Una carta a los Reyes Magos desde Barcelona, al Oriente de Rio de Janeiro
Mañana comienzan en Brasil las sesiones preparatorias de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible. A día de hoy, la comunidad internacional aparece dividida, si bien la posición previa común de los Estados Unidos, la Unión Europea y otros países ‘ricos’ a favor del ‘crecimiento’ y de la imposición de la ‘economía verde’ de corte incremental al resto del mundo augura un resultado final muy decantado hacia las posiciones liberales, como ya ocurriera hace 20 años. El problema es que los acuerdos alcanzados hace dos décadas, basados en estos principios, no han servido absolutamente para nada más que para marear la perdiz y distraer al personal, para irritación creciente de la comunidad que es capaz de hacerse una idea cabal del problema existencial al que se enfrentan la mayoría, o todas, las civilizaciones del planeta.
La conferencia de 1992 giró alrededor del problema climático y la biodiversidad. Desde entonces, la concentración atmosférica de CO2 ha pasado de 360 ppm a casi 400 ppm. Veinte años después, nadie ha decidido todavía qué significa exactamente la interferencia antrópica peligrosa en el sistema climático.
El número de especies se está reduciendo a un ritmo acelerado, y lo único que parece preocupar ahora a los negociadores, que se sienten legitimados por un reciente giro de las revistas científicas homologadas, es ponerle precio a la biodiversidad, saber cuánto vale en términos económicos. Estudian cuál es el mínimo de especies en el planeta que permite la vida humana, para intentar no rebasarlo. Por encima de este valor, el resto de la vida sobre la Tierra parece no importar en absoluto a los representantes de la comunidad internacional dominante, atribuyéndole así la condición de prescindible.
Así, la reciente “Declaración de Gabón” ha llevado a un importante número de países africanos a aceptar la métrica económica no ya de sus recursos naturales, sino de la naturaleza en su conjunto. El antropocentrismo radical ha triunfado, arrastrado por una hegemonía cultural secuestrada y reducida por la lógica económica liberal. Su capacidad de expansión y auto-reproducción ha quedado bien demostrada, e impone su unidad de medida como patrón universal de comparación entre personas, entre países, y entre visiones alternativas del mundo.
Finalmente, no hay ni siquiera acuerdo sobre el significado preciso del concepto de desarrollo sostenible, y en todo caso se está imponiendo la idea de la sostenibilidad débil, que considera a la naturaleza sustituible por capital.
Pero como Rio+20, con todas sus insuficiencias, es lo mejor que por ahora tenemos en el terreno internacional, entiendo que es un foro que no se puede desaprovechar. En este sentido, he elaborado distintas propuestas, políticamente atrevidas pero no imposibles, agrupadas en tres categorías genéricas.
1. Establecer un objetivo climático con base científica real
El cambio climático no es el único factor que influye en la pérdida de biodiversidad, pero si el principal. Así, junto a otros objetivos de orden secundario, debería establecerse un objetivo climático que supere la ambigüedad desmovilizadora y ausencia de soporte científico suficiente de los “+2 ºC”. Entiendo que el objetivo a establecer debe medirse en términos del desequilibrio energético de la Tierra (energy imbalance).
Un objetivo “cero desequilibrio” en referencia a la temperatura actual es sencillo en su formulación, tiene sentido científico, e invita a la acción correctiva. Si se complementa con un objetivo temporal tanto mejor, aunque esto podría dejarse para convenciones sucesivas.
2. Superar el déficit de información
Nuevos indicadores de bienestar
Está bien reconocido que el producto interior bruto, aunque tenga cierta lógica económico-bancaria, no es un buen indicador del bienestar, y en todo caso es claramente insuficiente. Es preciso complementarlo con otro(s) indicador(es) que tenga(n) en cuenta valores internacionalmente compartidos como el nivel educativo, la conservación de la naturaleza, la longevidad, los objetivos en mitigación y adaptación al cambio climático y la resiliencia de cada comunidad respectiva, y del conjunto, a los impactos económicos y naturales. También añadiría la paridad de género y un nivel máximo de desigualdad económica, así como la felicidad subjetiva pero, desafortunadamente, o no son principios universalmente compartidos, o podrían generar reacciones contrarias de intensidad suficiente como para distraer la urgencia de la toma de decisiones.
