Presentado el personaje y vistas sus astucias comunicativas en el post anterior conviene ahora repasar cuáles son las trampas científicas que emplea para confundir. Como hemos señalado son tantas, y de tan grueso calibre, que el éxito de Lomborg solo puede explicarse por su habilidad y la de sus patronos en el uso de las técnicas y dispositivos retóricos y soporte mediático incondicional.
Nos recuerda Naomi Oreskes, historiadora de la ciencia de la Universidad de California, que todos deseamos que nuestra visión de las cosas esté basada en la verdad, y que la humanidad no ha encontrado hasta ahora mejor camino hacia ella que la aplicación del método científico, la investigación, el escepticismo militante y la institucionalización contrastada de los circuitos para mejorar la velocidad del proceso. Pero la verdad raramente contenta a todo el mundo, situación que genera poderosos incentivos para la manipulación y la presentación equívoca de la información[23].
Lomborg cede a estas tentaciones, motu propio o ajeno, pues cuando se le enseña que sí, que hay hechos suficientemente contrastados, el ecologista escéptico no se da nunca por vencido y sigue repitiendo lo mismo[1] aunque se le enfrente con sus propios errores[2].
Barra libre en el margen de incertidumbre
Los lectores asiduos de este blog saben ya que el margen de incertidumbre de los efectos del cambio climático[3] solo presenta, si acaso, un aspecto simétrico de forma aparente. En efecto, se ha determinado con rigor matemático que hay más probabilidades de que la temperatura alcance valores más elevados de crecimiento que valores más moderados respecto al valor considerado central o mejor estimación. Es decir: la incertidumbre es siempre asimétrica hacia peor[24]. Esto es debido a las realimentaciones positivas del sistema climático, y es más cierto cuanto más intensas sean estas. Esta certeza, inconveniente y sutil, casi nunca se tiene en cuenta. En cambio Lomborg, a pesar de sus supuestos conocimientos en la materia deducibles por su afición declarada a la estadística, obvió toda referencia a las cuestiones probabilísticas[25], decidió acusar de exagerada a la comunidad científica reunida en el IPCC según el que ya sabemos muy moderado tercer informe de 2001 (ya vamos de cara al sexto) y se apuntó directamente al valor inferior del margen establecido para el escenario de emisiones más optimista[26]. En estas condiciones no es difícil entender por qué aseguraba que la temperatura media de la Tierra no habrá superado los +2 ºC ¡ni en el siglo XXII![27] Hizo todo ello sin demostración, porque si, sin justificar en ningún momento el motivo de su elección. Lomborg emplea, en cambio, el adjetivo plausible respecto a esta y otras circunstancias, pero ni define ni atribuye valor o margen alguno de probabilidades a lo plausible, ni ofrece indicación alguna de por qué emplea este término y no los estándares aceptados en climatología[28]. Aunque podemos sospecharlo: usted se da cuenta de que lo plausible es de todo punto subjetivo, mientras que las escalas de probabilidad en climatología se han establecido precisamente para maximizar la objetividad del lenguaje textual. Pero claro, suena bien, y a Lomborg le importan especialmente los dispositivos retóricos funcionales. Pero si para él la incertidumbre resulta ser muy elevada, resulta curioso que, en un artículo que Times le consintió, titulara ‘Why cut one 3,000th of a degree?[4]’. En él, sin otra intención que criticar la política de energías renovables del Reino Unido, se despacha así:“El incremento de temperatura para 2100 sin el plan del Sr. Brown habría sido de 2.4536181 ºC. En el mejor escenario el enorme esfuerzo del Reino Unido significaría que la temperatura a final de siglo sería de 2.4532342 ºC [sic]. El efecto resulta en una diferencia de alrededor de 0.00038 ºC, o alrededor de 3 milésimas de grado en cien años. Esto equivale a retrasar el incremento de temperatura a final de siglo en menos de una semana.”[29]
Aparte de la renuncia implícita a contribuir al esfuerzo global ¿no le sorprende tanta precisión? ¿No le resulta extraño que alguien que fue desacreditado hasta el punto de la deshonestidad certificada pretenda iluminarnos con tanta exactitud? ¿No es insólito que alguien que nos asegura que la incertidumbre es muy elevada – y se cree autorizado por ello a elegir los valores que mejor encajan con una conclusión preestablecida – nos quiera deslumbrar a la diezmillonésima de grado?Forma de presentar los datos
