«Bueno, lo que ustedes hacen me hace llorar por las noches. Ustedes, adultos, dicen que nos quieren. Los desafío: por favor, hagan que sus acciones reflejen sus palabras.» – Severn Suzuki, Environmental Children’s Organization. Rio de Janeiro, 1992
La nueva entrega consecutiva a la intromisión de la negacionía en los correos que se cruzan los científicos en sus deliberaciones, por ella bautizada como climategate II, contiene un elemento diferencial respecto a la fechoría anterior de 2009. En este caso, los piratas muestran un propósito, y simulan obrar con el mismo como justificación. A modo de preámbulo a los centenares de miles de ficheros puestos a disposición del público, declaran:
Cerca de 2.500 millones de personas viven con menos de dos dólares al día … Las naciones deben invertir 37 billones de dólares en tecnologías energéticas de aquí a 2030 para estabilizar las emisiones de gases a niveles sostenibles … La toma de decisiones debe basarse en toda la información disponible, no en hiding the decline.
Con ello pretenden reenfocar el debate climático en unos términos nuevos que, en sí mismos, tienen mucho más sentido que la negación irracional de toda la ciencia climática y de su integridad científica subyacente, por mucho que yo esté convencido de que no van a abandonar, sino que se las apañarán para encontrar motivos para abundar en su línea tradicional. Que este nuevo framing constituya un propósito sincero de los piratas es mucho suponer, pues no sólo su propia condición, por definición, indica métodos tramposos, sino que su insistencia en el dichoso ‘hiding the decline’, cuando ya se ha demostrado mil veces por pasiva (aclaración de los afectados) y por activa (procedimientos incoados, hasta nueve) que no significa ocultación alguna, no es otra cosa que un intento de mantener abiertos cuantos más frentes de combate, mejor.
Intentan una vez más condicionar el debate con la generación de duda sobre si todo el asunto climático está plagado de alarmismo injustificado. Ellos pretenden demostrarlo jugando con las palabras, los contextos y los tiempos en favor de su posición previa, generando confusión entre el público no iniciado en uno de los ejercicios de razonamiento inverso más increíbles que jamás he visto, superior incluso al que el novelista Michael Crichton realizó en su día. Pero el debate intra-intergeneracional que añaden ahora si que tiene sentido, y este es el motivo del texto que sigue.
Pero antes mostraré mi sorpresa por el dato relativo a la inversión económica necesaria para estabilizar la composición atmosférica. ¡37 billones de dólares! ¿De dónde han sacado esta cifra? Mira que hay estimaciones distintas, que varían incluso en algún orden de magnitud. ¿A qué concentración de CO2 equivalente de estabilización se refieren? ¿Qué tecnologías consideran? ¿A precios de qué año? ¿Qué tasa de descuento emplean? Más: ¿Qué significa esta cifra en términos de PIB mundial? ¿Cómo se distribuye? ¿Es un gasto o una inversión? En fin, han puesto 37 como podrían haber puesto 25 o 100, y el hecho de publicitar un número primo tan elevado sin duda tiene la intención de 1) hacer creer que procede de un cálculo y 2) abrumar con la cifra, y más ahora que andamos preocupados con los recortes a cuestas. En todo caso tendremos ocasión de situar esta cifra en perspectiva en un apéndice al final del texto.
El rey de la dicotomía entre generaciones presentes y generaciones futuras es el danés Bjorn Lomborg, el ecologista escéptico a quien en una ocasión califiqué erróneamente de converso y para quien tengo prevista una nueva entrada en la que le retiro esta condición y le atribuyo la de fantasma mayor. El borrador lleva meses en el cajón debido a la complejidad del personaje y a mi manía detallista y documentadora. Por cierto que al señor, que consiguió fama con el ascenso de los liberales al gobierno de Dinamarca, el nuevo gobierno socialdemócrata le va a negar los fondos públicos para el instituto desde el que emitía razonamientos inversos y cherry picking[1] en grandes cantidades (38), amén de rodearse de economistas ultraliberales de la escuela de Chicago, ávidos de propiedad privada (exclusivamente).
Lo primero que cabe preguntarse frente a esta dicotomía es si, realmente, la cuestión puede plantearse en estos términos, o si los términos son falsos en sí mismos. ¿No sería posible hacer las dos cosas a la vez, a saber, ayudar a los más desfavorecidos del presente y mitigar el cambio climático hasta niveles tolerables con acciones realmente efectivas? Una respuesta negativa no tendría soporte en las ciencias económicas por mucho que insistan los economistas mainstream, sino que, simplemente, habría que calificarla de ideológica y, por tanto, con fuerte componente ético. Por supuesto que es económicamente posible, pero para ello habría que alterar de modo fundamental los principios fundacionales de la civilización occidental que estos economistas se empeñan en tomar por universales.
Pero si ya es difícil, virtualmente imposible, conseguir aquiescencia social para atenuar el sufrimiento de las personas menos favorecidas de las generaciones actuales, por lo menos de países extranjeros, y en todo caso la experiencia nos demuestra que no lo hacemos ni cuando vamos boyantes, convendrá conmigo en que sería mucho más difícil todavía aunar aceptación suficiente para hacer las dos cosas al mismo tiempo. En realidad, desde los años 90 la ayuda al desarrollo para los países developing ha ido disminuyendo, en lugar de ser incrementada como muchos quisiéramos.
De modo que, a efectos de la reflexión que sigue, aceptemos provisionalmente que los recursos son escasos y tomemos esta elección como punto de partida. El argumento prosigue indicando que, dado que la población más desfavorecida 1) está más expuesta a las inclemencias climáticas provocadas desde Occidente y 2) su capacidad de protección, la resiliencia[2] de sus sociedades, es mucho menor, entonces nuestra prioridad es asistir a esas poblaciones tanto en sus necesidades individuales actuales como en sus necesidades colectivas de adaptación al cambio climático, actuales y futuras. Damos pues por hecho que se van a producir pues, bajo estas premisas, dejamos de lado la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero y seguimos emitiendo a tutti pleni, y les ayudamos mientras tanto.
Para sostener el argumento es preciso, por una parte, suponer que los pobres del planeta son ahora más pobres de lo que lo van a ser sus descendientes, cosa desde luego bastante más opinable que las leyes de la física, y mucho más desde que sabemos que el crecimiento económico futuro está limitado, de manera fundamental, por la capacidad de movilización de energía neta. Pero para seguir con el razonamiento de los portadores de la opción intra supongamos que eso vaya a ser así, o por lo menos que pudiera serlo. Prosigue entonces el argumento relatando que ayudar ahora a las poblaciones más vulnerables es más fácil (barato) que hacerlo en el futuro y que, al ayudarles, también ayudamos a sus descendientes.
De modo que estamos frente a dos elementos centrales de esta reflexión. Por una parte, una apelación al principio de los costes de oportunidad, según el cual los recursos eventualmente dedicados a la mitigación del cambio climático producirían mejores resultados si se aplicaran a otras cosas. Por otra, que los pobres del futuro serán menos pobres, y por tanto podrán pagar más de su bolsillo.
Los costes de oportunidad aplicados al cambio climático
En la economía cotidiana, en particular la empresarial y en sólo algunos casos estatal, la consideración de los costes de oportunidad es necesaria, y por lo general de resultados correctos. Pero en nuestro caso se imponen algunas cautelas.
La primera es que la elección entre pobres de ahora y pobres del futuro supone que el cambio climático no representa una amenaza para los ricos de ahora, ni para el resto de la naturaleza. Lo último puede entenderse en el marco de un antropocentrismo radical, cuestionable sin embargo en la medida en que irían a resultar afectados estructuralmente los sistemas de soporte de toda la vida, también la humana. Pero lo primero resulta de un optimismo extremo, pues no está en absoluto asegurado. La naturaleza, en sus manifestaciones menos amables (sequías y lluvias torrenciales, olas de calor, que constituyen, a día de hoy, los fenómenos más visibles del cambio climático), no distingue entre países ricos y pobres.
