: ¿Es cierto, como se dice, que la TASSC ha sido creada por Philip Morris para ejercer de como grupo de presión? Usted debe contestar:
“No hombre, en absoluto. Como gran empresa, Philip Morris participa en muchas organizaciones legislativas, empresariales y políticas tanto a nivel local como autonómico y nacional.” (25)
¿Saben el por qué de todo esto? Muy fácil. La exposición al humo del tabaco por parte de un fumador pasivo aumenta su probabilidad de contraer enfermedades relacionadas con el tabaco… en menos de un 100% adicional con respecto a quien nunca ha estado expuesto a él. O sea, menos que un factor 2. Y es que en diciembre de 1992 la agencia de protección medioambiental de los Estados Unidos (la famosa EPA – Environmental Protection Agency) había publicado un informe de 500 páginas bajo el título de ‘Efectos sobre la Salud de la Condición de Fumador Pasivo’, donde demostraba que, por este motivo, se producían unas 3.000 muertes adicionales al año por cáncer de pulmón, más diversas afecciones respiratorias en los niños, desde bronquitis hasta neumonía, en número de 150.000 a 300.000 al año. Directamente atribuibles al humo de tabaco en el ambiente (26).
Este informe incomodó de tal forma a Philip Morris que el vicepresidente de asuntos corporativos Ellen Merlo envió una carta al presidente William I. Campbell (27, 28), solicitando su autorización para hacer lo que fuera necesario para desacreditar – cargarse públicamente – el informe de la EPA, no fuera a ser empleado para promover reglamentaciones de limitación del hábito de fumar en ciudades o estados. Lo obtuvo, y ahí apareció APCO Associates señalando que, por muy certeros y honestos que fueran los argumentos de la tabacalera, nadie se los creería si eran emitidos por su propio personal (29).
Había que actuar con disimulo. Inteligencia, le llaman. Sería mejor si creáramos organismos aparentemente independientes, con nombres pomposos que sugieran imparcialidad o, mejor, defensa de la salud, cuidado del fumador, atención a la ‘verdadera’ ciencia. Organizaciones ‘de base’, que parezcan brotar espontáneamente de la ‘sociedad civil’, grupos de ciudadanos preocupados por el bien común, por el ‘exceso de normativa’ y sin conexión alguna con intereses terrenales[8] (30, 31). Esto permitirá mantener viva la controversia, y así la duda permanecerá en la mente de los clientes y de los periodistas, que todos fuman. Mientras tanto, a contratar científicos de moralidad flexible y los mejores abogados del país para, entre otras cosas, aconsejarles y protegerles (32).
Directrices estadísticas
Nada era inocente. Pero cuando uno examina las directrices que daba nuestra TASSC a sus científicos a la hora de publicar sus trabajos, se da cuenta de por dónde iban los tiros. El Comité ejecutivo de la ciencia sonora efectuó 15 recomendaciones que no tienen desperdicio. Entre declaraciones magníficas de honestidad y transparencia, la recomendación 15 concluye:
Cuando se informa de resultados epidemiológicos, el rigor científico objetivo es la norma. Podemos admitir francamente defectos en el diseño del estudio, realización y análisis … La promoción y la objetividad raramente coexisten de forma confortable. (33) (énfasis añadido)
APCO Associates no fue la única agencia de PR. Hay que usar siempre dos, una de ellas de back up. La segunda no era otra que Bonner & Associates que, precisamente, es la que se ha dedicado a enviar cartas falsas de ciudadanos ‘anónimos’ a los congresistas de los Estados Unidos para evitar la legislación de control de emisiones de Obama por cuenta de la ACCCE, los del carbón limpio (34). Un antiguo empleado manifestó que el comportamiento ético de esta empresa estaba lejos de ser inhabitual, y que, simplemente, ‘esta vez les han pillado’ (35).
Líneas estratégicas: Primeras conclusiones (34)
Hemos esbozado ya algunas de las muchas líneas estratégicas del contra-movimiento negacionista, líneas que serán tácticamente aplicadas de forma intensiva y cuidadosamente refinadas en el futuro ora para la nicotina, ora para el DDT, ora para el cambio climático:
- Atribuir a cualquier persona preocupada por el medio ambiente el carácter de comunista agazapado o, como mínimo, de agente (potencial, incluso) del ‘socialismo sigiloso’, deseosa de un gobierno mundial, y colocarle la ideología de contrario al desarrollo económico e igualitarista para repartir miseria[9]
- Organizar una red de entidades fantasma de ‘estudios, o de ‘investigación’ que ocultan la verdadera intención de sus creadores, con nombres cuidadosamente elegidos para simular preocupación sanitaria o ecológica
- Contratar a científicos buenos comunicadores y situarlos como colaboradores y portavoces de organizaciones aparentemente independientes.
- Acusar a la ciencia bien establecida y fundamentada de ser ‘basura’ y estar ideologizada, y enfrentarla a su ‘ciencia robusta’, creada no sólo para contradecir sino, sobretodo, para confundir y crear controversia donde, razonablemente, no la hay
- Organizar otros grupos fantasma ‘espontáneos’ de personas ‘preocupadas’ por el exceso de reglamentación, por el triunfo de la ciencia basura, por el recorte de libertades o por lo que convenga en cada momento, que envían cartas, organizan declaraciones y se hacen entrevistar por los medios de comunicación.
