“The Arctic is often cited as the canary in the coalmine for climate warming … and now as a sign of climate warming, the canary has died.” [1]– Jay Zwally (NASA, 2007) (220)

La corriente en chorro se desestabiliza con el sobrecalentamiento de la región ártica, provocando fenómenos extremos en latitudes bajas
El Ártico es considerado el “canario en la mina” del sistema climático de la Tierra, su elemento más sensible, de hecho es su elemento clave en tanto que iniciador de procesos mucho más severos y perceptibles en cascada. Así lo definió el glaciólogo de la NASA Jay Zwally, que en su juventud había trabajado en minas de carbón (221).
La gravedad de la fusión del hielo ártico no es tanto, como a veces se afirma, su supuesta función de “refrigerador” del planeta. De hecho la fusión produce un efecto de calefacción. Al calentarse los polos más que otras latitudes debido al fenómeno de la amplificación polar (especialmente acusado en el hemisferio norte), este mayor incremento de temperatura provoca no solo una mayor fusión del hielo, sino además la fusión progresiva del permafrost circundante, vegetación congelada que contiene en total 2-3 veces más carbono que la propia atmósfera. Así, la propia Tierra se va convirtiendo crecientemente en emisora de gases de efecto invernadero, emitiendo metano y dióxido de carbono por su cuenta en unas cantidades cada vez más comparables a las de origen antropogénico. La amplificación polar ocurre debido a la presencia de distintos lazos de realimentación positivos en la zona, siendo la pérdida de reflectividad – pasar del blanco del hielo al azul del mar, el denominado albedo – el más importante. La fusión del permafrost es otro de los muchos lazos de realimentación presentes en el sistema climático: cuanto más se calienta la Tierra, más permafrost se funde, más CO2 y metano se emite y más se calienta la Tierra.
100 años de adelanto
El IPCC venía defendiendo desde 1998 hasta el AR4 de 2007 que un Ártico libre de hielo[2] no ocurriría en ningún momento del presente siglo (222), y así se lo trasladaba relajadamente a los políticos en el Summary(223). Pero el NSIDC (National Snow and Ice Data Center) de Estados Unidos afirmaba ese mismo año que las obervaciones sugerían que todo estaba ocurriendo 30 años antes de lo previsto, faster tan forecast (224). En 2006, el glaciólogo Richard Alley de la Universidad de Pennsylvania iba afirmando ya que la reducción de la superficie de hielo del Ártico se estaba produciendo ‘100 años antes de los previsto’ (225) y al año siguente James Hansen director de climatología de la NASA, más formalmente, hablaba de 80 años de anticipación en su famosa denuncia de la reticencia científica (226). En diciembre del año anterior, un análisis pionero publicado en Geophysical Research Letters apuntaba a 2040 como la fecha en que tendría lugar el fenómeno, indicando que podría producirse de forma abrupta o inesperada (227), lo que pudo condicionar unas pocas predicciones precipitadas fuera del foco académico.
En 2009 se aseguraba que el hielo del Ártico se estaba fundiendo ya a una velocidad tres veces superior a lo que indicaban los modelos considerados en el AR4 (228). La fecha de 2040 comenzaba ya a consolidarse como el momento más probable, aunque el margen inferior de incertidumbre alcanzaba a 2028 (229). En 2012, Julienne Stroeve, del National Snow and Ice Data Center, consideraba ya 2030-2040 como realista (230). Lo lejano se acercaba, entrando ya en una situación en que muchos de nosotros estaremos, esperémoslo, vivos.
En el siguiente informe AR5 de 2013 la posibilidad de un Ártico (casi) libre de hielo se había trasladado a “antes de mitad de siglo” en el caso peor, advirtiendo que en otros escenarios no se podía asegurar nada (231). En 2013, Geophysical Research Letters volvía a acortar los plazos: ahora ya iba a ser, según el método empleado, desde 2020 hasta (poco) más allá de 2040 (232).