La mayor intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos se ha detectado ya en todo el mundo, con manifestaciones recientes en Argentina, Bolivia, Colombia, Pakistán, Myanmar y Tailandia, entre otros, pero los Estados Unidos están siendo ya afectados con singular ensañamiento, y también Australia. Por el momento los ricos vamos resistiendo, pero es preciso saber que el último trabajo de James Hansen señala al Mediterráneo como la zona del mundo donde la señal climática de intensificación de los extremos del ciclo hidrológico va a ser mayor a corto-medio plazo. Menciona directamente a Grecia, Italia y España[3] (39), lo que está en consonancia con las predicciones del muy reciente informe del IPCC al respecto, cuyo resumen para legisladores fue aprobado por unanimidad de todos los gobiernos de la comunidad internacional hace menos de una semana (40).
Por lo demás, estos sistemas planetarios de soporte a la vida son tratados por los economistas como commodities sujetas a comercio y sustitución, mientras que para todo biólogo su precio es infinito, dada su condición de imprescindibles para la sostenibilidad de toda la vida en la Tierra (41,42). Tengo para mi que no otorgamos a la biodiversidad la importancia que tiene para nosotros, pues abrazamos una imagen mental muy simplificada. Tal vez por este motivo no atribuimos demasiada importancia a las alarmantes noticias que nos llegan respecto a las (confirmadas, y prudentes) previsiones de extinción de especies, que alcanzan el 37% en 2050 (43,44), y nos preocupamos más por el calor o por el nivel del mar.
Cuando se emplea el argumento que intento combatir es preciso suponer, necesariamente, que los impactos del cambio climático se encuentran en la parte inferior de las previsiones. Además, la consideración de los costes de oportunidad se basa siempre en los análisis coste-beneficio, de gran estima neoliberal, que todo lo mide en dinero. Pero ocurre que incluso en los modelos de análisis más extremos, es decir, los que atribuyen bajo valor económico a la naturaleza (y miden su importancia exclusivamente en términos económicos) y emplean además tasas de descuento elevadas, concluyen que es bien posible que, si no hacemos nada ahora con las causas el cambio climático con la idea de compensar económicamente en el futuro a las poblaciones afectadas, acabe resultando que no podamos pagar o que la aportación posible sea claramente insuficiente. Esto podría muy bien ocurrir si el cambio climático, u otra circunstancia como el peak oil y otros picos, impidieran el crecimiento futuro. Según cuales fueran sus consecuencias, en el límite hasta podría darse el caso de que un futuro opulento acuciado por el cambio climático no fuera mejor que uno pobre sin ese acoso permanente, todo ello entendido siempre en términos agregados, o sea, admitiendo que hubiera algunos que pudieran resultar beneficiados por la situación en función de su capital previamente acumulado.
De modo que la población occidental del futuro, en la que incluyo ya a las generaciones hoy más jóvenes, podría verse abocada a compensar por los daños al clima del futuro causados por el presente y el pasado, dado el retardo del sistema climático en responder a las perturbaciones (45). O sea: os hacemos daño, pero os compensamos. Pagando, oiga.
¿Están los eventuales afectados en condiciones de intervenir en esta decisión? ¿Usted, si fuera consultado, qué elegiría?
Que paguen los demás
La segunda concierne a una cuestión fundamental de responsabilidad. Si el daño lo hacemos nosotros, ¿qué derecho tenemos de hacer pagar a otros por la reparación, aun en el supuesto de que eso sea posible o incluso de que vayan a ser más ricos? Podría argüirse que serán más ricos porque nosotros hemos ahorrado en mantenimiento a largo plazo, pero se da la circunstancia de que los costes de la inacción en el abordaje del problema climático aumentan exponencialmente a cada día que pasa: la Agencia Internacional de la Energía estimó en 2009 este coste en medio billón de dólares al año (46), y un estudio de la Fondazione Eni Erico Mattei, de hecho un think tank[4] de la industria energética italiana, lleva este valor hasta los 5,7 billones de dólares anuales en el marco de una publicación académica de renombre (47).
De modo que, de aceptar la premisa, ello equivaldría a cambiar, sin permiso de los afectados, nuestra adaptación a una sociedad baja en carbono por la adaptación de otros (y también de nosotros) a los impactos del cambio climático (48), independientemente de qué cosa vaya esto a significar en la práctica, que en todo caso los lectores de este blog saben que no se trata de nada recomendable. Por otra parte, dada la evidente interacción entre los sistemas naturales y los humanos[5] (49), tendríamos dificultades, probablemente insuperables, en distinguir entre ambos, por lo que difícilmente podremos pagar por la adaptación medioambiental, si ello fuera posible, sin, a la vez, tener en cuenta la problemática económica concreta y efectuar consideraciones de justicia social.
En resumen. Para aceptar que pueda ser preferible preocuparnos ahora por la pobreza mundial antes que por las consecuencias del cambio climático habría que dar por ciertas las siguientes suposiciones, muchas de ellas simultáneamente:
- Las sociedades del futuro, también las ahora menos favorecidas, serán más ricas que las del presente
- Las sociedades del futuro serán más ricas que las del presente en función de nuestra inacción actual respecto a las causas del cambio climático
- Los impactos del cambio climático se encuentran en el límite inferior de las previsiones, y no afectarán significativamente a los sistemas de soporte a la vida
- Es más aceptable pagar por la adaptación a las consecuencias del cambio climático que adaptarnos a una sociedad sin emisiones
- Los costes de adaptación del futuro no serán significativamente mayores que los costes de mitigación del presente
- Los impactos del futuro no crecen con el tiempo (generaciones) de forma significativa, bastando pues con una sola tanda de adaptación
- Dados estos impactos menores, estaremos en condiciones de pagar por las consecuencias
- A los afectados les parece (habrá parecido) bien esta decisión nuestra
Todo ello se enmarca dentro de una consideración más general. Las generaciones actuales son tres o cuatro, como mucho, mientras que las generaciones futuras van a ser, esperemos, muchas más. ¿Valemos nosotros mucho más que todas las del futuro? La respuesta a esta pregunta constituye el núcleo duro del problema climático desde el punto de vista ético, lugar filosófico al que irremediablemente se llega al profundizar en el asunto y en sus implicaciones. Si usted cree que esta pregunta es irrelevante, porque probablemente ya esté muerto, este blog no es para usted. En todo caso haría mal en dar por supuesto con esta alegría que no sufrirá severamente las primeras consecuencias del cambio climático en ningún momento de su vida.
Todo este asunto de la ética intergeneracional aplicada al cambio climático tiene muchos más matices de los que aquí me doy espacio para mostrar. La ética del cambio climático, y en general la ética medioambiental, ha adquirido categoría académica de primera magnitud, hasta el punto de ser considerada como la última frontera de la ética, en palabras, por ejemplo, de la vallisoletana Carmen Velayos autora de un libro al respecto (50). Estamos frente a un caso particular del dilema del prisionero, en lo que se denomina la tragedia de los comunes, formulada ya en 1968 por Garret Hardin en Science (51). Sin embargo, hay complicaciones espaciales y temporales que alteran la formulación teórica y su resolución (52), como de forma muy didáctica muestra Stephen Gardiner, de la Universidad de Washington, exponente mundial de la ética intergeneracional en general (53) y de su aplicación al cambio climático en particular (54).
Anexo:
El coste de la respuesta al problema climático. Perspectiva e implicaciones
Veamos ahora la cifra de los 37 billones de dólares y, en un nuevo ejercicio de tolerancia, otorguémosle credibilidad. El PIB mundial de 2010 fue de 74,54 billones de dólares (55). Medido en estos términos, bastaría con la producción de poco más de medio año para resolver el problema. Pero como no vamos a pedirle al mundo que pague por nuestra irresponsabilidad colectiva, podemos adoptar otra óptica. El PIB de los Estados Unidos unido al de la Unión Europea totaliza 30 billones con lo que, en estas condiciones, nos bastaría con poco más de un año de trabajo para, supuestamente, resolver el problema en los términos indicados por los piratas.
Otra forma de verlo es mirando en qué año del pasado deberíamos situarnos. No tengo a mano el PIB mundial de años anteriores, pero como estimación supongamos que ha venido creciendo a un promedio del 5% anual en los últimos 10 años, lo que no debe de estar muy lejos de la realidad. Esto nos lleva a un PIB de unos 45 billones en 2000. Si ahora es de unos 75, es que ha crecido unos 30. Luego bastaría con que el crecimiento mundial de los últimos 10 años hubiera sido dedicado a resolver la cuestión climática para toda la eternidad. ¿Tan mal estábamos en 2000?
