“Without a change in policy, the world is on a path for a rise in global temperature of up to 6°C… It is uncertain whether the scale of the transformation envisaged is even technically achievable[1]” – International Energy Agency, 2008
Algunos científicos consideran muy verosímil que ya en el año 2050 la Tierra se haya calentado alrededor de 4 ºC con respecto a la era preindustrial (1). Muchos, la inmensa mayoría, están convencidos de que estos 4 ºC se habrán desde luego alcanzado en 2100. Hay cierta controversia sobre este valor, pero no hacia abajo. Y los modelos que, por motivos que se examinan en otros textos de esta serie, siempre se han quedado cortos, atribuyen probabilidades nada despreciables a que, de seguir todo igual, a finales del siglo XXI se haya llegado a esos 6 ºC (2, 3, 4). Es la Agencia Internacional de la Energía (IEA), hasta entonces negacionista contumaz que esperó a 2008 para convencerse finalmente de la realidad[2]. Decía la IEA en 2008 que era difícil saber si la magnitud del cambio necesario es tecnológicamente posible. Lo cual, viniendo de quien ha estado siempre a la defensiva, no resulta demasiado esperanzador. En 2009 se presenta como salvación, pero se instala en un escenario en el que, como las bombas de desagüe del Titanic que ya no llegaron ni a instalarse, nos harían ganar ‘sólo minutos’.
Si a alguien le disgusta que se hable de catástrofe, de devastación extrema, de semi-extinción o de drástica reducción de la población mundial a unos pocos ejemplares de humanos residuales es que necesita todavía prepararse para ver la realidad de las cosas como son.
O como serán, según Marc Lynas, uno de los autores británicos sobre cambio climático de mayor prestigio y cuyo libro ‘Six degrees’ (5, 6) ha sido premiado (por sorpresa, dice él) por la Royal Society británica, una de las instituciones científicas más eminentes del mundo. Basándose en la obra de Lynas y con entrevistas a los mejores climatólogos mundiales, National Geographic rodó un espeluznante documental cuya versión en español ‘Seis Grados que podrían cambiar el mundo’ fue distribuida el pasado otoño junto a un ejemplar de su conocida revista. Curiosamente, ninguna editorial ha traducido el libro al español.
Tras recorrer miles de artículos de la bibliografía científica académica y haber dialogado con los mejores expertos, Lynas expone, grado a grado, las escenas que un clima desestabilizado y en calentamiento progresivo va a depararnos a nosotros, a nuestros hijos y, previsiblemente, no a nuestros nietos. Porque ya no los habrá por defunción de nuestros hijos por accidente climático o debido a la ruptura social, o porque no querrán procrear a la vista del panorama.
Antes de empezar conviene situarse. Tenga usted presente que la última cifra oficial de incremento de la temperatura con respecto a la situación de equilibrio de la era preindustrial es de 0,76 ºC y que, debido a la inercia del sistema climático -que se manifiesta en que los océanos almacenan calor antes de pasar a los dominios que habitamos, dentro de 15-30 años habrá aumentado entre 0,7 ºC y 1,6 ºC adicionales (7, 8) en el hipotético caso de que mañana mismo cesaran todas las emisiones de gases forzadores del clima[3]. Pero como esto no va a suceder, habrá que estar a lo que no dicen los científicos en público, pero si en privado: más de dos grados son ya inevitables (9) y, al ser este valor un valor umbral de desequilibrio, a partir de ese punto la temperatura seguiría creciendo cada vez a mayor velocidad para detenerse no se sabe cuándo, ni si algún humano verá alguna vez ese final. A no ser que hagamos algo, algo que nadie, nadie, sabe hoy qué cosa es exactamente. Todo son especulaciones para no alarmar al personal.
Yo no creo que éste sea el camino porque, entre otras cosas, va a saberse más temprano que tarde. Es preciso movilizar al mundo para unir inteligencias. Porque, con seguridad, algo hay que hacer, bajo pena capital: cambiar radicalmente nuestros juicios aprendidos. Nuestra vida. La de todos.
