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Usted no se lo cree

Divulgación científica y comunicación sobre cambio climático y escasez energética: una visión multidisciplinar

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Peor de lo esperado – 1. Introducción »

Peor de lo esperado. Preámbulo

21/09/2019 por Ferran Puig Vilar

Índice tentativo
A propósito de las incertidumbres del colapso energético y climático

¿Electrificar todo esto en pocos años? (Imagen Science doi:10.1126/science.aas9793)

Hace unos meses tuvo lugar un debate en la red entre Antonio García Olivares, secundado por Jesús Nácher por una parte, y Carlos de Castro y Pedro Prieto por otro, en la revista digital 15/15\15. El debate se originó a partir de la publicación en el blog de Nácher, Autonomía y Bienvivir, de un texto que había sido previsto originalmente para ser publicado en la revista 15/15\15 y cuya publicación estaba al parecer prevista para el día siguiente. La idiosincrasia del consejo editorial de 15/15\15 fue también objeto de discusión. El diálogo fue bastante agrio en algunas de sus fases, y eso llevó a Carlos y a Pedro a abandonar la sede. No es posible acceder a lo que ocurrió, pues al parecer el responsable ha restringido el acceso a todos o parte de sus amigos.

Y es que todos estamos muy nerviosos. Las perspectivas de disponibilidad energética que avistamos a corto plazo y de crisis climática a medio alteran psicológicamente de forma a menudo decisiva, como bien saben por lo menos los climatólogos (excelente artículo aquí). No solo los climatólogos: también muchos de nosotros resultamos afectados ocasional o permanentemente.

¿100% renovables?

Para los no iniciados conviene señalar que Antonio García lleva tiempo defendiendo, algunos diríamos que obstinadamente, la posibilidad de una electrificación (casi) total del suministro energético y de (casi) todo accionamiento, y ello de una forma acompasada con el declive en curso de la energía fósil. Esa potencia eléctrica sería generada (casi) al 100% a través de las energías denominadas renovables, y ello a un nivel equivalente, aproximadamente, al consumo actual.

Pedro Prieto y Carlos de Castro, que estudian desde hace años el pico del petróleo y las tasas de retorno energéticas de las energías renovables, están persuadidos (y yo también) de que esto es físicamente imposible debido a distintos límites físicos insuperables (entre ellos la disponibilidad de tiempo), a los que se añaden motivos sociológicos y prácticos. Ambos inciden en los límites de la potencia máxima extraíble de los vientos y de la radiación solar – que aseguran más limitados de lo que se tiene habitualmente por cierto, singularmente la eólica – y en la que consideran una muy baja tasa de retorno energético de estas tecnologías, singularmente la solar. Ambos parámetros, considerados conjuntamente, son los más decisivos, aunque desde luego no los únicos, para poder decidir si ese desiderátum de 100% renovables al consumo actual de energía resulta factible, o hasta qué punto.

En su escepticismo, pero también en su rigor, denominan a la energías renovables ‘Complejos sistemas no renovables de captación temporal de una fracción de los flujos intermitentes de energía renovable’. En efecto: estos sofisticados equipos, que ahora se fabrican con energía fósil, son, necesariamente, perecederos. ¿Será posible su sustitución al final de su vida útil cuando, en principio, ya no se pueda emplear energía fósil? Muchos albergamos dudas importantes, y de ahí nuestra sospecha de que esas energías alternativas son, en realidad, fossil extensions.

Por lo demás todos los intervinientes son personas intelectualmente polifacéticas como pocas. Carlos, además de ostentar una cátedra de física en la Universidad de Valladolid es profesor de historia y filosofía de la ciencia y biólogo heterodoxo avant-la-lettre. Antonio García tiene también notables conocimientos en muchas otras áreas, resultado de la pulsión por comprender a fondo los orígenes fundamentales de la situación actual y como se ha llegado a ella[1]. En el asunto bajo discusión hace gala de una erudición mucho más allá de su área académica. Por su parte escuchar la sabiduría y culta ironía de Pedro Prieto, persona que ha trabajado en los sistemas eléctricos de unos 50 países, tiene la virtud de mantenerle a uno inmerso en un baño de realismo sin abandonar la sonrisa, lo que no es poca cosa en estos tiempos.

En todo caso la convicción de Antonio García-Olivares y Jesús Nácher sobre la proximidad de tantos límites naturales y de ingeniería es claramente menor que la de Carlos de Castro y Pedro Prieto, de modo que Antonio García apuesta en sus escritos formales por encontrar vericuetos transitables en términos de ingeniería.

El debate acerca del 100% renovable y cuál sería el nivel de máxima anual es una cuestión de importancia mayor, pues en el fondo lo que se dirime es si resulta viable la continuación de la civilización actual con unos cuantos ajustes, siquiera importantes, o si esta pretensión debe ser considerada irracional, su persecución una pérdida de tiempo y de energía (física e intelectual), y ese desiderátum, considerado así irrealizable, nos distraería de la necesaria construcción de imaginarios sociales radicalmente distintos (más todavía) a los ahora prevalentes. En este punto es importante señalar que ninguno de los intervinientes en el debate sostiene que los cambios imprescindibles puedan ser implementados en el marco del paradigma socioeconómico dominante, pues sugieren la necesidad de entrar en un estado de economía de guerra.

¿Green New Deal?

En este sentido un Green New Deal o similar, que ahora muchos presentan como respuesta adecuada o como mínimo transitoria, no sería otra cosa que una continuación del capitalismo por otros medios energéticos. La pulsión de acumulación, crecimiento y así de superación de límites físicos inherente a este sistema económico y cultural se mantendría. Y encontramos precisamente en el crecimiento la auténtica raíz de los problemas climático y energético, luego estaríamos una vez más frente a respuestas cosméticas: nuestra senectud y peligro de muerte no se vería alterada.

