Llevo años saliendo en tu defensa cuando alguien se refiere a ti como negacionista climático incluso si, en realidad, quieren decir ‘escéptico’. La ambigüedad de tu libro “El clima” puede sugerir este posicionamiento. Yo siempre les respondo: ¿has llegado al último capítulo? En los anteriores da la impresión de que algo te impide ser más contundente. Pero en el último te explayas, sueltas tu personalidad y cualquier posible necesidad de navegación entre dos aguas parece desaparecer para mostrar al lector que sigues siendo tú mismo y que nada te aparta de tu compromiso. Sin entrar en más detalles, también les digo: ‘hablad con él y veréis’.
Sin embargo, en los últimos días he accedido a declaraciones tuyas que me han confundido. En Diario de Sevilla leo:
No está ocurriendo nada que no haya ocurrido antes, por mucho que la temperatura haya subido en promedio algo más de medio grado en un siglo. Eso es, en general, imperceptible. Otra cosa son las predicciones, muchas de ellas apocalípticas; no me las creo. Tienen una base teórica muy débil, y unos datos y cálculos poco fiables. Como mucho sirven de alerta, nunca de alarma. -CO2, Protocolo de Kioto. -El CO2 es el gas de la vida, jamás fue ni será un contaminante. Si lo aumentamos mucho y muy deprisa al quemar combustibles fósiles, puede quizá aumentar el efecto invernadero. El Protocolo de Kioto, que todo el mundo incumple, más que atacar al CO2 debería referirse a nuestra ineficiencia energética y nuestro despilfarro. Si consiguiese eso, so pretexto de disminuir el CO2, bienvenido será.»
A través de una lista de distribución especializada me llega la siguiente transcripción de una reciente charla tuya en Oviedo:
««¡Olvidaos del cambio climático, de verdad. A corto plazo no os va a afectar nada… En un país rico, nada, cero. ¿Va a haber menos agua? No, señor. Hay más. ¿Va a haber más calor? Es posible, ¿y qué? La gente cuando se jubila no se va a Dinamarca sino a Florida, y los asturianos a Málaga. A los humanos nos gusta el calorcito». «Lo que suceda dentro de 100 años dependerá de lo que hagan los chinos, no nosotros. Ya hubo una conferencia en Copenhague y va a haber otra en Sudáfrica y no va a pasar nada. Los chinos tienen casi un tercio de la reserva mundial de carbón, para tres siglos quemando. Y lo van a quemar». «
Entre el grupo de personas a quienes el cambio climático nos preocupa extraordinariamente he visto calificar estas expresiones tuyas como tohariadas, lo que no tendría mayor importancia si no se refirieran a un excelente comunicador científico como tú, que para muchos, también para mí, tiene rango de maestro.
Si examinas este blog encontrarás textos nada amables con quienes niegan o quitan importancia al cambio climático y su origen antropogénico, aún reconociendo al escepticismo como un elemento necesario de la ecuación. Reconozco que es un tema que me pone. De hecho me irrita profundamente, pues he estudiado el fenómeno a fondo y he llegado a la conclusión de que el negacionismo organizado, mucho más extenso, profundo y sofisticado de lo que revelan las apariencias, es el responsable de que, con demasiada probabilidad, hayamos cruzado ya un punto de no retorno en la desestabilización del sistema climático de la Tierra. Cuando escribo alguna entrada sobre negacionistas profesionales o negacionismo activo empleo mis mejores artes de combate dialéctico, convencido como estoy de que me asiste la razón y de que me encuentro, objetivamente, frente a enemigos sociales. Sólo algunos de ellos, a su pesar y al de todos, son ignorantes de esta condición.
Pero contigo no puedo hacer lo mismo. Por muchos motivos, entre los que el principal es que la razón no me asistiría. Tú no eres un negacionista. Tú eres un escéptico climático que, tengo la esperanza, dejarás de serlo una vez hayas accedido a toda la información. De hecho eres un escéptico militante, como lo muestra tu condición de miembro de una sociedad estadounidense de científicos escépticos (desconozco cuál), según manifestaste en una reciente intervención frente a periodistas medioambientales en Córdoba, donde yo formaba parte del público.
