Entrada perteneciente a la serie «Cambio climático: ¿cuánto es demasiado?» Cap. 3: Historia de los +2 ºC – 4: Combinar clima y economía (1): Una explicación del escepticismo climático de origen económico
Hay distintas formas de determinar un límite en la temperatura media de la Tierra. Una de ellas es emplear exclusivamente los denominados modelos climáticos, eligiendo un suceso geofísico intolerable y analizando bajo qué condiciones de temperatura podría producirse el fenómeno. Aunque volveremos a ello, hemos visto ya las dificultades que tiene este procedimiento, en términos de distribución de probabilidades y, singularmente, de los juicios de valor que hay que resolver previamente. Sin abandonar el terreno de las ciencias geofísicas, una variante consiste en determinar cuál es el umbral de estabilidad del sistema climático alrededor de las condiciones actuales.
Una tercera forma es añadir los aspectos económicos a los modelos climáticos, por lo general integrando ecuaciones de ambos mundos, lo que se efectúa en los denominados modelos integrados económico-climáticos. Estos modelos integrados pueden ser empleados para realizar los denominados análisis coste-beneficio, que son los que acabarán conduciéndonos a nuestro protagonista, el punto focal de los +2 ºC.
Antes de examinar la integración de estos dos mundos, y examinar sus resultados, conviene conocer cada uno de ellos por separado. Ello nos llevará a una conclusión sorprendente.
Modelos de predicción climática: el reino de la geofísica
Para evaluar cuantitativamente el comportamiento del sistema climático y poder predecir su comportamiento futuro, la climatología moderna se basa en técnicas basadas en tres ámbitos complementarios.
En el primer ámbito encontramos las mediciones del presente y del pasado reciente. Bien sea in situ o por telemedición, por ejemplo por satélite, estas medidas permiten conocer la evolución de las variables climáticas desde que se efectúan medidas instrumentales. Las medidas de temperatura, con más de un siglo de antigüedad, son las que mayor plazo temporal abarcan. Pero son muchas más las variables medidas, entre las que cabe destacar la evolución de algunos de los elementos químicos que resultan determinantes tanto para los sistemas biológicos como para el sistema climático. Así, se examina en gran detalle el denominado ciclo del carbono, y también el del nitrógeno.
Este conjunto de medidas permite deducir y validar (o descartar) distintas leyes de comportamiento del sistema climático, examinado desde el prisma geofísico.
El segundo ámbito se refiere a las mediciones de los climas del pasado, conocidas por medidas paleoclimatológicas. Se efectúan por la vía de testigos intermedios, denominados proxies, típicamente, pero no sólo, a través de la medida de distintos isótopos[37] cuya relación con el tiempo y alguna variable climática del pasado esté bien establecida. En este apartado se incluyen desde medidas de climas anteriores al siglo XX hasta climas de hace centenares de millones de años. De esta manera es posible conocer cómo ha respondido el sistema climático en el pasado, a la vista de los distintos forzamientos a los que ha sido sometido. Estos forzamientos pueden ser tanto externos (intensidad y espectro de la radiación solar, posición relativa del planeta respecto al sol) como internos (erupciones volcánicas, movimiento de los continentes, corrientes oceánicas, evolución del CO2 y del metano, etc.).
Entre el primer y el segundo ámbitos, sin necesidad del tercero que los complementa, es posible ya deducir muchas de las leyes de comportamiento del sistema climático, y extraer conclusiones muy significativas con implicaciones sociales y políticas de primera magnitud.
El tercer ámbito consiste en elaborar modelos. Estos modelos no son otra cosa que conjuntos de ecuaciones que corresponden a los distintos procesos físicos, químicos y biológicos que se producen en cada uno de los componentes del sistema climático de la Tierra. Reúnen los principios sobre los que se apoya la ciencia del clima. Incluyen las leyes inmutables de la física, formuladas matemáticamente, y ecuaciones que representan la variación en el tiempo de las distintas variables que intervienen en los procesos climáticos.
Su principal inconveniente es la dificultad de caracterizar matemáticamente los procesos biológicos (y algunos físicos, como la nubosidad o las dinámicas fuertemente no lineales de las grandes masas de hielo). No obstante, dado que, desde el punto de vista climático, importan el carbono y el nitrógeno, esenciales en los procesos biológicos, el estudio de cómo evolucionan estos elementos si permite deducir leyes que se expresarán en ecuaciones.
Lo importante de estos modelos es que consisten en conjuntos de complejas ecuaciones basadas en las leyes de la física y en rigurosas caracterizaciones matemáticas que relacionan causas con efectos en los distintos componentes del sistema climático. Los climatólogos se refieren a estos sistemas de ecuaciones con la denominación de modelos por la única razón de que, debido a su complejidad, sólo pueden ser resueltos con el recurso a la informática. Así, lo que propiamente constituye el modelo es la expresión de estas ecuaciones en código de ordenador[38]. Pero no se produce pérdida alguna de rigor o exactitud entre la formulación analítica (las ecuaciones) y la traslación a código (el modelo) salvo en el caso de que, conscientemente, se efectúen simplificaciones orientadas a que la computación sea más rápida. Finalmente, los usos han llevado a entender como ‘modelo’ al sistema de ecuaciones de partida, y así es como nos referiremos, en lo sucesivo, al conjunto de ecuaciones matemáticas que describen la dinámica del sistema climático de la Tierra.
El mensaje es que los modelos climáticos parten de ecuaciones fundamentales de la física, y llegan a conclusiones a partir de un desarrollo matemático riguroso. De esta forma, los modelos climáticos no incorporan juicio de valor alguno, pues están basados en leyes físicas y en la caracterización objetiva de distintos fenómenos físico-biológicos.
Desde luego, los resultados de estas ecuaciones deben ser consistentes[39] con la realidad observada, medida. No sólo deben reproducir con la mayor fidelidad la evolución del clima presente en términos del primer ámbito de la climatología, sino que también deben ser capaces de reproducir (replicar) los climas del pasado, establecidos en el segundo ámbito.
Cuando esta correspondencia modelo-realidad no ocurre, es que algo se ha hecho mal. Hay que encontrar el error y corregirlo, cosa que se realiza de forma continua y sistemática. Así, las ecuaciones y la relación entre los distintos fenómenos se ajustan de forma regular en permanente contraste con la realidad observada.
