El conservadurismo no había alcanzado sus últimos objetivos, pues corría 1997 cuando Christian Azar y Henning Rodhe todavía publicaban en Science que:
“Los análisis sugieren que debe ser adoptado un valor cercano a 350 ppmv, salvo que pueda ser probado que un valor superior es seguro.” (138)
Siempre díscolo, Hansen señala en 2005 que una temperatura máxima de 1,6 ºC supone la ‘interferencia antropogénica peligrosa’ en los términos de la Cumbre de la Tierra de 1992 en Rio de Janeiro, aún cuando no señala qué concentración atmosférica máxima de GEI llevaría a no superar este umbral. Hansen siempre ha estado pendiente del nivel del mar, y en 2005 señaló el mecanismo por el cual los glaciares y las grandes masas de hielo aceleran su fusión mediante mecanismos que se producen en su superficie (139).
Simon Retallak anuncia el mismo año la necesidad de reducir las emisiones al 2,5% anual, lo que es considerado impracticable (140). Pero Malte Meinshausen señalan que, para no superar 2 ºC, la concentración de CO2eq debe ser inferior a 400 ppm, aunque permite que se produzca un máximo de 475 ppmv (141). Nótese que se refiere a dióxido de carbono equivalente, lo que en términos estrictos de CO2 ya es situarse por debajo de 350 ppm.
David Archer señala en 2006 que para no superar 2 ºC nos valen 450 ppmv sólo de CO2, pero que para ello hay que reducir inmediatamente las emisiones a un valor de 5 GtC, la mitad del actual (142). Paul Baer y Michael Mastrandrea toman 450, que fue establecido por el informe del IPCC en 2001, y encuentran que este valor supone entre un 46 y un 85% de probabilidades de superar los 2 ºC, y que queda todavía un 11% de probabilidades de superar 3,5 ºC (143). La Union of Concerned Scientists, de la mano de Amy L. Luers, señala que un modesto 11% de incremento en la concentración de GEI, de 450 a 500 ppm de CO2eq supone pasar de un fifty-fifty a un 70-30% de probabilidades de superar 2 ºC (144).
En 2007, Andrew J. Weaver se pregunta por las implicaciones a largo plazo de los objetivos de emisiones, y comienza a concluir que en 2050 las emisiones podrán ser sólo un 10% de las actuales, que eso deberá ser para siempre, pero que no basta: habrá que organizarse para retirar el CO2 ya en exceso (145).
Hansen, por su parte, va más deprisa. En 2007 aboga por escrito por situarnos por debajo de las 450 ppm para evitar la interferencia antropogénica peligrosa (146), para al año siguiente anunciar que el límite real son 350 ppmv, como mucho, y escribe una de sus más famosas frases:
“Si la humanidad quiere preservar el planeta en que han florecido todas las civilizaciones… El CO2 tendrá que ser reducido de sus actuales 385 ppm a 350 ppm como mucho, but probablemente menos.” (146)
Entretanto, nuestro economista Nicholas Stern sigue admitiendo que se quedó muy corto en su informe, pero publica académicamente en base a 450 ppm y propone una reducción de emisiones para 2050 de sólo el 50% (147). Pero ese mismo año, H. D. Matthews y Ken Caldeira señalan formalmente en el título de un artículo en Geophysical Research Abstracts que
‘La estabilización del clima requiere emisiones cercanas a cero’ (148).
La Comisión Europea afirmaba que había que estar por debajo de 440 ppmv para no superar +2 ºC (149), desdiciéndose de su afirmación de 1996, inflida por el IPCC, según la cual el límite eran 550 ppmv (150) . Kevin Anderson comenzó a integrar el ciclo del carbono en los cálculos y señalaba que para tener alguna posibilidad de no superar las 450 ppm, las emisiones tendrían que haberse reducido ya alrededor del 10% en 2012 (151). Bill Hare señala que en 2020 deberían de haberse reducido muy por encima del 30% (152).
En la primavera de 2009 se produce el hecho definitivo. Dos papers publicados en la la misma edición de Nature parten de los 2 ºC establecidos por el entorno político-económico para señalarnos los límites que impedirían superarlos con una probabilidad dada. La aportación principal de estos dos papers consistió en acotar la incertidumbre relativa a la cadena causal ‘cantidad de carbono en la atmósfera – temperatura’, una vez integrado el ciclo de carbono en los modelos climáticos.