Para conocer mejor tu posición he acudido a You Tube, y he asistido virtualmente a alguna de tus conferencias más recientes. Frente a un auditorio repleto de jóvenes les ilustras con que ‘tenemos más conocimiento que nunca a nuestra disposición pero lo usamos menos que nunca’, junto al hecho de que un científico sólo lo es de su especialidad. El plato fuerte me ha llegado en una larga charla que pronunciaste en Valencia, 2010. Al hilo de tu discurso he ido anotando desde imprecisiones hasta errores flagrantes (que relaciono y contesto en anexo) hasta que, al llegar al final, he encontrado una tesis verdaderamente innovadora:
‘Aunque no hubiera cambio climático habría que hacer lo mismo’
Hablas, vehementemente, de la dimensión ética del problema, y de solidaridad. Ese es el Manuel que yo conocí. Estas cosas nunca las diría un negacionista, ni profesional, ni espontáneo – personas que, por lo demás, suelen caracterizarse por un déficit de empatía y de pulsión ética. ¿Por qué, entonces, repites argumentos propios de la negacionía profesional, hace tiempo refutados? ¿Por qué primas la ética intrageneracional, que sabemos poco operativa, sobre la ética intergeneracional? ¿Por qué desacreditas con tanto menosprecio a la comunidad de climatólogos y de científicos alarmados por las evidencias que encuentran? ¿Por qué, en definitiva, les haces el juego a los partidarios de la inacción? ¿Eres consciente de ello? Me inclino a creer que no lo eres, y de ahí el tono amable de este texto epistolar.
Aunque no hubiera cambio climático, dices, pero el caso es que lo hay y va a haber mucho más. En lo que yo denomino mi ‘viaje climático’, que ya va por el sexto año de dedicación total, me sorprendieron tantas cosas que bien se puede decir que soy una persona distinta de la que era antes. Una de las que encontré más chocantes, por la aparente paradoja, fue darme cuenta de que la comunidad de meteorólogos, a la que has pertenecido, reúne un porcentaje de escépticos, y de negacionistas, muy superior al de la comunidad científica en su conjunto, y desde luego de la de los climatólogos y conexos. ¿Será por culpa del primo de Rajoy, a quien pareces atribuir credibilidad? Más en serio: ¿será que estáis condicionados por los modelos de predicción meteorológicos, y no habéis trabajado, o no conocéis, los climatológicos?
¿Cómo puedes afirmar tan categóricamente que hay miles de personas que trabajan bajo una enorme mentira? ¿Los tienes por ignorantes? ¿Por impostores?
Los modelos climáticos, de gran complejidad, son (estructuralmente) muy distintos, Manuel. Y de lo que tengan en común, como su comportamiento caótico, es preciso recordar que este tipo de sistemas, pasada la bifurcación, no presentan cualquier respuesta. La correlación de las respuestas posibles del sistema dentro de un margen temporal próximo nos señala límites (y probabilidades de ocurrencia de las distintas respuestas). Entre ellos que el planeta se calentará más o menos pero que, de seguir con la trayectoria actual, y dentro del denominado horizonte temporal ético, se calentará, y probablemente se calentará mucho, hasta el punto de llegar a cambiar la propia configuración del sistema y bascular hacia un estado distinto. Mucho menos agradable, por mucho que nos guste el calorcito. Se acabó la estabilidad climática que permitió primero el sedentarismo y después la existencia de todas las civilizaciones conocidas. Y no sabemos de otro estado que permita mantenerlas.
El sistema climático de la Tierra tiene muy poca robustez, resiliencia. Cuando se le acopla el humano hay que ir con mucho cuidado. Nosotros hemos superado muchos límites, no sólo vertiendo gases, de modo que, a partir del momento en que resultamos comparables a las fuerzas geológicas tradicionales, hasta el punto de superarlas, debemos actuar, necesariamente, como elemento de control. Y no nos vale cualquier estrategia. Al fin y al cabo, el componente principal de la incertidumbre en las predicciones reside, precisamente, en nuestro nivel de emisiones.