Solo de esta forma es posible confiar en que el sistema climático de la Tierra está bien caracterizado en el modelo y que, cuando a las variables que influyen en el clima se les asignan distintas condiciones de futuro, denominadas escenarios (en términos de emisiones de GEI), el conjunto va a ser capaz de predecir con fidelidad la evolución del clima a lo largo del tiempo.
En la práctica, distintos “modelos”, elaborados por grupos de investigación independientes, acaban presentando, como no podría ser de otra forma, básicamente los mismos resultados, razonablemente acordes con la realidad. Sin embargo, a pesar de consistentes entre si, uno de los motivos principales de estas diferencias suele residir en la forma en que se han caracterizado algunas de las leyes menos conocidas, a menudo las que tienen que ver con la biología, y que han sido deducidas no tanto de la teoría fundamental como de estimaciones parametrizadas basadas en observaciones: sus condiciones de validez para las condiciones en las que se han deducido podrían no ser las mismas en todas las circunstancias. Ahí es donde se expresa el proceso de avance de la ciencia, pues los distintos grupos debaten hasta el más mínimo detalle, en publicaciones, reuniones de trabajo y congresos, hasta que acaban alcanzando una posición común difícilmente objetable sin violentar el método científico. Es el consenso científico, entendido no como expresión democrática, sino como ausencia de objeción razonable.
Esto ha dado lugar a que un estudio de mayo de 2012, que compara las predicciones de los distintos modelos climáticos respecto a los climas del pasado, haya concluido que, efectivamente, los reproducen (replican) de manera fiel a nivel global, aunque resultan subestimar la magnitud de los cambios regionales (116). En cambio, es posible que algunos estén sobreestimando las predicciones futuras respecto a algunos cambios regionales, en particular en el Mediterráneo (117). Queda pues todavía trabajo de perfeccionamiento, pero nos damos cuenta de que son confiables a nivel global.
La potencia de computación que requieren los modelos más complejos es extraordinaria. Estas necesidades aumentan cuando se desean efectuar predicciones circunscritas a ámbitos geográficos regionales, en mayor medida cuanto menos extensa es la zona de estudio. En este sentido, es posible confiar en las predicciones de temperatura media en el marco de una resolución temporal y espacial suficientemente relevante. Pero no es así en el caso de estudiar las predicciones relativas a la cantidad de precipitación, para las que no hay, por ahora, ordenador capaz de efectuar los cálculos necesarios en tiempo útil (118). Esta limitación podría superarse dentro de poco tiempo con nuevos superordenadores dedicados (119), pero por ahora hay que leer las previsiones locales de precipitación, a cualquier plazo de relevancia climática, siempre con la cautela de no creérselas demasiado. Esto parece estar en consonancia con los resultados del mencionado estudio comparativo.
En este sentido recuerde siempre distinguir entre tiempo meteorológico y clima. Son conceptos distintos, como distintos son los modelos. Un modelo meteorológico no puede prever el tiempo a medio y mucho menos a largo plazo. En cambio, un modelo climático tiene su mejor confiabilidad a medio plazo, mientras que su respuesta es peor a corto (120)[40].
Credibilidad y juicios de valor ocultos en los modelos de predicción económica
Para evaluar cuantitativamente el comportamiento del sistema económico, y poder predecir su comportamiento futuro, se emplean técnicas basadas en dos ámbitos complementarios, análogos a los de las ciencias del clima pero cuyo carácter presenta distintas particularidades que es muy importante conocer.
El primer ámbito es la econometría. Distintas técnicas estadísticas permiten medir la evolución de las variables económicas tales como el capital y el trabajo, el PIB, el comercio internacional, y un largo etcétera, lo que se realiza tanto para el presente y el pasado inmediato como también para un pasado más remoto con significación económica. De cara a las necesidades de la economía moderna, raramente es preciso examinar el comportamiento del sistema económico anterior al siglo XX[41].
El segundo ámbito consiste en elaborar modelos. Análogamente al caso climático, estos modelos no son otra cosa que sistemas de ecuaciones que corresponden a distintas leyes económicas, que los economistas de la corriente dominante equiparan a las leyes de la física en su inmutabilidad.
Al igual que en los modelos climáticos, los modelos económicos, para ser creíbles, deben de ser contrastados con la realidad. Así, deben (o deberían) de ser capaces de reproducir las economías del presente y del pasado observadas por la econometría. Caso de que se produzcan desviaciones, habría que examinar primero si hay algún error metodológico y después, eventualmente, ajustar las ecuaciones de base de forma que respondan de forma más acorde con la realidad observada. Sólo así será posible otorgarles una confianza de principio acerca de sus predicciones de futuro.
Pero las analogías acaban aquí. Para empezar, y a diferencia de la terminología de las ciencias geofísicas, para un economista una ecuación que representa leyes económicas es ya un modelo per se. Esto es así porque no son un reflejo exacto de fenómenos fundamentales, sino que representan, modelizan, comportamientos humanos. De modo que un modelo económico[42] es, a su vez, y en la terminología de los economistas, un sistema de ecuaciones, cada una de las cuales es ya un modelo.
Otra diferencia. Las distintas técnicas de la econometría no presentan los mismos resultados para una misma situación, pues están basadas en formas diferentes de estimación estadística. Un económetra tiene siempre la posibilidad de elegir, aunque por supuesto dentro de ciertos límites, una técnica que resulte más acorde con un resultado deseado de antemano, sin por ello apartarse de lo que es considerado como aceptable. En este punto hay cierto margen para el razonamiento inverso. Observemos que, si nos damos margen para elegir el resultado de la medición, también lo tenemos para calibrar el modelo.
Una última cuestión, mucho más determinante, se refiere a las hipótesis de base, a saber, a las ecuaciones que modelizan los comportamientos humanos.
¿Qué comportamientos humanos son modelados por las ecuaciones económicas? Desde luego, los comportamientos económicos. Para ello hay que efectuar algunas suposiciones. Ahí van algunas de ellas, empleadas en una variedad de modelos microeconómicos o macroeconómicos:
- La sociedad no existe como unidad conceptual. Alternativamente, está formada por la agregación de todos los individuos.
- La voluntad de los actores se expresa en el mercado. A través de la ley de la oferta y la demanda, éste, de forma automática (la mano invisible de Adam Smith) asigna los recursos escasos de forma óptima entre las personas y las empresas. Nótese que esto no es un resultado de cálculo alguno, sino una ecuación de partida, una ley básica.