Más especulación aritmética. Dicen que este es el precio que habría que pagar durante 20 años, lo que significa 37/20 = 1,85 billones de dólares anuales. El PIB nominal de España en 2010 fue de 1,4 billones de dólares, luego esta cantidad es equivalente al PIB de 1,32 años, a productividad española. Suponiendo una población de 46 millones de personas, esto equivale a la producción anual 46*1,32 ≈ 60 millones de personas. Esto es menos de una centésima parte de la población mundial trabajando durante 20 años para resolver el problema. De hecho unos 10, pues sólo alrededor de la mitad de la población es activa.
Veamos para terminar un sorprendente cálculo que efectuó el francés Olivier Ragueneau, investigador francés del CNRS, en el congreso científico previo a la conferencia de Copenhague, en marzo de 2009. Como lo anterior, es fuertemente especulativo, pero permite disponer de una perspectiva de la significación de estas cifras.
Partiendo de las siguientes premisas:
- Los países ricos somos responsables del 80% del total de las emisiones históricas
- Cada gigatonelada de carbono (GtC) emitida equivale a una parte por millón adicional en términos de concentración atmosférica
- Llevamos emitidas 305 GtC desde 1750
Establezcamos el límite tolerable de concentración de CO2 en 560 ppm[6], el doble de la concentración preindustrial. Así pues, para llegar a este límite (arbitrario) que nos ponemos, estaríamos autorizados a emitir todavía 720 GtC. En estas condiciones, podríamos emitir 20% (720+305) = 205 GtC, pero los ricos habríamos emitido ya 80% x 305 = 245 GtC. Esto significa que ya nos hemos pasado en 245 – 205 GtC = 40 GtC.
Vayamos a caja para pagar por este exceso. En el mercado de emisiones de la Unión Europea, el precio de la tonelada de CO2 es del orden de 15 €/tonelada, lo que es decir que el precio del carbono es de 15/3,664[7] ≈ 55 €. El valor de las emisiones en exceso es pues de 40 GtC x 55 € = 2.200 kM€ ≈ 2.860 kM$ (56). Esto es una medida de la deuda ecológica, concepto formulado internacionalmente por primera vez en 2002 por el septuagenario catedrático de economía catalán en activo (Universidad Autónoma de Barcelona) Joan Martínez Alier (57). El título de la conferencia de Ragueneau rezaba: AritmÈTICA y geopolÈTICA del CO2. ¿A qué es debido el juego de palabras?
¿A cuánto ascendía la deuda externa de los países en desarrollo en 2008? ¡A 2.850 kM$!
¿Casualidad? ¿O causalidad?
Examinar referencias
Entradas relacionadas:
Ética (y responsabilidad) del cambio climático: 1. El problema de la verdad climática
Notas
[1] Cherry picking: acto de apoyarse en casos particulares que apoyan la posición de uno, generalizándolos al tiempo que se ignoran contraargumentos que se opondrían a la conclusión. Un caso particular se produce en la selección de citas científicas.
[2] La resiliencia se refiere a los sistemas dinámicos complejos y es definida aquí como la capacidad de un sistema para absorber las perturbaciones y reorganizarse al tiempo que, en su evolución, sigue manteniendo esencialmente la misma función, estructura identidad y lazos de retroalimentación (58)
[3] ¿Lo sabrán los mercados? Yo creo que sí, pero no estoy en condiciones de calibrar la influencia de esta información
[4] Centro de estudios privado, o instituto de opinión
[5] Por ejemplo, el cambio climático afecta de forma determinante a la seguridad alimentaria, industria que hoy se encuentra globalizada y cuyos precios son función del clima global
[6] Este valor, en partes por millón en volumen, podía sostenerse en el segundo informe del IPCC de 1995, pero hoy sabemos que sería suicida
[7] Relación entre el peso molecular del CO2 y del carbono
Estimado Ferrán;
Comienzo con una disculpa, dada la longitud de mi comentario (confío en no ser excesivamente tedioso). Llevo tiempo leyendo tu bitácora pero no había encontrado tiempo (o motivación) suficiente para darte mis impresiones, me decido hoy porque creo que la discusión podría ser enriquecedora.
Antes que nada, y dada la sensibilidad de tu blog ante “negacionistas” más o menos organizados/pagados, te aseguro que soy una persona individual e independiente, no formo parte de ninguna organización, think-tank, ni recibo ninguna contraprestación por mis comentarios, puedes creerme.
Sobre el tema que nos ocupa, trato de resumir lo que dices y de paso compruebo haberte interpretado correctamente. Creo que te enerva bastante el hecho de tener una evidencia científica del peligro real que corremos manteniendo nuestra actual política energética y productiva y el caso omiso que los políticos hacen de esa evidencia. A menudo nos hablas de puntos de no retorno y lo cerca que estamos de cruzarlos (si no lo hemos hecho ya).
La pregunta del millón es ¿Por qué no actuamos teniendo en cuenta las evidencias de la ciencia del clima? , y la del millón y medio sería ¿Qué necesitamos para actuar?.
Primero necesitamos saber que significa actuar. Nos hablas en tu entrada de los costes de oportunidad y de las estimaciones de qué porcentaje del PIB sería necesario y de retroceder 10 años. La cosa es complicada, coincido contigo en que debemos tomar estas cifras con mucha prudencia, si ya es complicado establecer predicciones climáticas fiables, imaginémonos el grado de incertidumbre de las predicciones económicas, donde para empezar no tenemos en cuenta toda la economía sumergida mundial (que no debe ser despreciable), y sabemos muy poco acerca de los “feedbacks” de las variables económicas (sólo hay que ver lo bien que se predijeron los cracks del 29 y el más reciente de 2008). Lo que sí parece claro es que nuestro actual sistema energético debería sufrir una remodelación total dirigida a contener el consumo al máximo y producir la energía con tecnologías que no impliquen emisiones de carbono, en una palabra “parar la máquina”, o al menos bajarle cuatro marchas.
Desde luego hay que tener una razón de peso, de mucho peso, para proponerlo. Imaginemos el peso de la razón para ejecutarlo. ¿Y qué tenemos? No soy científico, ni físico ni ingeniero, ni nada por el estilo, soy jurista… el mejor ejemplo de cómo percibe la evidencia científica uno que no tiene ni puñetera idea de los fundamentos científicos del clima. Parto de un principio jurídico “la buena fe se presupone a las partes”, y como presupongo tu buena fe, todos los fundamentos científicos que explicas son correctos para mí. Por supuesto, sé que existen otros que dicen que no es para tanto y también ponen gráficos que no entiendo y formulaciones estadísticas que me son absolutamente ajenas. La conclusión es que la “batalla” en la Academia puede que sea científica, la “batalla” político-social es de credibilidad, de ahí que la mayoría de argumentos y contra-argumentos de la blogosfera sean acerca de los intereses más o menos espurios de unos y otros. Y aquí viene el primer problema, es francamente difícil ganar esa batalla porque se resume en un “boñiga para ti, boñiga para mí”. Francamente Ferrán, aunque el climategate haya sido realmente tergiversado, a) es una paupérrima imagen del IPCC y b) sin llegar a constituir “mala praxis” las comisiones sí dijeron que debían mejorar la gestión de la información pública (famosas F.O.I).