La literatura científica ha analizado una pléyade de propuestas en nuevos indicadores, de las que convendría elegir uno de ellos (o más de uno, o un índice compuesto) y oficializar su condición en el sentido de otorgarle la misma relevancia pública que el PIB y formar siempre pareja con éste.
Medios de comunicación específicos dependientes de Naciones Unidas
Muchos analistas presos de la retórica mercantilista se refieren al déficit de información en cambio climático y en sostenibilidad como un fallo de mercado. Como muestra la experiencia, una prensa sometida a las leyes del mercado no garantiza el tratamiento objetivo y en intensidad suficiente de los problemas más acuciantes de sostenibilidad. Esta situación impide la necesaria presión de la ciudadanía al poder político.
Como alternativa propongo que Naciones Unidas establezca sus propios medios, en particular audiovisuales, y que cada estado y/o comunidad lingüística se sienta comprometido tanto a participar en sus contenidos como a legislar en favor de la promoción de la máxima audiencia. No va a ser ninguna panacea, pero puede ser un primer paso y señalar un camino a los medios dependientes del mercado.
Accesibilidad pública de la información científica financiada con fondos públicos
Es vergonzoso que unas pocas empresas interpuestas, cuya aportación de valor es mínimo con respecto al proporcionado por los investigadores creadores de sus contenidos, gocen de unos beneficios fabulosos en comparación con el promedio de actividades económicas privadas. El acceso particular a un documento de investigación cuesta no menos de 30 $ (y se necesitan decenas o centenares para alcanzar una conclusión fundamentada), mientras que la financiación de esta investigación se realiza con fondos públicos. Esta barrera impide, entre otras cosas, el contraste entre las afirmaciones del negacionismo y la realidad de la ciencia.
Esta situación debería resolverse de forma que los papers de investigación académica fueran fácilmente accesibles por el público. Por ejemplo a través de las bibliotecas o, en un movimiento de mayor alcance, mediante la conversión a propiedad pública de las pocas empresas editoriales que gestionan las publicaciones científicas, que podrían quedar a cargo de un organismo específico de Naciones Unidas.
3. Mejorar los sistemas de gobernanza global
Mayor integración de disciplinas científicas en un supraorganismo
Existen actualmente distintos organismos que efectúan una importante labor de integración del conocimiento científico correspondiente a distintas disciplinas, como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), y otros. Sin embargo, siguen adoleciendo de limitaciones al contemplar sus fronteras de conocimiento como inexistentes, o bien como una condición de contorno fija. Esto restringe la consideración del mundo como el sistema complejo interdependiente que es, e impide su reflejo en los sistemas de gobernanza.
Esta limitación se manifiesta, por ejemplo, en situaciones tales como los escenarios de emisiones del IPCC, que contemplan trayectorias imposibles al no tener en consideración las limitaciones físicas en la velocidad de movilización de los combustibles fósiles, o informes que establecen despliegues de sistemas de energías renovables para los cuales no habría en el mundo recursos suficientes de algunos minerales no sustituibles (por ejemplo el cobre), lo que no deja de ser, en el mejor de los casos, un ejercicio de wishful thinking.
Así, es preciso extender este tipo de organismos a otros ámbitos. Por ejemplo, habría que crear uno sobre economía en pie de igualdad con los demás; distinto de otro sobre comportamiento humano, más orientado a la psicología y la sociología; así como (al menos) un tercero que efectúe un inventario de los recursos disponibles sobre la Tierra, y establezca su nivel de disponibilidad y reciclabilidad.
También, y muy importante, un supraorganismo de nueva creación tendría como misión integrar el conocimiento de cada uno de los ámbitos. Esto permitiría eliminar la intervención gubernamental, así como la politización, siquiera retórica, que se observa en los ámbitos actualmente en vigor, tan evidente en el IPCC. También permitiría evitar la interferencia de la economía en ámbitos que no le son propios: es preciso limitar su tendencia a interferir por doquier, con la demostrada consecuencia de aguarlo todo.
La comunidad internacional política podría participar en el nuevo supraorganismo, pero debería retirarse de los sectoriales. Este ente integrador tendría carácter normativo.
