Cuál vaya a ser el incremento de la temperatura media de la Tierra debido al cambio climático no es algo que, en realidad, nos preocupe demasiado. Es más: un incremento de sólo +2 ºC, desde muchas latitudes, y desde luego desde aquellas en las que se sitúan los países hoy por hoy dominantes de los procesos políticos, puede llegar a ser percibido como algo deseable. Como dice el ex-meteorólogo Manuel Toharia, “a los humanos nos gusta el calorcito”. Desde luego, si ésa fuera a ser la única consecuencia del cambio climático, y se distribuyera uniformemente, podría resultar ciertamente atractiva para muchas personas.
No es pues la temperatura en concreto lo que nos importa, sino las consecuencias del calentamiento global. Desde una óptica estrictamente antropocéntrica, preponderante en Occidente , lo que de verdad nos inquieta, lo que resulta verdadero motivo de preocupación, son los impactos que el cambio climático pueda tener sobre nosotros. ¿Hasta qué punto puede la ciencia ayudarnos a evitarlos?
Muchos de estos impactos son debidos al aumento de la temperatura media, y otros son el resultado de su desigual distribución, al calentarse los polos en mucha mayor magnitud que los trópicos – debido al fenómeno de amplificación polar – y las zonas terrestres más deprisa que los océanos. Otros impactos no están relacionados con la temperatura como efecto mediador, sino directamente con el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera, como por ejemplo la acidificación de los océanos y la mayor productividad de la vegetación. Sin embargo, ésta última sólo se da bajo determinadas condiciones hidrológicas y de temperatura que, en la mayoría de las zonas en que podría producirse, dejan de existir por los efectos directos e indirectos del incremento de temperatura (14).
Por otra parte, los impactos indeseables deberán ser necesariamente sopesados frente a las ventajas que consideremos que nos aporta, por distintas vías, y a día de hoy, la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI). El beneficio principal de verter GEIs a la atmósfera es que permite a una gran parte de la humanidad disponer, durante algunas generaciones, de una fuente de energía cuyo precio, bajo los parámetros de la economía actual, resulta asequible para la mayoría de las personas[5]. Este tipo de balance, como veremos, se suele efectuar en términos económicos en el marco de los denominados análisis coste-beneficio.
La interferencia antrópica peligrosa entra en escena
Esta centralidad de los impactos como consecuencias preocupantes del problema climático fue lo que llevó al legislador internacional a señalar, en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Río de Janeiro de 1992, la necesidad de no superar un límite peligroso. Su artículo 2 dice así:
“Artículo 2: El objetivo último de la presente Convención y de todo instrumento jurídico conexo que adopte la Conferencia de las Partes es lograr, de conformidad con las disposiciones pertinentes de la Convención, la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antrópicas peligrosas en el sistema climático. Ese nivel debería lograrse en un plazo suficiente para permitir que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible.” [énfasis añadido] (15)
La imprecisa mención al desarrollo económico sostenible nos llevaría a la difícil cuestión de definir qué cosa es desarrollo económico y cómo se mide, y al controvertido concepto de sostenibilidad. También a la intervención decisiva de los Estados Unidos en la orientación liberal del tratado, que se ha mantenido durante 20 años y que parece destinado a reforzarse en Rio+20[6] (16).
En todo caso este redactado contiene tres principios separados:
- La estabilización de la concentración de GEIs
- La reducción del ritmo de avance del cambio climático
- Que los ecosistemas puedan adaptarse y la producción de alimentos no se vea amenazada
El origen del primer concepto lo encontramos ya en un informe de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos de 1977, donde el meteorólogo J. Murray Mitchell Jr. se preguntaba cuál tenía que ser la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera que permitiera un óptimo climático sin que ese escenario llevara a consecuencias inaceptables (17).
El tratado no incluye referencia cuantitativa alguna al nivel de estabilización necesario, pero por lo menos señala el causante de la interferencia peligrosa, a saber, la concentración de gases de efecto invernadero. Dado que esa concentración depende de las emisiones antrópicas y de la capacidad de absorción de esas emisiones por los océanos y la biosfera, es posible establecer relaciones matemáticas entre estos valores, en el marco del método científico. De esta forma acabaríamos determinando un nivel de emisiones máximo permisible. Lo mismo puede decirse de los otros dos principios.
Sin embargo, para llegar a conocer este límite a no superar habrá que partir de algo que la convención no define no ya de forma cuantitativa, sino tampoco cualitativa. Porque ¿qué entendemos por interferencia antrópica peligrosa?