En segundo lugar, desde luego tenemos total certidumbre sobre los fundamentos científicos del clima. La mayor parte de la gente sabe que hay calentamiento global en el último siglo y que éste se acelera a partir de la revolución industrial, también sabe que el CO2 es un GEI que afecta al clima promoviendo un calentamiento global, y desde luego sabe que es la actividad humana la que ha extraído el carbono del ciclo largo y lo ha introducido en el ciclo corto. El problema está en los efectos. Estos ya son mucho más difíciles de predecir, y aunque vamos perfeccionando modelos, todavía no son máquinas perfectas. El propio IPCC dice que debemos mejorar nuestro grado de certidumbre sobre los efectos locales a largo plazo, lo que viene a ser que si bien los modelos nos pueden decir con bastante fiabilidad cuantos grados va a subir, esa misma fiabilidad baja a la hora de decir qué va a pasar en Murcia en el año 2050. Y con esos “mimbres” tienes mal “cesto” político. Está en la naturaleza humana asumir riesgos, más que de coste de oportunidad, tendríamos que hablar de análisis de beneficio-riesgo. Y en esto los humanos tenemos tendencia a asumir bastante riesgo si el beneficio es apetitoso (y ni siquiera), por ejemplo. Soy fumador (y hay millones como yo) desde hace 15 años, a una media de unos 10-12 cigarrillos diarios. Estadísticamente soy hombre muerto, seguramente mi esperanza de vida sea 10 o 15 años más baja que la media, sin embargo no es seguro que yo me vaya a morir con 60 años, tengo alguna probabilidad de sobrevivir. Desde un punto de vista racional debería dejar de fumar inmediatamente (debería haberlo hecho hace 10 años), sin embargo el mínimo placer que genera la nicotina en mi organismo es suficiente para que sólo me lo plantee pero no lo haga. La adicción física a la nicotina no dura más de 72 horas, según la ciencia médica, luego no puedo culpar a mi organismo, sino a mi mente, a mi propia debilidad.
Ningún científico del clima puede decir dentro de 15 años a las 16:40 habrá un huracán de fuerza 10 en la costa Miami, y sin ese grado de evidencia, a la humanidad se la “trae floja”, sigue a su ritmo. Y aunque algún científico pudiera decirlo y demostrarlo, sencillamente no le creerían.
El problema que tenéis los científicos (físicos, ingenieros, etc.) es que tenéis tendencia a aplicar patrones físicos al comportamiento humano. Tú mismo desprecias la ciencia económica, y en general las ciencias sociales. Pero los humanos no son partículas, ni gases atmosféricos… no. Debes introducir en la ecuación una cosa llamada “libre albedrío” y –como rezaba una campaña publicitaria- consiste básicamente en que “la gente hace lo que le da la gana”.
Está muy bien hablar del “deber ser”, pero para solucionar problemas hace falta hablar del “ser”. La humanidad no tiene otra opción que adaptarse a los cambios, o extinguirse y dejar de dar el coñazo. Tenemos 7.000 millones de personas en el mundo, organizados en cientos de países, religiones, regímenes políticos, etc. El cambio que predicas no puede hacerse a la velocidad requerida. Estimado Ferrán, ya es demasiado tarde. No soy un escéptico climático (no tengo conocimiento suficiente para serlo o para no serlo), pero sí soy un escéptico antropológico.
O nos adaptamos, o morimos… en todo caso, eso les corresponderá a otras generaciones.
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Hola RomaD,
Muy interesante tu comentario.
Una aclaración previa: yo no desprecio las ciencias sociales en absoluto (más bien lo contrario), salvo a la economía mainstream que 1) se tiene por ciencia cuando sus fundamentos son ideológicos, y 2) no se da cuenta de que ha llegado a los límites físicos, y sigue como si nada por pura inercia sin tener en cuenta, por ejemplo, las leyes de la termodinámica. No todos los economistas son así, pero si es el caso de todos los que están en los centros de decisión política.
Respecto a la cuestión de la libertad, ésta resulta siempre limitada por la libertad de los demás, por lejanos que estén en el espacio y en el tiempo. Para esto está el derecho, que intenta arbitrar en los conflictos entre libertades. Dice Ulrich Beck que la riqueza de las sociedades debería medirse no tanto en términos de PIB, etc., sino en la capacidad que cada una tenga de generar individuos libres.
Nos adaptamos, o morimos, dices. ¿Cómo se adapta uno a un mundo 4-6 ºC más caliente? Nadie lo sabe, por ahora, y más bien se cree que eso no va a ser posible para la mayor parte de la humanidad. Luego…
Gracias por participar.
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Este enlace se refiere a la capacidad de adaptación:
http://climatecodered.blogspot.com/2011/02/4-degrees-hotter-adaptation-trap.html
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Gracias Ferrán;
No me refería a un desprecio desdeñoso o despectivo, sino a que no la soléis tener en consideración, en parte por el alto grado de incertidumbre de sus postulados y en parte por desconocimiento. La economía no tendrá en cuenta las leyes de la termodinámica porque los operadores de mercado más influyentes y los políticos que determinan las «reglas del juego» mercantil seguramente ni las conocen ni tan siquiera sabrían como aplicarlas.
El Derecho, Ferrán, no está pensado para arbitrar conflictos entre libertades (aunque sí los regula), el ordenamiento jurídico es el desarrollo del contrato social, que determina lo que los integrantes de ese contrato pueden dar, no dar, hacer o no hacer; y establece los elementos coercitivos en caso de incumplir las premisas dadas. En el momento en que te cargas el contrato social, el derecho no sirve para nada, por ejemplo, la revolución francesa. La Francia absolutista tenía un contrato social entre la Nobleza y el resto de estamentos, cuando ese contrato social se fue al garete porque la nobleza no cumplía su parte, el derecho divino del emperador no le libró de pasar por la guillotina. Por eso digo que o nos adaptamos o moriremos, el pueblo francés necesitó una hambruna terrible y un castigo desmedido por parte de sus dirigentes para actuar y ejecutar la más famosa revolución. Tengo serias dudas de que nadie vaya a montarla por el palo de hockey de Mann (recuerdo una entrada tuya, lamentándote por las nulas referencias al cambio climático en el movimiento 15M). Sí puede que se monte si los efectos apocalípticos que predice la ciencia climática se materializasen…. el problema es que sería demasiado tarde.
No tengo la menor idea de cómo podríamos adaptarnos, seguramente la población se reducirá drasticamente (puede que nos borre del mapa), y haya una involución de cientos de años en la sociedad… o puede que inventemos algo, o puede que los organismos vivos mitigen el cambio – Dice el profesor Valladares textualmente: Según el conocimiento clásico, si los bosques están en equilibrio, y llevan así mucho tiempo, deberían tener un stock de carbono constante de forma que las ganancias de carbono por fotosíntesis se compensaran con las pérdidas por respiración. Pero no es así. Incluso los bosques más maduros y estables muestran un desbalance en el que las ganancias predominan sobre las pérdidas o emisiones de CO2 y el stock de carbono continúa aumentando. Entender cómo es posible este desbalance es crucial no sólo para hacer buenos cálculos hoy, sino para estimar si esa función de captura de CO2 la seguirán haciendo en el futuro, bajo condiciones ambientales diferentes;
O puede sencillamente que no lo superemos, seguramente otros bichos de esta bola respirarán tranquilos.
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Te contesto deprisa pues me voy a una conferencia de Cristina Narbona dentro de nada.
Hace un par de años una investigadora climática muy relevante (no recuerdo quién era; creo que está en la órbita del ICTA de Bellaterra), dijo en Cosmocaixa, a propósito de «las dos culturas», frente a un auditorio formado principalmente por jóvenes científicos, algo así como ‘nos os confundáis: las ciencias sociales son más difíciles’. Pensé que tenía razón, y que los que hemos hecho ciencias duras donde las sociales no es que se despreciaran, sino que simplemente no existían, es porque tenemos una habilidad concreta, pero no significa nada respecto a otro tipo de percepciones. Por razones familiares he conocido a los mejores jugadores de ajedrez del mundo, y te aseguro que los hay muy poco dotados para cualquier otra cosa.
Te agradezco en este sentido tus precisiones sobre el derecho y la mención al contrato social. En realidad, los planes de abordaje del problema climático que tienen alguna verosimilitud se basan en 1) la economía ecológica (no me gusta el adjetivo, más que nada por razones de marketing, pero en todo caso la considero realmente científica aunque es todavía incipiente) y 2) un nuevo contrato social. Puedes ver sus términos aquí, aquí y aquí. Suena muy izquierdista (mucho más el inglés que el alemán), pero esto debería ser irrelevante si está bien fundamentado. Además, las cosas suenan en función de nuestras referencias mentales, que sabemos muy condicionables y condicionadas.