Creación de nuevas instituciones de alto nivel
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente debe elevar su rango al de agencia especializada, al mismo nivel que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, e intervenir en sus decisiones. Se debería crear un Consejo del Desarrollo Sostenible que esté bajo los directos auspicios de la Asamblea General de la ONU. Ambas agencias se alimentarían del supraorganismo científico-político antes mencionado.
En todas estas altas instituciones internacionales es preciso establecer un sistema de votación con mayorías cualificadas, en el que ningún país o coalición sobrevenida tuviera derecho de veto, tampoco en el Consejo de Seguridad.
La transferencia de tecnología y recursos a los países que se encuentran ahora en condiciones menos favorables debería ser un acuerdo imprescindible, sancionando como mínimo los acuerdos de Cancún y estableciendo nuevos horizontes. También la decisión inequívoca de que los países ricos, en términos de emisiones per cápita, actuales e históricas, van a ser quienes lideren el proceso hacia el objetivo climático. Todo ello antes de exigir a los menos desarrollados, o a los recién llegados, que cumplan con su parte, a quienes en cualquier caso se debe facilitar su integración en el proceso mediante estímulos adicionales.
Nota final
Con todas, algunas, o ninguna de estas propuestas en los acuerdos finales, es en todo caso imprescindible el reconocimiento, explícito o implícito, de un hecho incontestable: las soluciones que necesita el cambio climático, la sostenibilidad, o como se le quiera llamar, no son posibles ya con medidas incrementales, tipo ‘economía verde’ y demás eufemismos de lo mismo. Es demasiado tarde: estamos en tiempo de descuento. Hay que tomar medidas radicales (algunas de las señaladas lo son si se implementan con rapidez).
O lo hacen ellos, o tendremos que hacerlo nosotros. En este caso las probabilidades de éxito serían mucho menores. Y nuestro fracaso sería el de todos.
Gracias Ferran por otro excelente post. Lamentablemente como bien señalas, volveremos a la retórica de palabrerías y buenas intenciones en Rio+20, y no serán ni los dirigentes mundiales, ni nosotros los que pongamos soluciones a semejante problema, será la propia Naturaleza la que nos ponga a muchos de los seres vivos, a prueba. Llega la era de la adaptación al gran cambio.
Me gustaMe gusta
Esto de la adaptación va a ser necesario, pero conviene darse cuenta de que no es posible adaptarse a un cambio de estado climático sin gravísimo daño. El clima va a estar cambiado durante siglos, milenios quizás, y la adaptación prácticamente no acabará nunca. El problema clave es abandonar la estabilidad climática del Holoceno, que es lo que permite el desarrollo de las civilizaciones.
Uno podría adaptarse con algunas garantías cuando el nuevo estado de equilibrio del sistema climático de la Tierra sea estable.
Entretanto estaremos milenios en régimen transitorio, y me cuesta ver cómo se puede adaptar uno a algo que cambia continuamente, aceleradamente, y de forma poco previsible al menos en los detalles locales. (Más previsible al principio, para después serlo cada vez menos cuando se vayan rebasando puntos de ruptura).
Además nadie sabe con exactitud cómo es un estado de equilibrio a mayor temperatura, cuál sería esta, y ni tan solo si ese estado existe realmente.
Saludos y gracias por participar.
Me gustaMe gusta
Apreciado Ferran, felicitarte por este bloc magnifico .
Lo recomiendo a mis estudiantes y utilizo parte de la informacion y de las reflexiones que nos ofreces.
Sobre el comentario debo decir que para mi tambien es contundente la grafica que muestra la evolucion de la temperatua a la salida del dryas reciente y su estabilización holoceniac que permite la cultura humana. Para mi es contundente, pero la mayoria de las personmas y las cualificadas no creen que la oscilacion este en un mas menos 1 grado, piensan que la pequeña edad de hielo tal vez eran -5 de media o algo así.
Tenemos que divulgar el conocimiento científico como sea, és acuciante.
Dennis Meadows comenta que no cree que los humanos hagan nada relevante, sera el cc y las guerras y las pandemias los elementos de estabilización.
Antoni Martínez Taberner
Me gustaMe gusta
Es un honor que emplees mis textos para tus actividades didácticas. Muchas gracias.
Creo que esta idea de que lo que ocurre entra dentro de la variabilidad natural es producto del éxito del negacionismo, y en particular de su obsesión con el «palo de hockey». Ellos saben muy bien lo que se hacen.
Me gustaMe gusta