Algunos de sus proponentes demandan de nosotros paciencia estratégica[2] como afirman, en sus nobles esfuerzos, posibilistas españoles como el antropólogo Emilio Santiago Muiño y el bioinformático Héctor Tejero. Pero la paciencia se nos ha agotado ya; además ni tan solo queda tiempo para practicarla. Estos devaneos con un status quo reformista encuentran respuesta muy argumentada en la línea editorial de 15/15\15 y otras publicaciones en lengua inglesa, y también en Luis González Reyes, por ejemplo en su prólogo al reciente libro “Decrecimiento vs. Green New Deal” (crónica de Pepe Campana aquí), prólogo sorprendentemente crítico con el contenido de la obra en cuestión.

En mi opinión, dar a entender que los inminentes problemas existenciales que nos acechan se resuelven con energías renovables, secuestros de carbono y otras medidas personales e incrementales es, por las razones aducidas, uno de los mitos más peligrosos del tiempo presente.

Pero Antonio García se adentra por la historia y la filosofía de la ciencia y, para justificar su posición tecno-esperanzada, da en recalar en el posmodernismo. Desde Lao-Tse y Confucio, hasta el primer Bruno Latour, repasa distintas modalidades de “construcción social de la verdad”, y arremete contra ‘los grupos cerrados que generan y mantienen conclusiones que tienden a reforzar sus presupuestos previos’. Ello fue una acusación directa no solo de pensamiento de grupo sino casi de conspiración de grupo, como si los editores de 15/15\15 y sus seguidores quisieran ajustar deliberadamente los hechos a criterios preestablecidos con no-sé-qué intenciones.

Salvo en el caso de negacionistas varios y sus voceros no soy muy de entrar al trapo en estas escaramuzas – y menos entre nosotros -, y si lo hago ahora va a ser de una forma pasiva y retomando un texto que publiqué hace un par de años en la revista PAPELES, artículo que acabo de pulir, actualizar y expandir notablemente. Lo hago porque Antonio García, en su última respuesta, acudió a la sociología de la ciencia para defender con algunos ejemplos históricos la provisionalidad de ciertos resultados científicos, sugiriendo cautela frente a resultados o perspectivas excesivamente catastrofistas. Pero no extiende esta sana cautela intelectual a la posibilidad de que la realidad se encuentre en perspectivas más catastrofistas todavía que algunas de las que se manejan.

Lo hago también porque observo que los tecno-esperanzados sostienen que las políticas y dinámicas sociales que les agradaría ver implementadas deben basarse en el consenso científico del momento, reconociendo sus incertidumbres – como queriendo decir que la situación podría no ser tan mala. Pero la incertidumbre opera en ambos sentidos, el principio de precaución sigue vigente y, como justificaré (una vez más), el consenso científico del momento está sistemáticamente escorado hacia la moderación, incertidumbres incluidas.

Además, puesto que no estamos atávicamente programados para percibir este tipo de riesgos sistémicos, y deseamos fuertemente que su afectación sea leve, tenemos tendencia a priorizar el margen de incertidumbre que menos amenazante nos resulte. En cambio, lo que nunca se destaca es que es matemáticamente más probable que la realidad final de una predicción de este tipo se sitúe en el margen superior de incertidumbre que en el inferior, cosa que está significativamente ausente tanto del discurso público como del iniciado, incluido aquél en el que participan los científicos. Volveremos a ello en alguna de las próximas entradas.

Vigencia del manifiesto “Ultima llamada”

Este debate coincidió, además, con el quinto aniversario del manifiesto “Última llamada”, manifiesto que nació al albor de las esperanzas, ya frustradas, que en algunos despertó el movimiento 15-M. Prominentes políticos hoy incorporados al sistema crecentista, como Pablo Iglesias o Ada Colau, asumieron y firmaron el texto, pero nada más han dicho de él desde entonces ni muestran señales de haberlo asumido mínimamente más allá de los mantras electorales estándar. Firmar cuesta poco y errar en política suele salir gratis. Algunos, ahora, entre los que se encuentran parte de los debatientes, defienden que el manifiesto se ha demostrado inválido porque el colapso civilizatorio no ha llegado en el margen de cinco años que, supuestamente, el manifiesto señalaba como límite para el caso de que en ese plazo no fueran acometidas las drásticas medidas necesarias que ahí se indicaban en abstracto.

Pero sabemos que una táctica habitual para desacreditar cualquier texto o afirmación consiste en hacerle decir algo que en realidad no ha decía. Porque en el manifiesto se leía simplemente esto:

“A lo sumo tenemos un lustro para asentar un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento, y para construir democráticamente alternativas ecológicas y energéticas que sean a la vez rigurosas y viables.”

Aquí desde luego no dice que antes de cinco años se vaya a producir un colapso civilizatorio públicamente visible. En todo caso, a lo largo de estos últimos años se están construyendo alternativas ecológicas y energéticas como nunca antes se había hecho; los debates sobre si colapso si o colapso no, su intensidad y velocidad, su posibilidad o no de gestión democrática se han multiplicado; comienzan a atisbarse nuevos imaginarios, siquiera incipientes. Entretanto esa clase política ha decidido que no se pueden ganar elecciones señalando límites que la población no contempla y a la que se ha renunciado a informar correctamente.

El debate sobre la eventual inminencia del colapso energético y climático no es todo lo transversal que a algunos nos gustaría, pero existe y está muy vivo como atestiguan precisamente los textos que han motivado esta entrada de blog. Y últimamente han surgido movimientos como #fridaysforfuture y XR que han promovido una concienciación popular y global sobre la crisis climática como nadie antes había conseguido ni por asomo. Las actividades de divulgación de los últimos años (décadas en muchos casos) no son en absoluto ajenas a estos movimientos, como Jesús Nácher parece suponer poco amistosamente.