Respecto a la capacidad de absorción del CO2 por la biosfera. Lo siento por Valladares y por todos nosotros, pero la interacción del sistema climático con el ciclo del carbono lo que produce es que, a partir de determinada temperatura media, sea la propia biosfera la que se ponga a emitir CO2 y metano. El efecto de fertilización debido a una mayor concentración de CO2 es real, pero no alcanza a neutralizar las emisiones en exceso debido, básicamente, a la velocidad de crecimiento de las mismas.
Tengo pendiente de completar una serie sobre «Cambio climático: cuánto es demasiado», pero antes de ello, para que se entienda bien, creo que debo explicar con algún detalle cuáles son los lazos de realimentación del sistema climático, y la interacción de éste con el ciclo del carbono. Ahí hablaré de este efecto. De hecho en los informes del IPCC la interacción con el ciclo del carbono no era contemplada en ninguno de los modelos.
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To be or not to be, that is the question…. deber ser o ser esta es la cuestión. Tu análisis desprecia las ciencias sociales porque no consideras las variables sociales. Resumen basto: al comprender el efecto invernadero y los efectos que tendrá en la humanidad, estableces una solución científica de deber ser (cómo deberíamos organizar un nuevo contrato social), sin tener en cuenta las variables sociales de ser, es decir cómo hacemos para ejecutarlo. Eres detallista al extremo para establecer cuanto es demasiado, cómo nos afectará, etc, pero pasas de puntillas por una cuestión esencial: qué se necesita para ejecutarlo. Sin esto no pasas de un bonito ejercicio teórico sin utilidad práctica.
Son los políticos quienes determinan el ordenamiento jurídico, pero los políticos más prominentes de la ONU no son más que los representantes de las voluntades soberanas de sus cientos de países respectivos. Es decir tienes que convencer a un montón de gente (sí, los directivos de la EXXON y sus miles de trabajadores convencidos de que les quieres quitar su medio de vida, también son gente). Por eso los cambios políticos son velocidad tortuga, y tú dices que necesitamos cambiar a la velocidad del guepardo. Tu propio argumento científico nos lleva a la inacción, porque para un cambio rápido necesitas una revolución, y te aseguro que la Francesa sería juego de niños comparada con la necesitas. La Francesa supuso un cambio local de organización política (luego infuyó al resto, en España tardó unos 100 años en llegar). Efectos globales es igual a revolución mundial, porque no te vale de mucho que los hagas en USA, si no consigues nada en China.
Las opciones políticas «verdes» (creo que EQUO era la más cercana a estas sensiblidades climáticas) no logran mayorías relevantes (salvo en Alemania, pero ahora los verdes alemanes son más bien liberales «comprometidos» y pactan con la Merkel, una cosa así como Di Caprio que hace pelis verdes, pero el tío es millonario y viaja en jets privados). EQUO creo que obtuvo un escaño (no sé si finalmente lo logró) de 350. Si analizas socialmente la cuestión, no se va a producir una revolución por esto, es más ni siquiera preocupa al número suficiente de personas cómo para dar batalla en el congreso. A nivel político necesitas décadas para conseguir algo más que buenas intenciones, algún impuestillo al carbono y alguna subvención a renovables, por aquello de quedar bien que lo ecológico es muy «cool»… nada más, que es a todas luces insuficiente.
Luego, desde un punto de vista social es más factible invertir en tecnologías de adaptación, porque su resistencia social es infinitamente menor. Tus propuestas puede que sean científicamente mejores, puede que económicamente más rentables (con reservas) y si me apuras mucho moralmente mejores (no joder al prójimo es moralmente superior a joderle y pagarle)…. socialmente son inviables y muchísimo peores que las propuestas de adaptación (recuerda que hablamos de revoluciones globales, y las revoluciones no se hacen con pistolas de agua)
un saludo,
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Resumiendo. Podemos considerar tres tipos de individuo frente al cambio climático.
– Está informado y le preocupa tanto como para renunciar a su actual nivel consumo energético: normalmente del primer mundo y de perfil científico, universitario y próximo a ideología más social.
– Está informado y le importa un pimiento porque no cree que sea para tanto, o porque cree que tenemos problemas más acuciantes: normalmente del primer mundo y de perfil liberal.
– No sabe ni de que coño le hablas porque ni siquiera sabe que exista algo llamado CO2: normalmente del tercer mundo, o del primero pero sin formación.
debes tener en cuenta cuantos millones pertenecen al segundo y tercer grupo, eso te da la cantidad de resistencia al cambio.
Los políticos – la clave para un cambio de sistema pacífico – hace lo que creen que les dará más votos (los principales países del 1º mundo son democracias), salvo aquellos que no tienen aspiraciones de gobernar y pueden poner en su programa lo que les sale del bolo. Como hay muchos millones de votos en los grupos 2 y 3, esa puerta la tienes cerrada (según el barómetro del CISS los problemas ambientales ocupan el vigésimo tercer puesto entre los principales problemas para los españoles).
Si tratas de implementar el cambio necesario por vía política te llevará tiempo, tanto como convencer a la mayoría de la población de que el cambio climático es más importante y urgente que las 22 cosas que se les ocurrió primero.
Pero el plazo para el desastre climático no está en décadas, sino en años. Necesitas algo más rápido que la política. La única forma rápida de implementar el cambio es imponerlo, eso supone una acción global violenta para gobernar el sistema por la fuerza.
La cosa está jodida, o nos mata el clima o nos mata un balazo. Casi prefiero el clima, me dan miedo las armas.
Con esta conclusión, nos queda la otra vía. politicas de adaptación contra los efectos que nos predicen (técnicas de edificación más resistentes, tecnologías para potabilización de agua, planes de evacuación masivos, políticas de natalidad, tecnologías agrícolas con transgénicos, tecncologías de secuestro de carbono, etc…) La gran ventaja es que no tienen prácticamente resistencia social (cuatro ultraliberales clamando contra subvenciones de I+D+I) porque la gente no renunciaría a su consumo energético, por lo que sólo habría cierta resistencia en coyunturas de crisis, en coyuntura de bonanza económica la gente ni se enteraría de que se invierte dinero en eso, y además nos parecería hasta bien. Su gran inconveniente es que no sabemos si serán suficientes para paliar los efectos.
Yo prefiero asumir el riesgo. Necesitamos sustituir los combustibles fósiles, pero poco a poco.
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La cosa está muy difícil, y las políticas de adaptación van a ser necesarias en cualquier caso.
Sin ambargo, como no soy un escéptico antropológico (no escribiría este blog) pero tampoco especialmente un optimista, intento encontrar caminos. Por una parte traduciendo a lenguaje comprensible la información científica, sabiendo que siempre podría hacerse mejor. Conocer cuáles son los límites reales es muy importante para determinar objetivos correctos, pues un objetivo mal planteado es peor que no tenerlo. Hoy mismo le he visto decir a Cristina Narbona que «los científicos dicen que el límite son 2 grados». Es falso, y sin duda ella lo sabe a juzgar por los organismos donde participa, al más alto nivel en la ONU.
Planteas dos disyuntivas. Mitigación o adaptación, y clima (política) o guerra, todo ello dificultado por la falta de apoyo social de la actualidad. La primera tiene una salida relativamente fácil: es posible realizar acciones de mitigación que sean a su vez de adaptación, y viceversa. Por lo menos de entrada.
Respecto a la segunda, si no abordamos el clima acabaremos en guerrra de todos contra todos. Pero las revoluciones no tienen por qué ser violentas, aunque nunca ocurren sin algún trauma. Para conseguir la aquiescencia social de estos millones hubiera bastado con que no se hubiera interferido en la información que se conoce desde hace 50 años, y esta es todavía una asignatura pendiente. No haría falta votar a Equo, porque los partidos mayoritarios ya llevarían estas cosas en sus programas. Mira cómo están en el Reino Unido, donde han hecho una ley de cambio climático que, como primer paso, está razonablemente bien, y la apoyan los tres partidos. Ya me gustaría aquí algo similar. Incluso ayer el gobierno de Cameron se enfrentó a un think tank negacionista, la Global Warming Policy Foundation, llamándola desinformada, equivocada y perversa. Por cierto que esta gente va pidiendo una transparencia científica, que difícilmente puede ser mayor, mientras que no reconoce sus fuentes de financiación y no responde a los requerimientos tipo FOIA, y encima borra sus correos… Ellos son así. Tramposos compulsivos.