En febrero de 2019, asociando novedosamente la superficie de hielo ártico a la evolución de la corriente decadal del Pacífico (233), se aseguraba que la realidad se situaría en la zona inferior de una incertidumbre de unos 25 años considerada ya irreducible (234), situando a 2030 como fecha más probable (235).
En los últimos años se ha ido consolidando la idea de que, de existir, el fenómeno va a tener lugar “en las próximas décadas” (236), siendo 2025-2030 el momento más cercano posible pero considerando 2040-2060 con mayor probabilidad, en realidad convergiendo con el IPCC. Esta es también la postura oficial del Met Office (237), la agencia meteorológia británica.
En 2018 la revista conservadora Forbes había citado a James Anderson, de la Harvard University y famoso por haber contribuido a identificar a los CFC como causantes de la reducción de a capa de ozono:
“The chance that there will be any permanent ice left in the Arctic after 2022 is essentially zero … Can we lose 75-80 percent of permanent ice and recover? The answer is no.” (238)
No, el hielo del Ártico no se va a recuperar. Pero el IPCC sigue a lo suyo. En septiembre de 2019, uno de sus “Informes Especiales” entre rondas – el dedicado a los océanos – reazaba todavía:
“For stabilised global warming of 1.5°C the annual probability of a sea ice free September by the end of century is approximately 1%, which rises to 10–35% for stabilised global warming of 2°C.” (239).
Pero el avance de la ciencia ha permitido que en 2019 un nuevo método de análisis apunte a que un Ártico sin hielo en septiembre no es tan improbable para incrementos de temperatura globales de +1,5 ºC (240), aunque el estudio contiene importantes advertencias.
Volumen de hielo
En cuanto a la cantidad total de hielo, a saber, su volumen, ya se señalaba en 2011 que el adelgazamiento observado significaba que los modelos empleados para el IPCC estaban subestimando su velocidad de reducción nada menos que en un factor 4 (241), habiendo perdido un 60% de su volumen en solo 30 años para sorpresa y horror de los especialistas (242). En todo caso hasta 2017 la salinidad de la nieve había estado confundiendo las medidas del Cryosat2, y cuando éstas se leyeron correctamente resulta que el grosor del hielo es menor que lo que se creía hasta entonces (243), aun cuando la confiabilidad de estas medidas sigue estando en discusión pues las distintas formas de medición no acaban de cuadrar del todo todavía (244).
[Ver entre 0:50 y 1:50 (por lo menos)]
Lo del volumen es importante aunque no aplique el albedo directamente: a medida que el grosor de hielo se va reduciendo, va despareciendo el hielo permanente para ir convertiéndose progresivamente en estacional; se funde por debajo, no solo por arriba. El momento de la desaparición total del hielo permanente es el del Ártico libre de hielo. La animación muestra, mediante distintas gradaciones de azul, el progresivo adelgazamiento del hielo ártico (ver min 0.50 a 1:50).
Tipping points gélidos
Algunos dudan de que exista realmente un tipping point respecto a la supresión del hielo del Ártico en septiembre (245). No así el cibernético Timothy Lenton, el mayor especialista en esta cuestión (246), quien en 2012 afirmó que no estábamos todavía en condiciones de atribuir una temperatura global que lo active (247) y en 2013 apunto a la posibilidad de estar cruzando ya el umbral debido a la presencia de notables variabilidades desde 2007 (248) cosa que se considera un elemento anticipador del cambio de estado (249).
Lenton ha identificado muchos elementos tpipping alrededor del hielo del hemisferio norte, siendo el hielo Ártico solo uno de ellos pero con la característica de ser el iniciador de la cadena de todos los demás que de él penden y que se van activando en cascada en una sucesión verdaderamente catastrófica (250).
¿Por qué esta moderación ártica?
Hemos visto distintos vectores de moderación en los capítulos anteriores, algunos de los cuales ciertamente aplican a este caso. Aquí se concretan en una resolución demasiado baja de los modelos, singularmente los oceánicos, así como con una modelización de la dinámica del hielo todavía demasiado rudimentaria y con fenómenos no contemplados. Además, la consideración de los feedbacks que si contempla es tratada en términos lineales y, como más adelante veremos, esto es una limitación a la baja que sólo ahora la comunidad modelizadora comienza a corregir.
