“Me da lo mismo si tiene usted razón o no. ¡Los resultados son inaceptables!”[1]

Monumento en recuerdo del holandés Sicco Mansholt, presidente de la Comisión Europea en los años 70, quien asumió los resultados de LLDC, pero sólo durante unos meses
Índice de la serie y enlaces
Cuenta James Forrester, el padre del modelo World3 de LLDC, que le respondían cuando mostraba algunas conclusiones poco vendibles del análisis dinámico que había hecho de una economía urbana mediante la dinámica de sistemas (380). Esta expresión refleja una parte de las críticas que recibe el método por parte de aquellos a quienes los resultados no complacen.
Por su parte, las reacciones favorables a LLDC tras su publicación no fueron muchas, pero sí de alto nivel. Por ejemplo Sicco Mansholt, quien fuera a primeros de los 70 el arquitecto de la política agraria común de los seis países de la entonces Comunidad Económica Europea, escribió a Franco Maria Malfati, presidente de la Comisión, una carta en los siguientes términos:
“¿Qué podemos hacer en tanto que ‘Europa’ y qué debemos hacer para evitar que la máquina ‘gripe’? Los problemas son tan fundamentales, tan complejos y tan estrechamente relacionados que podemos preguntarnos: ¿Hay realmente algo que hacer? ¿Puede Europa intervenir? ¿No es esta una tarea que concierne al mundo entero?” (381)
No le siguieron. El vicepresidente económico era Raymod Barre, traductor de Frederik Hayek al francés. El presidente francés Giscard d’Estaign no tardó en afirmar que no quería convertirse en un ‘objetor del crecimiento’ (382). Se da el caso de que al año siguiente Mansholt accedió a la presidencia de la comisión (eran otros tiempos). Pero apostó por el crecimiento.
Hay formas más suaves de expresar lo mismo que la frase que encabeza el texto, incluso más llenas de contenido:
- “No hay diferencia alguna entre que esté usted en lo cierto o no… ¡ni políticos ni residentes aceptarán nunca esas ideas!” (383)
El caso es que ideas inaceptables acompañadas, por si acaso, de un montaje negacionista organizado, se convierten en más cuestionadas, más dudables, que no es otro el objetivo paralizador de esas campañas (384). Y es que LLDC fue, y sigue siendo, objeto de un ataque organizado similar al que después hemos contemplado, y seguimos sufriendo, todavía hoy, en el terreno climático.
Críticas y negacionismos a LLDC
Las críticas a LLDC fallaban estrepitosamente como mínimo por desconocimiento del método y consiguiente error de perspectiva (385). Esto fue así incluso en el caso del intento de evaluación más aparentemente honesto, realizado por el Sussex Group, y publicado al año siguiente bajo el título Models of Doom[2] (386). Acusaban a LLDC de haber partido de hipótesis ricardistas y, por tanto, de obtener conclusiones ricardistas para las que no es necesario emplear un ordenador. Sin embargo, no se manifestaban sobre la validez de las tesis de David Ricardo ni sobre la influencia global de la ley de los rendimientos decrecientes (387).
Nordhaus en Marte y Krugman en la luna
Por su parte, al irreductible economista ‘climático’ William D. Nordhaus los resultados no le encajaron con su visión crecentista de la economía. No le gustaron nada, nada. Nordhaus reflejó elocuentemente su desconocimiento de la dinámica de sistemas al pretender aislar los subsistemas sin considerar el conjunto (cambió, tramposa o inconscientemente, las condiciones de contorno) y emplear el modelo de causación lineal, inaplicable en este paradigma (388-391). No sólo eso, sino que creyó que el modelo no había sido calibrado con la realidad histórica – señal de que no se había molestado en examinarlo – y tituló su crítica measurement without data[3] (392), cosa que tuvo cuidado de no repetir en andanadas ulteriores. Conviene también saber que la respuesta de Forrester a las críticas de Nordhaus no tuvo cabida en la revista donde se produjo el primer intercambio y el posterior debate (The Economic Journal), debiendo ser publicada en una de segunda fila (393,394). Algunos dicen ahora que eso era porque estaba mal, pero ya puede imaginarse que no fue éste el motivo real, sino el hecho de que se pudiera decir (¡tantos años después!) que era porque estaba mal. Insisto: no porque lo estuviera, como no tardaremos ya en ver.
Tras analizar con algún detalle las críticas de Nordhaus, Ugo Bardi, catedrático de química de la Universidad de Florencia y miembro actual del Club de Roma, señaló en 2011 que:
“Parece claro, a partir de esta discusión, que Nordhaus, en su crítica al libro de Forrester, había omitido algunos puntos básicos de los modelos y de los propósitos del modelado del mundo según la dinámica de sistemas. Desafortunadamente, sin embargo, el artículo de Nordhaus en 1973 dejó una gran impronta en el subsiguiente debate, debido en parte a la reputación de Nordhaus y en parte al hecho de que la respuesta de Forrester… no fue ampliamente conocida.” (395)

Ugo Bardi, de la Universidad de Florencia, revisor de LLDC en 2011
A Nordhaus esto de los límites nunca le ha moderado demasiado. Hijo académico de Paul Samuelson publicó, en 1973, un año después de LLDC, un extenso paper bajo el título The Allocation of Energy Resources[4]. Este profeta aseguraba por entonces que la tecnología todo lo podía. Para él, la ‘solución definitiva’ (backstop technology) residiría en la energía nuclear, que en el año 2000 ya estaría proporcionando toda la electricidad del mundo a partir de reactores reproductores (breeder). Alrededor de 2050 la energía nuclear abarcaría también todo el consumo de calefacción, y en 2100 absolutamente toda la energía producida sería de origen nuclear. Por tanto, para Nordhaus la preocupación por la escasez energética no tiene sentido (396). Y con esta idea se han quedado muchos, encantados de ser economistas y no geólogos o ingenieros.