A partir de los análisis de incertidumbre examinados, me atrevo a conjeturar (sin comprobación) la analogía de que la validez indicativa de estos modelos cimatológicos en el horizonte temporal de interés es equivalente a la imagen de una predicción meteorológica a tres días. Por lo general, tienes muchas probabilidades de acertar, si no en los detalles, si en lo fundamental. Desde luego, el nivel de CO2 es el principal regulador del clima, y el exceso actual es atribuido, con toda verosimilitud, al que todos nosotros vertemos como subproducto de nuestras actividades en este basurero invisible en que hemos convertido nuestra atmósfera común.
Como fuere, las predicciones más creíbles no se obtienen con los modelos matemáticos, siempre sujetos a especulación por mucho que converjan en, fundamentalmente, las mismas conclusiones e, incluso, se les tenga por conservadores en función de su curiosa característica común de ir presentando resultados más preocupantes cuanto más se perfeccionan. Las mejores conclusiones se obtienen a partir de las mediciones paleoclimatológicas (junto a las observaciones directas del presente), cuyos distintos proxies, entre ellos los testigos de hielo y las foraminíferas oceánicas, coinciden respecto a las temperaturas y composiciones atmosféricas del pasado. Ello nos permite evaluar la sensibilidad del sistema climático en sus distintas configuraciones, y deducir así la respuesta a los distintos forzamientos a los que le sometemos.
Con todo, no son estas observaciones lo que querría destacarte, por mucho que me sorprenda no tanto tu actitud crítica frente a la ciencia mainstream sino tu asunción acrítica de tantos argumentos del negacionismo organizado. Lo importante, a mi entender, tiene su origen en la bien merecida credibilidad pública que atesoras. Ésta, en combinación con el deseo que todos tenemos de creer que las consecuencias actuales y futuras del cambio climático no son tan serias como se mide, se percibe y se anuncia, produce en el público, pasada la estupefacción que le provocas, un efecto de entumecimiento mental y de parálisis de la acción que dudo mucho que se vea compensado por tus llamamientos éticos, al quedar éstos vacíos de objetivo concreto. En lugar de divulgar incertidumbre, concepto que sabemos distinto en el lenguaje científico que en el popular o económico, y que promueve confusión como ningún otro ¿no sería más adecuado que incidieras en las certezas que ya conocemos?
Por lo demás, querido Manuel, entiendo que el escepticismo, como la incertidumbre científica, opera en ambos sentidos. ¿Por qué eliges sólo uno?
Hay muchos motivos para indignarse por tanta desigualdad (intrageneracional) en el mundo, preocupación que señalas en tus conferencias. Pero la experiencia nos muestra que no son suficientes para promover una movilización significativa en pos de un objetivo corrector. El problema del cambio climático ofrece una dirección razonada y genera una obligación ética, también de los países ricos respecto a los pobres, y éste es el motivo central por el cual es combatido con tanto ahínco y recursos por el ultraliberalismo desbocado que nos invade. Entiendo que el reframing que promueves al trasladar el problema al terreno de la contaminación (excluyendo al CO2, al que glorificas como si su exceso fuera inocuo) y de eficiencia energética, mantiene la cuestión en unos términos que, hasta ahora, se han revelado muy poco estimulantes.
Manuel, entiendo que tu actitud insufla alas, ofrece credibilidad, a los portadores de esos falsos argumentos, cuyo único objetivo no es otro que confundir para perpetuar un estado de las cosas que, si te recuerdo bien, no es el que te gustaría promover. Tampoco resulta ejemplar de cara a la comunidad de comunicadores científicos, para quienes eres también un referente. Hoy es ya numerosa, y su papel es imprescindible para la necesaria – pero no suficiente – tarea de divulgación del problema. Quiero creer, y de hecho creo, que no es ésta la intención de tu discurso. Pero también estoy convencido de que tu actitud sirve, objetivamente, a quienes tienen interés en minimizar la gravedad del problema, y que caen en la tentación de instrumentalizarte en su favor.