Conviene saber que otro de los instrumentos de persuasión preferidos por Lomborg es su forma de presentar las estadísticas[30], disciplina a la que manifiesta ser aficionado[31] y cuya presentación habrá perfeccionado de la mano de agencias de persuasión de las que ya vamos conociendo su razón social, como más adelante veremos. Sostenía y sostiene Lomborg, apoyándose en un río apabullante de datos (técnica de desconcierto denominada flooding), que todo andaba, y sigue andando, pero que muy bien encaminado, y que en realidad las advertencias del ecologismo no tienen fundamento alguno. Por ejemplo, afirmaba que la desnutrición en el África subsahariana era en 1970 el 38% de la población, pero en 1996 era ya de sólo el 33%[32]. Presentar así los datos es sesgado y lleva intencionadamente a confusión, porque Lomborg omite mencionar que la población de esa área geográfica se duplicó (aproximadamente) durante ese período, con lo que el número de afectados de desnutrición era ya entonces mucho mayor que en 1970[33]. Además, según este optimista razonamiento, si suponemos que la población hambrienta se reduce en cinco puntos cada 25 años, quedan todavía unos 125 años para que haya seres humanos africanos sin dificultades de alimentación, todo un éxito. Pues todo es así, de esta guisa.Cherry-picking a go-gó
Naturalmente no podía faltar el cherry-picking[5], de uso imprescindible por todo negacionista que quiera hacer carrera. Un solo ejemplo, muy llamativo al respecto, se produjo cuando manchó The Guardian – cuando este periódico no tenía todavía bien puesto el timón – diciendo que el nivel del mar no había aumentado (ver figura), se supone que a pesar de las “letanías de los ecologistas”. Invirtió Lomborg un lema caro a este blog, asegurando que las cuestiones relativas al nivel del mar son … ¡mejores de lo esperado!
El incremento del nivel del mar según Lomborg
Comparaciones selectivas
Como más adelante veremos, Lomborg establece una lista de problemas que aquejan al mundo y, asegurando que le guía la eficiencia (económica), pretende ordenar bajo este criterio las prioridades políticas. Para ello examina costes y beneficios (económicos) del abordaje de cada problema, para después comparar los problemas entre sí. Entre estos problemas incluye aspectos muy emocionales, como la salud infantil o la pobreza y el hambre en el mundo, cuestiones que motivan especialmente las fibras sensibles del respetable. Partiendo de la premisa de que los recursos públicos son limitados, pretende establecer una jerarquía en base a criterios exclusivamente económicos.. De nuevo el diablo en los detalles, porque nadie dice que esos recursos no puedan aumentar y ser destinados a distintos problemas. Lomborg, como buen ultraliberal, nunca aborda cómo podrían ser mayores. Pero además, como sagazmente apuntó en su día Pablo Meira, de la Universidad de Santiago de Compostela, Lomborg nunca establece comparaciones con, por ejemplo, el gasto militar[36] (solo lo hace con su incremento) o con las subvenciones a los combustibles fósiles, pongamos por caso. Para él el status quo es intocable, por maravilloso.Citas a trabajos negaconistas y manipulación de referencias
A pesar de la profusión de referencias que Lomborg incluye en sus libros para dar impresión de erudición experta, pocas lo son de la literatura científica homologada y, cuando lo es, a menudo esta es reinterpretada de una forma que los autores del texto en cuestión rechazarían de plano. Lomborg cita también los trabajos de conocidos científicos negacionistas reconocidos y cuyos argumentos han sido ya repetidamente rechazados. Le encanta Richard Lindzen (cuyas tretas con la manipulación de referencias, entre otras lindezas “científicas” que La Vanguardia le consintió, fueron reveladas a los primeros seguidores de este blog)Su debate con la comunidad científica
En estas condiciones se comprenderá por qué los debates con Lomborg no han tenido lugar en la literatura científica (Lomborg nunca superó sus filtros) sino en publicaciones más laxas, no tan sometidas a los rigores académicos y más orientadas a lo comercial, como Scientific American. Por su parte, la prensa directamente afín tipo Wall Street Journal, Washington Post, el Financial Times[6] y desde luego toda la de Murdoch, destacando The Australian[37], publicó insistentemente sus artículos promocionales de sus libros, tardando muchos años en admitir las objeciones de los lectores. Y si alguna vez lo hicieron fue siempre con menor importancia tipográfica, independientemente de la contundencia de la argumentación. El añorado Steven Schneider señaló irónicamente, en su primera respuesta al Scientific American efectuando un primer listado de errores, que:“En la página xx de su prefacio, Lomborg admite: ‘No soy experto en los asuntos medioambientales’. No se encuentran palabras más ciertas en todo el libro, como ilustraré a continuación.”[38]