Yo sí creo que el colapso civilizatorio e incluso ecológico está en curso, aunque no haya llegado todavía un acontecimiento rompedor, muy visible y de consecuencias globales. Para quien quiera ver y entienda la importancia de la energía en la sociedad – cuyo aumento ha servido históricamente, entre otras cosas, para contentar materialmente a sociedades aquejadas de escasez o previamente inducidas a ella – los síntomas de estancamiento o incluso de reducción de la energía neta disponible los vemos cada día no ya en sedes especializadas, sino en el propio telediario a poco que profundicemos en la causa raiz de los pocos fenómenos significativos que relatan. Uno de los más claros es el aumento de la desigualdad, pues el estancamiento o la reducción de la energía neta impiden que el capital pueda seguir acumulándose mediante el aumento de la actividad, los mercados se han estancado o menguado, los márgenes reducido y la acumulación capitalista, como nos recuerda David Harvey, ya se produce principalmente por desposesión.

La superación de un punto de inflexión, o tipping point como ahora se le conoce (aunque en puridad no son lo mismo) no tiene por qué dar señal visible alguna, pues los sistemas tienen su inercia. Que el hielo de Groenlandia, pongamos por caso, esté condenado a desaparecer, no significa que, superado su umbral de estabilidad, se vaya a quedar sin hielo en pocos días o años. Lo que significa es que ya no es posible detener el deshielo completo. Cuando la tripulación del Titanic reaccionó, el navío ya estaba técnicamente hundido; lo estaba incluso antes de que nadie avistase el fatídico iceberg. De la misma forma, el punto de no retorno de, por ejemplo, la corriente termohalina del Atlántico, no presentaría señal visible alguna salvo una progresiva, y acelerada, reducción de su velocidad. Pero podría incluso ocurrir que estuviera condenada a detenerse incluso antes de que se percibiera o midiera efecto alguno.

Es mi convicción que la señal social visible, en forma de contracción económica peor que la de 2008-2011, no tardará en llegar; de hecho parece que en esta ocasión, a diferencia de 2008, ya nos van preparando para ello. La conservadora Agencia Internacional de la Energía anunció a finales del pasado año un gap entre la oferta y la demanda del petróleo de nada menos que de un tercio ya en 2025, que podría reducirse solo levemente bajo suposiciones bastante mágicas. Antonio Turiel califica este reconocimiento como un hecho extremadamente grave para el que debemos irnos preparando ya.

Nate Hagens, quien fuera bróker de Wall Street y vicepresidente de Lehman Brothers, convertido ahora a la tropa colapsista tras gestionar fondos de inversión en combustibles fósiles, recorre el mundo asegurando que antes de cinco años se habrá producido una contracción del PIB mundial de entre el 30 y el 50%, que solo podría ser equilibrado mediante la confiscación de parte de las cuentas bancarias – cosa que la ley europea permite ya desde 2011. Lo dice un poco en vacío, como de olfato, pero como opinión experta debe ser válida como pocas. A ver si eso no sería un colapso, una primera corrección sistémica de las muchas que le van a seguir. Nos lo venderán como una típica crisis cíclica del capitalismo o producto de circunstanciales incrementos del precio del petróleo. Pero hay que ir aprendiendo qué es lo que realmente ocurre: la energía neta global está disminuyendo aceleradamente.

Así pues es mi opinión que el manifiesto sigue vigente, de hecho más que nunca. Creo que si, efectivamente, en estos cinco años desde el manifiesto (o tal vez antes) hemos atravesado un punto de no retorno que hace inviable, e inútil, toda ilusión de Green New Deal o equivalentes. Como insiste Jorge Riechmann, la revolución teníamos que haberla hecho ayer. Hoy estamos ya en la era de las consecuencias.

Reanudando un blog medio dormido

A partir de la semana próxima iniciaré pues la publicación, por partes, del texto anunciado. Intento ahí exponer de forma sistemática y ejemplificada los mecanismos en los que está atrapada la comunidad científica y que producen este fenómeno de siempre a peor de la misma realidad, y ello a pesar de la confiabilidad popularmente atribuida a la ciencia. Me baso, también, pero no solo, en la sociología de la ciencia, pero lo hago sin necesidad de deslizarme demasiado por pendientes posmodernas o posnormales. Y lo hago en todo caso defendiendo a la ciencia como la mejor aproximación disponible a la verdad, distinguiendo entre proceso científico y método científico, distinción similar la de ciencia en construcción y ciencia establecida de Bruno Latour que García-Olivares también menciona en su (extensísimo) artículo de respuesta a sus críticos. Que, en términos más prácticos, tiene ciertos paralelismos en la distinción moderna entre investigación por un lado y desarrollo por el otro.

Si tiene la amabilidad de seguirme cuento con que, a lo largo de los próximos días usted se irá dando cuenta de que:

  • El problema climático y el energético son, presumiblemente, mucho más graves e inminentes de lo que se tiene por cierto hoy no solo popularmente, sino incluso en el marco de la formalidad académica. Recibirá un baño de actualización de las ciencias del clima.
  • Hay que buscar las causas de este desajuste en las dinámicas psicológica, sociológica y de incentivos del proceso científico que los humanos personalizan.
  • La ciencia sigue siendo la mejor herramienta que hemos ideado los humanos, pero para comprender bien la realidad hay que atender no sólo a los resultados que ofrece, sino también a sus dinámicas internas, que me esforzaré en mostrarle.
  • El peligro de una crisis climática a corto-medio plazo que suponga la total pérdida de control del sistema es muy real, y es desde luego muy probable si es que esa dinámica no se ha iniciado ya. Solo un colapso global profundo podría, según se manejara, atenuar el problema climático o retrasarlo en el tiempo.
  • Acogerse al consenso científico del momento resulta irresponsable, pues la evidencia de que los resultados irán empeorando con el tiempo en términos de impactos resulta, a mi parecer, incontrovertible.