Volviendo a la política, es necesario que las señales de incentivos, por ejemplo vía precios, orienten en la dirección correcta, y no como ahora. Mientras el precio de un kiwi de Nueva Zelanda sea comparable al de uno gallego vamos mal. Esto en todos los órdenes. Creo que quedan caminos, y que éstos no vendrán de la política al uso sino desde las élites, que deben encontrar a la población sensibilizada para aceptar sus propuestas. Por ejemplo, los organismos de Bretton Woods están viciados en origen porque están pensados para el crecimiento. Sería necesario un nuevo Bretton Woods para enfrentar la que nos está cayendo, y con criterios de sostenibilidad. Actualmente, la resistencia al cambio se produce mucho más desde arriba que desde abajo, pero las élites ya saben lo que ocurre, y falta poco para que se empiecen a pedir responsabilidades entre si (vuelvo al ejemplo de la GWPF).
En todo caso hoy la propagación de un cambio no necesitaría 100 años. Finalmente, tengo entendido por las ciencias sociales que basta con un 15-20% de población informada y sensibilizada para que se acepte un cambio sistémico sin traumas inaceptables.
Reconozco que de vez en cuando me asalta el desánimo, pero no me lo puedo permitir. Mientras quede algún resquicio hay que intentarlo.
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Vaya por delante, que no es mi intención desanimarte en tu iniciativa. A nivel divulgativo, es enriquecedora para la gente, y ayuda a aquellos que creen que el cambio climático es un problema. Además, desde un plano individual supongo que te reconforta aportar algo y eso es importante.
Pero creo también necesario que se haga una reflexión sobre las cuestiones sociales que implican los cambios, asumir que nuestra visión de la realidad no es la única y qué supone socialmente que triunfe sobre el resto. ¿Por qué, estando esto tan claro para tí, los políticos no lo entienden o no atienden el problema?
Estás en lo cierto en una cuestión que yo no había tocado, los políticos atienden en primera instancia a intereses de grupos de presión. Muy probablemente las leyes británicas que citas, u otras similares, se hayan logrado por lobbys ecologistas (sin olvidar que hablamos de recursos energéticos estratégicos… GB no tiene petroleo, ni carbón barato. Mira a ver si China o USA harían una ley parecida). El problema con ello es que hay otros lobbys además de los ecologistas… el del petroleo, o el financiero. Un partido gobernante puede asumir perder poder para seguir manteniendo el status quo influenciado por un grupo de presión (tenemos un ejemplo calentito con el PSOE y los famosos mercados), pero el límite lo tienen en la resistencia social. En nuestro país la resistencia social a los recortes ha sido moderada, un movimiento pacífico 15M, alguna manifestación… y poco más. Si estas medidas gravosas para la población no han logrado una resistencia social suficiente para variar los planes del gobierno, tenemos que pensar cuan fuerte debería calar el mensaje de alarma climática en la población para lograr imponerle a la clase política medidas tan radicales como las que dices necesarias. Jodido.
«las revoluciones no tienen por qué ser violentas, aunque nunca ocurren sin algún trauma». En esto no estoy de acuerdo, depende de que tipo de cambio quieras introducir. Una revuelta no violenta (entendamos por violenta lucha armada con resultado de varios fallecidos) puede lograr pequeños cambios, algunos derechos sociales (mayo 68), algunos derechos civiles (Martin Luther King), incluso ún cambio de régimen como hemos visto en Egipto, aunque no siempre (como hemos comprobado en Libia). Pero el cambio que necesitas no es este, necesitas un cambio del modelo productivo y económico de la sociedad. El paralelismo más cercano que se me ocurre es la revolución comunista, que sí implica un cambio de modelo productivo y económico, y que como sabrás pasa necesariamente por dos fases: revolución obrera y dictadura del proletariado…. eso no se consigue con una sentada en la Puerta del Sol.
El tanto por ciento del 15 o 20% es arbitrario, depende de las circunstancias de la masa social. Si pasan hambre puede, si llevan el ritmo de vida de nuestra sociedad, ni de coña.
Una última cosa, la diferencia entre una guerra por el clima y una por política reside en que la primera sería una consecuencia (in)cierta si las cosas se ponen feas, la segunda no es una consecuencia, sino el medio (la causa) para lograr el fin deseado. Aunque parezca una pijada, el matiz el importante.
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«Para conseguir la aquiescencia social de estos millones hubiera bastado con que no se hubiera interferido en la información que se conoce desde hace 50 años»
Hombre Ferrán, ¿No te parece ingenuo considerar un flujo de información perfecta, máxime en estos tiempos de sociedad global de la información?
Dime un sólo un hecho histórico, político o cultural en el que se de una información perfecta (veraz y objetiva) sin interferencia de ningún tipo.
No le dediques mucho rato…. no hay ninguno.
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«Pero creo también necesario que se haga una reflexión sobre las cuestiones sociales que implican los cambios, asumir que nuestra visión de la realidad no es la única y qué supone socialmente que triunfe sobre el resto. ¿Por qué, estando esto tan claro para tí, los políticos no lo entienden o no atienden el problema?»
Esto no está claro sólo para mi, sino para la comunidad científica en su conjunto, y resulta evidente para cualquiera que haya trabajado alguna vez con la dinámica de sistemas. La ciencia dura no es algo que dependa de la perspectiva de cada uno, pues es el invento humano que maximiza la subjetividad. De hecho la elimina a largo plazo, porque cualquier error acaba manifestándose en la realidad y, al ser inherentemente trazable, se encuentra el error yendo hacia atrás. Esto ocurre también en la economía, que se basa en una modelización bastante burda del comportamiento humano en tanto que homo economicus; ahora comienzan a darse cuenta de que no maximizamos siempre funciones de utilidad, que no es lo mismo ganar o perder una misma cantidad (tenemos aversión al riesgo), que no es lo mismo 1 € cuando se tienen 1000 que cuando se tiene un millón, que no es lo mismo riqueza que bienestar, que no disponemos de información perfecta como suponen, que los comportamientos son muy influenciables y que la función de producción no puede ser independiente de la matriz biofísica en la que se inserta. El propio Adam Smith ya previno sobre algunas de estas distorsiones, pero nadie le ha hecho caso. ¿Por qué?
Los políticos tienen a la economía como idea arraigada de lo que es la ciencia, y trasladan esta consideración a todas las demás por mucho que muchas otras, como las físicas, estén basadas en principios axiomáticos trazables. Por tanto la consideran objetable, mucho más por cuanto las predicciones económicas pueden tranquilamente no cumplirse, pues están basadas, como digo, en hipótesis discutibles.
Además, los políticos se informan por los medios de comunicación o por los think tanks, y no en la literatura científica. Los medios de comunicación sufren la misma visión sesgada de la ciencia que los políticos, por las mismas razones, y se informan también de los derivados de los think tanks que son las agencias de comunicación, cuyo dominio de los resortes de la opinión púbica y comportamiento individual es brutal, análisis neurológicos incluidos. Estas agencias son multinacionales imponentes de las que nunca se habla, y son los cooperadores necesarios del engaño. Los medios hacen poco más que cortar y pegar las notas de prensa emitidas por éstas.
Sabemos cuál es la influencia de los think tanks en general. Pero la influencia de éstos en el negacionismo climático es absolutamente brutal. Conviene saber que, desde los años 80, son ¡centenares! los que se han creado exclusivamente para emitir basura respecto a la ciencia del clima y sus portadores. De los de USA se conocen las fuentes de financiación, y también de (sólo) algunas de las filiales que han instalado en Bruselas, pero de las europeas, como la GWPF y muchas decenas más, ya vemos. Nada. Conozco este tema a fondo. Ocasionalmente, caso Murdoch por ejemplo, son cooperadores directos. Pero llega un momento que es el propio sistema de medios basados en la lógica del mercado el que asume esta situación y la perpetúa.
Sólo ahora, como ha ocurrido en UK, comienzan a darse cuenta del engaño masivo más formidable jamás realizado, y a actuar en consecuencia.