Es interesante observar como el propio Nordhaus manifestó, veinte años más tarde, no haberse enterado del todo de qué iba World3, a pesar de haberlo criticado (397). Por entonces ya había olvidado las referencias personales a los autores, a quienes había acusado de ‘falta de humildad’ (398) por querer mirar tan adelante en el tiempo, mientras él hacía lo propio con la energía. Paul Krugman retomó en 2008 el aspecto personal al referirse a la ‘arrogancia’ del grupo del MIT (399).
Krugman, por muy icono social-liberal neokeynesiano y premio Nobel que sea, yerra escandalosamente al desacreditar a LLDC y retomar hace bien pocas semanas esas antiguas objeciones de Nordhaus a LLDC como si fueran válidas (400), cuando lo cierto es que el propio Nordhaus no volvió a emplear el argumento de la falta de datos cuando supo que World3 si había sido calibrado con datos reales. Lo de Krugman es magnífico, pues después de quejarse de que algunos físicos consideraran ignorantes a los economistas, pone un ejemplo de desacoplo de actividad con respecto a la energía (401) creyendo 1) que ésta es la única limitación existente (402) y 2) que los barcos se fabrican sin energía, problema evidente de no examinar las cosas desde la dinámica de sistemas o de no tener bien puestas las luces largas (403). Exhibe de paso una arrogancia epistemológica que clama al cielo por su inversionismo y visión incompleta de la realidad. Ya ve que las acusaciones de arrogancia son mutuas (404). Para Krugman, el modelo World3 es un modelo garbage in, garbage out[5].
Estamos pues frente a una nueva muestra de desconocimiento de la metodología, inducido por el negacionismo que a todas partes alcanza. Y es que, ciertamente, algunas disciplinas parecen exhibir una arrogancia muy por encima de la calidad de sus resultados.
Los profesionales del no
Más profesionalmente, a lo relaciones públicas (PR), propagandistas anarco-capitalistas entrenados para la labor – y a su vez inveterados negacionistas climáticos de pro – tipo Ronald Bailey[6] (405) o el falso ‘ecologista escéptico’ Bjørn Lomborg[7] aplicaban alrededor de 2000 la eficaz táctica de hacerle (pre)decir a LLDC cosas que el original no (pre)decía (406-408), con el único fin de poder afirmar que no se habían cumplido, generar confusión sobre el conjunto y neutralizar así la percepción de sus resultados (409,410). En 1987 ya había empezado con la cantinela un tal Adam Smith, seudónimo de George J. W. Goodman, en el New York Times (411). Estos mensajes son originados en organizaciones financiadas por las mismas empresas que se anuncian en los medios, lo que les otorga una difusión preminente con respecto a las respuestas u objeciones procedentes de otras fuentes.
También lo hizo ExxonMobil directamente:
«En 1972, el Club de Roma publicó Los Límites del Crecimiento, que ponía en tela de juicio la sostenibilidad del crecimiento de la economía y la población. Los Límites del Crecimiento calculaba que ahora mismo estaríamos asistiendo a un declive de la producción de alimentos, de la población, de la disponibilidad de energía y de la esperanza de vida. Ninguno de estos fenómenos ha empezado siquiera a producirse, ni existe ninguna perspectiva inmediata de que vayan a hacerlo. Así que el club de Roma se equivocó.» (412)
Este ‘The Club de Rome was wrong[8]’ se convirtió desde entonces en un latiguillo tan eficaz como falso.
Más cerca de casa, el actual presidente de la patronal española, CEOE, afirmaba en 2007 en su libro ¿Y después del petróleo qué? lo siguiente:
“El prestigioso Club de Roma, formado por científicos, políticos e investigadores, a principios de la década de 1970 cometió el atrevimiento de pronosticar el final del petróleo hacia 1992.” (p. 80) (413)
Cosa manifiestamente falsa, sólo comprensible desde una información sesgada recibida de terceros. Además el Club de Roma es principalmente un grupo de empresarios. O sea: no se lo ha leído, porque LLDC no habla del petróleo en ningún momento sino de una agregación de ‘recursos’ que, por cierto, no se acabarían hasta finales del siglo XXI. Es interesante observar cómo ha llegado a germinar este argumento, esta falsedad, que se encuentra incluso hoy generosamente repartida por el ciberespacio con gran profusión mientras que por aquél entonces no había Internet ni nada que se le pareciera.