Por otra parte, en mi furor por solidificar el argumento con ejemplos actuales he hallado tantos que, al final, el texto se habrá convertido en una actualización de las ciencias del clima y de sus perspectivas en muchas de sus vertiente a fecha de otoño de 2019, cosa que podría interesar ahora a muchas más personas que las que se interesaron por este humilde blog en sus inicios.

Así, lo que pretendía ser un texto dividido en unas pocas entradas para mejor digestión y cuya revisión tenía que llevar unos pocos días, ha devenido ya en un manuscrito con características de libro que está requiriendo meses de elaboración y que voy a ir publicando por partes de longitud digerible a razón de 2-3 textos semanales en una serie cuya longitud, a día de hoy, no soy todavía capaz de estimar con precisión. Como es mi costumbre incluiré un número elevado de referencias con los párrafos que justifican mis afirmaciones – o bien las complementan – de forma que la página de referencias pueda constituir a su vez un guion paralelo adicional al que voy desarrollando en el texto principal.

En todo caso le ruego que, si cree anticipadamente que mis escritos pueden resultar de interés, sugiera a sus amigos y compañeros que se suscriban al blog.

Gracias.

Notas

[1] Sugiero la lectura de este maravilloso documento que examina a Hayek, Friedman y otros de su cosecha titulado “¿Qué hay detrás del mensaje “no hay alternativa”? La salvación neoliberal del mundo.”

[2] Emilio Santiago Muiño y Héctor Tejero Franco (2019), ¿Qué hacer en caso de incendio? p. 171

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Publicado en Filosofía, Respuestas | 12 comentarios

12 respuestas

  1. en 22/09/2019 a 05:50 Jesús María Garijo Larumbe

    Éste, me parece, un tema en el que merece detenerse y analizar en profundidad.

    Para ser respetuoso con quienes tengan a bien leer este comentario, he de manifestar mi alineamiento conceptual con las tesis de Pedro Y Carlos.
    Ello es así por que allá por el año 2008, yo mismo sostenía la tesis de Antonio García Olivares, e incluso me atreví a realizar una aproximación cuantitativa de como podría llevarse a cabo dicha progresiva sustitución en el caso español.

    Para ello consideré exclusivamente a la energía eólica, porque, en aquellos momentos era la única (y por lo que sé, lo sigue siendo) la única que contaba con una TRE en origen suficientment razonable (20), [frente a las ridículas TREs del resto de generación de renovables], si bien es cierto que su estacionalidad implicaba la necesidad de contar con un sistema de almacenamiento de energía masivo y energéticamente rentable (para ello proponía, ¡iluso de mí!, como única alternativa viable, el almacenamiento hidráulico en sistemas de doble pantano, como los que se construyeron, por la razón opuesta: almacenar la energía sobrante de las centrales nucleares cuya producció eléctrica es constante, y que en el caso de la generación eólica es variable y discontinua.

    Mi análisis, que desde un punto de vista cuantitativo parecía como verosímil, fue objeto de una exhaustiva crítica por parte de Pedro, lo que provocó un encendido debate en las página de CRISIS ENERGÉTICA (web que codirigían en aquella época Daniel Gómez Y Pedro), entre Pedro y yo, en el que mi tozudez hizo abandonar a Pedro la discusión, por mi cerrazón a no ser capaz de salirme de mis esquemas. Pero sus comentarios críticos fueron calando con el tiempo en mi subconsciente, hasta que, como suele ocurrir en quienes tenemos un espíritu crítico y abierto, entendí y asumí sus planteamientos.
    Y en síntesis comprendí el carácter limitado de los recursos para llevar a cabo la transición (que en el caso concreto de la eólica se centraba en las reservas de neodimio) y el carácter exponencial de las necesidades de energía del voraz sistema capitalista que necesita para sobrevivir, un crecimiento continuado que en algún momento se topa con sus límites.

    Alicia Valero en el PRIMER CONGRESO DEL PEAK OIL que se celebró en Barbastro, del 5 al 7 de mayo de 2011,

    https://www.crisisenergetica.org/article.php?story=2011051413003857

    al que asistieron, como ponentes, entre otros, Pedro Prieto, Antonio García Olivares, Antonio Turiel, y yo mismo, me reafirmó en la inviabilidad de la solución renovable por el carácter finito de las materias primas imprescindibles para la pretendida alternativa renovable. Conclusión a la que había llegado años antes, gracias a las evidencias aportadas por Pedro.

    Y es que, el pensamiento neoliberal de Antonio García Olivares, no se basa en la realidad concreta y física, sino en una conceptualización economicista, de la que la mayoría de economistas, sean de la escuela que sean, salvo los neo-eco-marxistas, son incapaces de salir, porque confunden la realidad financiero-económica (la sombra que sale de la caverna platoniana) con la realidad física (la luz de la idea que proyecta la sombra que sale de la caverna) y que es en definitiva la auténtica realidad. En otras palabras que el dinero (que no es más que una virtualidad del valor de las cosas reales, y que puede, y de hecho lo hace, incrementarse hasta el infinito) puede obrar el milagro de que la realidad física finita también lo haga.

    En esa confusión, armada con razonamientos, que recuerdan a los de los tomistas, en apariencia ilustrados, pero carentes de contenido real, es en la que cae el razonamiento de Carlos de Castro, en lugar de analizar la realidad física y concreta misma.

    Y mientras tanto, ¡qué si galgos qué si podencos!, bien sea por la falta de energía para hacer frente a un desaforado y estúpido consumo de las capas privilegiadas del mundo (e incluyo en las mismas a los trabajadores con empleo de los paises del primer mundo), bien sea por los efectos devastadores del cambio climático, provocado por la creciente combustión de los hidrocarburos fósiles (que no deja de ser la otra cara de la misma moneta, nos acercamos al galope tendido hacia el colapso de nuestra civilización, de la que esperemos puedan librase algunos y que tal vez, sus descendientes, no vuelvan a cometer nuestros mismos errores.