Es que son listos, oiga. Merecen ganar mucho dinero. Cuando lo del tabaco la TASSC era un paraguas que le daba empaque, pero los trabajos eran canalizados a través del ‘Center for Indoor Air Research’[10], donde participaban también las tabaqueras Lorillard y R. J. Reynolds. No se puede negar que son buenos inventando nombres. El Center for Indoor Air Research fue cerrado por la justicia en 1998, pero recursos sistemáticos no concluyeron el proceso hasta 2003, cuando un tribunal sentenció:
El CIAR fue oficialmente creado… como una organización para coordinar los esfuerzos de los defendidos para engañar deliberada y fraudulentamente al público estadounidense respecto a los efectos sobre la salud de la exposición al humo del tabaco… fue no sólo usado para litigar y llevar a cabo relaciones públicas, sino que financió investigación diseñada no a encontrar respuestas a cuestiones científicas sino, únicamente, a atacar las iniciativas legislativas relacionadas con el tabaco. (36)
No sé si quien es un escéptico de buena fe y ha sido bombardeado por la propaganda anticientífica, últimamente centrada en los famosos correos interceptados, se deja convencer ahora de buena gana de lo contrario. Pero yo cuento todo esto para que vea que esta estrategia viene de lejos, y evidenciar documentadamente que quienes se muestran escépticos ’desde arriba’ no es que digan solamente que lo del cambio climático es un cuento, sino que todo lo que dice la ciencia sobre la ecología es un cuento. Son negacionistas profesionales. No son los mismos con distintos collares, no. Son exactamente las mismas personas. Y no se oponen a la ciencia del cambio climático, sino que se han opuesto a la evidencia del perjuicio del tabaco, de los amiantos, del DDT, de los CFC, del mercurio en el atún y del arsénico en el agua, han manifestado que la lluvia ácida no procedía de las centrales eléctricas y, si hace falta, cheque mediante, negarán que han dicho lo que han dicho, dirán que han sido malinterpretados y manifestarán todo lo contrario. Bueno, lo último tal vez no. Algunos ya son mayores, y su retiro sería dorado.
Pero mucho más
Más en próximas entregas. Veremos quiénes son estos 30.000 científicos que dicen que quieren llevar a Al Gore a los tribunales o si es sólo un meteorólogo, veremos cómo se aprovecharon de un anciano ex presidente de la Academia Nacional de Ciencias (que había sido consultor de Philip Morris) falsificando un artículo y llevando a confusión a miles de científicos que llevan años diciendo que les quiten su firma de un documento que suscribieron a finales del siglo pasado, sin éxito (entre los firmantes se encontraban las Spice Girls, de quienes no se tiene noticia de credencial científico alguno), cómo le hicieron firmar un artículo escéptico como coautor a una eminencia, Roger Revelle, en plena enfermedad agónica y cómo, vía agencias de PR y think tanks conectados con los medios, todo era amplificado, distorsionado y llevado a la mente popular aprovechando los últimos descubrimientos de la psicología evolutiva.
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Continuación:
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Notas
[1] Las cifras han aumentado acordes con las nuevas necesidades de desinformación. En 2006, bajo la denominación de Centro para la Energía y el Desarrollo Económico, informó haberse gastado $3.033.072 en personal ejecutivo y otros salarios y especies. La ACCCE reportó unos gastos de $938.000 en grupos de presión y $751.539 en ‘seguimiento de la legislación’ (6).
[2] Coalición para el Avance de la Buena Ciencia. Tuvieron trabajo para encontrar el nombre, porque lo de ‘ASSC’ no quedaba bien, y mucho menos ‘ASS’
[3] La climatología hace también un uso extensivo de la estadística
[4] Buenas prácticas epidemiológicas
[5] Centro Internacional de Ecología Científica
[7] No hacían falta los mails para comprender el mosqueo de quienes tienen el rigor por norma y la verdad como objetivo
[8] La promoción de falsas organizaciones promovidas por intereses corporativos se denomina ‘astroturfing’. Acaban consiguiendo que mucha gente participe en ellos de buena fe.
[9] El calificativo de eco-terrorista ya circulaba por expresa promoción de Ron Arnold y su Center for the Defense of Free Enterprise (37).
[10] Centro de Investigación del Aire de Interiores, CIAR
Muy buen articulo.
Excelente trabajo!!
El link al capitulo 2 esta malo, para que lo arregles.
Muchos saludos!
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Muchas gracias Lolynegger.
Ahora voy a por el enlace.
Un saludo.
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pondre este articulo en mi facebook. deberían tener un link
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This text is one of the most horrifying reading I´ve had to find recently.. Of course we know that interests are interests, but it´s amazing how far they are cynical..
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If you want to go deeper on this subject, you can read «Merchants of Doubt», by Naomi Oreeskes. Highly documented, and frightening.
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