- El mercado es de competencia perfecta. Las barreras de entrada no existen. Cualquiera puede desarrollar un producto o un servicio y ponerlo en el mercado. Será éste quien decidirá, mano invisible mediante, si el producto, su calidad y su precio son adecuados para él.
- Se cumple el óptimo de Pareto: en un intercambio económico, ninguna de las dos partes pierde. Si en algún caso una de ellas perdiera, el ganador estaría en condiciones de compensarle (situación denominada Pareto potential)[43].
- Nuestro comportamiento económico es, siempre, racional, tanto con respecto a su presente como a su futuro. Por tal comportamiento se entiende que, a la hora de tomar una decisión, maximizamos una función de utilidad. Somos homo œconomicus súper sapiens.
- Para tomar esta decisión racional contamos siempre con información perfecta. Es decir, disponemos de absolutamente toda la información relevante para la toma de cada una de las decisiones. En otras palabras, la información es simétrica: sabemos tanto del producto o servicio que deseamos consumir, y de su circunstancia, como el proveedor del mismo[44].
- El aumento de utilidad correspondiente a la ganancia de una unidad monetaria es equivalente a la disminución de utilidad correspondiente a la pérdida de esa misma unidad monetaria.
- La utilidad marginal del consumo es decreciente con el nivel de consumo: a mayor nivel de consumo, menor utilidad por unidad económica empleada. Esto se suele expresar mediante una ley logarítmica simple.
- La medida del bienestar social se mide en términos de la suma de todas las utilidades individuales. Así, las distintas variables económicas deben ser sintonizadas para maximizar el producto interior bruto: es la política económica
- El avance de la tecnología no está incluido en los modelos, salvo por una estimación indirecta de aumento de la productividad, que se produce de forma continua[45] (121)
- El presente es hegemónico. Preferimos pagar más por algo que podamos disfrutar en el presente que pagar menos por lo mismo en el futuro. La diferencia de valor entre un bien del futuro con respecto al presente se conceptúa en la variable conocida por tasa de descuento del futuro
- Las leyes de la física son ignoradas. Alternativamente, se considera que el mercado ya las tienen en cuenta de forma implícita (122)
- No se tiene en cuenta el agotamiento de los recursos. Ni energéticos, ni minerales, ni ecológicos[46].
- Principio de sustitución indefinida. Si algún producto o material comienza a escasear, el mercado provocará que su precio aumente, promoviendo así su sustitución por otro que antes no era rentable producir o emplear (123)
- La energía no es el elemento físico que permite el funcionamiento del sistema económico, sino un producto del mercado sometido a posible sustitución
- Las leyes de la termodinámica no son consideradas, ni tampoco la ley de conservación de la masa.
- Las externalidades[47] no son tomadas en consideración y, por tanto, los precios no las capturan
[Veamos de pasada una cuestión bien interesante. Si se emplea el concepto utilitario de bienestar definido como la suma de los bienestares individuales, si la utilidad marginal del consumo es decreciente, y si la economía siempre crece, las tres proposiciones a la vez llevan inequívocamente a una conclusión subversiva: el bienestar social máximo se produce cuando el consumo es el mismo para todo el mundo. Frente a esta inaudita revelación, lo que debería hacer la política es redistribuir la riqueza de forma idéntica entre toda la población. Esta situación ya fue observada por Jeremy Bentham en el siglo XVIII, y fue lo que, a principios del siglo XX, llevó a incluir en la teoría las ecuaciones correspondientes a las leyes de Pareto. Éstas prohíben toda forma de redistribución (pues en este caso perderían los que tienen más), y sancionan así el status quo con apariencia científica. Este concepto constituye uno de los núcleos centrales de la economía neoclásica].
De la climatología a la religión, pasando por la economía
Démonos cuenta de que, cuando un economista de la corriente dominante se refiere a su importante disciplina, da por sentado que todo lo anterior es cierto y que representa fielmente la realidad. Aunque las ecuaciones matemáticas que representan formalmente estas hipótesis de base no tienen, de ninguna forma, carácter axiomático, para la profesión económica cumplen el mismo papel que el teorema de Pitágoras para un geómetra, las leyes de Newton para un físico o un ingeniero o la ley de Stefan-Boltzman[48] para un climatólogo.
Como hemos visto, en ciencias físicas las hipótesis están siempre sujetas a revisión. En economía, no todas. Desde luego no las que he relacionado en el párrafo anterior. Para estos economistas, se trata de verdades fundamentales. Sin embargo, sin necesidad de entrar en la fundamentación ética de cada una de ellas, un examen atento permite encontrar multitud de contraejemplos que desmentirían esas “leyes”.
Usted comprenderá que, en estas condiciones, partiendo de ecuaciones que no reflejan la realidad, y por mucho aparataje matemático que emplee, la disciplina de la economía no pueda llegar a conclusiones correctas[49]. La capacidad de predicción de los modelos económicos al uso, denominados modelos de equilibrio general dinámico estocástico, es mínima, como está a la vista de todos. En estas condiciones, los economistas deberían ajustarlos examinando no sólo distintos parámetros estimados, sino también sus leyes de partida. Por ejemplo, ha sido demostrado con todo rigor que, aun cuando todas estas condiciones teóricas se cumplieran en la realidad, el número de estados de equilibrio del sistema económico es múltiple (124, 125), pero siguen creyendo que es único a partir de un trabajo de 1954 que consideraba sólo un producto (126). Pero esto no es lo que se deduce de estos modelos que, por otra parte, son incapaces de predecir las singularidades, los crash como el que vivimos (127). Esto fue reconocido por Alan Greenspan[50] tras el derrumbe de 2008 (128).
Lo interesante, y lo increíble, es que estos economistas no ajustan sus modelos, ni a los hallazgos teóricos, ni a la realidad observada. Por el contrario, coexisten distintos modelos con distintas suposiciones (adicionales a las expresadas, o con ligeras variaciones) y distintos resultados, y su discriminación es muy cuestionable (129). Esto resulta increíble para todo científico no economista. Pero así son las cosas, por sorprendentes que resulten.
En estas condiciones es posible conjeturar que, cuando en un modelo climatológico se obtienen resultados que no están de acuerdo con la realidad (dentro de unos márgenes normalizados), el problema es del modelo, que debe ser corregido. Pero cuando el mismo hecho se produce en un modelo económico, el problema es de la realidad. Son los denominados fallos de mercado. Pero un economista perteneciente a esta corriente dominante es normativo: es la realidad la que debe ser corregida, para que el mercado no tenga fallos. De ahí su incardinación con la política.