    Y es agobiante contemplar ese futuro, no en cuanto a las consecuencias personales que puedan implicar para uno mismo (como suelo decir, “a mí con 71 años, lo único que me falta por hacer en esta vida es morirme”), sino en cuanto a la escasa posibilidad de supervivencia de nuestros nietos.

    Y me consta que Pedro comparte este mismo sentimiento y ambos practicamos la terapia de disfrutar con ellos y hacerles disfrutar mientras podamos, además de pelear por la causa, él con mucha más clarividencia que yo, aunque ambos con similar energía.

    ¡Nadie sabe cuanto me gustaría estar equivocado!

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    • en 22/09/2019 a 12:48 Carlos de Castro

      Jesús, Antonio García Olivares no es neoliberal o mucho ha cambiado muy recientemente.. por otro lado, ¿a qué te refieres con? «En esa confusión, armada con razonamientos…. cae el razonamiento de Carlos de Castro, en lugar de analizar la realidad física…».
      Es heróica tu postura a través de los años. Poca gente se atreve a confesar y reconocer su evolución sobre todo cuando es tan rápida.
      Aunque yo no he defendido nunca una postura del tipo Green Growth, sí transité también entre más o menos 1995 y 2005 de una postura digamos de evitabilidad a una de inevitabilidad del colapso. En 1995 hoy creo que estaba equivocado pues hoy creo que ya era inevitable en 1972 y seguramente mucho antes. Es por ello y por tanto tiempo en el tema, que la paciencia es importante: todos haremos la transición que has hecho tú en mayor o menor grado, confío en ello.

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  2. en 22/09/2019 a 08:29 Darñio

    Muy bien: listo para segurle en la argumentación. Por cierto, yo estoy de acuerdo que las «energías alternativas» son solo alternativas para no tener que tocar el problema principal: esta civilización no va más. Y lo de Bruno Latour me genera interés, porque yo como filósofo no le tengo aprecio alguno (la crítica que se le realiza en Imposturas Intelectuales me parece que es una parte de toda una forma «de pensar» que lo acerca o lo pone en la charlatanería), y tampoco tengo aprecio alguno por las filosofías que se han dado por llamar posmodernas, a las que en bloque califico como basura posmoderna, sin dejar de pensar que pueda tener algo interesante. Pero, bueno, esperaré a ver qué uso hace de su trabajo.

    Saludos.

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    • en 22/09/2019 a 18:33 jesusgarijoamadeus

      Amigo Carlos de Castro,

      Gracias por tu comentario.

      Tienes totalmente razón en lo que dices: Antonio García Olivares no es en absoluto un neoliberal.

      Le pido expresamente mis disculpas y si fuese posible me gustaría rectificar las mismas en la forma que Antonio lo desee.

      La causa de mi craso error es la de haber leído sin el suficiente detenimiento su artículo en THE OIL CRAS, «¿Qué hay detrás del mensaje “no hay alternativa”? La salvación neoliberal del mundo»

      La lectura rápida que hice del documento no me permitió advertir el carácter irónico de las afirmaciones que hacía y que entendí que asumía.

      Los titulares que encabezaban los nueve apartado en los que se searrollaba su análisis:

      «El mercado es la estructura más perfecta que ha generado el ser humano»,
      «Hay que dejar actuar libremente al mercado y a “los mercados”»,
      «El mercado asigna salarios según la aportación de cada uno»,
      «El poder económico de las corporaciones es la legítima consecuencia de la libertad»,
      «El estado no tiene derecho a intervenir en la libertad natural de los hombres»,
      «La democracia tiene siempre tentaciones totalitarias»
      «Los triunfadores deben ser honrados por las multitudes de fracasados»,
      «La cooperación, la generosidad y lo comunitario son zarandajas»,
      «El propio carácter debe ser moldeado de acuerdo con los valores empresariales»
      «La inutilidad de lo público frente a la eficiencia empresarial»
      «No hay alternativa a la globalización neoliberal»
      «El supuesto problema del cambio climático y del medio ambiente»,

      No fueron entendidos en mi lectura rápida como una crítica irónica por su parte del neoliberalismo, sino como la afirmación de su propia visión.

      Es decir entendí exactamente lo contrario de lo que Antonio García Olivares pretendía decir.

      Disculpas pues por mi craso error, que tan sólo pueden tener como atenuantes el hecho de que mis facultades de lectura están afectadas, además del lógico deterioro de los años, por la leve lesión que produjo en mi cerebro, en la parte del cerebro que se ocupa de la visión, el ictus que sufrí el pasado mes de mayo y que afortunadamente no me ha dejado prácticamente secuelas, salvo las de dificultar ligeramente mi capacidad de lectura transversal.

      Debo reconocer que me extrañó en sobremanera el artículo de marras tal y como lo mal entendí, porque no me casaba con el Antonio que recordaba de mis breves encuentros en los dos Congresos que celebramos en Barbastro, en mayo de 2011 y octubre de 2014, que aunque ya entonces defendía la misma postura que ahora, la de creer que una transición a una economía basada en una energía 100% renovable es posible, y cuyas dos bolsas-maletas (la primera roja y la segunda verde) guardo como oro en paño y me enorgullezco de portarlas siempre que me lo permite la ocasión, como estandarte del futuro que se nos viene encima bien sea como consecuencia del peak-oil y de todos los picos o de los cambios que inexorablemente se van a producir en el clima como consecuencia del calentamiento global provocado por la creciente emisión de gases de efecto invernadero indispensables para posibilitar el crecimiento exponencial de la economía que demanda el sistema de producción y consumo del capitalismo.