Lo interesante es que cuando Lynas realizó esta compilación la comunidad científica entendía que el punto de no retorno, el de inestabilización irreversible, no había sido establecido en 2 ºC con la contundencia con que después se ha sancionado[4]. En cambio, hoy, 2 ºC a muchos ya les parecen demasiado. Nunca en los últimos 12.000 años, tiempo en que ha florecido la civilización, la temperatura media ha variado en más de 0,3 ºC, y aún así se ha hablado de Período Cálido Medieval y de Pequeña Edad de Hielo. Nunca en los últimos tres millones de años ha variado en 0,7 ºC. Y entretanto ha habido Edades de Hielo imponentes, tanto, que Europa y el norte de América estaban cubiertas por glaciares de hasta 4,5 kilómetros de alto (!). El nivel del mar era unos 120 metros inferior al actual. De eso hace, solamente, 20.000 años. Sólo diez veces desde Jesucristo, y dos veces desde que comenzó a desarrollarse la civilización tras formarse asentamientos agrícolas.
+ 1 grado centígrado
No todo son malas noticias, aunque la sorprendente transitoria conversión del Sahara en un terreno fértil debido a los cambios de los monzones que esta variación climática va a provocar alimentará los discursos forzadamente desinformados que querrán hacernos creer, todavía, que esto del calentamiento global es una cosa buena. Ellos llevan tiempo diciéndolo y yo creo que no van a cesar todavía.
Ciertamente, sabemos a partir de pinturas en las rocas que, hace 6.000 años, el Sahara era algo parecido al jardín del Edén (en el supuesto de que no fuera realmente el auténtico, el que es mencionado en la Biblia, allí donde, de repente, apareció Adán sólo y aburrido). En los límites de lo que ahora es el Chad, Nigeria y Camerún, tres de los países más secos de la Tierra, se encontraba un lago de un tamaño similar al actual Mar Caspio: era el denominado lago Mega-Chad.
Pues bien. Lynas da por bien bien estudiado que, alrededor de 1 ºC (respecto a la actualidad) es suficiente como para provocar el resurgimiento de los monzones en el norte de África, lo cual, de forma mágica, nos devolvería un Jardín del Edén, o el mismísimo Jardín del Edén resucitado.
Entretanto, por primera vez en los últimos 11.000 años, África quedaría completamente libre de hielo. Las nieves perpetuas del Kilimanjaro, ya hoy muy deterioradas, dejarían de ser perpetuas, y las comunidades que dependen del agua de esos glaciares para su supervivencia tendrían que buscarse la vida en otra parte. Este proceso se acelerará en otras zonas alpinas, como los propios Alpes.
El mítico Paso del Noroeste del Ártico quedará abierto a la navegación durante seis meses cada año. Los huracanes ya han llegado al Atlántico sur, e incluso el Mediterráneo ha visto últimamente innumerables ciclones. Todo ello aumentará su frecuencia de aparición. El aumento de la sequía ya perceptible en el Oeste de los Estados Unidos provocará un sensible aumento de los precios de los cereales y de la carne en todo el mundo. Por el contrario el Reino Unido se encuentra ahora, y así será durante cierto tiempo, en el lugar adecuado. Allí se han establecido ya más de 400 viñedos. También se han plantado olivos, a la espera de que, a no mucho tardar, las condiciones climáticas sean las mismas que las del sur francés, primero, y las de la Rioja, por ejemplo, poco después. Claro que en ese momento las condiciones de la Rioja y muchas otras zonas habrán comenzado a ser africanas.
La biodiversidad marina habrá comenzado su disminución de debido a la progresiva acidificación (reducción del pH) de los océanos, que absorben alrededor de la mitad del ácido carbónico emitido por centrales eléctricas y tubos de escape. Diversas cadenas tróficas se habrán roto, lo que comportará la extinción de un buen número de especies. Los arrecifes de coral ya se están desestabilizando y decolorando por falta de aporte oxigenado de sus moradores. Más tarde sufrirán las especies crustáceas. Adiós marisco. Grandes zonas oceánicas serán los nuevos desiertos del mundo.