Julian Simon y sus apuestas
El cornucopiano[9] Julian Simon, entonces en el think-tank Heritage Foundation (414), sede del fundamentalismo cristiano más poderoso del mundo (415), y después en el libérrimo Cato Institute donde anidó el economista ultraliberal Xavier Sala i Martín, afirmaba que no había límite alguno, y que la población mundial podría crecer al 1% anual durante siete mil millones de años (!) (416). Lo dijo (lo escribió) a saco, sin haberlo calculado, pues de haberlo hecho se habría dado cuenta de que no bastaría con colonizar todo el espacio sideral, pues tamaño crecimiento llevaría el número de habitantes planetarios a ser 35.000 órdenes de magnitud mayor que el número total de átomos del universo (417). No digamos ya la producción industrial. Convendrá conmigo en que resulta intrigante que, a pesar de decir sandeces de esta magnitud, Simon fuera elegido en 1995 miembro del comité de gobierno de la American Association for the Advancement of Science (AAAS).
Como reza el subtítulo de su más famosa obra, The Resourceful Earth: A Response to Global 2000, se trataba de una respuesta directa al informe Global 2000 Report to the President of the United States, a la sazón Jimmy Carter, encargado por él mismo. Pero indirecta a LLDC. Y es que el Global 2000 Report había llegado a conclusiones similares a las de LLDC, empleando también un modelo propio basado en dinámica de sistemas. Concluía en 1980 que:
“El Informe Global 2000 no es una predicción del desastre. Es, no obstante, una proyección de las condiciones que pueden desarrollarse en el mundo a finales de siglo si estos problemas tan reales son ignorados.” (418)
Este inacabable Simon fue el que hizo una apuesta con el ecólogo Paul Ehrlich acerca de la evolución del precio de los recursos, y ganó. Ehlrich no había previsto la escala a la que los combustibles fósiles llegaría a ejercer de abono, dando lugar a la (mal) denominada ‘revolución verde’ (419). Hoy no hubiera perdido (420), y tampoco lo hubiera hecho entonces de haber tomado un intervalo de tiempo algo mayor que el de la apuesta. Pero erró de forma algo infantil, los de siempre no paran de repetirlo, los demás no dejamos de oírlo y muchos siguen creyendo en la ‘ciencia’ de Simon.
Este resultado fue celebrado por el costado productivista como una bomba nuclear lanzada sobre el enemigo, e interpretado como una confirmación de la supremacía de la idea del crecimiento sin fin posible. El bando conservador aprovechó esta circunstancia en el terreno de la información y el adversario quedó perplejo, sin capacidad de reacción. Hasta el punto de que todavía vive acomplejado sin atreverse a reafirmar con contundencia aquello de lo que está seguro, aquello que no ha sido posible desbancar argumentalmente, sino que sólo ha triunfado en el terreno de las apariencias.
Filofascistas
Otros eran más payasos, como el filofascista confeso Lyndon LaRouche, afirmando en American Mercury que:
“Este curioso Club de Roma ¿[es] sólo una banda de pedantes aburridos, o son una siniestra camarilla deseosa de controlar el mundo?” (421)
LaRouche defendió que no hay límite alguno al crecimiento y que el Club de Roma pretendía la exterminación de las ‘razas más oscuras’. Por su parte, Milton Friedman, el que decía que una teoría económica no necesita fundamentación pero defendía que tiene la misma o superior validez que cualquiera de las ciencias físicas – pues le basta con que funcione (422) – calificó los resultados de LLDC en 1995 de ‘estúpidas proyecciones’ (112,423).
La cámara de resonancia, formada por los sospechosos habituales, se encargaba del resto, por ejemplo a través de The Economist, engañando miserablemente a sus lectores con su ‘Club of Rome was wrong’ (424) cuando de ninguna manera es posible afirmar tal cosa … por lo menos todavía. Y, como queda ya poco por ver, hay muchos más indicios de que estuviera en lo cierto que de lo contrario.
Ataques desde el otro flanco
El negacionismo hacia LLDC no procedió sólo de aquellos que veían peligrar sus negocios en expansión o de quienes creían ver una conspiración de la ONU, o de quienes se negaban a aceptar que las matemáticas contradijeran su ideología o de quienes veían su profesión amenazada por extraños, o simplemente veían cuestionada su cosmovisión. O a quienes encontraron calidez entre los suyos por decir lo que decían, lo creyeran o no.
El Sur reaccionó. La intelectualidad de Latinoamérica era potente y competente, y recibía soporte institucional. Amílcar Herrera, un científico humanista argentino de la Fundación Bariloche, rehízo World3 en 1977, cuyas conclusiones consideraba demasiado próximas a las premisas del Norte, y bautizó su modelo como ‘Modelo Mundial Latinoamericano’ (425). Su intención era descartar la posibilidad de colapso. No lo consiguió, a pesar de haber partido de unas premisas optimistas próximas a la fantasía (426).
También buena parte de la izquierda lo rechazó, sosteniendo que se pretendía culpabilizar a los pobres por su mayor fecundidad y que todo ello no era más que un contubernio de las clases dirigentes para controlar el mundo (427). Se ha sugerido (y yo me lo creo, aunque no tengo datos sobre este caso concreto) que estas acusaciones procedían, en realidad, de los aparatos de propaganda de las grandes corporaciones (428).