      Dicho lo anterior mi frase.

      «En esa confusión, armada con razonamientos…. cae el razonamiento de Carlos de Castro, en lugar de analizar la realidad física…”.

      debe releerse sustituyendo a Carlos de Castro por los neoliberales de turno.

      En cuanto al último punto, insisto que nada me agradaría más que mi visión de la realidad futura estuviese equivocada.

      El tiempo dará su veredicto, que en este caso sólo puede ser de absolución o pena capital.

      Saludos antiGEI,

      AMADEUS

      P.D.: Y VUELVO A REITERAR MIS DISCULPAS A CARLOS QUE ESTOY SEGURO QUE LAS ACEPTARÁ, aún cuando entiendo que pueda haberse sentido herido por mis palabras, aún cuando esa no haya sido mi intención.

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      • en 22/09/2019 a 20:50 Carlos de Castro

        Jesús, no te preocupes, entendí que ese párrafo no se refería a mí y que era un error, que ya has aclarado.
        En todo caso, el razonamiento de Ferran, que comparto plenamente, reitero que requiere de los que hemos visualizado antes la inevitabilidad del colapso, paciencia con los que están en ello, porque normalmente nadie se sitúa directamente a las primeras en esa convicción.
        Y estoy contigo en que no es lo mismo que nosotros nos equivoquemos a que lo estén los tecno-esperanzados, que dice Ferran, porque en mi opinión, parte de las razones que han llevado a la situación actual es precisamente el mensaje de que no había que cambiar de civilización para mantener esta civilización, mensaje desmovilizante donde los haya como ha demostrado repetidamente la historia, al menos desde la Revolución Industrial.
        Es por ello que ahora pienso que ya era inevitable el colapso hace ya medio siglo.
        El debate que ya está abriendo aquí Ferran creo que va a concluir algo parecido.

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  3. en 23/09/2019 a 18:21 Francisco

    No sé dónde lo leí. Era un pdf que explicaba sobre las diferentes energías que se utilizan para generar electricidad. El pdf explicaba que la clave está en que se necesita gestionar la producción eléctrica para que sea la adecuada a la demanda. Para esto no hay nada más flexible que los combustibles fósiles: tanto quemas, tanto produces. La energía eólica depende del viento, la solar de la luz (¿influye que esté nublado?), la nuclear es muy constante pero poco flexible (tardas un par de días en detener una central). Todas estas alternativas se usan para alimentar una necesidad del sistema que siempre está presente de modo que se reduce la cantidad de combustible fósil utilizado.
    La pregunta es: ¿se puede adecuar la producción a la demanda sin energías fósiles? (Ah…claro que están las baterías para almacenamiento, pero los minerales necesarios, como el litio, también tendrán su «pico» en algún momento).
    Lo nuclear me da mala espina porque no se tiene en cuenta el coste de almacenamiento de residuos que tardan millones de años en quedar inactivos, accidentes aparte.
    Pienso que la energía debería proceder de fuentes totalmente renovables (eólica, solar, saltos de agua, mareas) y aun así deberíamos replantear TODO nuestro el funcionamiento de nuestra sociedad de arriba a abajo, lo cual no sucederá. Soy pesimista.

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    • en 25/09/2019 a 13:16 Víctor García

      Es cierto que las renovables no son tan adecuadas para regular la potencia pero en absoluto significa que no vayan a poder.

      1. La hidroeléctrica puede hacerlo exactamente igual de bien que las fósiles. El problema es que no se puede instalar en el volumen necesario en todas partes. Ok.

      2. La eólica puede simularlo modificando la orientación de las palas. Se puede instalar mucha y luego hacer un curtailment artificial fijando un rendimiento al 75% de base y aumentando o disminuyendo según se requiera.

      3. La solar al ser tan intermitente requiere verter toda la potencia durante las horas de sol que tenga. Esta va a requerir baterías y otros sistemas de almacenamiento sí o sí. Lo cierto es que no son solo baterías de litio las tecnologías que se van a desplegar por lo que no es previsible que exista un «pico de las baterías» como comentas. Hay múltiples tecnologías que se van a complementar, no solo las de baterías y mejor aún, los minerales de dichas baterías en la medida que su uso alcance un volumen suficiente se van a reciclar por lo que no puede igualarse su explotación a la de los combustibles fósiles que se destruyen en su uso.

      Así que en términos de si podemos transitar a un mundo 100% renovable yo no soy pesimista. Creo que será factible el único gran problema es si lo lograremos hacer a tiempo de evitar los peores efectos del calentamiento global. Y sobre eso sí soy más pesimista.

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  4. en 26/09/2019 a 14:10 entenderelmundo6

    Ferran, yo no sé de donde viene la costumbre de clasificarme a mí como a un tecno-optimista, cuando mis publicaciones científicas lo que concluyen es que el crecimiento exponencial BAU nos va a acabar llevando al colapso si no pasamos a una economía estacionaria no capitalista. La diferencia con algún investigador al que respeto (como Carlos de Castro) es, como tú dices, “el debate acerca del 100% renovable y cuál sería el nivel de máxima anual”. Y efectivamente, “es una cuestión de importancia mayor, pues en el fondo lo que se dirime es si resulta viable la continuación de la civilización actual con unos cuantos ajustes, siquiera importantes, o si esta pretensión debe ser considerada irracional, su persecución una pérdida de tiempo y de energía (física e intelectual), y ese desiderátum, considerado así irrealizable, nos distraería de la necesaria construcción de imaginarios sociales radicalmente distintos (más todavía) a los ahora prevalentes”.