En la economía neoclásica, sobre la que se basa el mundo actual, se sobrentiende que la política obrará de forma que estas condiciones se cumplan. Se trata pues de una disciplina normativa, en el sentido de que, para que se cumplan sus postulados, gobiernos, organizaciones e individuos deben comportarse de esta manera. No entraré por ahora en las consideraciones filosóficas de cada una de estas suposiciones de base, que se enmarcan en la denominada ética del utilitarismo. Basta con darse cuenta de que un sistema político organizado a través de estos principios es prescriptivo. En términos del modelo, a este efecto se le denomina circularidad.
Un sistema político-económico basado en estos ‘principios’ tiende a promover comportamientos en función de los juicios de valor que, indudablemente, contienen (130). Es decir, tiende a auto-reproducir la ideología sobre la que se han construido las hipótesis, que no leyes, iniciales (131). Estos juicios de valor sobre la realidad, de los que parte el análisis económico, están ocultos, quedan alejados de la conciencia cotidiana de los individuos afectados. La consecuencia de esta situación, en términos humanos, es que nos convierte en seres egoístas y competidores los unos de los otros. Y que llegamos a admitirlo como un hecho natural.
De la misma forma que la mayoría de las personas que experimentan un sentimiento religioso han sido instruidas en la fe desde que tienen uso de razón, el tipo de funcionamiento social que la inmensa mayoría de los economistas asumen como cierto, y a partir del cual construyen modelos, y extraen conclusiones que generan realidad, les ha sido inculcado en el primer curso de la Universidad, cuando inician su uso de razón profesional. De forma general, los economistas neoclásicos dominantes creen sinceramente que el mundo funciona así, o que así es la mejor manera de que funcione. Ellos se ven a sí mismos como científicos, y defienden ardientemente que lo suyo no contiene ideología por mucho que la evidencia muestre lo contrario. En este sentido, a menudo se ha llegado a comparar a la economía con la religión, teniendo en cuenta además su carácter normativo y su apego a unos fundamentos considerados no revisables (132).
Escuelas críticas con los modelos neoclásicos
Es importante destacar que estos ‘principios’ son comunes a las dos ramas de la economía neoclásica con que se suelen identificar las posiciones que dominan el espectro político parlamentario de las sociedades occidentales. Por un lado, la corriente de los ciclos económicos reales (RBC[51], por sus siglas en ingles), conocida por neoliberal. Por otra, el neo-keynesianismo, más identificado con la socialdemocracia.
Estos principios, menos alguno, son también comunes a una variante de la economía neoclásica que ha creado la escuela de la economía medioambiental, (en inglés environmental economics) que no debe ser confundida con la escuela de la economía ecológica que describo más abajo. Estos economistas, sensibles con el medio ambiente, internalizan la naturaleza en el sistema económico. Esta deglución del mundo entero lleva a prescindir de algunas de las suposiciones clásicas, en particular la desatención a las externalidades.
Así, atribuyen valor económico a la naturaleza (133), mediante distintas técnicas de evaluación econométrica que le adjudican un precio. Estos métodos no sólo han recibido críticas severas por su ambigua metodología, mucho más laxa que la estándar[52], sino también por su ética subyacente: ¿es posible comprar la naturaleza, o incluso el clima? ¿Son un bien sometido a las leyes del mercado?
La economía medioambiental, de la que la economía del cambio climático es su principal exponente, internaliza las externalidades por la vía de atribuirles derechos de propiedad y, por tanto, un precio. Este es el origen de las distintas propuestas de tasas, cánones o impuestos al CO2, y de la existencia de los mercados de carbono. En todo caso, esta corriente es la defensora del crecimiento sostenible, crecimiento verde, y otros conceptos que, desde distintos ámbitos, son considerados una imposibilidad (134,135) o, en el mejor de los casos, una incógnita (136).
Críticos de la economía neoclásica en el marco de la profesión económica los encontramos tanto en el análisis de tradición marxista como en el de la denominada Escuela Austríaca, por cierto de signo ideológico bien distinto. Ambos ofrecen, a mi entender, herramientas analíticas válidas para comprender el mundo económico en el que
vivimos, y ponen en evidencia la liviandad de sus fundamentos por la vía de las relaciones de poder el primero, y por la del cuestionamiento de la metodología neoclásica la segunda[53].
Pero la crítica más fundamentada científicamente procede de la corriente bautizada como economía ecológica (no confundir con la medioambiental). Esta corriente altera completamente el panorama y, sin descartar la existencia del mercado, establece las leyes de la física, y en particular las de la termodinámica, como restricciones fundamentales de la actividad económica (137). Considera a la energía como la fuente de alimentación del sistema económico, y no como un producto sometido a las leyes del mercado y de sustitución.
Los modelos que construye dan como resultado la necesidad inequívoca del decrecimiento, y enfatizan la importancia de reducir las desigualdades sociales. Sin embargo, esta corriente, aunque sus orígenes se encuentran en los fisiócratas del siglo XVII y sus conceptos fueron formulados teóricamente en 1971, es relativamente incipiente en su desarrollo, y muy minoritaria. La franca expansión y prestigio creciente de que goza en el entorno académico no encuentra correspondencia en el entorno político ni mediático dominante. Dos de sus principales representantes, Silvio O. Funtowicz y Jerome R. Ravetz, expresan así su visión de la economía neoclásica:
“Los argumentos basados en las virtudes del mercado libre requieren tantas suposiciones singulares y artificiales que pertenecen al reino de lo visionario más que al del análisis científico … La economía ha sido tradicionalmente capaz de mantener su credibilidad dejando al margen tanto las incertidumbres en el conocimiento como sus complicaciones éticas.” (138)
En definitiva, uno puede construir formulaciones matemáticas de la mayor complejidad a partir de un conjunto de ecuaciones de base. Si éstas son un fiel reflejo de la realidad, y la lógica matemática es impecable, serán reales las conclusiones que se deriven del proceso, de las que se podrán deducir implicaciones. Pero sólo con que una de las ecuaciones de partida no represente la realidad, tampoco las soluciones obtenidas a partir de ellas la reflejarán, por mucha filigrana matemática perfecta que haya entre la formulación y las conclusiones. Las leyes que siempre se cumplen son aquellas que están establecidas sin ambigüedades, y los resultados de un modelo serán tan creíbles como lo sean las suposiciones en que se basan (139).