Aplicando la máxima de matar al mensajero, los relaciones públicas atacaron también al Club de Roma. Sus miembros fueron acusados de participar en una conspiración masónica, de ser Illuminati, de ser Comité de los 300, de estar pagados por la Trilateral, etc. Y de genocidas, por haber creado el virus del SIDA (429). Nada de esto soportaría el más mínimo escrutinio. En el terreno climático al imbécil de James Delingpole (The Telegraph, de Rupert Murdoch) se le permite publicar que ‘no hay bastantes balas para matar a todos los ocupados por el cambio climático’ (430). Marc Morano, el que fue asistente de quien acaba de ser nombrado presidente del Comité de Asuntos Ambientales del congreso estadounidense, quería ‘flagelar públicamente’ a los científicos del clima. Glenn Beck, a través de Fox News (Rupert Murdoch) les pedía en 2010 que se suicidaran (431). Pues a los autores de LLDC hay que matarles, cortarlos en pedazos y enviarlos a bancos de órganos (432); eso se dice en Internet. Así es el ala más dura del negacionismo organizado, que procura cubrir todos los flancos. Y así estamos.
En todo caso los soviéticos al completo y algunos marxistas occidentales defendían que no podía haber límites físicos, pues todo obstáculo al progreso era de origen puramente social (433). Dar esta afirmación por cierta nos llevaría a la posibilidad de negociar, además de la distribución de la riqueza, también las leyes de la física, cosa que me legitima para albergar cualquier deseo. Por ejemplo sería interesante saber en qué modelo de sociedad podría yo teletransportarme cuánticamente. Por su parte, la invitación implícita en LLDC a limitar la población mundial hizo que la Iglesia tampoco viera con buenos ojos el documento (434). Dios proveerá, debieron pensar los señores obispos. Y así, con todos los poderes en contra, LLDC no prevaleció.
Ocurre que LLDC apareció en 1972, momento cultural en que la confianza en la tecnología era máxima y existía la creencia generalizada de que no había reto que la humanidad no estuviera en condiciones de superar. Hacía poco tiempo del primer paseo lunar, y la electrónica de estado sólido comenzaba a ofrecer sus espectaculares frutos. La TV comenzaba a mostrarnos un mundo en colores. Por aquél entonces la energía era baratísima, apenas era un coste, y la había en abundancia. En todas esas circunstancias el mensaje de limitación era antiutópico, y resultaba hereje para muchos. Desde luego para el poder económico, que acababa de decidir que la ideología de mayo de 1968 en general, y el movimiento progresista y ecologista en particular, que les imponían límites, eran los enemigos a batir (435).
El ‘Manifiesto Powell’ de 1971, originado en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, seguido en 1978 por el ‘El momento de la verdad’ de William Simon – el artífice declarado de la ‘counterintelligentsia’ (436) – convencieron a aquellos que estaban en condiciones de activar los mecanismos necesarios. Y significaron la señal de salida del contramovimiento de los ricos, en lo que ha sido calificado como un ‘golpe de estado incruento’ en el que las grandes corporaciones y fortunas acabaron haciéndose en poco tiempo con el control del destino (437).
Y como en estas cosas el componente emocional también cuenta, yo tengo para mí que el festival de Woodstock del verano de 1969, cumbre que lo fue del movimiento hippie en pleno Nueva York, horrorizó de tal modo a la derecha bienpensante que la predispuso al combate. Comenzaron por la base: la escuela y la universidad. Y les llevó siete años, siete (438), aunque su objetivo último se dirigía a una generación vista (439,440), que ya tenemos aquí. Su éxito: la orientación cívica de las personas más jóvenes es mucho menor ahora que hace 30 años (441). Y, mientras esto escribo, los niños, jóvenes de mañana, estarán escuchando miles de veces al día, vía cancioncita de película infantil de éxito, el mantra: ‘let it go, let it go’[10], no te comprometas.
Comenzó entonces la expansión de los think-tanks que consiguieron llevar primero a Margaret Thatcher y después al actor Ronald Reagan al poder en los 80. Poco más tarde, estas organizaciones se dedicaron, entre otras muchas fechorías, al negacionismo nicotínico primero y al climático después, pasando por todos los demás. De modo que aplicaron a LLDC la misma medicina que habían aplicado a Rachel Carson en 1962 cuando publicó La Primavera Silenciosa, primer llamamiento mundial a considerar límites ecológicos (442). Y así se iban entrenando para futuros negacionismos, que iban a requerir más elaboración. Con todo, el que más ha triunfado ha sido el negacionismo económico. Ha triunfado hasta tal punto que, siendo hegemónico, se le sigue teniendo por ‘lo ortodoxo’. Realmente, puede cantar victoria.
Pueden cantar victoria las 700 personas que controlan el 80% de las empresas transnacionales, y las 85 personas cuya riqueza equivale a la de la mitad más pobre de la humanidad, 3.500 millones de personas. Y son tan hábiles que han conseguido calificar de demagogia estas afirmaciones y hacer que muchos de los afectados lo tomen como tal.