Ciencia y sociedad
El problema del cambio climático tiene desde luego un origen científico, en el sentido de que puede calificarse de descubrimiento (18,19). De hecho, pocos avances de la ciencia habrán tenido una influencia tan exhaustiva sobre la humanidad en su conjunto a lo largo de la historia y tan determinante como lo va a tener en el futuro. Pero sería un error considerar que estamos frente a una cuestión estrictamente científica, y que su abordaje corresponde exclusivamente a los científicos. Aunque la respuesta al fenómeno no sea posible sin su imprescindible concurso, el cambio climático abarca mucho más allá de las ciencias físicas y naturales.
El concepto de interferencia antrópica peligrosa nos brinda un excelente motivo para ejemplarizar esta situación. Nos damos cuenta de que, en este punto, entran en juego los juicios de valor, ajenos a la ciencia stricto sensu. Hemos entrado en el terreno de las ciencias sociales, en particular la economía, la sociología y la política y, sobretodo, la ética (20).
Así: ¿qué nivel de impactos estamos dispuestos a soportar? Cuando nos referimos a impactos indeseados ¿a quién nos estamos refiriendo? ¿Qué grupos humanos consideramos para el análisis? Si lo hacemos por países ¿son menos valiosos, por ejemplo, los impactos a las poblaciones de Bangladesh o del Perú, que de hecho ya los sufren, que los que nos afectan a nosotros, los occidentales que, por ahora, creemos estar en mejores condiciones de protegernos? A este respecto conviene darnos cuenta de que el aspecto distributivo del riesgo brilla por su ausencia en el Artículo 2 de la convención, aunque en la introducción del tratado, que no tiene fuerza normativa, se reconozca que:
“La naturaleza mundial del cambio climático requiere la cooperación más amplia posible de todos los países y su participación en una respuesta internacional efectiva y apropiada, de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas, sus capacidades respectivas y sus condiciones sociales y económicas.” (21)
Por otra parte, los impactos globales, promediados, y los impactos locales, concretos, tienen un carácter muy distinto a la hora de su evaluación. Los impactos físicos y los impactos sociales también beben de fuentes distintas (22). ¿A cuáles atendemos en primer lugar? Por si esto fuera poco, está bien demostrado que la percepción de un mismo riesgo varía enormemente de una persona a otra, e incluso entre las mismas personas en función de cómo un mismo riesgo sea presentado (23).
Vayamos un paso más allá. Si bien la mención a la sostenibilidad puede entenderse como una referencia a las generaciones jóvenes y futuras, cabe preguntarse en qué momento tomamos en consideración la afectación de estos impactos sobre las mismas, dado además que su intensidad crece con el tiempo. ¿Son menos valiosos los impactos que afectarán a las generaciones todavía por nacer, aunque sean mucho más graves, que los que puedan sufrir las generaciones ya presentes? ¿Son menos valiosos los impactos que afectarán a las generaciones más jóvenes de la actualidad que los que afectarán a las más mayores, por ejemplo en términos de salud?[7]
Más. ¿A cuántas generaciones vista pretendemos abarcar con nuestra perspectiva? Porque si la nuestra fuera la causante de un proceso de aumento imparable e irreversible del nivel del mar, de forma que obligara a una retirada constante de las líneas de costa durante milenios[8], según qué óptica adoptemos y sobre qué preceptos éticos nos apoyemos llegaríamos a conclusiones bien distintas.
Sin duda alguna, las cuestiones de ética intergeneracional constituyen el núcleo duro del problema climático, y el horizonte ético bajo consideración resulta de una importancia capital (24). Hasta ahora, las predicciones científicas raramente abarcan períodos superiores al año 2100[9]. ¿No nos importa nuestra huella más allá del fin de siglo?
Ciertamente hemos entrado en el terreno filosófico, porque qué cosa quiso decir la comunidad internacional por ‘interferencia antrópica peligrosa en el sistema climático’ es algo que puede ser debatido indefinidamente.
Las sucesivas convenciones sobre el clima apenas han abordado esta cuestión. Algunos sugieren que esta ausencia es debida a que los países no desarrollados, englobados en el denominado Grupo de los 77 y apoyados por los Estados Unidos en este punto, han huido de todo aquello que pudiera suponer obligación alguna de reducción de emisiones para ellos (25). Por su parte, los sucesivos informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), puramente científicos, soslayan este aspecto con el fin de evitar la acusación de injerencia política que sufrió, en los años 80, el Advisory Group on Greenhouse Gases (26).