Recordemos que el ciclo del carbono, es decir, el hecho de que sea la propia Tierra la que se ponga a emitir carbono a la atmósfera como respuesta al calentamiento, no ha sido tomado en consideración de forma cuantitativa ningún informe del IPCC hasta la fecha, si bien señala púdicamente en un apartado perdido en los miles de páginas del cuarto informe que:
“Es de esperar que la interacción con el ciclo del carbono añada dióxido de carbono a la atmósfera a medida que el sistema climático se calienta, pero la magnitud de esta retroalimentación es poco conocida.” (153)
Malte Meinshausen y Miles R. Allen, junto a sus equipos respectivos, establecen un nuevo contexto: la métrica de las emisiones totales. Para Allen:
“Unas emisiones antropogénicas de un billón de toneladas de carbono (3,67 billones de toneladas de CO2), cerca de la mitad de las cuales han sido ya emitidas desde que comenzó la industrialización, resultan en un pico de temperatura de +2 ºC sobre la temperatura preindustrial, con un intervalo de confianza del 5-95% para 1,3-3,9 ºC.” (154)
Para Meinshausen:
“Para los escenarios considerados, la probabilidad de superar los +2 ºC aumenta al 53-87% si las emisiones globales de GEI siguen estando en 2020 por encima de los niveles del año 2000.” (155)
Por encima de todo estos dos papers de Nature de abril de 2009 cambiaron el marco del debate. Dado el tiempo de residencia del CO2 en exceso, que se mide en decenas de miles de años, lo importante, a partir de ahora, será cuánto carbono en total habremos emitido a la atmósfera, la humanidad entera, a lo largo de toda la historia. Los autores se instalan en los famosos +2 ºC, y deducen probabilidades de no superar esta barrera política en función del carbono total emitido. Podemos emitir hasta 1.000 GtC (1 billón de toneladas de carbono) para tener un 50% de probabilidades de no superar los +2 ºC. Si queremos tener un 75% de probabilidades, no es posible superar las 750 GtC. Hemos emitido ya 550 GtC (2011), luego quedan 450 GtC o 200 GtC. Visto así parece que hay tiempo, pero el ritmo de emisiones actual es muy elevado. Para el primer caso habría que reducir las emisiones al 2,35% anual desde ya; para el segundo caso, al 5%. En este enlace hay unos curiosos contadores que lo ejemplifican bien visiblemente.
Al respecto recordemos que las emisiones de carbono del permafrost ya se han iniciado [ver: Las emisiones de CO2 y metano del permafrost ártico ya se han iniciado y serán netas en los años 2020. El proceso es irreversible]. Este número de Nature de abril de 2009, que supuso un fortísimo impacto mucho más allá de la sola comunidad científica, incluía un artículo de Stephen Schneider sobre el caso peor. Caso que tratamos en este blog [ver: La probabilidad de ocurrencia del ‘caso peor’ no es baja, ni mucho menos] y que, al estar basado en los datos del IPCC, que ya vamos intuyendo como excesivamente moderados, resultan como mínimo muy preocupantes.
Hacia el objetivo real
En las mismas fechas primaverales de 2009 en que se publicaron los dos artículos de referencia en Nature bajo el titular genérico The Climate Crunch, Copenhague acogió, nueve meses antes de la famosa conferencia, un congreso de la climatología mundial que era lo más parecido al AGGG en el entorno contemporáneo, en el sentido de que sus conclusiones no necesitaban, como en el IPCC, aprobación política alguna. Allí comenzó a admitirse la dificultad de no superar los 2 ºC, y se hablaba de intentar evitar 2,4 ºC. Sólo para ello, en 2020, las emisiones deberán haber sido reducidas en nada menos que un 60-80% (57).
Finalmente, en noviembre de 2009, un grupo de 26 climatólogos líderes elaboró un documento titulado ‘Diagnóstico de Copenhague’. Ahí se señala sin ambages que la cantidad de dióxido de carbono disponible por habitante tendrá que ser inferior a una tonelada al año, por los siglos de los siglos. Esto es equivalente al consumo per cápita actual de la India, una vez descontada la leña para cocina y calefacción. Compárese con las 20 toneladas actuales del estadounidense medio y con las cerca de 9 de un europeo. Señalan que hay que reducir un 90% comenzando no más allá de 2015-2020 (156).
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