Algunas de estas negaciones de LLDC, y muchas cosas más, las cuenta detalladamente Ugo Bardi en su libro Los límites del crecimiento retomados, prologado por Federico Mayor Zaragoza y con epílogo de Jorge Riechmann, que ha visto hace poco la luz en lengua española y que recomiendo vivamente (385).
Nuestros negadores patrios
Juan de Ortega y Politikon
En España muchos siguen descreídos. El equipo de la web Politikon que, según se afirma, responde al nombre de Juan de Ortega, cuenta entre sus filas con Kiko Llaneras, doctor en automática y que se dedica a la biología computacional. Es realmente sorprendente que un automático suscriba (o parezca suscribir) la siguiente afirmación, publicada el pasado mes de julio en ocasión de un debate a partir del manifiesto ‘Última Llamada’. Habla Juan de Ortega, un seudónimo:
“Quiero dejar claro que la opinión de la profesión sobre Los límites del crecimiento es que oscila entre una asombrosa incompetencia y el fraude; y lo es porque se trata de una ensalada de curvas exponenciales y condiciones lineales de dependencia, realizadas sin el menor esfuerzo de descripción realista de los mecanismos de ajuste entre ellas… Las previsiones del modelo fueron un desastre, y en general de todo aquello hoy no queda nada, porque tampoco había nada al principio. Nordhaus le dedicó un paper bastante definitivo en 1992, aunque la mera descripción del modelo demuestra que se publicó como libro porque no pudo pasar ninguna revisión por pares.” (443)
Lo de qué cosa queda lo veremos pronto en esta serie de textos, y nos daremos cuenta de que no es poco. Entretanto parece claro que Ortega se refiere a la profesión de los economistas ortodoxos, y que este párrafo hubiera resultado algo más moderado de habérselo consultado a Kiko si éste hubiera querido hacer valer su formación de base. Por ejemplo, lo de las condiciones lineales de dependencia muestra que no habla con fundamento suficiente, y que además lo hace por boca de terceros. Sospecho que lo mismo aplica a las ‘relaciones de dependencia’, aunque en este punto sería legítimo cuestionar tal o cual ecuación del modelo, cosa que en ningún momento hace ni he visto que se haya hecho en ningún foro donde se expresan los ‘ortodoxos’. Y ello en los más de 40 años transcurridos.
Lo de Nordhaus ya se lo he contado, y lo de la muralla de la revisión por pares también lo he sugerido. Por lo demás, que Juan de Ortega y compañía – grupo ultraliberal del que es notable su forma de debatir de expresión serena y paciente, por lo menos por escrito, poco habitual en estos ambientes – considere que LLDC oscila entre ‘una asombrosa incompetencia y el fraude’ no hace más que confirmar el búnker mental de esta profesión, de ósmosis próxima a cero.
Después de tomarse la licencia de afirmar que LLDC es una payasada, sostiene Ortega:
“Otro ecologismo también es posible.” (443)
Toma. Creer que LLDC es ecologismo es un error conceptual grave[11], que muestra bien a las claras la eficacia del negacionismo en general y de los bulos interesados en particular – que para eso están. Lo único que permite relacionar LLDC con el ecologismo es que apareció en un momento en que comenzó en todo su esplendor el contraataque empresarial al ecologismo de la época, sucesor del macartismo. O que algún ecologismo político toma la visión sistémica como base de su argumentación. Pero LLDC es un mero modelo matemático basado en parámetros físicos, que no fue financiado por ecologistas, ni verdes por fuera ni rojos por dentro.
También podría haber dicho que otro comunismo es posible, porque si bien los marxistas del politburó advirtieron amenazas ideológicas otros comunistas menos institucionales, como los españoles Manuel Sacristán o el transformista Ramón Tamames, lo asumieron y reflejaron en su día su preocupación (25).
Con todo, no deja de sorprender que Juan de Ortega, en estas condiciones cognitivas, manifieste cero preocupación por el problema energético pero si alguna respecto al cambio climático:
“Lo que nosotros defendemos es que la plasticidad de la economía mundial, su capacidad de respuesta a las señales de precios, y una serie de afortunadas coincidencias económicas y geológicas hacen que el problema de los recursos naturales sea prácticamente un no-problema, o al menos solo lo sea en la medida en que se dé la desafortunada coincidencia de que la sensibilidad climática a las emisiones de CO2 sea más alta de lo que hoy se cree.” (443)
Ah, bueno. Si la sensibilidad climática es la que hoy se cree, tranquilos, no hay coincidencia desafortunada, no pasa nada, otro no-problema. Mira por dónde respiran estos hiperinformados alter-ecologistas.

S. Fred Singer, negacionista climático, del daño del tabaco, de la influencia de los CFC en la capa de ozono, etc., que lideró el ataque a LLDC ya en 1972
Sus fuentes de información están sin duda severamente sesgadas. Acabo de enterarme de que quien lideró el contraataque a LLDC, ya en 1972, fue S. Fred Singer, uno de los negacionistas profesionales de todo, y sobretodo climáticos, que tenemos bien identificados y puestos al descubierto en este blog[12]. Para Singer todo era un cuento chino, porque los suministros de energía son ilimitados, no cuestan apenas nada y es posible desalinizar toda la mar salada si no llueve lo suficiente (444).