El también añorado John Holdren, de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU y que fuera asesor científico de Barak Obama, fallecido hace pocos meses, fue más contundente:“Hay más errores, menos importantes individualmente, pero que se añaden a un patrón general de incompetencia. El hecho triste es que la comprensión de Lomborg de la problemática energética es tan superficial – y su lectura de la bibliografía que cita es tan selectiva y acrítica – que hace un muy mal servicio al intentar propagar aquello que imagina haber aprendido.”[39]
El bueno de Holdren no quiso ir más allá, creyendo tal vez que todo aquello no era más que un problema de incompetencia no reconocida. Lomborg respondió criticando el protocolo de Kioto[40], huyendo de la acusación y empleando así la estrategia del hombre de paja. Las críticas de la comunidad científica (que no “los ecologistas” algunos de los cuales, barrunto, debieron quedar en estado de shock durante cierto tiempo), fueron feroces. Peter Gleick, quien poco más tarde fue presidente de la “task force on scientific ethics and integrity”[7] de la American Geophysical Union y premiado por la International Water Resources Association, escribió un irónico artículo en la Union of Concerned Scientists titulado ‘¿Dónde está Wally?’[8]. Asegura Gleick que, a cada página que leía, el juego consistía en encontrar el error que contenía. Algunos resultaban ser triviales, pero otros eran calificados de enormes en su amplitud y significación. Sólo en su área de especialidad, los recursos hídricos, pudo establecer ocho tipo de Wallies, coincidentes algunos de ellos con otras tantas falacias lógicas:“Confusiones de concepto; Elección selectiva de los problemas; Datos: uso selectivo, mal uso, mala interpretación, uso inapropiado de la precisión, errores de hecho; Misreadings and misrepresentations; Simplificaciones, o generalizaciones groseras; Confusión entre tendencias observadas y proyecciones futuras; Juicios de valor ocultos; Optimismo sesgado.”[41]
Lomborg respondió a esas acusaciones en una web de tercer orden, atacando a sus críticos e insistiendo en que todo está fetén[42]. La propia Union of Concerned Scientists desechó el libro en base a una revisión de todas las críticas y respuestas:“Estos exámenes muestran como ‘El ecologista escéptico’ encaja perfectamente en una tradición de trabajos negacionistas sobre el medio ambiente que consiguen alcanzar cierto protagonismo pero que no superan el escrutinio científico. Otros, como Julian Simon y Gregg Easterbrook llegaron antes, y otros sin duda les seguirán.”[43]
En total, el biólogo danés Kåre Fog, uno de los que demandaron a Lomborg frente al comité deontológico de su país, ha contabilizado, sólo en ‘El ecologista escéptico’, exactamente 288 errores, que documenta con todo rigor en su web Lomborg Errors página a página, columna a columna, gráfico a gráfico[44], sin que Lomborg haya podido nunca contradecirle, optando por ignorarle. Fog desgrana incluso aquellos que tienen toda la pinta de haber sido deliberados, y justifica esta calificación cuando procede[45].Deshonestidad científica certificada
En 2003, a requerimiento de tres ciudadanos, entre ellos el propio Kåre Fog, el Comité Danés sobre Deshonestidad Científica[9] (UVVU por sus siglas en danés) sentenció, respecto a “El ecologista escéptico” que:“Objetivamente hablando, consideramos que la publicación del trabajo sometido a consideración recae en el concepto de deshonestidad científica… claramente contraria a los estándares de las buenas prácticas.”[46] [énfasis añadido]
Este comité no quiso ir más allá, cuando podría haberlo hecho perfectamente. No dijo que esos errores eran voluntarios, que esa deshonestidad era consciente. Encontró la forma de orillar esta cuestión en un solo argumento, antes mencionado. Aquél en el que Lomborg declara en el prólogo que: “yo no soy un experto.[47] Esto acabó siendo un infortunio, pues cuando al poco tiempo el neoliberal Rasmussen, por cierto amigo de Lomborg, alcanzó el gobierno de Dinamarca, maniobró para desleír esa declaración. No pudiendo conseguir una retracción, consiguió que el organismo fuera declarado competente solo para los casos de deshonestidad consciente, tipo prevaricación, asestando de paso puñalada mortal al ente en cuestión.