Hasta el propio Economist, adalid de la economía neoclásica, parece admitir la crítica a su propia profesión al aceptar la publicación de una carta al director de un catedrático de física. Anastasios C. Petkou señala con cierta ironía que hay tantas leyes económicas como economistas, y que las predicciones que efectúan los economistas pueden asimilarse a las de los astrólogos (140).
Por qué muchos economistas son escépticos de la gravedad del cambio climático
Las consideraciones anteriores están en el fondo del escepticismo que muchos de los economistas ortodoxos mantienen respecto a la severidad del cambio climático, lo que es magistralmente aprovechado por el negacionismo organizado. El cual, por lo demás, no tiene otras raíces que las económicas y las religiosas.
Por una parte, al no ser especialistas, creen que la climatología extrae sus conclusiones exclusivamente de los modelos, mensaje único que les llega a través de las publicaciones académicas específicas de su profesión. Por mucho que estos economistas tengan fe en las hipótesis de base en que se basan los modelos económicos que conocen, se dan cuenta íntimamente de que son dudables, extendiendo esa misma duda a sus resultados. Así, desconocedores en general de la metodología de las ciencias naturales, trasladan la magnitud de esa duda, su escepticismo, a todo tipo de modelos, también los climáticos.
Además, puesto que, en buena parte, los modelos están basados en métodos estadísticos, y la metodología económica, como hemos visto, autoriza cierto grado de razonamiento inverso en este punto, atribuyen también posibilidad de sesgo a los modelos climáticos. En estas condiciones se producen por lo menos dos fenómenos:
- Cuanto los economistas del cambio climático emplean resultados de la climatología como punto de partida para sus análisis, tienden sistemáticamente a considerar las predicciones menos graves de todo el margen que los climatólogos presentan. Hacen esto por mucho que esté perfectamente establecido que la probabilidad de que la respuesta del sistema climático sea ‘mucho peor’ que las estimaciones de referencia excede claramente la probabilidad de que sea ‘mucho mejor’ (141,142).
- Aumenta la receptividad a los mensajes de distorsión emitidos por la negacionía organizada. Resultan así más verosímiles afirmaciones tales como que la ciencia del clima es ‘alarmista’, o ‘de izquierdas’, o ‘una religión’ en las versiones más suaves. La más histérica, según la cual los resultados de la climatología no son otra cosa que un complot internacional cuyo objetivo es promover una dictadura comunista mediante un gobierno mundial con base en la ONU, goza también de muchos partidarios.
Una de las misiones encomendadas a la maquinaria de negación climática consiste en generar descrédito acerca de los modelos climáticos (¡pero no los económicos!). Así, un reciente estudio muestra cómo 2/3 de las informaciones referidas a modelos climáticos publicadas en la prensa de referencia de los Estados Unidos genera dudas acerca de su validez, y su extensión era mayor que las informaciones que los defienden (143).
La continua calificación a climatólogos y a cualquier persona preocupada por el problema climático como watermelons (sandías: verdes por fuera, rojas por dentro), mensaje insertado en todo tipo de soportes mediáticos (144), y soportado por los think-tanks[54] conservadores más poderosos del planeta, especialistas en difundir la política económica neoclásica en el sentido más liberal, forma parte de los argumentos y la retórica de esta corriente de pensamiento. Está mucho más extendida de lo que pueda parecer, singularmente en las esferas de poder.
En estas manifestaciones extremas de negacionismo organizado encontramos un origen más crematístico que el fenómeno inconsciente relacionado con los modelos que he descrito más arriba, del que se aprovechan. El neoliberalismo es alérgico a toda regulación del mercado por parte del estado, y sabe que el problema climático no tiene solución sin la apelación a los poderes públicos. El rechazo a un estado cuyas funciones vayan más allá de la defensa de los derechos de propiedad puede ser ideológico, pero es más frecuente que sea interesado. Para que un estado pueda cumplir con las funciones necesarias para enfrentarse con la cuestión climática necesitará recabar impuestos, y los defensores del neoliberalismo coinciden, incidentalmente, con quienes temen tener que contribuir en mayor medida. Todo ello sin contar con que muchas empresas deberían reducir de forma considerable sus actividades, o incluso desaparecer – con el sector energético, en su configuración actual, como caso paradigmático, pero no único.
Esto es lo que tenemos en el campo del análisis climático y económico. En el próximo capítulo veremos de qué forma la economía del cambio climático engrana los modelos de ambos mundos, examinaremos qué restricciones complementarias incluye, singularmente las de significación ética y política, y nos iremos aproximando al resultado de los +2 ºC.
Examinar referencias
Sumario tentativo de la serie
Notas
[37] Átomos de un mismo elemento cuyos núcleos tienen una cantidad diferente de neutrones, y por lo tanto, difieren en masa
[38] También es posible entender el término modelo en relación a la forma de abordar un análisis. Por ejemplo, al hecho de dividir la atmósfera en un conjunto de pequeños elementos finitos, resolviendo las ecuaciones de cada elemento en términos de un problema de contorno.
[39] Que no están en contradicción entre si
[40] El origen de la incertidumbre a largo plazo, lejos de residir en un problema de caracterización del sistema, reside en la dificultad de predecir cuál va a ser la cantidad y la composición de las emisiones
[41] Así, el segundo ámbito definido para el caso climático no aplica aquí, aunque si el tercero: los modelos
[42] Los dos modelos empleados por los macroeconomistas son el modelo de equilibrio general y el modelo de crecimiento. Para mayor información, ver aquí.
[43] Sin embargo, nada le obliga a hacerlo.
[44] Joseph Stiglitz recibió el Premio Nobel por demostrar que, cuando la información es asimétrica, los modelos económicos devuelven resultados muy distintos (145)
[45] Unos pocos modelos orientados al problema climático comienzan a tener en cuenta el cambio tecnológico inducido, aunque de forma muy incipiente y parcial
[46] Cuando estos límites se incorporan a los modelos, el determinismo desaparece, y una economía en expansión causa el colapso del medio ambiente (146)
[47] Una externalidad consiste en un subproducto incidental de una actividad económica. Por ejemplo, el CO2
[48] La ley de Stefan-Boltzman establece que la energía radiada por cualquier cuerpo es proporcional al su temperatura elevada a la cuarta potencia
[49] Milton Friedman, economista ultraliberal por excelencia, resolvió este problema afirmando que tanto da que los fundamentos de la teoría sean o no correctos, pues basta con que el resultado de los modelos lo sea (147). Esta afirmación, acuñada en los años 50, debió de provocar movimientos perceptibles en la tumba de Descartes
[50] Alan Greenspan era por aquel entonces presidente de la Reserva Federal de los EE.UU.