Bruno el descreído
El ejemplo ibérico más lacerante es el que nos muestra Bruno Estrada, director de estudios de la Fundación Primero de Mayo, quien afirma el ElDiario.es, poco antes del consabido argumento falaz de la cantidad de energía que el planeta recibe del sol (ver más adelante) y de acusar al maltusianismo de no haberse enterado de nada (hemos visto por Turchin que se enteraba por lo menos de la mitad) que:
“La segunda ley de la termodinámica no puede considerarse un corsé rígido sobre el crecimiento económico, ya que la condición para que se cumpla dicha ley es que no tiene que haber fuentes externas de energía.” (445)
Es curioso, y ligeramente irritante, que a alguien le dejen publicar esta barbaridad desde una tribuna que pretende cierta autoridad en la materia. Pedro Prieto (446) y Margarita Mediavilla (447), han respondido con más ironía que irritación, pero a mí me solivianta un poco más. Decir esto es como decir que la ley de la gravedad sólo se cumple en la Tierra. Esta afirmación de la segunda ley de la termodinámica no es cierta de ninguna manera. Yo, cuando escribo algo de lo que no estoy seguro, o bien lo compruebo más tarde o bien se acaba cayendo del texto definitivo. Otros parecen ir más a saco, sin límites.
Pocas leyes hay tan universales como las de la termodinámica. Se cumplen bajo cualquier condición, aquí y en la galaxia más remota, y se cumplirán (presumiblemente) por toda la eternidad aunque no quede un solo humano sobre la Tierra y la vida se haya extinguido. Una de las magias de la humanidad consiste precisamente en haber dado con este tipo de leyes universales y haberlas postulado correctamente.
Bruno intenta reforzar su argumento así:
“Estos son los límites del decrecimiento: considerar a la biosfera como un sistema casi cerrado, cuando recibe anualmente aportaciones de energía provenientes del sol superiores en cinco mil veces el consumo energético de la humanidad.” (448)
Yo no sé lo que es un sistema casi cerrado, pero sí sé lo que es un sistema termodinámicamente cerrado, que es a lo que se refiere Bruno[13]. Precisamente un sistema que no intercambia materia con el exterior, pero sí energía. Un sistema abierto intercambia además materia. El planeta es un sistema cerrado (bueno, casi, por lo del polvo interestelar que llega). También es posible que sea economista y entienda por cerrado que no es previsible, que los precios del futuro no están determinados, que es una de las confusiones terminológicas interdisciplinares que he descubierto hace poco.
Vemos pues una vez más la irrealidad en la que se ha instalado la izquierda tradicional. Aquí nadie está libre de errores perceptivos, pero cabría exigir un mínimo de rigor analítico. Concluye Bruno:
“La ideología, una vez más, se impone a un análisis certero de la realidad.” (448)
Vale.
Disonancias romanas
No hombre, no crea que el Club de Roma (re)negó del trabajo que en su día financió. Ni mucho menos. El Club de Roma nunca se ha desdicho en los más de 40 años de ejercer de sparring, y sus motivos debe tener. Es más: cuando en 1975 encargó a Jan Tinbergen una continuación de LLDC, y les salió por lo crecentista, le retiraron su confianza poco después (449,450).
Pero tampoco el club ha sido especialmente activo en su defensa. ¿Por qué? En mi opinión el motivo es claro: el Club de Roma se encuentra atrapado en sí mismo, vive en disonancia cognitiva. Y así sigue, intentando en los años 90 ‘factores 4’ en plan environmental economics y capitalismo natural (451), al tiempo que sigue participando en seminarios donde se ratifica en los mensajes centrales de LLDC (puede encontrar aquí una excelente y exhaustiva crónica de la jornada del 18 de noviembre de 2014 en Barcelona).
En todo caso una conclusión bastante obvia de LLDC es que (ya) no se puede crecer. Y que si se hace, a algún plazo se decrecerá, pero a lo bestia. Y que más dura será la caída cuanto mayor sea el empeño que se haya puesto en mantener el crecimiento una vez superado el umbral límite.
El Club de Roma está formado por empresarios. No son los empresarios ultraliberales y fundamentalistas del mercado al uso. Pero como tales están obligados a crecer, por lo menos en beneficio. Porque en el mundo actual, en el régimen capitalista, si no se crece, se muere. No hay madurez, solo infancia y alguna adolescencia, que es donde están instalados estos empresarios pioneros, por lo menos mentalmente. Pero no pueden hacer abstracción de su entorno, desde luego no del biofísico a medio plazo, y mucho menos del económico y financiero a corto plazo, a pocos meses, que es cuando hay que presentar resultados a la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
Artur Melvin Okun ya demostró que, en el capitalismo, sólo era posible mantener el empleo mediante tasas de crecimiento del 2,5-3% (que ahora podría ser menor a base de reducir las horas trabajadas). Es la llamada ley de Okum, de base meramente empírica. Y yo afirmo que si no aumentara el PIB a medio plazo, o no se vislumbraran perspectivas de ello por lo menos a largo, el sistema financiero no puede funcionar como lo está haciendo, y que por tanto colapsaría. Si no se pueden pagar los intereses, ni los capitalistas ni las instituciones van a prestar dinero. Vamos a ir viendo si este escenario es verosímil o no, o hasta qué punto, y cuándo.