+ 2 grados centígrados
Puede no parecer mucho, pero si usted, como yo, vive en el Mediterráneo norte o central se acordará de la ola de calor de 2003, cuando Barcelona (junto a otras zonas mediterráneas y aragonesas) parecía a punto de provocar la ebullición de su tradicional elevada humedad, con 40 ºC a la sombra del mediodía y de la tarde, que se mantuvieron durante semanas enteras. Pues bien, los veranos serán así en promedio (10, 11, 12). Cuando digo en promedio es que en esos veranos habrá días en que la temperatura máxima será sólo de 28 ºC, digamos, y otros en que será de 52 ºC. Y los que superen la media, imagínese usted a 60 ºC. Desde luego es un problema, pero es peor pensar en 35 ºC nocturnos, que no permiten a nuestro metabolismo recuperarse del impacto diurno. Es precisamente este efecto de temperatura mínima, más que la máxima, lo que lleva a vaticinar gravísimos problemas sanitarios cada verano. Se ha establecido con certidumbre suficiente que esa ola de calor era un efecto del cambio climático. Los países ricos, que se creían a salvo de las consecuencias de este tipo de fenómenos, vieron morir a cerca de 30.000 personas (13).
Un verano de temperaturas muy altas y sostenidas como el 2003, o el 2006 que no llegó a la península pero azotó a toda Europa central y el Mediterráneo oriental, puede soportarse a poco que se tenga en cuenta la acentuada sensibilidad de los ancianos que quedan solos en su casa durante las vacaciones, bajo techos de zinc previstos para el frío parisino. Pero que los veranos vayan a ser, en promedio, como los de 2003 en Europa no transcurre sin consecuencias severas más allá de las lamentables muertes por hipertermia y desestabilización de enfermedades crónicas subyacentes.
La más llamativa es la desecación de la vegetación. Ésta alcanza unas condiciones de ignición mucho más proclives al incendio. El fuego forestal, de difícil control, que nos resulta siempre emocionalmente doloroso especialmente en los climas secos como el de la mayor parte de España, nos acompañará de forma constante, casi cada verano, y no ocasionalmente como ahora. Hasta que no quede nada por quemar. Una variación de este fenómeno lo hemos vivido en este verano de 2009 en la lamentable muerte de las bellas Tablas de Daimiel.
Adentrándonos en otro plano económicamente sensible, usted habrá comprendido que el sol de España hará tiempo que habrá dejado de ser atractivo para los turistas que tanto contribuyen a paliar nuestra baja productividad empresarial. Nuestros inversores turísticos presionarán a los gobiernos regionales para que, en aras de los puestos de trabajo y la entrada de divisas, emprendan campañas de publicidad y promuevan otras influencias menos públicas en Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania y los países escandinavos, principales amantes del sol y la playa de nuestro país, con el fin de contrarrestar estas opiniones malintencionadas, pero cuando unos cuantos turistas hayan vuelto precipitadamente a su país absolutamente agobiados por el calor ibérico, la mayor industria de España se derrumbará por si sola. Si es consuelo pensemos que no estaremos solos, pues lo mismo le ocurrirá a toda la costa mediterránea.
Usted puede pensar que o yo estoy loco o esto no puede ser. Se equivoca. No sé si todos se lo creen de veras, pero la mayoría de los grandes empresarios turísticos sabe que esto va a ocurrir, aunque a muchos les cueste creerlo, como a usted y a mí. Por eso, cuando oigo que las infraestructuras turísticas españolas están obsoletas y hay que renovarlas para atraer a gentes de mayor poder adquisitivo, etcétera, siento tristeza y hasta rabia. Esto ya no va a ocurrir masivamente. Temen que no quede suficiente tiempo de explotación. Ellos lo saben, no lo dude. Estas infraestructuras, o se amortizan antes de 10 años, o ya no se realizarán.
Entretanto, en otoño y primavera, si todavía estas estaciones tienen sentido, las lluvias aumentarán, pero serán torrenciales y, por tanto, no contribuirán a la vegetación sino, precisamente, más bien al contrario: a la erosión.