[51] Real Business Cycles
[52] Una de elles consiste en preguntar a la gente cuánto estarían dispuestos a pagar por la naturaleza, o cuánto daño a la misma estarían dispuestos a aceptar, que resultan presentar resultados bien distintos en el denominado efecto de ‘aversión a la desposesión’ (148). Hay métodos menos burdos, aunque igualmente criticables, como las estimaciones indirectas
[53] Pero deberían de haberse quedado aquí: las soluciones que cada una de estas dos corrientes aporta a la problemática, que tan lúcidamente pone de manifiesto, no superaría un análisis ético riguroso en ninguno de los dos casos. Aun así, las soluciones que propone la Escuela Austríaca gozan de un predicamento creciente en los países occidentales
[54] Institutos de generación de opinión
Gracias a Humberto Llavador y Salvador Pueyo por sus comentarios enriquecedores sobre un borrador previo y a la clarificación de conceptos con que me iluminaron. Sin embargo el texto y sus eventuales imprecisiones son de mi total responsabilidad, así como las conclusiones
Opiniones, certezas, evidencias. Obviar lo más básico lleva a consecuencias nefastas. Un análisis fenomenal sobre economía que debería aplicarse a otros muchos ámbitos del conocimiento pseudocientífico que tanto abundan en nuestros días.
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Muy esclarecedor. Vivimos en una «simiocracia» global.
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Sin duda uno de los posts que más me han gustado, has dejado muy claro la tendencia a «economizar» los modelos climáticos, sabe Dios para qué,no tengo nada en contra de los economistas pero muchos creen que «todo» es de su condición, pero el clima no entiende de economía es física pura y sinceramente creo que está cada vez más claro que lo más económico para nosotros es reducir ya las emisiones antopogénicas.
Preocupante si que es en el mes de mayo las ppm de CO2 han aumentado el doble que en el mes de mayo del año pasado (CO2now.org) a este ritmo a finales de otoño ya estaremos en las 400 !!!.Pero ¿Que significa el CO2 para un economista? ¿Un producto del que cobrar impuestos ? ¿Acaso hay un servicio de «limpieza» del mismo ? este impuesto ha funcionado a discreción en aerolíneas por ejemplo, he escuchado de un par rutas como un vuelo directo México-Barcelona que dejó de existir desde hace un año…pero sigue siendo muy poco. Saludos.
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Hola a todos/as,
pues no hace falta ya calentarse mucho la cabeza (nunca mejor dicho al hablar de calentamiento global….). Los últimos datos sobre emisiones indican que los 2ºC ya quedan atrás y la temperatura se irá más arriba….. http://petrole.blog.lemonde.fr/2012/06/11/climat-les-emissions-de-la-chine-20-plus-elevees-que-prevues/#xtor=RSS-32280322. Ahora hay que luchar por conseguir no llegar a los 6ºC…….Sin comentarios!!
«El hombre es un animal inteligente que se comporta como un imbécil.» (frase de Albert Schweitzer, premio nobel de la Paz en 1952).
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6ºC !!! Es mucho, y lo peor de todo es que en muy pocos países se «lucha» contra el cambio climático así que ¿Quien le pedirá explicaciones a China?
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Hola.
Excelente blog. Lo sigo hace mucho tiempo. No entro a comentar porque no estoy preparada. Pero en este caso tengo una pregunta que no necesita una preparación científica. Es sobre la polémica que ha surgido por el uso en la revista Nature de la palabra «negacionista», usada como se usa en este blog. Y por la reacción que ha tenido en contra, entre el cahcondeo y la perogrullada.
¿Algún comentario? ¿Alguna posibilidad de discutir los argumentos que han empleado los «contrarians», pero dejando que participen?
He visto argumentos apabullantes sin respuesta. Destacaría esta línea de ideas:
…
Please understand that by creating a catch-all label like this, you quite literally are moving the entire discussion outside of the realm of science, where evidence and arguments are considered and weighed *independent* of the humans that advance them, where our desire to see one or another result proven are (or should be) *irrelevant*, where people weigh the difficulty of the problem being addressed as an important contributor (in a Bayesian sense) to how much we should believe *any* answer proposed — so far, into the realm where people do not think at all! They simply use a dismissive label such as “denier” and hence avoid any direct confrontation with the issues being challenged.
…
Creo en el problema del clima y el calentamiento global. Pero también creo en el pensamiento colectivo y la competición de argumentos, con independencia de las intenciones de quien los esgrime. Como explica el párrafo de arriba. Es de perogrullo. Es saber pensar, o no saber pensar. Es ciencia, o no ciencia (véase Feynman). Y por eso cuando veo usar lo de «negacionista», y cuando veo que no se deja participar a alguien en la d¡iscusión sobre la base de sus *intenciones*, empiezo a dudar muy seriamente de «los míos». Y empiezo a dudar de lo que pienso, porque así no puede haber una competición de argumentos. Este método no se admitiría un ningún juicio, ni en ninguna clase de filosofía. ¿Negaríamos la palabra al acusado, llamándole delincuente, porque sus intenciones son dejar de ser acusado? ¿O al fiscal, llamándole inquisidor, porque busca una condena? ¿Es ahora la ciencia menos rigurosa en sus formas que el derecho o la filosofía? No puedo creerlo. Por favor, por favor, desmentir esta preocupación que tengo.
Un fuerte abrazo.
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Hola BGC, comprendo tu inquietud y correspondo a tu petición. Planteas dos cuestiones. 1) Acerca de la denominación de ‘negacionistas’, y 2) La inutilidad del debate con las personas que identificamos con esta corriente.
Dado que este asunto ha sido tratado con cierta frecuencia en este blog, te ruego que examines las siguientes entradas:
Escépticos ¿o negacionisas?
Por qué no se debe debatir con la negacionía, y las dos siguientes (puedes descargar un pdf con el texto completo de las tres entradas aquí
También están relacionadas con el tema que planteas estas entradas:
En el índice temático encontrarás asimismo otras entradas al respecto.