Ocurre entonces que la realimentación del albedo resulta ser más fuerte que lo que se creía (251), y no se contaba con un incremento de la intensidad de las tormentas en el Ártico tan elevada como la que se ha venido produciendo (252), y que podría ser a su vez consecuencia del calentamiento global (253). Finalmente, la reducción de las emisiones de aerosoles en el hemisferio norte está influyendo en el Ártico más de lo que se creía, llevando a esa zona más calor, tanto atmosférico como oceánico (254). Distintos procesos biológicos hasta ahora no considerados contribuyeron también a esa subrepresentación (255).
Precipitaciones
Entretanto la alarma que causaron los mínimos de 2007 y sobre todo el de 2012 (256), coadyuvados por largos períodos de tormentas veraniegas intensas (257), llevó a distintos pronósticos fallidos por parte de algunos glaciólogos, aunque ciertamente de modo informal y sin haber sido publicados formalmente.
Bueno, salvo en el caso de Wieslaw Maslowski con su pifia de 2012 en la Annual Review of Earth and Planetary Sciences apuntando a 2016 ± 3 como el año (e intervalo) fatídico (258) . Maslowski había ya declarado a la BBC en 2007 esto ocurriría tan pronto como en 2013 (259). Peter Wadhams, un auténtico experto no tanto de modelos como de expediciones regulares in situ, estaba tan alarmado con el mínimo de 2012 que habló de 2015-2016 en The Telegraph (260) y más tarde en The Guardian (261), en base principalmente a los modelos de Maslowski y a sus observaciones de primera mano. Conocedores de las matemáticas de fondo de los sistemas realimentados estos científicos están persuadidos de que, cuando ocurra, el fenómeno será bastante abrupto e inesperado. Tal vez ello les haya llevado a precipitarse en sus expresiones, extrapolando más allá de lo razonable.
Como fuere, en el mejor de los casos y para el improbable caso de que coniguiéramos mantenernos por debajo de +1,5 ºC a nivel global, el Artico se habrá calentado entre 4 y 5 ºC. Los oceanógrafos no se definen sobre cuán disruptivo pueda llegar a ser este fenómeno (262).
Así, Zwally hace tiempo que está seguro de que “the canary has died” (263).
Examinar referencias
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Notas
[1] El Ártico es citado a menudo como el canario de la mina de carbón en el cambio climático… ahora, como señal del calentamiento global, el canario ha muerto
[2] Atención: que no haya hielo en el Ártico no significa que no quede ni un cubito flotando. La definición oficial exige que la superficie de hielo sea inferior a 1.000.000 km2 durante por lo menos 5 años
En el caso del IPCC y su reticencia a reconocer el “peor que nuestros modelos”, me llamó la atención cómo en su informe de 2013 mejoraban algo y traían hacia el futuro cercano el gran deshielo del Ártico, pero si uno se fija bien en las gráficas resulta que los modelos para acercarse a la “realidad” del deshielo presente, son más pesimistas que la realidad del pasado. Esto es cuando menos sospechoso y en manos de negacionistas inteligentes (por suerte escasean) podría ser utilizado en su contra.
Es decir, los modelos predicen menos hielo en el Ártico en el pasado para que luego en el futuro se deshiele antes (algunos en 2050). Lo científico sería reconocer que efectivamente los modelos son “moderados” porque no atrapan todas las realimentaciones relevantes, es decir, enunciar que es very likely que la realidad sea peor que en nuestros modelos del deshielo Ártico.
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Si la fusión del hielo genera un calentamiento, entonces la no fusión del hielo, su estado “natural” genera, relativamente, un efecto de refrigeración. De hecho, el hielo, al ser blanco (tener albedo alto) hace que la radiación rebote más y se caliente menos la Tierra. Un efecto de refrigeración. Tu texto: “La gravedad de la fusión del hielo ártico no es tanto, como a veces se afirma, su supuesta función de “refrigerador” del planeta. De hecho la fusión produce un efecto de calefacción”, puede parecer algo confuso.
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