    Parece como si esta fuera una posición distinta a la mía, cuando no lo es. Una economía estacionaria a un nivel inferior al actual (del orden de la de 2005 para muchos sectores y la de 1980 para el sector petroquímico) es el nivel más optimista que los límites físicos permitirían si se hacen cálculos de las reservas actuales de metales y de la demanda de metales que tendría una economía 100% renovable, y eso sería la estimación óptima si todo saliera bien, lo cual nunca he dejado de considerar como bien difícil. En otras publicaciones, más económicas, concluía que un decrecimiento del PIB global a partir de 2030 también sería un escenario probable si no se hace nada para mitigar el pico de todos los combustibles fósiles y la continuación del despilfarro.

    Lo que yo hago sistemáticamente en todas mis publicaciones técnicas es diferenciar los límites a lo posible impuestos por los límites minerales, que son físicos y bastante inflexibles, pese a la sustituibilidad de materiales, pues chocan con los innegociables principios de conservación de la materia, y por otra parte los cuellos de botella que se producirían si se dan determinadas circunstancias socio-políticas. Estas últimas pueden ser del tipo de si la inversión global masiva en renovables no se comienza de aquí a diez años, si el crecimiento económico y el derroche del 1% rico (nosotros) se mantiene tras 2030 o no, si el actual sistema capitalista de crecimiento exponencial se mantiene o es sustituido por un sistema estacionario capaz de producir prosperidad sin crecimiento (modelo eco-socialista estacionario de Jackson), etc. Diferencio así entre restricciones físicas duras como las de los materiales, y condicionantes blandos como las circunstancias políticas y las inercias económicas y las luchas políticas, para generar un poco más de claridad y que la gente pueda tomar decisiones con más claridad en las crisis múltiples que se avecinan.

    Por ejemplo, si en un futuro escenario de movilizaciones políticas consiguiéramos parar el crecimiento y el consumo de energía y materiales e imponer una política en la que las decisiones económicas relevantes las tomaran los estados en colaboración con las mayorías sociales, el escenario para la implantación de un sistema 100% renovable sería mucho más favorable y esperanzador que el actual, en el que el crecimiento ahogará cualquier despliegue renovable concebible de forma realista. Es una actitud decrecentista que busca investigar el nivel estacionario máximo compatible con las restricciones físicas que podríamos alcanzar en una futura economía post-capitalista, un programa de investigación similar a la que plantean Heinberg, o en diferente forma Jackson y el propio Muiño, que consideran que una parte de la industria actual seguiría siendo útil y mantenible en una sociedad post-capitalista estacionaria.

    No entiendo esa manía de decir que si se pierde tiempo en hacer estos cálculos, entonces eso nos distrae de la “construcción de imaginarios sociales radicalmente distintos (más todavía) a los ahora prevalentes”. Lo que yo propongo es hacer las dos cosas: luchar políticamente por un decrecimiento lo mayor posible de occidente (y abogar por los valores acordes a un modo de vida estacionario, solidario, de calidad, respetuoso con el entorno y las sociedades), mientras se da esperanza a la gente de que, si consigue quebrar la dinámica capitalista, podríamos conseguir una sociedad estacionaria de cierta calidad (un poco más frugal que la actual, pero no necesariamente pre-industrial). Son dos cosas que se deberían hacer en paralelo, y convencería mucho más que hablando sólo de decrecimiento y de las renovables que sean sólo pre-industriales.

    Lo que ocurre es que siempre hay blogueros a los que las matizaciones y cálculos intermedios les sobran, lo que quieren son polaridades claras tipo o “colapso inevitable” o “BAU”, cuando no hay ningún consenso científico sobre que el colapso sea inevitable (aunque de seguir así de seguro lo tendremos), ni tampoco el estudiar la futura economía estacionaria post-capitalista y su nivel tecnológico máximo posible es ninguna actitud favorable al BAU capitalista (en mi caso es todo lo contrario).

    La implantación de una economía 100% renovable es algo a lo que aspiran la mayoría de los decrecentistas y también la mayoría de los científicos que buscan una solución a la emergencia climática; la controversia está, no en si es posible, sino en qué nivel de industrialización y servicios se podrá alcanzar bajo distintos escenarios económico-políticos. Muchos decrecentistas tienden a pensar que, probablemente, asistiremos a un fuerte declive de la industrialización y sólo alcanzaremos un estado estacionario post-capitalista de niveles casi pre-industriales; otros decrecentistas concluyen que se podría alcanzar niveles económicos e industriales algo inferiores a los actuales, pero no radicalmente inferiores, con una economía 100% renovable, pero que ello entrañaría cambios muy profundos en la economía y en el propio sistema económico, por lo cual, se trata de un reto mayúsculo. Estudiar un tema hoy en debate me parece importante, y el nivel económico que podremos alcanzar tras la economía actual del crecimiento capitalista, será muy dependiente tanto de detalles técnicos, materiales disponibles para una economía estacionaria y su grado de reciclabilidad, y detalles de la organización socio-económica del transporte, la producción, etc. Es importante estudiarlo y debatirlo en todos sus detalles.

    No veo por qué esa animadversión a que los científicos maticemos y tratemos de aclarar los condicionantes reales de todas las posibilidades futuras, cuando para eso nos pagan. Por otra parte, me parece imprescindible usar el principio de precaución, pero no veo en qué aconseja ese principio no invertir en renovables. Por el contrario, el uso de este principio lleva al IPCC a recomendar una inversión masiva en renovables de todo tipo, pequeña y gran escala, aparte de medidas radicales de ahorro energético y de reforestación. Debería ser más radical proponiendo medidas de disminución de nuestros niveles de consumo y de derroche occidentales, por supuesto, pero no parece sensato a la mayoría de los científicos de la sostenibilidad una medida como el evitar el despliegue masivo y rápido de fuentes eólicas y solares porque lo importante es decrecer, cuando las dos cosas parecen fundamentales para una futura economía sostenible.