La idea central es que el negacionismo climático no es una opinión, sino un contramovimiento organizado. Nunca convencerás a un negacionista: no existen para pensar, debatir o reflexionar honestamente, sino para crear dudas, y paralizar la acción correctiva como consecuencia de ello. La industria del tabaco empleó las mismas estrategias, tácticas e incluso personas. También para hacer perder el tiempo, distraer de lo fundamental.
En cuanto a la denominación, ellos harán ahora toda la broma que quieran, pero dos de sus máximos representantes, Richard Lindzen y Fred Singer, se autodenominan así (del último no estoy seguro; me suena pero no he encontrado la referencia), y parecen orgullosos de ello. A mi no me gusta especialmente por las connotaciones trágicas que tiene. Pero entre negar el Holocausto pasado y negar una catástrofe humanitaria futura por la vía de no querer creerse, digamos, la mecánica cuántica, yo sólo veo una diferencia temporal.
El debate real no está en si el cambio climático es cierto o no, ni tan sólo en el nivel de su gravedad potencial. El debate de interés es qué soluciones son las mejores, las menos costosas en términos económicos o humanitarios, etc. En este punto siempre acaban en lo mismo: las energías renovables son un estorbo y si acaso hay que esperar que venga la de fusión. Entremedio, un sinfín de argumentos falaces y descalificaciones personales, al tiempo que se arrogan la exclusiva de la clarividencia y los demás no nos enteramos de nada. Pero resulta que sus trabajos no son aceptados en los circuitos formales porque contienen errores, y a eso ellos le llaman censura.
Es todo un gran despropósito, y el solo hecho de seguirles el juego ya es para ellos una victoria.
Muchas gracias por participar BGC. Seguimos comentando si lo deseas.
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Gracias, sr. Vilar.
Lamentablemente la competición de argumentos no es un deporte, sino un sistema. Empezó con la filosofía, supongo que en Grecia, siguió con el derecho, mayormente en Roma, y siguió con la ciencia, hija de la filosofía, fundamentalmente tras el Renacimiento. No es ninguna novedad. Y desde el principio tiene como norma básica atacar al argumento mismo que se emplea, y nunca a la persona. Ya sea en base a lo que es, sea en base a otras cosas que ha esgrimido en otros contextos, o sea en base a sus «intenciones».
Así que desde el punto de vista de la competición de argumentos, es irrelevante si se trata de un contramovimiento organizado, o si nosotros pensamos que nunca se les podrá convencer. Convencer no es la palabra clave, sino mostrar, demostrar. No se le convence al acusado, nunca, sino al jurado. Pero no por eso se le silencia. Al contrario, se protegen sus argumentos con muchas formalidades, para que pueda competir en igualdad contra los arguementos del fiscal.
Si alguien tiene intención de oscurecer un debate, el sistema de impedirlo es mostrar que sus argumentos son inválidos. Si es así. Y para saber si es así, o si se trata de un error de apreciación, la forma de averiguarlo es saber si lo podemos demostrar. Pero nunca silenciarle. Que es lo que supone llamarle negacionista. Como diciendo: su argumento no vale y no debe ser escuchado ni atendido, porque sus intenciones son espurias. Esto último va en contra de lo que hemos aprendido en más de dos milenios de sistema de competición de argumentos. Y espero que el mundo del derecho no tenga que enseñarle eso a la ciencia ahora.
Comprendo que para muchos, los críticos del calentamiento global pueden ser como delincuentes. No es una proposición absurda. Pero lo mismo que el consenso popular no hace justo un linchamiento popular, el apestamiento del discrepante no hace válida una competición de argumentos. Y desgraciadamente sin competición de argumentos nunca sabremos de verdad si estamos en lo cierto. Al menos en filosofía, en derecho o en ciencia. En religión y en política sí vale, pero es por eso por lo que son otra cosa muy distinta.
La competición de argumentos se basa en que es el mejor método que conocemos para acercarnos a la verdad, a la realidad. Si no la usamos, estamos empleando un sistema muy subóptimo. ¿Es lo que pasa con el cambio climático? Lo reconozco, esto de Nature me ha dejado muy preocupada. Y su explicación no me ayuda nada, sr. Vilar. Supone renunciar a la mejor herramienta para acercarse a la verdad. Sin competición de argumentos, tengo que repensar lo que pienso. Y mirar lo que me he perdido. Cierta rigidez en esto es la única garantía de no desbarrar. Y si tengo que pensar que el dr. Brown, citado antes, es un vendido y un conspirador, y que por eso no debo de esperar que se conteste a sus argumentos, solo me queda pensar que algo se está llevando muy mal, y tal vez no deba tener la confianza y seguridad que tenía. Porque si los argumentos contrarios a mi tesis expuestos por un vendido son buenos, entonces mi tesis no lo es, por muy vendido que sea. Ese es el asunto. Y por eso lo que me ha contestado no me dice nada, la verdad.
Uno no puede decidir por sí mismo cuál es el debate de interés. Sería un solitario, no una partida de cartas. Es debate de interés cualquier proposición que uno haga, y que otro dispute. Ese es el sistema.
Un abrazo.
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Hola BGC,
El debate científico y el debate jurídico no son equivalentes, pero es lo que los negacionistas pretender hacer creer. Ellos convierten un debate científico en una especie de juicio público, lo cual es una enorme falacia.
Antes de dar por cierta una proposición o un resultado científico ha habido un debate intensísimo, como muestro en el primero de los enlaces que he adjuntado antes (observo que no has visitado ninguno). Mostrado y demostrado lo está de forma exhaustiva y repetitiva en la literatura científica, de forma plenamente convincente para quien, en la academia, es un experto en el campo. La competición de argumentos tiene lugar allí a cara de perro, pero allí nadie va a cuestionar, digamos, la ley de atracción de masas.
Una de las diferencias fundamentales entre el método científico y otras formas de aproximación a la verdad es su capacidad de autocorrección. En esto se basa su potencia. Pero este método se basa en certezas bien establecidas anteriores, y éstas en otras anteriores, y en anteriores a las anteriores, en un proceso de construcción ladrillo a ladrillo y de verificación empírica, y cuyos fundamentos son bien conocidos en los foros donde tiene lugar el debate científico. Mostrar el proceso concreto de cada proposición concreta requiere muchos tomos – porque son muchas las preguntas intermedias. Entiendo que no es de recibo mostrárselos pacientemente a quien ya se sabe por adelantado que no va a querer enterarse porque la posición que ocupa en la cadena depende precisamente de hacer ver que no se entera, y para quien los argumentos no proceden de la literatura científica sino de una agencia de comunicación o un instituto de persuasión ad hoc.