Finalmente, entiendo que tus apelaciones a la ética y la solidaridad se compadecen poco con tu exigencia a chinos e indios para que hagan el mismo esfuerzo que nosotros. Repites el interesado argumento que emplean algunos países, liderados por Estados Unidos, para no comprometerse a nada a nivel mundial.
Esos países tienen unas emisiones per cápita que son del orden del 30-40% de las nuestras, porcentaje que se reduce sensiblemente cuando nos damos cuenta de que algo más de la mitad de este valor tiene su origen en la fabricación de productos para consumo de un Occidente que ha externalizado parte de su industria. Además, el sistema climático no responde a las emisiones actuales, sino a la concentración resultante en la atmósfera. Dado el largo tiempo de residencia del CO2 (milenios), el clima responde a la totalidad de las emisiones históricas. ¿Qué origen tiene la inmensa mayor parte del carbono en exceso actualmente presente en la atmósfera? Indudablemente, procede de los primeros países en industrializarse y, por tanto, su responsabilidad es mucho mayor; también, por tanto, la de las consecuencias de este comportamiento. Esos países tendrán que hacer esfuerzos a su vez, pero desde luego no en la misma medida o al mismo tiempo que nosotros. No sólo esto sería lo justo, sino que es necesario que así sea y tenemos la suerte de que todavía parece ser posible, si bien en el marco de un nuevo contrato social. De modo que lo que ocurra dentro de 100 años dependerá de lo que hagan los chinos, pero también de lo que hemos hecho y seguimos haciendo nosotros, por ahora con mucha mayor intensidad que ellos.
Indefectiblemente, el problema del cambio climático acaba planteándose en términos éticos. Nos desentierra viejas cuestiones sobre las que no nos gusta preguntarnos, y nos sugiere nuevas preguntas en un nuevo escenario.
Entiendo que estos comentarios míos son suficientes como para promover una reflexión por tu parte acerca de la mejor actitud en este terreno, y que tu demostrada honestidad intelectual te conducirá, eventualmente, a un posicionamiento público distinto.
Para concluir, y dado que eres un escéptico militante, me permito señalarte que Michael Shermer, director de la Skeptics Society, declaró su conversión convicta a la ciencia del clima en celebrada columna de Scientific American en 2006, bajo el elocuente título de ‘The Flipping Point’.
La evidencia del cambio climático antropogénico ha convergido provocando que este escéptico medioambiental efectúe un cambio cognitivo … Reducir nuestras emisiones en un 70% en 2050 no será suficiente… Debido a la complejidad del problema, el escepticismo medioambiental podía haber sido defendible. Ya no. Ha llegado el momento de bascular del escepticismo al activismo.
Cordialmente,
Ferran P. Vilar
Anexo: Refutación de algunas afirmaciones erróneas de Manuel Toharia sobre cambio climático
Personalmente hace tiempo que leía entre líneas el «escepticismo mal entendio» de Toharia en este tema (http://ecos.blogalia.com/historias/67431).
Pero es un pecado en el que suelen caer los buenos escépticos en otros temas.
Mira si no la metedura de pata de James Randi [http://blogs.discovermagazine.com/badastronomy/2009/12/17/randi-and-global-warming/].
O fíjate en la cobertura del C. Climático en El Escéptico Digital http://digital.el-esceptico.org/temas.php?tema=63 que tampoco parece precisamente un buen ejemplo de escepticismo, aunque afortunadamente Alberto Carmona puso remedio a esa mancha de El Escéptico en estos dos artículos http://goo.gl/09v4k y http://goo.gl/ZJi1R
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Querido Ferrán:
¿Has contemplado la posibilidad de haber perdido la cabeza?