Cuando hablo de las élites no me refiero en esta ocasión a lobbies de cualquier signo. Muchos grandes empresarios siguen pagando los think tank en el día a día promoviendo ultraliberalismo pero ya comienzan a ser conscientes de cómo son las cosas. Su resistencia comienza a quebrarse. Algunos han basculado ya. El problema es que son todavía pocos y no saben muy bien qué es lo que hay que hacer salvo hacerse verdes, lo que no arregla nada por ahora.
Es necesario apoyarlos desde la sociedad civil. Los tipping points no se producen sólo en los sistemas físicos, también en los sociales.
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Disculpa Ferrán, cambia «tí» por «comunidad científica», no problema el sentido de mi reflexión es el mismo.
Insisto en que creo -al contrario que tú- que no tenemos aversión al riesgo, sino una irrefrenable atracción al mismo, a nada que el beneficio nos parezca interesante (intenta convencer a alguien que se embarque en tres cascarones de madera y las ponga rumbo «Finisterre», na más por el placer de saber que hay más alla.)
En el resto creo que estás en lo cierto, pero ufff no me quiero meter en el jardín del conflicto de intereses económico, político, estratégico que conlleva el sector energético. No me siento preparado para ello.
Eso no varía mucho mi argumento que se reduce a que el cambio político es lento y el otro violento (y por tanto no me sirve).
Lamento ser tan negativo, pero no veo la salida.
Agradezco sinceramente tu esfuerzo, eso sí.
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Muy interesante, vuestro debate.
Creo que estamos más o menos de acuerdo.
Añado mis cinco centimos de comentarios, dirigidas a RomaD.
– Estamos en una situación casi imposible de solucionar. Técnicamente es posible pero socialmente no veo salida (y eso que soy un optimista inmejorable).
– Si no lo solucionamos, el resultado será con casi total certeza* una extición masiva de especies y una disrupción tan enorme que me es imposible creer que la civilización podría sobrevivirla. Dices que los modelos no son capaces de prever esas cosas y estoy de acuerdo contigo. La base de la preocupación no está en los modelos, sino en el estudio del pasado. Y ese estudio es empírico, observable y muy, muy alarmante.
– Es más: dice un señor que me parece una fuente de fiar** que si quemamos todos los combustibles fósiles, el planeta acabará como Venus. (Todavía no he visto en qué cálculos se basa, así que mantengo un cierto escépticismo).
Es un poco como con el análisis de riesgo de accidentes nucleares: la probabilidad de que ocurra un accidente es muy baja, pero si pasa algo, las consecuencias son catastróficas.
Me parece que, bajo cualquier perspectiva, evitar el síndrome de Venus – y la consecuente extinción total y definitiva de la vida sobre la Tierra (¿y en todo el universo?) – constituye un imperativo moral. Nuestra generación podría estar cometiendo el último crimen, incomparablemente mayor a la suma de todos los crimenes cometidos en la historia de la humanidad.
Yo no estoy dispuesto a correr ese riesgo y él que sí lo está (suponiendo que tiene una base científicamente creíble) es un psicópata.
*Salvo un cisne negro que haga colapsar el uso mundial de combustibles fósiles (tipo pandemia).
**James Hansen
– Cuando llego a este punto en una conversación, mucha gente se refugia en la defensa cósmica: «Bueno… la Tierra seguirá dando vueltas y el cosmos será silencioso, pacífico y armonioso.»
Lo comprendo, pero es muy cruel decir eso a una persona que tiene 26 años que hubiera querido vivir felizmente, tener hijos y dedicarse a su gran pasión.
La transición del estado actual al estado de silencio no es exactamente el período que me gustaría atrevesar.
Si te dan miedo las armas, te aconsejo que reúnas todas tus capacidades para juntarte a nosotros en una lucha desesperada para ganar una batalla ya perdida.
Hay una frase en inglés que hace polvo de todos idealismos pacíficos: «Nine meals from anarchy.»
– Dices que has leído sobre los umbrales de estabilidad pero creo que no entiendes sus implicaciones. Si conduces hacía un barranco, pasado cierto punto, frenar lentamente te matará igual. Tardarás un pelín más en llegar al barranco pero acabarás igual de muerto.
Por eso, todas las propuestas que hacen los gobiernos en todos los países del mundo vienen a lo mismo: aceptar la catástrofe.
La vía de la mitigación moderada y adaptación es un suicidio eufémico.
– ¿Es tarde? Depende para qué. Yo creo que ya no podemos evitar el colapso de la civilización humana y un siglo sangriento (técnicamente sí, políticamente no).
Y confío en que podemos evitar el síndrome de Venus.
Pero no lo sé seguro. Sería bastante estúpido dejar de correr a la estación de trenes a las 12:00 para luego llegar a las 12:06 y darse cuenta de que el tren llevaba 5 minutos de retraso, ¿no?
– Sobre los tres grupos de personas que defines: el segundo grupo es evidentemente contradictorio. No se puede estar informado y creer que hay cosas más importantes a la vez.
Porpongo cambiar ‘informado’ por ‘advertido’.
– Sobre ese puesto 23: eso es porque se coloca el cambio climático en la casilla ‘medio ambiente’, esa cosa lejana que no nos afecta a los humanos (culpa en parte del marketing de Greenpeace y WWF).
Si la gente supiera, se solucionaría esta crisis en un plisplas.
Un problema es que para llegar a ese ‘saber’ hace falta muchísimo tiempo y una mente ya predispuesta a absorber esa información.
La buena noticia es que no hace falta que la gente entienda los detalles para actuar cuando llega la buena conyuntura. Técnicamente es muy posible hacer una transición mucho más rápida a una economía de cero carbono que lo que se suele tomar en serio en las mesas de negociación. El cambio en las mentes puede ser muy brusco, ¡otro cisne negro!
Por eso, nos queda esperanza. Estamos viviendo tiempos de cambio. Nadie puede prever dónde acabará todo esto. Por lo tanto, queda esperanza.
– ¿Y si no quedara esperanza? ¿Qué haría yo con mi vida? Si decidiera no suicidarme, probablemente eligiría llenar el vacío con luchar por luchar. Así que viene a lo mismo…
Bueno, ya no tengo tiempo, espero que mis comentarios desordenados se puedan entender.
Saludos
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Arne, gracias pues mi mayor temor era resultar tedioso y aburrido.
– Creo que aunque tengamos certeza de los efectos pasados, y muy probablemente vayan en la dirección que indicas, no tenemos la certeza futura de la extinción, o del efecto Venus (la misma esperanza que puedas depositar tú en un cambio de mente brusco, tengo yo en que la humanidad sepa adaptarse a los cambios… se reduce a una cuestión de fe, y no de ciencia)
De nuevo mezclamos cuestiones de «deber ser» y de «ser». Tienes razón en todo lo que me dices («Lo comprendo, pero es muy cruel decir eso a una persona que tiene 26 años que hubiera querido vivir felizmente, tener hijos y dedicarse a su gran pasión») pero es que yo no hablo de como deberían ser las cosas, sino de cómo son (deber ser/ser).
No se trata de no intentarlo, o de no avanzar y pararnos…no. Se trata de la velocidad del cambio, es lento, y Ferrán nos dice que si es lento… estamos condenados.
No vamos a poder parar los efectos, luego lo mejor es que invirtamos más esfuerzo en políticas de adaptación.
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Insisto. No hay adaptación suficiente posible. Repito enlace:
http://climatecodered.blogspot.com/2011/02/4-degrees-hotter-adaptation-trap.html
También un enlace a un documento que en 2007 remitieron los referentes del negacionismo mayor a Ban Ki-Moon, bajo el título de «Dont’t fight: adapt«
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«Me parece que, bajo cualquier perspectiva, evitar el síndrome de Venus – y la consecuente extinción total y definitiva de la vida sobre la Tierra (¿y en todo el universo?) – constituye un imperativo moral. Nuestra generación podría estar cometiendo el último crimen, incomparablemente mayor a la suma de todos los crimenes cometidos en la historia de la humanidad.
Yo no estoy dispuesto a correr ese riesgo y él que sí lo está (suponiendo que tiene una base científicamente creíble) es un psicópata.»