+ 3 grados centígrados
La incertidumbre inherente a las predicciones científicas hace imposible, por el momento, saber cuál es el punto de no retorno a partir del cual el clima de la tierra adquiere dinámica propia y evoluciona por si mismo. Hay acuerdo en considerar 2 ºC como ese punto de ‘interferencia antropogénica peligrosa’, aunque podría ser inferior[5]. Pero tres grados son, sin duda alguna, suficientes como para que este efecto ya esté en marcha. En este punto, la vegetación del Amazonas, que no ha desarrollado resistencia al fuego alguna, superaría a su vez un punto de baja humedad que la expondría a la ignición a partir de cualquier mínimo agente iniciador. En ese caso, el Amazonas ardería incontroladamente, en un incendio de dimensiones gigantescas. Esto es así por varios motivos, pero uno importante es que un abono exterior principal de la selva amazónica procede, sorprendentemente ¡de la materia orgánica residual de la vida que albergó el lago Mega-Chad! Esta materia orgánica es izada por los vientos y transportada a lo ancho del Atlántico, donde además constituye los núcleos de condensación que contribuyen a una parte significativa de la lluvia tropical (14). De forma que, si Sahara ha reverdecido, el ‘levantamiento’ y transporte de este polvo disminuirá considerablemente, y la humedad del Amazonas se verá seriamente disminuida.
Entonces, la cantidad de dióxido de carbono que esta combustión emitiría a la atmósfera sería enorme, contribuyendo así al calentamiento global en un fenómeno típico de realimentación positiva y generando un calentamiento adicional progresivo de 1,5 ºC.
Tres grados harían a innumerables zonas de la Tierra inhabitables debido al calor pero, muy especialmente, por la sequía. El aumento de la temperatura media tiene como consecuencia general aumentar la pluviometría de las zonas actualmente húmedas (salvo algunos lugares, como el Amazonas que acabo de señalar) y la aridez de las zonas más secas, como la mayor parte de España. Grandes dunas de una zona del sur de África, con centro en Botswana, cambiarían de ubicación, lo que produciría un gran número de refugiados medioambientales, que Lynas estima en decenas de millones, debido a la desaparición de la posibilidad de cultivos agrícolas. De forma general, la seguridad alimentaria global quedaría fuertemente comprometida, pero mucho más en las zonas que dependen de los cultivos de proximidad para su subsistencia. Al norte, el precio de la vivienda aumentaría espectacularmente debido a la demanda provocada por las migraciones masivas, que dejarían en ridículo las que hemos conocido hasta ahora.
+ 4 grados centígrados
Llegados a este punto es virtualmente segura la liberación de grandes cantidades de metano debido a la fusión de la tundra del Ártico (15). Debido al efecto de amplificación polar, la temperatura en los polos será unos 10-15 ºC superior a la actual.
Puede ocurrir antes, y hay dudas sobre si ya se ha comenzado a manifestar o noy hay dudas sobre si ya se ha comenzado a manifestar o no[6]. Es importante saber que el metano, a pesar de contabilizarse en partes por mil millones en lugar de las partes por millón del CO2, tiene un ‘poder invernadero’[7] entre 20 y 100 veces el del dióxido de carbono según el margen de tiempo que se considere.
Todo ello afectaría de modo determinante a los dos polos y, por ende, a todas las costas del mundo. El derrumbamiento de la Antártida oriental supondría una aportación de agua al océano capaz de aumentar el nivel del mar en cinco metros. Aunque de forma progresiva, las costas estarían sometidas a presión constante, y sería muy difícil, si no imposible, determinar cuál sería el nuevo nivel seguro tierra adentro. Ello anegaría los acuíferos naturales, dejándolos impracticables.
La sequía y la desertización estarían ya avanzando inexorablemente por Italia, Grecia, Turquía y España, y el estrecho de Gibraltar habrá dejado de ser la frontera de un Sahara todavía reverdecido y desplazado hacia el norte. La temperatura veraniega en Suiza llegaría a los 48 ºC, y los Alpes adoptarían el aspecto rocoso del actual Atlas. Sólo el Montblanc mantendría algún vestigio de glaciares alpinos. La población europea se verá forzada a un desplazamiento masivo hacia el norte.