Yo hago lo que puedo por divulgar la ciencia del clima en el lenguaje más llano posible, pero este modo tiene sus límites (aparte de los míos). Por eso también divulgo las motivaciones, estructura y financiación de los contrarians, o negacionistas.
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Yo le agradezco muchísimo sus respuestas, sr. Vilar, pero no responden a lo que pregunto.
No he leído los enlaces. Voy al grano. A este punto. No pretendo resolver el problema del calentameinto global, ni el del método científico, ni las características de los «contrarians».
Lo de los ladrillos de la ciencia está muy bien, aunque le aseguro que el derecho no nace de cero en cada juicio, ni en cada ley. Pero este asunto es mucho más simple. Me interesa saber, a cuenta de una discusión surgida por el artículo de Nature, si en general la ciencia del clima ortodoxa o mayoritaria comparte la idea de usar «negacionista» en un texto científico. Y si comparte este argumento que he puesto del dr. Brown:
«you quite literally are moving the entire discussion outside of the realm of science, where evidence and arguments are considered and weighed *independent* of the humans that advance them, where our desire to see one or another result proven are (or should be) *irrelevant*, where people weigh the difficulty of the problem being addressed as an important contributor (in a Bayesian sense) to how much we should believe *any* answer proposed».
Es tan simple como si a la hora de juzgar un argumentoo se deben tener en cuenta, o no, las motivaciones y los deseos de quien lo emplea. Es o un sí, o un no. No hay nada que leer. Si es un no, no cabe emplear negacionista. Si es un sí, estamos ante una idea de la ciencia muy concreta. No es la de Brown. Ni la de muchos otros que me hicieron respetar la ciencia.
También es el argumento sobre si el nivel de prueba debe de estar en correspondencia con la dificultad del problema.
Esa era toda la respuesta que necesitaba. Ya la he obtenido. No es la que esperaba, pero esto es lo que hay. Y me sitúa mucho.
Gracias, y abrazos.
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Claro que no tiene que ver, es obvio. Esto no ocurre en las ciencias duras, nunca, y menos en los foros de discusión académicos establecidos. Ahí no hay opiniones, hay hechos.
En todo caso no entiendo que no haya respondido hasta ahora a lo que preguntas, pero dices haber obtenido ya una respuesta que no he dado. Salvo que tuvieras la respuesta por adelantado.
Bien, pues ya he respondido de forma concreta.
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No lo entiendo. ¿Para usted, ese argumento del dr. Brown es válido, o no es válido? ¿Y debe usarse «negacionista» en las comunicaciones científicas, o es un gran error? Solo pido un «sí y no», o lo que toque. Tres palabras.
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«»pero dices haber obtenido ya una respuesta que no he dado.»
Es que ante una pregunta tan directa y tan clara, hurtar la respuesta es una forma de responder. Pero siempre se puede corregir a posteriori. Eso estoy esperando.
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Por votar algo a lo que propone BGC:
«you quite literally are moving the entire discussion outside of the realm of science, where evidence and arguments are considered and weighed *independent* of the humans that advance them, where our desire to see one or another result proven are (or should be) *irrelevant*, »
En eso yo estoy de acuerdo, si se practicara siempre, cosa que en este tema, lamentablemente, no se hace, basta darse una vuelta por WUWT para comprobarlo. En este sentido, siguiendo por ahí, me parece interesante que BGC insista en obtener una respuesta de Ferrán pero declare en su comentario:
«No he leído los enlaces».
Pues entonces, llego a la conclusión de que su «prior» es tan fuerte que la verosimilitud es irrelevante a efectos de su probabilidad posterior. Dicho de otra manera, lo que conteste Ferrán le parece tan irrelevante como de innecesaria lectura.
Sigue Brown:
«where people weigh the difficulty of the problem being addressed as an important contributor (in a Bayesian sense) to how much we should believe *any* answer proposed»
Este párrafo a mi juicio no tiene sentido. La dificultad de la solución de un problema (insisto, a mi juicio) es independiente de la credibilidad que haya de dársele a su solución, ni bayesianamente ni no bayesianamente. Salvo que la credibilidad no dependa del mecanismo de solución, claro. Según esto, la mecánica cuántica o la ingeniería genética no deberían de existir («bayesianamente» hablando, según el concepto de Brown). Yo discrepo de esto por completo.
Y puesto que el reverendo Bayes se encuentra de paseo, a mi juicio, si uno tiene en cuenta la evaluación bayesiana honrada del problema, uno no puede partir de hipótesis «prior» absurdas que rechacen toda la espectrometría de los siglos XIX y XX, por ejemplo, o que propongan soluciones al problema en base a mecanismos implausibles y sin soporte teórico o experimental ninguno, como tan a menudo pasa por ciertos lares.
Sigue Brown: «They simply use a dismissive label such as “denier” and hence avoid any direct confrontation with the issues being challenged»
Y yo personalmente no creo que eso sea así, lo que pasa es que hay cosas que de tanto ser refutadas (una vez, dos veces, tres veces ….) ya no ocupan lugar en la discusión científica del tema.
IMHO
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Muy interesante tu respuesta, js, como siempre. La suscribo.
No contesto ni atiendo más a BGC (ni a su claca) porque ya he contestado, también a través de los enlaces que no quiere leer. También porque, como dices, su PRior es clarísimo, y mi respuesta le resulta irrelevante salvo para acudir al argumentario PRevio, y porque aquí se viene a dialogar y no a exigir respuestas.
Habrás adivinado que BGC podría perfectamente no ser BGC sino alguien que conocemos muy bien, que pertenece a los lares que mencionas, y de quien llevo ya registradas unas seis identidades diferentes. Es hábil despistando al principio, sabe cómo entrar, pero al final le puede la adhesión a su libro de estilo y, sobretodo, el carácter.
Algunos de mis textos les producen singular urticaria, y los negacionistas son inducidos a idear maniobras de diversión para atenuar las conclusiones.
Como he dicho, no es cosa de hacer el juego a quienes se revisten de ilustrados para repetir consignas y ejercer de propagandistas de la confusión.
Gracias de nuevo por participar.
Saludos cordiales.
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