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Es el primer paso para solucionar el dilema que planteas.
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Me parece una muy buena reflexión por tu parte, Ferrán. Lamento (y sigo sin comprender bien) la postura refractaria de muchos duchos en meteorología. Un abrazo, y a seguir con esa metodología de análisis serio. Eskerrik asko.
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Muy interesante carta al señor Toharia, pero me temo que los intereses que mueven a este comunicador los recoge nuy bien Sartori en su libro Homo Videns, pag.99:
«Por lo general la televisión lleva a las pantallas solo a quien ataca, al que agita, de tal modo que la protesta se convierte en un protagonista desproporcionado que siempre actúa sinceramente.
Sin embargo, el ataque es en sí mismo un visible y produce impacto; la defensa normalmente es un discurso.»
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«Querido Ferrán: ¿Has contemplado la posibilidad de haber perdido la cabeza?»
¿Es esta la respuesta de Manuel Toharía?¿Hay forma de comprobarlo?
¡Tengo ganas de llorar!
Yo recuerdo bien el asombro que me provocó ver dicho discurso en Valencia.
Recuerdo que le dije a Paula que ese señor obviamente no era como los negacionistas. Es muy, muy inteligente, elocuente, amable. Y aún así dice unas cosas tan evidente y demostrablemente erróneas que cuesta creerlo.
Tengo un par de casos no resueltos de este tipo en mi entorno personal. Personas brillantes, admirables – ¡son auténticos ídolos míos! – que se convierten en no sé qué cuando surge el tema del cambio climático. Llevo año y medio intentando entenderlo.
En los últimos meses se me ha solidificado la creencia de que el negacionismo climático en sujetos informados e inteligentes no es otra cosa que una enfermedad mental. Lo digo con todo el cariño del mundo, no es un insulto.
Quizá sea por que son personas tan buenas que la idea de que lo que ellos han construido durante su vida y generación ahora resulta ser el veneno de mi generación. Esa idea es tan insuportable que causa un cortocircuito (casi diría físico) en el cerebro.
Estimado Manuel Toharia, usted es una persona que me inspira mucha admiración. Desde luego que contemplo con regularidad la posiblidad de haber perdido la cabeza. Así lo manda el escepticismo sano.
Es así de fácil: usted se equivoca.
No es una vergüenza. Recordamos Einstein y Galileo y tantos grandes hombres por sus buenas ideas, no por las malas. Ellos también se equivocaban.
Haga el favor a un jóven desesperado – repito: ¡desesperado! – de volver a contemplar conmigo la posibilidad de haber perdido la cabeza.
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Hola Arne,
Creo que estos comentarios no son de Manuel Toharia, por mucho que el correo del que procede (mtoharia@etc), que no se muestra al público, lleve su nombre. Conozco a Toharia, y no es éste su estilo. Hoy le he preguntado por ello, pero no me ha respondido todavía ni sé si lo va a hacer. Por cierto que el sufijo desde el que me llega el comentario pertenece a una consultora energética multinacional de matriz española.
Tengo mis sospechas, sin embargo. Un conocido bloguero negacionista profesional lleva tiempo intentando neutralizarme por la vía mental, y además su estilo es inconfundible. Ya le llevo identificadas cuatro identidades distintas, dos de ellas relacionadas, directa o indirectamente, con reptiles. Ellos son así. Toharia no.
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¡Vaya!
¡Qué fuerte!
Observando la hora a la que esos comentarios llegaron, se sospecha que no fueron enviados desde Europa.
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O si. Puede haberlo visto antes de acostarse y sufrido un impulso, que le duró hasta poco después de levantarse.
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Has dado en el clavo, yo creo que es la misma persona, y ahora firma como «Manuel» a ver si te lanzas pensando que es Toharia. Creo que aciertas en tu sospecha con una confianza del 99.99%. El tono y el texto (esta línea argumental respecto a tu demencia ya la empleó en este blog hace tiempo, allá por finales de Julio o Agosto) son típicos de él.