Buscando un límite
Pero la comunidad científica de las ciencias naturales si entró por su cuenta en el debate fuera del IPCC, entendiendo la interferencia antrópica peligrosa como la búsqueda de un umbral a partir del cual el riesgo de perturbaciones extremas resultara inaceptable a todas luces (27), tal como había sugerido Murray Mitchell, pero evitando referirse a óptimo climático alguno. Nótese que la adopción de este criterio reduce, pero no elimina, el nivel de subjetividad.

La Antártida Occidental, de menor altitud que el resto del continente helado, se ha calentado mucho en los últimos 50 años
Por ejemplo, se han considerado como límites físicos la detención de la corriente oceánica termohalina[10] (28) – aunque este riego parece ser menor que lo estimado en la década de los 90 (29,30) – y la conversión de las selvas tropicales en sabana (31,32,33). Ha vuelto a primer plano el estudio de las condiciones que podrían dar lugar al derrumbe sobre el mar de las grandes masas de hielo de la Antártida Occidental (34,35,36), cosa que provocaría incrementos súbitos del nivel del mar, así como la temperatura crítica por encima de la cual Groenlandia inicia su fusión irreversible (37,38,39). Nótese que la Antártida Occidental contiene agua como para provocar un incremento del nivel del mar de 4-6 metros, y que Groenlandia contribuiría con otros 7 metros. Éstos son algunos de los denominados tipping elements del sistema climático, subconjuntos geográfico-funcionales que corren peligro de desestabilización, en general irreversible a las escalas de tiempo humanas (40).
La comunidad científica intenta ahora a dilucidar cuál de estas situaciones se daría en primer lugar en el tiempo. De esta forma será posible recorrer la cadena causal hacia atrás, y determinar así qué nivel de concentración de gases de efecto invernadero sería el responsable del fenómeno (41). Todo ello sin olvidar la decisiva importancia de la cantidad y la distribución de los aerosoles reflectantes de origen también antrópico (42), a menudo subestimada, y que describiremos más adelante. Dado que estas concentraciones dependen de nuestras emisiones, la intervención posterior de la política debería determinar cómo se distribuye el esfuerzo de reducción.
Encontramos otro enfoque en el terreno de las ciencias sociales, en términos de población potencialmente afectada (43,44). En el ámbito económico se han establecido límites de reducción del PIB por encima de los cuales se estima que las sociedades corren un riesgo importante de desestabilización (45,46).
Sin embargo, no es posible determinar analíticamente, con la precisión deseable, qué condiciones precisas causarían cada fenómeno, y en qué momento, aunque en muchos casos sea posible estimar márgenes de probabilidad de ocurrencia (y cómo varían con el tiempo). Luego incluso a pesar de que podamos admitir como inaceptable un fenómeno concreto ¿a qué nivel de probabilidad de ocurrencia del mismo otorgamos el calificativo de inaceptable, y en qué momento?[11].
Todo esto, desde luego, no le corresponde decidirlo a la ciencia, sino a la sociedad. Aunque desde luego debe de ser informada por ella.
Terminemos con una reflexión de Carlo C. Jaeger, del renombrado Potsdam Institute for Climate Impact Research, miembro del European Climate Forum y perteneciente asimismo a la Universidad Normal de Beijing:
“Cuando nosotros, académicos, afirmamos que nuestra búsqueda de conocimiento confiable es sólo posible porque nos restringimos a los hechos ‘puros’, y dejamos aparte los juicios de valor, estamos sugiriendo implícitamente que la búsqueda de conocimiento confiable sobre cuestiones éticas es ilusoria. Entonces, declarando que los juicios de valor son una cuestión meramente política, fomentamos el riesgo de que la política se convierta en una merca lucha de poder sin sentido en la que los debates, lejos de generar conocimiento, reproduzcan batallas inacabables entre distintas formas de fundamentalismo y formas más o menos sofisticadas de cinismo.” (47)
Examinar referencias
Sumario tentativo de la serie
Notas
[5] Sin embargo, a día de hoy cerca de mil millones de personas no tienen acceso a la electricidad
[6] El presidente George H.W. Bush declaró “no soy el presidente del mundo, sino el de los EE.UU, y hago lo mejor para defender nuestros intereses” (48, citado en 49). Su hijo demostró haber aprendido la lección cuando dejó atónitos a sus adláteres del G8 en la reunión de 2008 que trató sobre el cambio climático, al despedirse con la frase “Adiós desde el mayor contaminador del mundo” (50)
[7] La ola de calor de 2003 acabó anticipadamente con la vida de 70.000 europeos, la mayoría de edad avanzada (51). La cifra oficial en España fue de 6.500.