+ 5 grados centígrados
Al igual que las personas afectadas de Alzheimer, la regresión a la niñez continúa imparable. Para encontrar condiciones climáticas similares habrá que remontarse ya a 55 millones de años atrás, en la transición del Paleoceno al Eoceno, en el denominado Mátimo Térmico del Paleoceno-Eoceno, cuando la Tierra sufrió una transición abrupta y un calentamiento imponente. Los fósiles de cocodrilo encontrados en Canadá y en Groenlandia pertenecen a ese duro momento. El mundo ya no dispone de hielo, la Antártida comienza a fundirse completamente y el nivel del mar comienza a ascender de forma imparable a su destino final: 70 metros por encima del nivel actual.
A ello habrá contribuido el calentamiento de los océanos, que habrá establecido unas condiciones de presión y temperatura tales que los hidratos de metano del fondo marino habrán iniciado su salida a la atmósfera, comenzando por los de los mares poco profundos.
En el Eoceno, estas condiciones tardaron unos 10.000 años en producirse. Hoy, de no remediarlo con medidas drásticas, sabemos que va a ocurrir antes de 100 años.
+ 6 grados centígrados
Cuando se dieron estas condiciones, al final del período Pérmico, se extinguieron el 95% de las especies. Hace 251 millones de años, un brutal efecto invernadero debido –probablemente- a una emisión de hidratos de metano todavía mayor, iniciada 50 millones de años antes. Lo sabemos debido a los isótopos de oxígeno encontrados en rocas formadas en esa época. El desierto cubre Europa, y llega hasta el círculo polar. La selva formada en la Antártida cuando la temperatura era más ‘suave’ sufre también la presión de las nuevas condiciones climáticas.
El metano del fondo del mar no sólo emerge, sino que explota. Esas erupciones equivalen a las actuales bombas de vacío, y liberan una energía equivalente a 10.000 veces el arsenal nuclear actual.
¿Quién nos decía que la flecha del tiempo sólo avanza en un sentido?
Epílogo
Esperemos que la cosa se detenga ahí (¡como máximo!). Porque, de no ser así, el paso siguiente conduce a la muerte total. La energía liberada y el extraordinario efecto invernadero llevarían la temperatura atmosférica a superar los 100 ºC. Los mares hervirían, el efecto invernadero del vapor de agua haría aumentar todavía más la temperatura con lo que los mares hervirían a una velocidad cada vez mayor.
En Venus ocurrió algo parecido. Su atmósfera esta formada por vapor de agua y dióxido de carbono.
Es el síndrome de Venus[8] (17), que nos es anunciado en el caso de quemar todas las reservas de carbón y de petróleo y que nos es anunciado, sin lugar a dudas, si además consumimos las arenas bituminosas del Canadá. Que, a la vista de la dificultad de encontrar nuevos yacimientos de petróleo común, están siendo ya explotadas por BP y Shell. Y eso que British Petroleum, en uno de los actos de ‘greenwashing’ más escandalosos, cambió el significado de sus siglas por el de ‘Beyond Petroleum’[9].
De nuevo hoy
Hoy, sabemos qué ocurrió entonces gracias a la ciencia. Con ella, y en base a estas averiguaciones, podemos saber qué nos depara el futuro. Todos los estudios prevén, en un escenario de ‘business as usual’[10], temperaturas de entre 4 y 6 ºC en 2100. Como mínimo, pues la Agencia Internacional de la Energía nos advierte que la pendiente actual nos lleva a 7 ºC. He dicho la pendiente, la tendencia ‘rectilínea’ en la que ahora estamos. La IEA se limita a anunciar 6 ºC.