Tengo algunos problemas con esto. ¿Un imperativo moral? Depende de qué moral me hables, no soy amigo de verdades universales reveladas.
«podría estar cometiendo» es una forma condicional, lo cual «a sensu contrario» significa que también podría no estar haciendolo, luego hablamos de probabilidad (de si asumimos el riesgo o no). Si ya es difícil comunicar los efectos globales a largo plazo (aunque parece que con bastante acierto podemos hacerlo), mucho más incierto hablar de los efectos locales a largo plazo (cuantos huracanes va a haber y donde, o cómo afectará a una región el clima), hablar de un efecto venus y extinción total de vida en el planeta (y en todo el universo?), lo lamento pero es ciencia – ficción (al menos de momento). Tildar a los que quieran asumir el riesgo de psicópatas es denominar psicópatas a millones de personas.
Me parece una afirmación bastante ligera, supongo fruto del apasionamiento que muestras.
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Si me permites te tomo prestado el simil del automóvil y el barranco. Lo refino un poco para explicar lo que digo.
Yo no conduzco hacia el barranco, tú y yo vamos en un autobús que se dirige a un barranco. En ese autobús hay 70 personas más, de las cuales algunas están de acuerdo contigo y conmigo, pero otras dicen que no hay barranco, que hay un bachecito de na (están desinformados, o son malintencionados, eso me da igual… la consecuencia es la misma)
Opciones (pongamos que el bus va a 100 km/h).
– Tratar de convencer al resto del pasaje de que no es un bache, y de que nos vamos a matar todos a no ser que frenemos inmediatamente. El problema es que si tardamos mucho, hostión al canto.
– Como no tenemos tiempo, reducimos al resto del pasaje y le quitamos el control del autobús al conductor (que no creo que se fuese a dejar así por las buenas). El problema es que en el forcejeo podemos darnos un hostión importante y dejar a muchos muertos.
– Reducir la velocidad a 60 km/h (tenemos muchos más pasajeros dispuestos a apoyrnos) y abrocharnos el cinturón de seguridad y prepararnos para la hostia.
tic, tac, tic, tac…. Elige una.
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Ferrán, nos cerramos la puerta mutuamente, tu dices que no hay adaptación y yo que el cambio no es viable.
Esperemos que ninguno de los dos tenga razón.
Lo siento, no podré comentar el documento, no domino el inglés
gracias
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Realmente interesante todo esto.
Dos comentarios rápidos:
– Como he indicado, aún no estoy convencido de que el síndrome de Venus sea una salida probable. Para eso, tendré que ver los cálculos de James Hansen. Lo cierto es que él tiene más credibilidad que nadie en el mundo para decir una cosa así.
Pero suponiendo que el síndrome de Venus fuera realmente una posibilidad – digamos por ejemplo, hipotéticamente, que la comunidad científica nos advirtiera de que tenemos hasta el 2035 para evitarlo – sigo pensando que bajo cualquier perspectiva (salvo la de un psicópata) eso supone un imperativo moral. Tampoco me gustan las verdades absolutas, los profetas, etc. pero dejar ocurrir, a sabiendas, pudiéndolo evitar, la extinción definitiva de la vida en este planeta, me parece un mal absoluto.
Soy el primero en tirar al suelo los dogmas más incrustados en nuestra sociedad pero sobre eso no quiero discutir.
Luego hablamos de probabilidades, claro.
Venus: ??%
>6ºC: si seguimos con BAU: 30-70%
<2ºC: si seguimos con BAU: 0,1%
Esto es más retórico que científico, claro está.
Sabiendo lo que sabemos, me parece criminal – y sospecho que se podría demostrar esto con textos de ley (no sé nada sobre este tema) – aceptar el riesgo del BAU.
Mira esto por ejemplo:
http://globalchange.mit.edu/pubs/abstract.php?publication_id=990
– No estoy denominando a millones de personas de psicópata. Para nada.
Los psicópatas serían personas que, a pesar de estar informados de lo que dicen algunos científicos (no solo advertidos, sino también concientes y de acuerdo), deciden en plena conciencia dejar que ocurra el escenario del peor caso. Y así hay muy poca gente. Lo sospecho de algunos (Murdoch y Monckton) pero no lo puedo demostrar de nadie. Y dudo que algún día se podrá demostrar.
No es lo mismo que alguien que elige un escenario de altas emisiones porque o no sabe, o no se lo cree.
Tengo una camiseta que dice "Organized Climate Denial = Crime Against Humanity". No se vayan a ofender los negacionistas amateur porque no se refiere a ellos. Cada uno tiene el derecho a tener su opinión. (Se puede debatir si es responsable o sensato negar los avisos cada vez más contundentes de la comunidad científica.) Otra cosa es saber lo que dice la ciencia, comprenderla, entender sus implicaciones y decidir difundir mentiras, sabiendo que eso resultará en la muerte y la miseria de millones de personas.
Mis palabras son muy directas, a pesar de mi personalidad moderada, porque no tengo nada que perder. Creo que es una pérdida de tiempo divagar por reflexiones cósmicas sobre la relatividad de nuestra existencia, la ética, el tiempo, etc.
Hoy mismo hay muchas personas que ya sufren en carne propia las consecuencias de nuestras emisiones. El dolor no es etérico, relativo, opinable, metafísico, etc. El dolor es real. Y duele.
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Ok. Arne aclaradas mejor tus afirmaciones.
Tengo graves inconvenientes con el inglés, lamento no poder comentar lo que me enlazas. Gracias, en cualquier caso.
El dolor duele, pero esa no es la cuestión, la cuestión es qué podemos hacer.
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Totalmente de acuerdo con la refinación de la metáfora. Cuando tengo más tiempo, se lo explico más o menos así a la gente. (O un barco, iceberg y los que mandan en una habitación herméticamente separada del resto del barco.)
Estoy convencido de que nos entendemos perfectamente.
Te agradezco tu paciencia con mi tono brusco.
En lo que no estamos de acuerdo es la capacidad de salvar vidas de esos cinturones de seguridad.
Creo que, en occidente, nos podemos adaptar a una subida del nivel del mar, a un aumento de las temperaturas máximas, a una escasez de agua, etc. (a un coste astronómico). No sé si ese coste conllevaría revueltas, violencia, guerras, …
¡Pero! No nos podemos adaptar a la pérdida de biodiversidad. Si se extingue un 90% de la vida en este planeta (no hablo en términos de ciencia ficción esta vez, ya pasó hace mucho tiempo), se acaba nuestro cuento.
Y también quiero dejar una opción abierta para una revolución pacífica. Sabrás que mucha gente (y no solo Greenpeace) está convencida de que la tecnología está disponible para hacer lo que impone la ciencia (sí, sí, combinada con una cierta visión de la ética) y a un coste perfectamente asumible.
(Recuerdo una cita que me gustó en una conferencia de hmmm.. ¿Paul Ehrlich?: «I guarantee: you’ll be able to outwalk sea level rise; what you won’t be able to do is eat.» – Sin agricultura estable y sin pesca significativa, estamos condenados a mucha miseria.)
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No digo que nos podamos adaptar, digo que hay una posibilidad; y que de las opciones del ejemplo del bus es la única que contemplo posible.
Y en todos estos comentarios he tratado de explicar por qué no veo salida.
No te preocupes por tu tono, soy abogado, no presto atención al tono, sino al fondo del asunto. En absoluto ofensivo, o sea que está bien.
Lo de la revolución pacífica no lo creo, me remito a lo comentado ya con D. Ferrán.
gracias Arne
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Creo que probablemente no nos vamos a salvar. La cosa está muy mal. Mucha gente está poniendo toda su alma en encontrar una solución. Si la hubiera, ya la habríamos encontrado.
Pero no por eso voy a dejar de luchar.
Lo primero: mitigación. Sí o sí…
Otra cita que refleja esta busqueda dando vueltas y vueltas:
«One can only hope that what is to be done, lies within the political repertoire of our species.» – Leon Fuerth.
(Solo se puede esperar que lo que hay que hacer forma parte del repertorio político de nuestra especie.)
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Hola RomaD.
He visto tu intercambio en casa de Lois Careaga. ¿Estás ahí? ¿Podemos comentar la jugada?
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