Creo que me he expresado lo suficiente, y volveré sobre ello al final. Quienes negaban LLDC sabían lo que se hacían. No estaban criticando un modelo matemático. Negaban la demostración fehaciente de la imposibilidad física de la existencia (futura) de su modelo económico preferido. LLDC les decía, matemáticamente, que es inviable. Y hasta ahí podíamos llegar.
Examinar referencias
Índice de la serie y enlaces
Notas al pie
[1] Jay W. Forrester (1989) – The Beginning of System Dynamics (383)
[2] Modelos de ruina, de maldición
[3] Mediciones sin datos
[4] La asignación de los recursos energéticos
[5] Basura de entrada, basura de salida
[6]Reason Foundation, free-market think-tank, autor del libelo Eco-Scam: The False Prophets of the Ecological Apocalypse (452)
[7]Copenhagen Consensus Center (Washington). Está acreditado que Bjorn Lomborg cobró, sólo de su fundación sin ánimo de lucro, y sólo en 2012, nada menos que $775.000 (453)
[8] El Club de Roma estaba equivocado
[9] Cornucopiano: persona que cree que la tecnología todo lo soluciona
[10] Déjalo estar, déjalo estar
[11] Según definamos ecologismo, pues algun revisor de este texto ha objetado esta afirmación[12] Si bien no para el caso de este personaje en concreto
[13] El concepto de abierto-cerrado en economía es distinto al físico. En un sistema (económicamente) cerrado, se conocen todos los precios futuros de todos los productos (454)
Ferran estoy disfrutando muchísimo con la serie. Esta abrumadoramente documentada.
Todos los enlaces que remiten al índice de la serie, por ejemplo de este último post, que empieza por el 380 y superiores, te llevan a la pagina de referencias, pero en esta, la última referencia es la 315. Por lo cual no se pueden consultar todas las referencias que enlazas con números superiores a 315.
Una vez mas agradecer tu trabajo, impagable, y aunque uno, no este comentando en cada vez, que sepas que espero con expectación la publicación de cada post de la serie. y que por mi parte agradezco que los publiques con un intervalo tan pequeño.
Un abrazo.
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Gracias Joan; veo que olvidé complementar las referencias. Ya ha sido corregido. ¡Me encanta que disfrutes!
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De verdad que estoy impresionada. Algunas veces hay cosas que se me escapan (por lo de no ser experta en el tema), pero siempre sus palabras siempre me devuelven el sentido que a veces pierdo yo. Muchas gracias, de verdad, porque me parece un gran trabajo que a mi, personalmente, me está afianzando más aún, en mis certezas (que no creencias). Eso si, cuando terminé volveré a leerlo todo de nuevo con más calma aún.
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Lo mejor que se me puede decir es que mis textos hayan cambiado a alguien hacia bien. Gracias.
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Magnífico, Ferran, no caben más calificativos; ¡chapó!.
Sí me gustaría comentar un par de cosas sobre las emociones que tu trabajo y redacción me han catalizado muy vívidamente; y digo «catalizado» porque aunque la mayor parte de los datos, procesos, hechos, teorías y argumentos que transmites ya los conocía, me ha encantado la dinámica y la dialéctica con las que los relacionas e hilvanas, además de la sutil, pero permanente, ácida ironía .
La primera es una tremenda y profunda indignación por el adormecimiento cultural de nuestras sociedades, que ampara y promueve que a las personas informadas no se nos perdone el mínimo error, crucificándonos para después encerrarnos y tirar la llave al mar, mientras que a tantos cantamañanas vendedores de humo se les aclame y admire colectivamente cuando su discurso es una permanente adaptación incoherente del «donde dije digo, digo Diego».
La segunda, relacionada con la anterior, es una profunda tristeza al reconocerme, y a tantas de nosotras, cada cual con sus motivos y razones, atrapado en esa disonancia cognitiva romana que describes: también vivo sin vivir en mí, muy consciente del desastre en ciernes al que nos aproximamos cada vez más deprisa, prácticamente con la ansiedad compulsiva del adicto, mientras no encuentro vía alguna dentro de este sistema que, más allá de la divulgación en todos los foros a mi alcance, me permita alterar radicalmente su inercia.
Un abrazo.
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Gracias Tasio, un fuerte abrazo.
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Hola Tasio, andaba retrasado con mi calendario de publicación y ayer solo quise saludarte para tener hoy más tiempo para ti.
Me alegra que te guste lo que voy haciendo, y sería magnífico que esta calificación se mantuviera hasta el final. Pero es más difícil, porque el final ya es difícil en si mismo.
Me alegra especialmente por tu condición de economista. Me gustaría llegar a los ortodoxos, a los neoclásicos, y si no puedo llegar por mi lenguaje, el canal, o por su cerrazón, por lo menos que lo tengan ahí a disposición por si alguno quiere despertar.