En privado, en los coffe-beaks y los actos sociales, los climatólogos reunidos en marzo en Copenhague para actualizar la información científica del IPCC consideran ya imposible no superar la barrera de los 2 ºC, pues todavía queda mucho calentamiento por realizarse con sólo las emisiones producidas hasta la fecha. Y hace pocos días, este noviembre, el Wissenschaftlicher Beirat der Bundesregierung Globale Umweltveränderungen, Consejo Asesor del Clima alemán, ha emitido su último informe, dirigido por Hans Joachim Schellnhuber, el climatólogo europeo de mayor renombre. Schellnhuber, que hace cerca de un año todavía matizaba un artículo descorazonador publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences y manifestaba que quedaba una ‘fair chance’ de limitar el calentamiento a 2 ºC (8), parece ahora más pesimista. En conversaciones con la revista Nature se muestran ya derrotados (18). Y el informe reza así:
“Llamamos a una acción política valiente y decidida. O esto, o una honesta declaración de rendición a la vista de la magnitud del desafío climático y los años perdidos en la causa de la protección climática desde la cumbre de Río de 1992 (19)”.
¿Lo sabía? No ¿verdad? Yo tampoco lo he visto en otros foros que los muy especializados, académicos en su mayoría. Aquellos que son tildados por los negacionistas de ‘alarmistas’. Más que alarmistas, están alarmados de sus hallazgos y, más todavía, de nuestra falta de reacción colectiva. Al final, a cada uno nos llega el momento de decir ‘Oh, shit!’ (20). Dejo la traducción para usted, lector. La mía es demasiado fuerte.
¿Por qué no nos lo han dicho a tiempo de evitarlo?
Síganos y lo sabrá. Con todo rigor y bien documentado.
Notas
[1] ‘Sin un cambio en la política, el mundo se dirige hacia un incremento de temperatura de hasta 6 ºC… No es posible saber si la escala de la transformación imaginada es técnicamente posible’ – Agencia Internacional de la Energía
[2] Aunque ahora parece mantiene su negacionismo con respecto a los suministros de petróleo, ‘para no molestar a los Estados Unidos’, según información reciente de The Guardian.
[3] La presencia e influencia de los aerosoles emitidos por la propia combustión introduce en este punto un importante factor de incertidumbre
[4] Todo el mundo se refiere a 2 ºC como límite superior del desequilibrio del sistema climático, pero este valor no tiene un origen puramente científico aunque ha sido aceptado como valor de compromiso . El valor real debe estar entre 1 y 3 ºC. Lynas toma 3 ºC, tal vez, ingenuamente, para no ser acusado de catastrofismo, lo que le iba a ocurrir en cualquier caso, como así sucedió.
[5] Para James Hansen, que interviene en el reportaje, ‘nos hallamos muy cerca del abismo’.
[6] En la década de los 1990 el gas natural (metano) presente en la atmósfera sufrió un importante incremento y hay ahora más del doble que en la época preindustrial, mientras que en la década actual parece haberse (casi) estabilizado. La emisión de metano por la tundra no parece haberse iniciado todavía, lo que es tal vez la única buena noticia del año (16).
[7] GWP: Global Warming Potential, parámetro que parece estar cayendo en desuso a favor de otros artefactos científicos más útiles
[8] Expresión empleada por quien es considerado el climatólogo mundial de mayor prestigio, James Hansen
[9] Después, o más allá, del petróleo.
[10] Que todo siga igual que ahora
Pues ya existe una traducción del libro, aunque por ahora solo sea en catalán:
ttp://www.librooks.es/index.php?page=shop.product_details&flypage=flypage.tpl&product_id=5&category_id=4&vmcchk=1&option=com_virtuemart&Itemid=2
Por otro lado, veo que al autor, Mark Lynas, también le ha dado por apuntarse al carro de la nuclearización a gran escala como remedio parcial contra el cambio climático. En fin…, son cosas que no acabo de entender.
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Perdón, el link correcto es:
http://www.librooks.es/index.php?page=shop.product_details&flypage=flypage.tpl&product_id=5&category_id=4&vmcchk=1&option=com_virtuemart&Itemid=2
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El hombre materialista, en su oscura ignorancia, destruye por afán de vivir las causas de su vida. El progreso no verificado, de los acumuladores de dinero, es la causa de su destrucción.
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¡Hay que joderse!
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