Una molécula de óxido nitroso (N2O), el denominado gas de la risa, ejerce una influencia en el efecto invernadero unas 265 veces superior al de una molécula de CO2, constituyendo así el tercer gas atmosférico en importancia climática tras el CO2 y el metano. Durante los últimos 400.000 años la evolución de la concentración de este gas ha corrido pareja a la de CO2, pero su papel en los cambios climáticos del pasado ha sido francamente menor. Pero esto está cambiando, dada la gran cantidad de nitrógeno sintético empleado como fertilizante en la agricultura intensiva de las últimas décadas, la denominada revolución verde. ¿Es verdaderamente verde?
La producción industrial actual de nitrógeno reactivo (N obtenido artificialmente, a diferencia del N2 inerte atmosférico) excede con mucho el total global de todos los orígenes naturales(331). Sobre el sistema climático la aportación de nitrógeno presenta un comportamiento dual. Por una parte calienta el planeta a través de la formación de dos gases de efecto invernadero: el óxido nitroso y el ozono troposférico. Por otra parte presenta a su vez una función de enfriamiento al reducir el tiempo de residencia del metano en la atmósfera, favorecer la generación de partículas que reflejan la radiación solar(332) y, en función de su efecto fertilizador, contribuir al crecimiento vegetal, también de los bosques, absorbiendo así parte del CO2 atmosférico procedente de las emisiones energéticas o de la deforestación. En conjunto, los efectos térmicos del N2O dominan solo levemente(333), si bien sus impactos sobre la salud humana y la biodiversidad lo hacen especialmente indeseable(334). En términos económicos, solo en Europa el exceso de nitrógeno en el medio ambiente tiene un coste anual de entre 70.000 y 320.000 millones de euros cada año(335).
Emisiones de N2O del permafrost 12 veces superiores a lo esperado
Las emisiones de N2O a la atmosfera de origen antropogénico proceden en su gran mayoría (el IPCC lo estima en un 82%) de los suelos que han sido objeto de la aplicación de fertilizantes nitrogenados sintéticos y de estiércol para la agricultura284, que es procesado por los microorganismos que viven en los suelos emitiendo N2O en el proceso(336). Contribuciones menores a las emisiones de N2O se originan en los océanos por eutrofización(337) y aumento de la temperatura y acidificación(338), el transporte(339) y una parte residual por la vía de reacciones del nitrógeno atmosférico. También la combustión de biomasa, por ejemplo debido a incendios forestales(340) o la que pueda preverse para la generación eléctrica futura, contribuye a estas emisiones.
El consumo de carne y lácteos es el gran responsable de las emisiones de N2O. Así, de un total de 14 millones de toneladas de nitrógeno empleadas en Europa y aplicadas a cosechas propias o importadas, el 85% se destina a la alimentación del ganado y solo el 15% a la alimentación humana. La eficiencia de esta cultura alimentaria es ridícula, puesto que si consideramos toda la cadena desde la deposición del nitrógeno empleada como abono hasta el alimento final, resulta que sólo se acaba aprovechando el 15% del total(341). El consumo alimentario europeo, y el occidental en general, es pues un auténtico lujo contaminante y mórbido: si todas las proteínas ingeridas por los europeos fueran de origen vegetal bastaría con un 30% de los cultivos actuales, y su contaminación se reduciría en un 70%(342).
Un problema particular adicional de este gas es que, al alcanzar la estratosfera, la radiación solar favorece una reacción que convierte estos óxidos en destructores de la capa de ozono(343). De hecho, el N2O es actualmente el elemento antropogénico que más contribuye a la destrucción de la capa de ozono(344), por encima incluso de los propelentes CFC prohibidos por el Protocolo de Monreal.
Pero el óxido nitroso procede también de otros suelos. El permafrost no solo emite metano y dióxido de carbono. También emite N2O, y mucho más del que se creía hasta ahora. Se había estimado que estas emisiones eran similares a las originadas en las selvas tropicales(345), pero un nuevo método de detección elaborado este año por la Universidad de Harvard ha concluido que las emisiones de óxido nitroso originadas en el permafrost ártico podrían estar siendo ya 12 veces superiores (!) a lo hasta ahora estimado(346).
Vertederos más contaminantes de lo esperado
El tratamiento de residuos, tanto sólidos como la depuración de aguas residuales son también fuentes de CO2. Esta última fuente, en particular, había sido sistemáticamente subestimada por el método de medida empleado por la EPA(347). Asimismo, estudios realizados en California sugieren que las emisiones de N2O son 2,7±0,5 veces que las emisiones inventariadas hasta por lo menos 2012(348).
Los biocombustibles ya no son ecológicos
Encontramos un nuevo ejemplo de subestimación de gran relevancia en el siguiente parámetro. En el área de los fertilizantes se entiende por “factor de conversión a emisiones” a la fracción N2O/N correspondiente al N2O que es emitido por cada cantidad de N aplicado como fertilizante o fijado biológicamente. La guía para el reporte de los inventarios nacionales del IPCC, que data de 2006, recomienda como “buena práctica” aplicar un valor del 1% para la estimación de las emisiones directas y del 0,3-0,4% para las indirectas (volatilización, lixiviación o escorrentía).
Pues bien. Las últimas estimaciones realizadas sobre las técnicas más recientes de intensificación de la productividad agrícola muestran que, por lo menos en el caso de cultivos alimentarios, los factores de conversión se encuentran entre el 2% y el 7%. En los casos concretos de la caña de azúcar, la colza y el maíz los factores medidos son del 2.5 al 5%, por lo tanto entre 2 y 3 veces mayores a las buenas prácticas del IPCC(349).
Las emisiones son por tanto muy superiores a lo que hasta ahora se creía. Es más: esta situación lleva a eliminar los supuestos beneficios climáticos del empleo de los biocombustibles más empleados (diésel vía colza y etanol vía maíz), que en realidad estarían siendo vectores de calentamiento global no considerados hasta ahora(350). Además, en estas condiciones los demás cultivos aportan beneficios climáticos significativamente menores a los hasta ahora considerados(351).
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