Baile de cifras en Durban. Mientras la Unión Europea insiste en prorrogar y reforzar el protocolo de Kioto, estableciendo las bases para un nuevo acuerdo más exigente, los Estados Unidos rehúyen de entrada cualquier acuerdo vinculante. Unos dicen que el año límite en que las emisiones pueden alcanzar su máximo es 2017, y otros que hay tiempo hasta 2020. Todos hablan ya de por debajo de los dos grados como objetivo, mientras la presidenta Christiana Figueres apunta, ahora ya oficialmente, más allá:
“[Los gobiernos] deben determinar si estamos en la senda de alcanzar el objetivo acordado de mantener el incremento de la temperatura global por debajo de 2 ºC, si éste es adecuado y cómo y cuándo hay que considerar un incremento máximo de 1,5 ºC.”
Esto es sin duda una buena noticia porque marcar esta dirección desde la presidencia no es un acto irrelevante. Pero pasar de 2,0 a 1,5 ºC, como defiende un grupo compuesto ya por 100 países, supone un salto mayúsculo que tiene implicaciones muy profundas, y no sólo económicas. Como también lo es retrasar la actuación necesaria, pues el coste de las medidas a tomar aumenta exponencialmente a cada día que pasa.
Ayer fue un día de exposición de las posiciones de partida de los distintos actores.
Unión Europea: no vamos a cumplir con Kioto nosotros solos
La Unión Europea manifiesta querer ratificar y mejorar el protocolo de Kioto, pero asegura que no lo va a hacer sola porque abarcaría únicamente el 11% de las emisiones globales y eso no tendría mucho sentido. Recordemos que Japón, Canadá y Rusia se habían desmarcado del protocolo antes de iniciarse la convención. No dejó de señalar que Europa es el único territorio donde las emisiones se han reducido desde 1990.
La Unión Europea señaló condiciones claras para poder proseguir con la segunda fase del protocolo post-2010. Piden que:
- Se llegue a un acuerdo unánime (dijo que debería cubrir el 100% de las emisiones) sobre una hoja de ruta de negociaciones futuras que converjan en un acuerdo jurídicamente vinculante
- Se asegure y se refuerce la integridad de la normativa, estableciendo sistemas de contabilización, vigilancia y verificación comunes que permitan construir confianza en el eventual proceso
- Se establezcan más mecanismos de mercado, que no especificó (entiendo que se refiere a otros gases distintos del CO2)
Manifestó asimismo su deseo de conseguir avances sustantivos en el terreno de las emisiones de la aviación y de la navegación marítima, y muy especialmente en política y tecnología agrícola. Reconoce que los compromisos actuales de reducción de emisiones del conjunto de países nos llevan a un mundo entre 3,5 y 4,5 ºC más caliente, una auténtica catástrofe, y que, para evitarlo, habrá que acordar en algún momento reducciones del 50% (respecto a 1990) para 2025. Señalaron que la ventana de oportunidad es menor que la hasta ahora considerada, y que se está cerrando muy deprisa.
Estados Unidos: un acuerdo vinculante sería contraproducente. Reforcemos ahora los acuerdos de Cancún
Lo importante para los EE.UU. es que cualquier acuerdo que se pueda alcanzar durante la convención no sea jurídicamente vinculante. Explicó que la política estadounidense, a diferencia de la internacional, tiene lugar mediante un equilibrio paritario entre el poder legislativo y el poder ejecutivo (y también el judicial). Que había que tener esto muy presente porque, de ser obligados cumplir con las formalidades de pérdida de soberanía que tienen establecidas en su constitución, simplemente no funcionaría: su Senado, como ya ha ocurrido anteriormente, tumbaría la propuesta por muchos esfuerzos que hiciera cualquier gobierno. Vino a decir que sería peor el remedio que la enfermedad y que, de aceptar un acuerdo, sus sucesivos gobiernos ya irían estableciendo los mecanismos para que se fuera cumpliendo.
Por lo demás, facilidades aparentes. Su posición central era que de aquí a 2020 se puede hacer mucho en el terreno de las acciones concretas, y que en Durban había que centrarse en operacionalizar los importantes acuerdos de la cumbre anterior de Cancún. Sin embargo, indicaron que mantienen objeciones mayores al documento de debate inicial sobre el Green Climate Fund, que establece la transferencia anual de 100.000 millones de dólares a los países en desarrollo para mitigación y adaptación, comenzando en 2020. Aunque no las especificaron, cabe suponer que desean que la participación privada sea también contabilizada a esos efectos, y que plantearán batalla por el foro donde se inserte y por los mecanismos de elección de los órganos de gobierno de este fondo.
Los Estados Unidos dicen que creen en la ciencia del cambio climático (!) y que son conscientes de la urgencia del problema. Reconocen que es mucho más lo que hay que hacer, pero quieren mirar más allá de 2020, “porque los caminos hacia el máximo permisible de emisiones son muchos.” Sólo aceptarán hablar de lo que pueda ocurrir después de 2020 una vez los acuerdos de Cancún se estén cumpliendo de forma efectiva. Todo esto lo manifestaron en rueda de prensa específica, pero en el plenario, y en el marco del umbrella group al que pertenecen y que agrupa a casi todos los países ricos del mundo (excepto Europa), se recordó que el último informe de la Agencia Internacional de la Energía señala a 2017 como el año en que se cierra la ventana de oportunidad para evitar un aumento de la temperatura superior a 2 ºC.
Los Estados Unidos están de acuerdo con el establecimiento de la hoja de ruta que exige Europa y otros actores pero, para ellos, eso “viene después” de la puesta en funcionamiento de los acuerdos del año pasado. Entretanto se ufanaron de estar ya ayudando climáticamente a 126 países, y ofrecieron un factsheet con detalles de cada uno para demostrarlo.
Países en desarrollo: no abandonaremos la reunión hasta que…
Christiana Figueres había dicho que el acuerdo resultante de la convención debería ser fair, con las salvedades de rigor para los países diferentes en riqueza y posibilidades, pero que en todo caso debían estar todos. Nadie habló hoy de diferencias en la responsabilidad histórica, ni de deuda con los afectados, que es la medida única que los países developing pueden aceptar. Las emisiones históricas, presentes en la atmósfera y forzando el clima, parecen no haber existido nunca, y sólo África y el grupo AOSIS (pequeñas islas) se refirieron indirectamente a ello al mencionar su mayor vulnerabilidad relativa a los impactos del cambio climático y sus dificultades financieras para la adaptación. Pero el grupo ALBA (Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, Venezuela) fue la excepción: «nosotros no hemos provocado el problema».
Como medida de presión, el grupo AOSIS anunció en el pleno que no abandonará la reunión hasta que no se cumplan tres de sus exigencias: que los compromisos de reducción de los distintos países sean mayores que los hasta ahora anunciados, que se prorrogue el protocolo de Kioto con acuerdos vinculantes para quienes ahora no están sometidos a él, y que se establezca un mandato de Durban relativo a la cooperación a largo plazo cuya necesidad afloró en la cumbre de Bali de 2007. Para ellos, el límite se sitúa en 1,5 ºC.
Así las cosas, los grupos más poderosos insisten en retrasar la acción dura mientras los más desfavorecidos y vulnerables amenazan con un plante. A la conclusión de la convención podremos evaluar qué diferencias se han producido, eventualmente, entre estos posicionamientos iniciales y el resultado final.