Como sugieres, el componente emocional de todo esto es fortísimo, y yo reconozco dificultades muy grandes para soportarlo. Estos escritos me ayudan mucho, pero a menudo, cuando recuerdo su limitado alcance, me atenaza el sopor. No nos tienen por sujetos de razón, somos una molestia que han aprendido a tolerar.
Comprendo tu disonancia, que es la mía, y la de tantos. Hemos crecido en un mundo que crecía, y hemos creído en un mundo que creía en el crecimiento. La filosofía desde la Ilustración, el estar, el vivir, están adaptados a un mundo en expansión. El «horizonte de sucesos» siempre alejándose, el win-win siempre una posibilidad real. Siempre mañana podían ocurrir más cosas que ayer.
No estamos preparados para lo contrario, mucho menos para lo contrario, permanentemente. Si el crecimiento se acaba por agotamiento de las fuentes de alimentación, quedamos ideológicamente desnudos (emocionalmente todavía lo estamos bastante). Y no hay peor desnudez que la filosófica.
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Gracias, Ferran.
El aislamiento es, efectivamente, magnífico, y patético a la vez.
Para mí, que llegué a la Economía por casualidad desde la Biología autodidacta, para terminar haciendo de ella, de la Economía, y de mi vocación por transmitir el conocimiento de manera pedagógica, mi profesión, el aislamiento y las emociones son terribles.
A medida que, ya hace de esto más de 30 años, comencé a acercarme a todo este conocimiento, espoleado fundamentalmente por las tremendas contradicciones e incoherencias que me iba encontrando en la ortodoxia y en nuestra cultura imperante, a medida que iba descubriendo más aspectos del funcionamiento real de nuestro mundo y de nuestra civilización, a medida que viajaba y experimentaba, más deseaba estar equivocado. Ese deseo de equivocarme ha permanecido todo el tiempo hasta hoy, animando fogosamente mi curiosidad por seguir descubriendo, siempre albergando, pero cada vez de forma más efímera, la esperanza de encontrar algo pasado por alto que pueda indicar que hemos omitdio algo por el camino y que todo es una equivocación, algo que nos señale que el conocimiento del colapso al que nos dirigimos de no virar radicalmente, y que ya estamos viendo y experimentando, solo es un producto de nuestra imaginación apocalíptica.
Pero no. Es cierto, y desde diferentes puntos de partida y con diferentes perspectivas, transitando por el camino del conocimiento profundo y la razón, vamos convergiendo en un mismo punto; no hay errores, al menos no errores fundamentales.
Entonces, la intrascendente levedad del ser abruma cuando vives en una comunidad donde quienes deberían asumir su responsabilidad en ser los primeros en alzar la voz de alarma y ponerse al servicio de sus conciudadanos, cada vez más, y salvo muy honrosas excepciones, se han convertido en los precursores de la cultura surrealista que nos envuelve cada vez más y en los oráculos autistas de una civilización decadente; y cuando, al saberlos equivocados, asumes la responsabilidad, nadando contra corriente para intentar alertar y dar acceso al conocimiento profundo a quienes, en su permanente preocupación por la carrera de la mejora continua de final cierto, levantan eventualmente la vista para reparar en el verdadero alcance del boque…
En fin, Ferran, seguimos difundiendo, con todos los medios y por todos los medios a nuestro alcance, mientras podamos y mientras se mantengan las complejas instituciones que hemos erigido.
Es probable que solo quede la alterantiva de «más verdad y más fuerte».
Un abrazo.
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Ferrán: sigo con delectación esta serie. Advierto que las fechas que se acompañan al título del indice no son correlativas a la numeración de los apartados, pues la del 31/12/2014 es la «8: Los mensajes (auténticos) de ‘Los Límites del Crecimiento’, y la del 01/01/2015 es esta: «7: Las (no) previsiones del Massachusetts Institute of Technology».
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Hola José Luis,
Es posible que haya estado mal pero he mirado ahora y no veo error. Igual te guías por una versión anterior o un impreso.
A medida que voy revisando y publicando ocurren dos cosas: 1) Voy añadiendo detalles, y en consecuencia a veces 2) Aparece la necesidad de dividir las entradas tal como las había previsto en un principio para que no sean más largas de lo demasiado que ya son. Entonces cambio el índice (de ahí lo de ‘tentativo’), por lo visto no siempre a tiempo de esquivar lectores sagaces como tu.
Gracias por avisar y por tu proximidad.
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Hola, Ferrán. Yo te sigo a partir del aviso que voy recibiendo por e-mail de la publicación y de su correspondiente link. Y es cierto: recibo varias veces el mismo aviso, y es posible que de un aviso al otro tu mismo hayas cambiado algo. No importa, porque voy imprimiendo en PDF las entregas por el orden cronológico de sus fechas. La lectura del contenido, sin embargo, ofrece un riguroso orden y progreso, a pesar de que las numeraciones de los titulares hayan podio ser cambiadas. Sigo leyendo con placer, y no es desgraciadamente habitual, por eso lo agradezco doblemente.
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Pues yo te lo agradezco más todavía!
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