[8] La fusión de todas las masas de hielo del planeta, algo en absoluto descartado, llevaría a un aumento del nivel del mar de 75 m
[9] El próximo informe del IPCC parece decidido a solventar parcialmente este aspecto
[10] Motivo de la película El día de mañana, en la que los fenómenos que se presentan son correctos como impactos, pero no así su velocidad de ocurrencia (52)
[11] Estamos así en el terreno del riesgo, entendido (en términos económicos) como la intensidad del fenómeno multiplicado por su probabilidad de ocurrencia
No se puede amplificar la información de la primera imagen !!! Saludos
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Ahora ya si.
Gracias por avisar, Juan.
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Bueno yo me planteo en que en estos momentos estamos a buen tiempo de intentar frenar los parámetros físicos que contribuyen el cambio climático pero parece ser que la economía está tocando fondo y que por ello las emisiones bajarán bastante, más de lo que se podían permitir en la convención marco.
Así que hoy por hoy lo que toca es ayudar a la sociedad que sufre ya problemas con el clima.
También la crisis económica-social que vivimos hasta ahora el mayor responsable han sido las políticas neoliberales en un contexto de globalización, realmente hasta ahora el papel del clima no ha sido contundente en esta crisis, lo podrá ser en el futuro, pero la mejor ayuda que se puede tener ahora a la sociedad es cambiar de sistema económico y armonizar la globalización.
.Ahora bien no estamos tan lejos de alcanzar la irreversibilidad, creo que son 450 ppm de CO2 aunque no tengo el dato exacto, ahora estamos a 396.18 subiendo unas 4 unidades por año aproximadamente,
Por eso y por lo primero de el estancamiento económico ya «no tiene caso» invertir en reducir las emisiones de CO2 y lo mejor será ayudar a la sociedad como sea, tal vez haciendo esto aprendamos a adaptarnos o a movernos.
No sé si me explico.
Por último me ha llamado la atención el tema de los aerosoles, es evidente que estamos en un golpe de vela, porque los aerosoles que hemos emitido se depositarían en el suelo bruscamente por el estancamiento económico y ya tendremos un escudo menos ante calentamiento global y tal vez las concentraciones actuales de CO2 sean más que suficientes para alcanzar la situación irreversible.
Tengo la impresión de que lo que tenemos ahora tomaría un par de milenios estabilizar siempre y cuando los aerosoles se mantengan en suspensión.
Saludos
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Lo aerosoles son cruciales y no se le da la importancia que tienen. Solo se habla del CO2.
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Pues aquí un excelente video al respecto, saludos !
http://oceanservice.noaa.gov/podcast/p0512.html#mw97
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Vale ya encontré el dato, según la previsión del Panel Intergubernamental sobre el cambio climático el máximo pronosticado para el 2100 son las 1000 ppm de CO2 que es muchísimo.
Digo muchísimo porque son cifras que pueden estar maquilladas para no alarmar.
También digo muchísimo porque la taza de aumento se multiplica en varias órdenes de magnitud hasta lo que hemos tenido.
Vamos un palo de Hockey que empieza este siglo.
National Geographic de este mes. Mayo 2012. pag 8.
Es muy serio, ya nos hemos pasado.
Saludos.
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Ya nos hemos pasado Juan, pero con gran esfuerzo estaríamos a tiempo de revertir. El dato 450 es antiguo.
Sigue conectado que llegará el dato y su factibilidad.
Un saludo.
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Gracias por esta serie que comienza tan potente, Ferran.
Siempre me llamó la atención a que quisieron referirse en el artículo 2 con: «que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible». Para mi es evidente que el desarrollo no puede proseguir en forma sostenible si nos encontramos en medio de un caos climático, y que incluso cambios no tan caóticos pueden generar retrocesos impredecibles…Si las economías tiemblan cuando estalla una burbuja económica, ¿qué pasará cuando se nos mueva el piso real, o, en este caso, el cielo?
Juan: no es cuestión de decir «ya pasamos tal punto, no nos queda más que adaptarnos». Porque las cosas se van poner muchísimo peor. Con las crisis, las emisiones bajan pero no lo suficiente. No hicimos los deberes cuando deberíamos (no podíamos parar la locomotora del progreso) y ahora hay que hacerlos igualmente (en medio del tren descarrilado), aunque sea mucho más difícil.
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La sostenibilidad tiene distintas definiciones, algunas bienintencionadas y otras interesadas. Convendría asumir que no hay ni desarrollo (comoquiera que éste se entienda) ni ningún tipo de sostenibilidad posible (cualquiera que sea su definición) en un entorno climático inestable. De modo que tal vez se pueda establecer un marco más amplio de la sostenibilidad en el sentido de sostener la estabilidad del sistema climático.
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