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Para mi personalmente el señor Toharia ha perdido toda credibilidad y su caso entra de lleno en la opinión forjada por el dinero. No me importa quien sea el señor Toharia, me importa como se comporta y con todos mis respetos, se comporta como una persona irresponsable.
Reconocer el origen antropogénico del cambio climático implica responsabilidades políticas y geopolíticas, sociales y morales y creo que en el fondo es lo que asusta al señor Toharia.
Sus declaraciones rayan en la burla desconsiderada. ¡Somos ricos! el cambio climático no va con nosotros, cambiaremos el destino de nuestras vacaciones. Los pobres deben limitarse a perecer darwinianamente y los científicos a corroborar la ética del genocidio.
Ya hemos visto esto antes.
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En su defecto, salgo en defensa de Manuel Toharia. Debe quedar claro que creo que es una persona íntegra y que su discurso es íntimamente sincero. Estoy en todo caso muy lejos de considerar lo contrario. Tampoco es un darwinista social, ni es en absoluto insensible con el sufrimiento humano, como lo muestran sus apelaciones éticas activas hacia la reducción de la desigualdad actual. Lo que no obsta para que sus afirmaciones en el asunto climático me parezcan desacertadas socialmente e incorrectas científicamente.
De lo que creo que no es totalmente consciente es de la gradación y amplitud de las consecuencias de su posicionamiento, único punto en el que me permito solicitar reflexión a un maestro.
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Quizá la cuestión es que si el señor Toharia tiene unas creencias, por muy sinceras que sean, debería quitarse el traje de científico antes de contarnos sus creencias. Pero todos sabemos que eso no es posible en el ámbito de los medios de comunicación y que precisamente se busca la figura del «experto» y de la autoridad científica para legitimar las opiniones mas dispares. No creo que el señor Toharia sea ajeno a esto, por lo que me parece mucho mas grave la ligereza en sus declaraciones. El señor Toharia conoce su peso específico en el ámbito de la comunicación y en la opinión pública y el efecto que pueden tener sus afirmaciones.
El cambio climático afecta a millones de personas, provoca muertes y desplazamientos, situaciones traumáticas para millones de seres humanos,
No somos inocentes en este mundo convulso. Las descalificaciones que el señor Toharia vierte sobre la comunidad científica, son un inevitable boomerang que debería volver a quien lo lanzó.
Seamos francos señor Villar, una de estas declaraciones del señor Toharia puede tirar por tierra el trabajo y el esfuerzo de concienciación que muchos blogs como el suyo puedan desarrollar. Es descorazonador.
No se si el señor Rajoy y su primo le tienen preparado algún puesto de relevancia.
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Otra cosa. Me doy cuenta de que hay muchos lectores que no saben quién es Manuel Toharia, o no conocen su biografía.
De lo que yo más recuerdo, fueron sus inicios públicos como meteorólogo de TVE creo que en los años 80, divulgador científico del grupo Prisa y ahora director del Museo de las Artes y las Ciencias de Valencia, un cargo de confianza. Entretanto ha sido presidente de la Asociación Española de Comunicación Científica, una asociación de periodistas científicos.
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Don Manuel, se me «atlagantó» hace tiempo, odando al campo feliz, sin advertirnos que se pierde, sin avisarnos que se escapa.
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Me confirma Manuel Toharia que, efectivamente, no fue él quien envió esos comentarios.
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El que se hace pasar por Toharia debe ser Careaga, bloguero facha sin formación conocida y de modales macarras al que he tenido que sufrir alguna vez.
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Muy probablemente. La consultora a la que se refiere el sufijo, que prefiero reservarme por el momento, tiene una delegación en Bilbao que se encuentra junto a… ¡la Plaza Moyua!
Debo este hallazgo a un cruce de correos con un lector habitual que imagino que no desea ser identificado.
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Pues no sé yo si la solución va por ahí, pero bueno…
http://www.lavanguardia.com/vida/20111128/54239480064/nuclear-asco-museo-funcionamiento.html
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