    En la TRE también hay mucha incertidumbre, y aunque los valores medios de la TRE obtenida para la fotovoltaica de silicio es de unos 10, hay autores como Prieto y Hall que obtuvieron valores de 2.4 o así (equivalente a 8 si todos los inputs de construcción fueran eléctricos, cosa de la que todavía estamos lejos). Pero también hay autores, como Sgouridis y ugo Bardi, que muestran que la TRE del petróleo calculado en los puntos de uso económicos (y no a la salida del pozo, como se solía hacer), es de unos 8 hoy, y nunca ha sido probablemente mayor de 12. De modo que la TRE más probable de la FV (10) y de la eólica (20) están hoy ya por encima de la del petróleo, a la hora de usarlas en un proceso 100% eléctrico.

    ¿Qué nos dice el principio de precaución ante tales evidencias? ¿Qué no instalemos ninguna renovable o todo lo contrario? Ante las incertidumbres que tienen las estimaciones, pero la convergencia de las evidencias medias en valores esperanzadores, yo desde luego propondría el instalarlas masivamente, y simultáneamente fomentar la electrificación de todos los sectores (aparte de las medidas de decrecimiento que se puedan políticamente lograr). Y la evolución de los precios y de los materiales consumidos nos dirán hasta qué nivel la FV, la eólica y los sistemas de regulación de la intermitencia son escalables. En el peor de los casos, nos quedaremos en niveles económicos muy inferiores a los actuales, pero eso es precisamente lo que promueve el decrecentismo más pesimista, ¿no? Luego no habremos perdido nada en el intento.

    Siempre será mejor que no cambiar nada en el sistema de producción de energía, y limitarnos a abogar por el decrecimiento. Y si conseguimos decrecer al 50%, ¿seguimos emitiendo el 50% de CO2? Habrá que diseñar alguna fuente de energía no fósil para esa futura sociedad, ¿no? Aunque sean molinos de aspas de caña y tela, pero habrá que demostrarle a la gente que esos molinos son más convenientes que otros con fibra de carbono o de silicio en vez de madera. A lo mejor resulta que un molino de fibra de carbono de 100 m de altura es más conveniente para un pueblo que 1.000 molinos de madera y tela haciéndose sombra unos a otros. En fin, que el decrecimiento solo no elimina el problema de diseñar un sistema energético sostenible que permita una transición lo menos violenta posible para 8.000 millones de personas.

    “A lo sumo tenemos un lustro para asentar un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento, y para construir democráticamente alternativas ecológicas y energéticas que sean a la vez rigurosas y viables.” Eso es lo que tratamos de hacer los que investigamos sobre la transición renovable.

    “Acogerse al consenso científico del momento resulta irresponsable, pues la evidencia de que los resultados irán empeorando con el tiempo en términos de impactos resulta, a mi parecer, incontrovertible.” Aquí si que no estamos de acuerdo. El IPCC está recogiendo en cada informa que saca las nuevas evidencias científicas, que son las que hacen que las consecuencias climáticas estén apareciendo peores que la que los modelos predecían. Y además, proporciona bandas de probabilidad, e información con esa calidad y rigor no la puede proporcionar ningún bloguero por perspicaz que se crea. Así que ese consenso sigue siendo la mejor guía que no las opiniones personales de cualquiera de nosotros. Lo responsable es partir del consenso científico, denunciar las consecuencias catastróficas que podrían producirse de realizarse los peores escenarios posibles, aplicar el principio de precaución, y fomentar una discusión pública sobre riesgos, posibles beneficios y deseabilidad de las distintas opciones, en el marco de las incertidumbres existentes.

    Saludos,
    Antonio García-Olivares

    PD-1: García-Olivares es el primer apellido (compuesto) que nos puso mi padre a todos los hermanos, no lo construyo yo por capricho, está en el registro civil. Lo digo porque a veces me llamas “Antonio García”.

    PD-2: Dices que a veces escribo cosas lejanas a mi campo académico, pero no es exacto: estudié CC Políticas y Sociología después de estudiar física teórica, y publico a veces en revistas sociológicas, aparte de investigar y publicar en el tema por el que me paga el CSIC, que es en “recursos naturales”. En 1989, por ejemplo (¡hace ya 30 años!) publiqué un artículo en Revista Internacional de Sociología («Sobre la inestabilidad estructural del capitalismo») en la que señalaba que el capitalismo podría sufrir una inestabilidad estructural a principios de este siglo ante la acción combinada de los límites de los ecosistemas, nuevos sistemas tecnológicos, y nuevos valores-guía y centros de nucleación sinérgicos con esos precipitantes.

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    • en 28/09/2019 a 19:11 Víctor García

      Coincido contigo. El problema de cierto decrecentismo dogmático es que solo propone una solución decrecer y ya. Invertir en renovables de forma masiva para ellos es tirar el dinero. Es la profecía autocumplida. Si no despliego renovables al final efectivamente el mundo fósil se agotará tanto en términos de contaminación medioambiental como de escasez de recursos.

      Pero es precisamente en este tiempo que aún tenemos tiempo cuando hay que hacer el máximo esfuerzo para reducir la dependencia fósil transicionando en todo lo que se pueda a fuentes renovables. A veces parece que algunos deseen el colapso.

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  5. en 26/09/2019 a 16:46 entenderelmundo6

    Jesús María Garijo Larumbe, se aceptan las disculpas, ya veo que ha sido una confusión. Carlos DeCastro, gracias por las aclaraciones

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    • en 30/09/2019 a 12:26 entenderelmundo6

      Victor García, así lo veo también. Sólo intentándolo se verán los límites reales de las renovables; el no hacer nada es apostar por un colapso sin ninguna red de seguridad energética para amortiguar la caída

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  6. en 30/09/2019 a 12:27 entenderelmundo6

    Victor García, así lo veo también. Sólo intentándolo se verán los límites reales de las renovables; el no hacer nada es apostar por un colapso sin ninguna red de seguridad energética para amortiguar la caída

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